XIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Imagen de perfilKABUL

Nicolás Montiel Puerta 

Avanzo sorteando los rostros de todos los niños que sus padres me ofrecen como trofeos, obsequios preciosos que desean preservar. El caos, el riesgo de los disparos lejanos cada vez más cercanos, la visible desesperación y el silencio del miedo que todo lo envuelve. Mis ojos se centran en mis botas de occidental protegido por la casualidad de un pasaporte concreto. Un geo me empuja para que suba al avión, conminándome a no mirar atrás, pero atrás es donde se quedan ellos, mis compañeros abogados con los que llevo trabajando nueve años en una destartalada oficina para la reordenación del tejido de suelo cultivable, tan escaso como sufrido. Trajimos palabras como Libertad, Justicia, Igualdad, Solidaridad, Progreso, y las hemos dejado caer al suelo desde nuestras bocas mentirosas, pisoteándolas con el paso cobarde de nuestra huida. Menos mal que la bodega de este avión no tiene ventanillas.

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El más votado por la comunidad

Imagen de perfilRELACIÓN TÓXICA.

Ana Isabel Rodríguez Vázquez 

Llevaba un jersey tejido a mano y unos vaqueros rotos, que dejaban visibles los arañazos de sus piernas. Así la conocí, encaramada a un roble centenario para evitar que fuera talado. Después vinieron las manifestaciones para preservar los ecosistemas, las protestas contra la contaminación industrial, y la toma de muestras en vertidos ilegales. Yo la defendía en los juzgados con la misma pasión con que ella defendía sus ideas. Pagaba mis servicios con el sabor a mercurio de sus besos, y sus abrazos plomizos me reconfortaban tras sacarla del calabozo. Amaba el riesgo y yo seguía con tesón sus pasos imprudentes. Hasta que mis defensas se debilitaron y me abandonó diciendo que no había química. Caí enfermo, y pensé que el desamor me consumía, recordando su piel cobriza y sus cabellos dorados. Pero el doctor dice que se trata de una intoxicación por metales pesados.

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Relatos seleccionados

  • Imagen de perfilRiesgos

    Ángel Pérez Martínez 

    Sepa que si usted me defiende le estaré eternamente agradecida. Mis intenciones fueron honorables. Tuve que deshacerme de él, aunque su amor por mí era sincero. El único tejido que le pertenecía —y que encontraron— estaba limpio. Fui entrenada paso a paso para no dejar ninguna pista, nada visible a los ojos de los demás. No tenía nada contra él y será difícil que alguien lo comprenda, sobre todo cuando todo esto sucedió después de un apasionado encuentro. Mis razones son trascendentes y le aseguro que él conocía el riesgo. Hay que preservar el derecho de cada uno, seguro que también a usted le enseñaron esto en la facultad, y aquí hay una justicia que hasta Ulpiano reconocería. Y aunque no compartimos los mismo mentores, las mantis religiosas confiamos en que los de su especie tienen el mejor conocimiento bibliográfico, señora polilla.

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  • Imagen de perfilBUENOS MODALES

    JULIO CÉSAR MARTÍN BAZÁN · Huesca 

    Me dijeron que tomara asiento. Lo agradecí, era mullido y de un tejido de buena calidad. Observaba el movimiento, el paso rutinario de las personas que trabajaban en la dependencia del Juzgado . Había un reloj visible en la pared del fondo al que se accedía no sin cierto riesgo de tropezar con algún legajo, un mero objeto que deseaba preservar impasible sus latidos. Pasaban las horas y nadie se dirigía a mí para comenzar el trámite jurídico. La vida del reloj pareció tomar un cariz extraño, ya que sus agujas mostraban una mueca irónica, una especie de triunfo retórico sobre mi espera y mis reflexiones. Yo afrontaba con paciencia el olvido al que me veía relegado. Me encontraba cansado. Empezaba a anochecer. Vi como los funcionarios apagaban las luces de la sala al marcharse a sus casas. Yo continué sentado, esperando a que alguien me llamara.

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  • Imagen de perfilDIFÍCIL DECISIÓN

    Marta Vila-San-Juan Robert · Barcelona 

    Acuden llenas de dudas, miedo y vergüenza. “Tranquila”, les suele decir, “aquí no corre el menor riesgo”.

    De porte elegante, llevaba un vestido de tejido sedoso y unas grandes gafas de sol cubrían buena parte de su rostro. Su reloj, el bolso y algunas joyas discretas dejaban adivinar un alto poder adquisitivo. Pidió preservar su anonimato ante el resto del bufete.

    Con voz temblorosa, explicó a la abogada los motivos de su consulta. Al quitarse las gafas se hizo visible el hematoma, a pesar del maquillaje. “Esto no es lo peor”, aclaró entre sollozos. “Ha hecho muy bien en dar este paso. Sé bien lo difícil que es”, la animó la letrada.
    Quedaron al día siguiente para formular la denuncia.

    Cuando se marchó su clienta, se levantó la blusa; tenía el costado inflamado y el moratón se había extendido. “Sé bien lo difícil que es”, se repitió.

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  • Imagen de perfilAbogado del diablo

    Gonzalo Calderón Martínez · Burgos 

    Al final creo que lo meteré todo como intrusismo laboral. Lo tengo bien tejido para que no haya posibilidad de malentendidos. El primer paso es dejar claro que pese a todos los avances científicos y mejorías que han acaecido en los últimos cien años, en los que mi cliente ha estado prácticamente inactivo, el mundo sigue encontrándose en un estado bastante deplorable. Visible es que sigue habiendo hambre, guerras y muertes por enfermedades que podrían evitarse. El segundo paso es hacer ver que mi cliente lleva sin trabajar algo más de un siglo por depresión, pues no ve el sentido a su trabajo. Y por tanto él no ha podido ser el causante.
    El único riesgo es que me pregunten que quién es, ya que quiere preservar su intimidad a toda costa.
    Pero bueno, nadie dijo que fuese fácil hacer de abogado del diablo.

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  • Imagen de perfilANIMUS Y ANIMUS

    CARLOS BUISÁN GIL · CIUDAD REAL 

    De su paso por la cárcel recordaba dos cosas: el Derecho y los ratones. Otras como la soledad, el riesgo, las miserias y la obsesión por preservar el papel higiénico, ya las tenía olvidadas.
    El estudio del Derecho lo convirtió en abogado, y los ratones aliviaron su soledad Al marroncito lo llamó animus necandi, y al gris claro, animus laedendi. Los dos defecaban en sus deportivas, cuyo tejido desgastaron hasta hacer visible la tela interior. Sin embargo, animus laedendi solía agachar la cabeza tras las deposiciones, tal vez arrepentido de su incontinencia. Animus necandi no se arrepentía nunca. Corría, saltaba y se columpiaba con un descaro que al hombre le recordaba el suyo antes de ser condenado. Lo hubiera aplastado con la zapatilla. En lugar de hacerlo, gracias al Derecho comprendió la esclavitud a que lo sometía su naturaleza, y encontró un par de atenuantes extra para perdonarlo.

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  • Imagen de perfilUna abogada tarabuqueña

    Gueisha Cuba Olorio 

    Sabina Choque, una joven abogada graduada con honores originaria del pueblo de Tarabuco, Chuquisaca, Bolivia, regresó a éste al finalizar sus estudios de universidad para cumplir la meta de su vida y tomar el riesgo de montar una pequeña oficina jurídica, pues era visible la ausencia de defensores legales en su pueblo.
    Sabina orgullosa de vestir las polleras tradicionales de chola chuquisaqueña y el bolso jalq’a tejido por su madre, pese a que varios servidores públicos la habían discriminado una y otra vez por ser mujer, vestir de pollera y ser abogada, había decidido preservar su cultura e idioma en ella, cosas que normalmente con el paso del tiempo los profesionales olvidamos.
    Los pobladores de Tarabuco estaban orgullosos de ella, y le habían agradecido su no olvido y su presencia, ya que sería la única abogada del lugar en asistirlos.

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  • Imagen de perfilLa cara B de los sueños

    Sara Sanz Rivas 

    Su mano arrugada sobre mi pierna. Así empieza todo. Un día tras otro. Su aliento marchito invadiendo el mío. Los ojos deformados brillando por la mueca visible de su sonrisa. Se acerca demasiado. Sorpresa, rechazo, vergüenza, indignación, asco. Quiere más. Se acerca más. Me toca más. Me levanto. Rasga el tejido de mi blusa para frenarme con sus dedos encorvados. Y yo, envejezco de repente. No puedo dar un paso. Me escondo en mi caparazón. Ese en el que un día decidí abandonar mi país, mi familia y mis sueños pese al riesgo de naufragar. Ahora, dejo su casa donde limpio, cocino y le cuido a cambio de dinero para comer. Me despiden por whatsapp. Sin contrato, no hay papeles que firmar y mucho que preservar. La denuncia lo cambia todo. Un abogado a mi lado, sus palabras esperanzadoras, algunos casos similares y un destino incierto esperando sentencia.

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  • Imagen de perfilCriatura mitológica

    MARIA MERCEDES GELPI PELAYO · BARCELONA 

    Llegó hace varias órbitas horarias de Zxyachzz rodeada de fuertes medidas de seguridad y una gran expectación mediática. El canal intergaláctico positrónico hervía de excitación. Era el último ejemplar vivo de su linaje, la prueba visible de la existencia humana...solamente a un paso de convertirse en leyenda. Me parece extrañamente hermosa. Como solamente pueden ser hermosas las cosas extrañas. Va a ser juzgada por todos los terribles crímenes que su especie había perpetrado durante miles de años. Su voracidad legendaria les había impedido incluso preservar su propia existencia. Le dije que lo más sensato sería que se declarase culpable y pedir clemencia. Pero ella prefirió correr el riesgo de defender la inocencia humana. Me emocionó su alegato final. Si los tejidos que forman mi cuerpo lo hubieran permitido, creo que habría llorado como esos extraños seres mitológicos. Dentro de una órbita horaria de Yoonz se dicta el veredicto...

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  • Imagen de perfilJusticia

    Cesar Alberto Vargas · San Miguel de Tucumán - Argentina  

    Él se paró visible ante toda la sala. Otra batalla ganada, a pesar del riesgo. El abogado, hecho de un tejido moral impenetrable, dio otro paso, una vez más iba a preservar su trofeo: Un asesino más, impune. Realmente tienes los ojos cerrados – pensó – y pasó triunfante a su lado. La balanza se desprendió, inexplicablemente, e impacto sobre su cabeza. Todos lo observaban con estupor, pero ella debajo de su venda, esbozó una sonrisa.

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  • Imagen de perfilSueños de un principiante

    MONICA CRISTOBAL ALVAREZ 

    M.C., presuntamente abogado, sueña con su última jornada de trabajo antes de la jubilación.
    El día en el que dirá todo lo que piensa, sin el riesgo de ser expulsado de la profesión.
    El su último escrito procesal, solicitará al juez que se dedique a preservar la justicia estudiando a fondo los temas, sin el corta y pega tan habitual.
    Esa mañana en el juzgado, arengará a los funcionarios sobre que ellos son la cabeza visible de la justicia ante el ciudadano, debiéndoles tratar con amabilidad, empatía y dejando de lado la tradicional cara de vinagre y los incomprensibles monosílabos.
    En el alegato final del juicio, expondrá al compañero contrario que el tejido de la profesión se construye con el diálogo y no con el ego.
    M.C. acelera el paso hacia la puerta del Tribunal soñando con esos momentos, en la que es su segunda semana como abogado en ejercicio.

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  • Imagen de perfilEl germen de una vocación

    Gema Bocardo Clavijo · Murcia 

    Colgó el teléfono henchido de orgullo. Su hijo había aceptado otro caso difícil: vertidos ilegales en una pequeña finca por parte de una multinacional. No le extrañó. Tozudo como una mula, luchaba para preservar el tejido que une a todos los seres de la madre Tierra, sin importarle el riesgo visible que implicaba cada paso.
    Volvió a recordar aquel lejano día en el que regresó del campo, llorando. Un hombre golpeaba a un perro y le suplicó clemencia. La réplica que brotó de los labios infames le heló los huesos: Es mío y haré lo que quiera. Y tú no puedes hacer nada, niñato mocoso. Nada.
    —No tiene razón, hijo. Puedes intentarlo. Puedes intentarlo.

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  • Imagen de perfilSentencia absolutoria

    María Victoria. Muriel. · Cádiz 

    El juez había absuelto al reo. El inocente, esposado, se dirigía de nuevo a su celda. Cosme sonreía satisfecho, mientras el doctor Bermúdez caminaba con visible preocupación.

    Dar el paso para operarse siempre conlleva riesgo, trasplantar una córnea implica preservar el tejido,pero este procedimiento no lo controla el cirujano. Eran argumentos difíciles de refutar y la parte contraria no aportaba claras pruebas de negligencia médica.

    El abogado pensó que había sido sencillo defender la inocencia del excelente cirujano.

    El eficiente doctor siempre conseguía córneas para sus operaciones. En el próximo juicio no se cuestionarían las destrezas de cirujano, se le juzgaba por su habilidad para conseguir donantes.

    Para Cosme todo había concluido, se sentía afortunado por trabajar en un prestigioso bufete con letrados especializados. Ahora era el turno de Oscar, especializado en crímenes.

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  • Imagen de perfilAbogados estelares

    Jorge Alexandre González Hurtado · Madrid 

    El ser humano era capaz de realizar viajes cruzando el tejido espacio-tiempo sin asumir riesgo y, aun así, seguía siendo imprescindible contar con un abogado.

    En una colosal nave interestelar, un asustado pasajero esperaba impaciente y con visible preocupación la visita del suyo. La sociedad había cambiado; la mayoría de Derechos solo formaban parte de la historia, aunque al menos se había podido preservar la presunción de inocencia.

    Aquella puerta de acero por fin se abrió. El abogado, firme en la entrada, pidió estar a solas con el pasajero. Los androides dudaron, pero él no se arrugó.
    —Este señor tiene derecho a un abogado y a no contestar a sus preguntas.
    El pasajero miró al abogado y este, dirigiéndose ahora hacia él le espetó…
    —Le acusan de asesinato. No dará ni un paso sin consultarme primero.

    Y así comenzó aquel caso, como si de una tradición milenaria se tratase.

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  • Imagen de perfilÁRBOLES

    María Jesús Gómez López · Madrid 

    Mi vecino amenaza con demandarme. Exagerado, dos fiestas en tres meses... A pesar de que compartimos el último piso de la finca, y una terraza espectacular, no le conozco. Creo que un día nos cruzamos por el pasillo. Yo le cedí el paso, él no me saludó.
    No quiero correr el riesgo de perder esta casa, pequeña pero con la terraza perfecta para celebrar fechas importantes, y desde la que se hace visible el color de los árboles del Retiro. Para preservar mi intimidad he intentado separar mis veinte metros de terraza de los doscientos del vecino, con plantas, con un tejido nuevo parecido al plástico... Con su correspondiente negativa siempre por escrito.
    Me han recomendado un prestigioso abogado. Acabo de contactar con él por videollamada. Parece serio, profesional, con experiencia. Y he descubierto que los árboles que se intuían al fondo de su pantalla son también los míos.

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  • Imagen de perfilLos retales de Medea

    Mónica López 

    ― Quiero ver a mi abogada.
    No pensaba correr el riesgo de hablar más de la cuenta. Preservar mi inocencia era prioritario.
    ― Llegará pronto, doña Inés. Mientras tanto, queremos mostrarle algo.
    El policía dio paso a una mujer con bata blanca. Llevaba una bandeja y una probeta con líquido. Sacó un trozo de tela y vertió el fluido sobre el tejido (azul, floral, algodón), que reveló un visible cambio de color.
    ― Según el laboratorio, las telas de su tienda tienen veneno. ¿Algo que decir?
    "Oh, si usted supiera...", pensé, "a cuántas he salvado, cuántas mujeres acuden a mí, cuántos ojos morados escondidos en el ganchillo, entre los remiendos de su vida... si supiera, no preguntaría esa estupidez".
    ― Quiero ver a mi abogada.
    A ella también le gustaba coser. Su último vestido (rojo, arabesco, seda) le quedaba espectacular. Su marido, que en paz descanse, le prohibía ponerse vestidos.

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  • Imagen de perfilDESAHUCIO

    Federico García Fernández 

    Los habían echado de su hogar. Sin comunicarles con cuatro meses de antelación el fin del arrendamiento. Adiós. Sin tiempo para nada. Tuvieron que marcharse con lo puesto: un taparrabos tejido con hojas de parra. Y todo porque ella había dado un mal paso y había cogido lo que prohibía una pequeña cláusula del contrato: los frutos que debían preservar de aquel manzano bien visible en el centro del jardín. Pero ella pensó que todo el monte era orégano: es el riesgo de vivir en una buena zona, donde no falta de nada.
    El Propietario los había demandado y puesto de patitas en la calle. ¡A ver cómo encontraban ellos ahora un buen abogado de Derecho Divino fuera del Paraíso!

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  • Imagen de perfilCarmen

    José María Figueredo Alcón · Madrid 

    No deseaba correr un riesgo innecesario, porque preservar su buen nombre se había convertido en su divisa. Pero ahí delante, sobre la cama, en un tejido de organdí ya muy usado, le tentaba aquel vestido utilizado la víspera por su mujer. Descartada la opción de hacer público y visible su debilidad, optó por llevárselo consigo, doblado de cualquier manera en su maletín de trabajo camino del juzgado.
    No podía dar un paso en falso y caer en el ridículo más espantoso, pero la atracción del vestido era tan insoportable que finalmente, bajo su exquisito traje de abogado de reconocida fama se embutió aquella maldita prenda cerrando los ojos para no verse reflejado en el espejo del baño de caballeros.
    Su defendido lo aguardaba expectante, la vista prometía serle favorable.
    -Sólo hoy, por favor, diríjase a mí como Carmen- le susurró al oído.
    El defendido vio una lágrima y aceptó estremecido.

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  • Imagen de perfilPies desnudos

    Raquel Sánchez López 

    Frente al escáner, la abogada disimula como puede su nerviosismo. El riesgo que está corriendo es máximo, el contenido de ese vídeo es crucial. En él se hace visible la vejación que sufren las niñas y los rostros de sus verdaderos torturadores, gente de poder, influyente, peligrosa. Solo debe preservar la identidad de uno de ellos: su confidente.
    Los latidos de su corazón traspasan el tejido de su camisa; escucha el pitido de la alarma. Cuando el guardia de seguridad se acerca a ella, cree enloquecer. Le pregunta si guarda algo de metal, ella no puede articular palabra. Le insta a que se descalce. Obedece y cruza de nuevo paso al umbral del pánico; esta vez no se oye sonido alguno. Con un alivio infinito, la abogada cruza por fin las puertas al despacho del juzgado, con la firme intención de reabrir el informe de Alcásser con los pies desnudos.

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  • Imagen de perfilLeve descuido

    Juan Casas Ávila · México 

    Desde que inició el confinamiento, papá se siente partido a la mitad, como ficha de dominó. De la cintura para abajo, su parte invisible; de la cintura para arriba su yo visible y respetable. Sus pasos van por la casa sofocados por el tejido de las pantuflas de mamá, que él usa sin recato, porque son realmente cómodas. Papá es abogado y también enseña en la facultad de leyes. Un día dejó abierta la cámara del ordenador mirando hacia la puerta, mientras iba a la cocina por un café, ese día llevaba unos calzoncillos tipo bóxer azules, abajo; saco y corbata impecables, arriba. En unas horas se hizo viral. Imposible preservar la calma. Temía que su carrera como litigante estuviese en riesgo por culpa del escándalo. Pero su situación mejoró notablemente desde entonces, pues de un tiempo para acá, mucha gente se siente cómoda siendo representada por el #Profesor Pantuflas.

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  • Imagen de perfilEl pueblo contra Hannibal Lecter

    Juan Herranz Pérez del Arpa 

    A un paso del estrado, el abogado defensor de Don Hannibal consideró profundamente el riesgo de continuar con sus pruebas y el consecuente alegato. Y es que el juez lo reclamaba urgentemente con visible enfado.
    El asunto había enconado a los asistentes en la sala y para preservar la seguridad general el juez lo citaba frente a él. A micrófono cerrado le expuso severamente que había llegado demasiado lejos. Y sí, a tenor de lo ocurrido en la prueba que consideraba esencial, la vista había quedado un tanto escabrosa.
    Pero es que su cliente insistía tanto en su inocencia… Solo que ahora el tejido epitelial del fiscal estaba ahí, en el suelo. Todo para demostrar que la mordida de su cliente no podía ser la causa de la muerte de la víctima.

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  • Imagen de perfilGota a gota

    María Dolores Nicolás Muñoz · Churra 

    Nunca hubiera podido imaginar que en pleno octubre me encontraría con un caso más propio del verano. Para un pequeño pueblo turístico de la costa, preservar sus atractivos resultaba vital. El robo del kiosco de helados de Manuel había supuesto un serio desgarro para el tejido empresarial de primera línea de playa. Con su toldo a rayas blancas y rojas, sus papeleras azules y ese altavoz con los éxitos de Georgie Dann creaban una atmósfera especial, un sabor a mar y vacaciones. Visible desde la otra punta de la playa, era el punto principal para quedar en Mar Dorado. El primer paso era hablar con Manuel, desolado por la pérdida del legado de su abuelo: tres generaciones vendiendo sabores, texturas e ilusiones. Pero no iba a ser fácil, porque Manuel no quería correr el riesgo de conocer a quien le había arrancado su medio de vida: su proveedor de electricidad.

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  • Imagen de perfilTRADICIÓN

    Ana Isabel Velasco Ortiz 

    Las palabras llegaban encadenadas y tenía la certeza de transmitir con claridad el temor visible casi tangible, de aquel colectivo en riesgo de extinción.
    Insistí en el deber moral de preservar un oficio ancestral que sustentaba el equilibrio de nuestro ecosistema.
    Fijé las pupilas en el grupo de mujeres de la sala y acaricié el tejido de la toga.
    _ Sin ellas, no existiría la ropa que nos guarda del calor, el frío, que nos cobija y envuelve… Nada. Rematé.
    Terminada la disertación, el silencio se abrió paso, cesó el murmullo general.
    El juez sentenció que sin remedio, tal y como relataba el cuento, la bella durmiente acabaría por herirse con el huso y derogaba la orden real de destrucción de las ruecas del país.
    Ahora, las hilanderas siguen hilando y narran la extraña historia de una joven que durmió cien años. Es una especie de tradición, de conjuro protector.

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  • Imagen de perfilLa sombra

    Amaya Moral Ortega · Madrid 

    –Nos están robando el sol –dijo el niño entrando precipitadamente en su despacho.
    –¿Cómo has entrado aquí? –preguntó la abogada perpleja–¿Cuántos años tienes?
    –El derecho a ver el sol debería ser un derecho de todos –respondió él taciturno, evitando revelar su edad.

    Dio un paso al frente; ella se fijó en el tejido desgastado de la camiseta que llevaba y se preguntó si sería uno de los niños en riesgo de exclusión social que malvivían en las chabolas cercanas.

    –Antes jugábamos siempre al sol, pero los mayores han construido un enorme rascacielos junto a la plaza –afirmó acaloradamente levantando la mano para escenificar la altura del edificio–, y ahora nunca está visible. Queremos "reservar" nuestro derecho.
    –"Preservar" –corrigió de manera automática la abogada.

    Sintió entonces una vergüenza profunda. Ganaba mucho dinero, tanto que había podido permitirse comprar un piso en la planta 49.

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  • Imagen de perfilME PREGUNTO QUÉ SE DIRÁ

    IGNASI GARCÍA BARBA · BARCELONA 

    Ya se han ido. No sé si eran dos o eran tres. Cuando me hice abogado yo ya sabía que no sería fácil. Pero tenía claro que merecía la pena correr el riesgo, con tal de preservar mi idea de lo que debería ser la Justicia. Solo quería que esos indígenas pudieran conservar sus tierras.
    La bala ha entrado con una facilidad pasmosa, primero rompiendo el tejido de mi ropa, después horadando el de mi piel... Oigo ya las sirenas ascendiendo por la calle. Supongo que en breve lo que ha sucedido aquí será visible para mucha gente. Habrá periodistas, cámaras, policías, enfermeros...
    Yo seguramente ya no lo veré, siento que me fallan las fuerzas. Y me pregunto qué se dirá, con el paso del tiempo, de todo esto. Espero que sirva para algo.

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  • Imagen de perfilPROPUESTA DE DEROGACIÓN

    CARMEN GARCÍA SUÁREZ 

    — ¡¡¡Me da igual!!! Poco importa que siempre haya sido así. ¡Maldita tradición! ¿Es que nadie puede romperla? Tan obsoleta y… ¡ni con el gobierno cambia! ¿Va a continuar, de generación en generación…?
    ¡No quiero! ¡Me niego!
    ¡¿No pueden hacer nada contra esa condenada legislación?! Una ley que mata, ¿no puede morir? El riesgo amenaza constantemente el tejido de la vida. Preservar este eterno sinsentido no tiene ninguna lógica.
    ¡Ha matado a mi madre! ¿Me oye? A mi madre... ¿Y tenemos que seguir permitiendo que acabe con todos nosotros? ¿No es bien visible que el paso del tiempo me da la razón una y otra vez, otra y otra más? Me estoy volviendo loco... Ud., Sr. Abogado, que es un hombre de Letras, sensato y culto, versado en leyes... debería comprenderme.
    — Y lo entiendo, créame, lo entiendo. Pero contra esa ley, no podemos hacer nada. Es ley de vida.

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  • Imagen de perfilEscuché que es doctor…

    Paola Marchena Lopez 

    El abogado disfrutaba del partido de béisbol mientras caminaba por las graderías del estadio. Se trataba de un hombre muy visible y popular. A cada paso, encontraba quien le saludara, corriendo el riesgo de no recordar el nombre de las personas ¡Era imposible preservar tanta información en su memoria!

    ¡Hola doctor!, ¡Bendiciones doctor!, ¡Adiós doctor! – le decían al pasar – Eran saludos que inevitablemente lo distinguían como abogado, por reconocimiento social y no por un doctorado en leyes.

    Finalmente, logró llegar hasta su asiento, y para la persona que se encontraba a su derecha, fue inevitable escuchar los saludos recibidos…

    Disculpe, ¿Puedo hacerle una consulta? – expresó confianzudamente–.

    ¡Claro! – Respondió el abogado.

    -Escuché que es doctor y tengo enfermedad mixta del tejido conjuntivo ¿Atiende estos casos?

    -No – respondió asombrado – No soy médico, soy abogado.

    -En ese caso – comentó descaradamente – me demandaron por pensión alimenticia…

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  • Imagen de perfilEl Ganador

    Francisco Sánchez Egea 

    En el Colegio de Abogados han empezado a llamarme el Ganador. Lo odio, pero sonrío cuando me lo dicen. Además, es cierto, siempre gano. Haga lo que haga. Doy pasos de leguleyo principiante. Cometo errores tan graves y escandalosamente visibles que, en ocasiones, temo estar poniendo en riesgo mi carrera, porque es imposible hacerlo tan mal. No importa, mis clientes siempre salen a la calle en un tiempo récord. Anoche me tropecé con uno de ellos. Estaba tumbado en una acera, envuelto entre tejidos congelados, luchando por preservar el calor de su cuerpo en el invierno más frío que se recuerda. Me llaman el Ganador, y yo ya no sé qué hacer para perder.

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  • Imagen de perfilLa señora de los ojos vendados

    Santiago Ezequiel Dragani Zarracan 

    La señora de los ojos vendados entró al consultorio a paso firme y sin acompañante, depositando sobre el escritorio un bolso de visible peso, que emitió un irritante sonido metálico.
    Al retirar la venda, el oftalmólogo notó la presencia de un extraño tejido que unía los párpados a los pómulos.
    - ¿De verdad ha tenido los ojos vendados toda su vida? Esto representa un grave riesgo para su visión- Advirtió.
    Realizó una incisión, intentando preservar un vestigio de pestaña.
    Los ojos se abrieron y comenzaron a girar en todas direcciones.
    - Nistagmus disociado- dictaminó el médico.
    Luego de algunas pruebas, el profesional explicó que era tarde. Presentaba un severo caso de ambliopía, la función visual no se había desarrollado y la ceguera era definitiva.
    La señora sintió, por primera vez, como brotaban lágrimas de sus ojos y salió corriendo.
    Olvidó su bolso. En él había una espada y una balanza.

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  • Imagen de perfilLas cinco palabras

    María Antonieta Proietto · Barcelona 

    Hace días que mi “tejido” no avanza. Voy en vaivén adelante y atrás. Definitivamente, corro el “riesgo” de no acabarlo, mientras pienso qué fenomenal momento viviría, si los que tienen el gran don de la justicia dictaran sentencia afirmativa (a mi favor).
    Como verán, a cada “paso” que doy, siento más angustia y se hace más “visible” mi miedo de no “preservar” exactos los hilos en este relato.
    Por ello, os pregunto —Para qué poner condiciones a la escritura, si nosotros mismos no se las ponemos a nuestros defendidos. Claro está que en este caso... me reservo el derecho de contratar a un colega abogado, para que me represente en esta contienda. Después de todo, cada obra es sólo una tregua para los “combatientes” de esta casa. Será justicia.

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  • Imagen de perfilApaga!

    Carlos Villanueva 

    El número de familias en riesgo de pobreza sigue creciendo, y mientras tanto, qué medidas se están llevando acabo. ¿Eh? , nada, solo palabras.
    Hay que preservar el sistema.
    ¡El sistema! A cada paso el conflicto está más lejos de resolverse. El tejido empresarial no aguantará más subidas del coste energético. Tenemos que hacerlo público ya.
    No, no podemos, si hacemos visible todo lo que sabemos acerca de los verdaderos costes energéticos, nos caerá una escabrosa losa encima, será nuestro fin.
    Nuestro fin. Siempre has sido un egoísta, nunca te ha importado la verdadera problemática. Aquello por lo que ingresamos en la facultad de derecho, aquello que nos hizo defender la verdad y la justicia. ¿Dónde dejaste esos principios?, Esa gente de ahí fuera cuenta con nosotros, no podemos fallarles.
    ¿De verdad quieres que les digamos de donde sacamos la energía?
    Anda sigue pedaleando, ya se nos ocurrirá algo.

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  • Imagen de perfilCIRCUNSTANCIA EXCLUYENTE

    Javier Puchades Sanmartin 

    Por más que leía el documento paso a paso, no comprendía la letra pequeña. Su redactado consistía en un enrevesado tejido de cláusulas ininteligibles para alguien como él. Aunque no se fiaba ni un pelo de ella, le pidió ayuda a su mujer por si acaso le resultaba más visible su contenido, pero no fue así. Como no deseaba correr ningún riesgo y necesitaba preservar sus derechos, no le quedó más remedio que consultar con su abogado.
    —Sr. Jiménez, tengo una duda que me gustaría aclarar con usted. Dentro de dos meses, hará un año que contratamos nuestros seguros de vida con la compañía Santa Rita. Y existe una cláusula que dice: «La póliza no cubrirá el siguiente riesgo: la muerte por suicidio, si tiene lugar durante el primer año».
    ¿Me podría confirmar si dicha exclusión también se refiere a la muerte por causas no naturales?

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  • Imagen de perfilEntre fantasmas

    Lidia Ramallo Sánchez 

    Hoy don Gonzalo se ha sorprendido al ver al joven abogado interesarse por él. Después de tantos meses acudiendo al bufete con su traje de tejido impecable, por fin se ha vuelto visible para alguien. Es un gran paso. No lo conoce, pero decide correr el riesgo y explicarle qué hace allí. Está tan nervioso que no consigue acordarse contra quién y por qué quiere interponer una demanda, solo sabe que busca preservar la justicia. El muchacho sonríe y se ofrece para acompañarlo a casa, aunque no lo sepa son vecinos desde hace un tiempo. Otro día estudiarán con detenimiento su causa. Al llegar se despiden con cariño. Mientras don Gonzalo se pierde bajo el panteón familiar el chico se dirige hacia los nuevos nichos del camposanto. A pesar de alegrarse por haberlo conocido, no puede evitar sentirse decepcionado: antes de empezar, el suyo es ya un caso perdido.

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  • Imagen de perfilIRREVOCABLE

    Almudena Sánchez · Madrid 

    El paso del tiempo cada vez era más visible y pronto comenzaría a pasarle factura ante los demás colegas, ante el mundo. Es el riesgo de ser el número uno durante tantos años. Ser un mito, una leyenda viva. Siempre quiso más, siempre estuvo al límite. Ahora su mente no es tan ágil y no consigue recordar algunas cosas. Tiene miedo de olvidarlo todo algún día. Si pudiera preservar para siempre los momentos brillantes, los éxitos, incluso los fracasos, esa sensación de estar lleno de vida...
    Se ajustó la corbata de fino tejido de seda y con gesto decidido entró en la sala.
    Todavía era un gran abogado. El mejor.

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  • Imagen de perfilSEAMOS COHERENTES

    Eva Cruz Barros 

    Mi clienta me relató paso por paso cómo le habían sustraído diversos artículos de su establecimiento que, si bien no tenían un gran valor económico, se sentía en la obligación de “poner el asunto en manos de la justicia”, por su seguridad. Había hecho una lista: un paquete de pañales, una lata de leche en polvo para bebés y cuatro fruslerías más del mismo tipo. La miré a los ojos y le dije que, ignorando intencionadamente el sufrimiento de otros, invisibilizando aquello que es claramente visible para todos los que miran los problemas ajenos de frente, ponemos en riesgo a todo el tejido social. Dicho esto le recomendé, por su seguridad, poner una alarma y le pedí también que retirara la propaganda de “Médicos sin fronteras” e “Intermon Oxfam” de los mostradores. Como abogada me siento en la obligación de preservar también la decencia social.

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  • Imagen de perfilAlea iacta est

    Javier Sánchez Bernal 

    Abandoné el ascensor, rumbo al despacho del Juzgado de Primera Instancia número 4, de lo Mercantil, acelerando el paso para no cruzarme con una vieja conocida, letrada de una entidad bancaria multinacional. La inseguridad se hizo visible en cada gesto, por más que trataba de conservar la calma: en la Facultad no te explican qué significa representar a tu familia cuando sus bienes, sus sueños y sus esperanzas se van a rematar en una subasta privada. El funcionario, de gesto amable, cerró la puerta para preservar la intimidad de los presentes, mientras se cumplían con las formalidades de rigor: poderes, avales, firmas. Me acomodé en una mesa, nervioso, mientras estiraba el tejido de los pantalones de un traje que había comprado para la ocasión. Sonreí, aun a riesgo de pecar de inocente; respiré hondo. El administrador concursal saludó cortésmente a todos y me miró. Sí, estaba preparado para la batalla.

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  • Imagen de perfilEL ÚLTIMO RECURSO

    JUSTO DE LA CRUZ PALACIOS · LIMA, PERÚ 

    Mi nuevo cliente, es el que hace poco fue el fiscal más temido del distrito, jamás dejó triunfar la injusticia. Me ha contratado para ser su abogado, quiere eliminar el riesgo de perder la querella que ha entablado, pues yo siempre defendí y coroné victoriosas las causas justas. Uniendo nuestros conocimientos, hemos tejido una argumentación jurídica imbatible. Objetivo: ganar el juicio y preservar el triunfo de la justicia.
    Somos actores visibles y polémicos en los tribunales, y en los medios de comunicación. Ahora estamos litigando en la Corte Suprema, este es el paso final de nuestra epopeya judicial.
    Acaban de notificarme con la sentencia que sentará jurisprudencia en nuestro país. Voy apesadumbrado al hospital a entrevistarme con mi cliente.
    —Sr. fiscal, es para mí penoso comunicarle que ganamos el juicio.
    —No se ponga triste mi amigo. Aún no he decidido cuando ejecutar la sentencia. La eutanasia, será mi último recurso.

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  • Imagen de perfilDOS PENAS

    Adolfo Pérez López · Madrid 

    El objetivo es preservar la libertad. No tengo alternativa, es el derecho a la defensa. Tengo que asumir el riesgo, a pesar de haber sido un delito visible. La sentencia es muy predecible, crimen pasional, no planificado, podría haber una reducción de pena. Intentaré evitar la cárcel, espero que sea posible.

    Por otro lado está el castigo invisible, ese que está tejido desde el interior y a veces ni llega a relucir. Ese miserable que se lleva dentro, que obsesiona, perturba y jamás deja redimir el pecado. Ese dolor que resiste el paso del tiempo y no perdona. Sobre todo cuando abogado y acusado son la misma persona.

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  • Imagen de perfilUN PASO ADELANTE

    Rosalía Guerrero Jordán 

    Ricardo, mi cliente, era un pobre diablo que tuvo la mala suerte de salir en la foto. De hecho, nunca antes se había quejado.
    La huelga había sido convocada por un sindicato minoritario y, en condiciones normales, no la hubiera secundado. Pero, después del accidente que casi le cuesta la vida a su compañero, le resultó imposible mantenerse al margen.
    Mientras la delegada gritaba que la empresa, que debía preservar la vida y la salud del su personal, había ignorado un riesgo a todas luces bien visible, Ricardo se colocó tras la pancarta.
    Poco después lo despidieron alegando disminución del rendimiento laboral.
    Entonces, dio un paso adelante, se afilió y denunció a la empresa por despido improcedente.
    Ganamos, por supuesto. Y desde entonces ha tejido en la empresa la conciencia de clase y el apoyo mutuo que mantienen a salvo nuestros derechos.

    +10

     
  • Imagen de perfilSueños cumplidos

    Luis Adolfo López Fuentes · CDMX 

    En el receso veo a mi compañero sufriendo por la derrota inminente, así que le pregunto en voz baja - ¿Cuál es tu sueño al ser abogado? -. Él me mira un par de segundos a los ojos y con algo de grandeza me contesta - ¿Qué pregunta es esa?, este nos es el momento de dudar, sabemos lo que hacemos, vamos al paso de la justicia, tomamos el riesgo de hacer lo correcto, deshacemos el tejido de arañas corruptas; qué mejor pago que preservar las razones justas de hombres puros, y hacer de lo impune, lo menos visible en nuestros tiempos. ¿Y tu sueño al ser abogado cuál es? - . A lo que yo contesto- ¿Sueños? Yo no tengo sueños mi amigo, todo lo que has dicho yo ya lo he cumplido. Siempre fue un orgullo trabajar a tu lado, así que entremos ahí y ganemos el caso-.

    +3

     
  • Imagen de perfilPandora

    Maria Navedo Saurina 

    Los titulares del día me recuerdan la visita de "Mr. Smith", un alias para no hacer visible su verdadera identidad. Llega puntual, elegante, vistiendo un traje de buen tejido. Es un potencial cliente que busca la mejor fórmula para preservar su patrimonio. Mediante una detallada presentación le exponemos las inversiones con menos riesgos y su correspondiente coste fiscal. Nuestra máxima es la transparencia sin entrar en terrenos legales difusos. Nos promete pensarlo con calma y darnos su repuesta. Pero su silencio es una renuncia tácita nuestros servicios, quizás por un paso que no nos ofrecimos a dar. Ahora la prensa ha sacado a la luz a conocidos personajes que ocultaron sus bienes mediante sociedades "off shore", lo que conllevará complicados procesos para depurar responsabilidades. Un asunto en el que nuestros clientes nunca se verán implicados ¿Estarán ahí los papeles de Mr. Smith?

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  • Imagen de perfilEl abogado

    Gabriel Domenech Cabrera · Las Palmas 

    Llegó al despacho abatido. Otro caso perdido. Años de trabajo y riesgo para que una prueba fallida sobre el tejido del vestido de la víctima le privara de conseguir justicia. A veces olvidaba por qué se dedicaba a esto. Ese día se sentía demasiado viejo para luchar por preservar los valores que guían a todo abogado.

    Entonces se percató de ella. Al entrar no se había dado cuenta de la presencia de la niña. Estaba acompañada de sus padres. Pudo leer su lenguaje gestual: era visible su aturdimiento, el miedo, la inocencia perdida, la soledad… Entonces la derrota dio paso nuevamente a las ansias por luchar por los que no pueden defenderse a sí mismos y el anhelo insaciable de buscar y encontrar justicia.

    -Señor -su secretario apareció a su espalda -, tenemos una menor esperando. Posible caso de abusos. Cuando esté listo la hago pasar…

    ¡Estoy listo!

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  • Imagen de perfilHALLOWEEN

    ROSA DE LA FUENTE MERINO · Cantabria 

    Era visible que a él le temblaban mas las piernas que a mi misma, era su primer juicio y aunque le tenía preparado al dedillo y sabía mejor que mi abuela el padre nuestro todos los entrecijos, el riesgo de no salir por la puerta grande era inminete. Eso sí, el estaba deslumbrante con esa toga de un tejido que no sé decir que era, pero brillaba y daba paso a pensar que debajo de ella había un gran hombre.
    Las cosas no empezaron bien, cuando en la grabación del banco se podía intuir bastante bien que aquella chica que empuñaba una pistola era yo.
    El juicio seguía su curso y yo ya me veía pisando la cárcel, pero él dió un giro inesperado, al indicar que la pistola era de agua, que era Halloween y que yo solo quería conseguir unos caramelos del banco. Hay que preservar el humor.

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  • Imagen de perfilHolocausto a la justicia

    Juan Antonio Villalba Velásquez 

    Entro en el pálido recinto de la justicia y siento la inhóspita actitud de los acusados, de sus aliados y de mis experimentados colegas. Desde de mi graduación no había sentido tantas miradas a mi paso. El silencio es sepulcral: pareciese que estoy caminando hacia mi tumba... Y así es, mi integridad personal y profesional están en riesgo. El tejido de mis principios se está rasgando, y no es porque yo quiera..., son las circunstancias las que tiran de él. Juré preservar la justicia, pero nunca imaginé enfrentar a unos adversarios ¡tan poderosos!... ¿Y dónde están mis clientes?... ¿No se presentaron?... Miro a los acusados; ¡es visible su culpabilidad aunque declaren lo contrario!...
    Aprieto fuerte el maletín donde llevo las contundentes pruebas..., y luego ¡lo suelto!...; acabo de recordar el mensaje que encontré sobre mi escritorio esta mañana. ¿Qué hago?... ¿Renuncio y admito mi fracaso..., o me juego la vida?...

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  • Imagen de perfilINGRATA

    Guillermo María Amate Sanchez Amate Sanchez · LORCA 

    Convencer a mi abogado para que redactara la carta en los términos que yo quería para preservar mi integridad moral me ha costado, pero a entregársela en mano a su destinataria se ha negado en redondo:
    - Paso. Demasiado riesgo-, dijo.
    Por eso, a su amabilidad confío el que se la haga llegar. Y cuando la vea, dígale que gracias por todo, que vuelvo a mi vida honrada de antes, que se acabaron para siempre los hurtos en supermercados, el destrozo del mobiliario urbano, quemar fábricas de tejido y todas las locuras que cometí para hacerme visible y se fijara en mí, pero que uno tiene su alma y su armario y que si ella quiere distancia, distancia tendrá.
    Y como deseo acabar bien nuestra historia envíele también, señor oficial, por favor, estas flores a su nuevo destino, con esta nota anónima:
    “A su señoría, de su rehabilitado enamorado”.

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  • Imagen de perfilLa prisión (im)permanente

    Jordi García Dalmau 

    Como Chad bien sabe, esto de ser preso no es nada fácil. No todos soportan levantarse en busca de una oportunidad que nunca llega. Seguimos en busca de un nuevo resquicio por el que poder salir del paso, y abandonar este sistema tejido por y para los grandes. Un círculo vicioso (visible para unos, e inexistente para quien no lo sufre) que te exprime, te exige y te deja sin aliento.
    Pero todo esto va a cambiar. No tengamos aversión al riesgo. Si actuamos juntos, venceremos y volveremos. Seamos combativos. Tenemos que preservar y defender lo nuestro. Dejemos de ser sus rehenes y luchemos por nuestra libertad.
    Y arrancó a aplaudir sonoramente la muchedumbre a la nueva presidenta Kenia. Personas de todas las edades lloraban y se abrazaban visiblemente esperanzadas. Ya no había marcha atrás. El ambiente era inmejorable, y la revolución solo acababa de empezar.

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  • Imagen de perfil5 de diciembre de 1952

    Cristina Griéguez Álvarez 

    Era viernes y solo quedaban tres días para estar nuevamente en La Traviata con papá. Siempre fantaseé con ser tenor, aunque escogí ser abogado... «Estás hecho de un tejido especial. ¡Llegarás lejos!», me dirá.
    Cuando me asomé a la ventana, la niebla me pareció más visible que nunca, tanto que tuve que dar un paso atrás y sentí que me agarraba.

    El sábado, un monstruo oscuro parecía devorar las calles de Londres, incluso se colaba en los hogares. Todo estaba en riesgo. Contaban que se llevaba a los que eran malos. Se engañaban, aquello no discriminaba.

    Llegó el lunes y casi nos obligan a decir adiós a La Traviata. Explicaron que el tenor había perdido la voz, papá había perdido más que eso…; pero yo debía preservar su audiencia, concienciarla. Primero fueron cuatro gatos, después el mundo. Me apodan el abogado tenor. Papá estaría orgulloso.

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  • Imagen de perfilABOGADO

    Javier Ruano Vicente 

    Estoy triste. Principalmente por los deleznables hechos cometidos, pero igual de triste por el riesgo de perder familia, amigos y compañeros en el camino.
    ¿No toda persona debe ser defendida?. ¿No se debe preservar el estado de derecho? La presión de todo lo que me rodea, muy visible en algunos casos y no tanto en otros, me lleva hasta el límite, y pretende que me olvide de la justicia.
    La moral, subjetiva, forma parte del tejido social, de la vida, pero ¿qué es moral?. Es amoral matar, atentar, radicalizar.., pero del mismo modo sería amoral que no se tuviera un juicio justo.
    Si queremos preservar nuestra sociedad, nuestros valores, nuestra justicia, todos debemos tener un juicio justo.
    Por eso me hice abogado. Cada persona nace, se educa y crece con pasos diferentes, pero la justicia tiene que ser igual para todos. Aquí radica la esencia de tan valiosa profesión: ABOGADO.

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  • Imagen de perfilMarketing

    FERRAN LAMBEA GONZÁLEZ · Zaragoza 

    Ambos brindaron y, tras un largo y ruidoso sorbo, quedaron inmersos en sus pensamientos.

    - ¿Y ahora qué hacemos? Dijo el número 153.914.

    - Somos muchos. - repuso el número 153.915 - Si quieres hacerte visible tendrás que especializarte o tener una idea de negocio, por tu propia cuenta y riesgo, que te lleve a formar parte del tejido empresarial.

    - ¿Pero, y con ser generalista no sirve?

    El número 153.915 se atragantó y no pudo evitar escupir media cerveza sobre su compañero. El otro, tras frotarse la mano sobre el pecho, se percató de que eran fiestas y ambos aún llevaban la toga que esa misma mañana habían comprado ilusionados.

    - ¡Qué poder de abstracción tenemos los abogados!

    Estallaron en carcajadas sin saber que, con el paso del tiempo, esa escena les proporcionaría más clientes en el pueblo que la página web que utilizarían para preservar su imagen corporativa.

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  • Imagen de perfilEl juicio más difícil

    Mireia Gómez · BARCELONA 

    Bajé las escaleras conteniendo el aliento. Me enfrentaba al caso más trascendental de mi vida. A lo largo de mis seis años de carrera me había abierto paso entre millones de juicios a los que, mediamente el razonamiento, me habían enseñado siempre a preservar la inocencia de acusados, responder demandas, negociar tratos, etc. Pero en aquella ocasión no estaba dispuesto a ceder lo más mínimo. Me llevaría unos minutos relajarme, puesto que mi nerviosismo era visible. Repasaba mentalmente los argumentos que había tejido para exponer ante la defensa: estrategias para dar mayor credibilidad a mis afirmaciones. Tomé mi posición en la sala y esperé paciente mi turno. Estaba dispuesto a correr cualquier riesgo por defender los derechos de mi cliente así que cuando llegó mi momento no dudé en lanzar mi acusación:
    -Mamá, la tortilla de patatas es mejor con cebolla.

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  • Imagen de perfilLa visita

    José Manuel Dorrego Sáenz 

    Al aceptar la defensa de Joe “Quebrantahuesos” era consciente del riesgo que corría. Vino una mañana a verme al bufete, elogió la decoración del despacho y enseguida fue al grano:
    —Me han dicho que eres el mejor de la ciudad. Se me acusa de delitos que, naturalmente, sí he cometido, y a partir de hoy tu única misión en la vida es conseguir que salga absuelto de todos ellos—, dijo. Y añadió:
    —Desde hoy, nuestros destinos van de la mano: si yo caigo, tú caes ¿Capici?
    A través del tejido de su chaqueta era visible la beretta del 22, así que acepté el encargo. Con ciertos tipos no se puede dar un paso en falso si pretendes preservar tu vida. No en vano, cuando te llaman “Quebrantahuesos” es porque has dado suficientes muestras para que te llamen así: hay cierta clase de apodos que no se consiguen por casualidad.

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  • Imagen de perfilAllí no estaban ni Dios ni San Pedro

    Mar López Salmerón 

    Otra vez aquel pitido infernal del reloj. Claro que tenía altas las pulsaciones, era visible mi nerviosismo, de ese juicio dependía mi carrera. Justo cuando la jueza me reprendía por interrumpir, la nada.

    Y de repente otro juicio, concretamente el mío ante las puertas del cielo. Y allí no estaban ni Dios ni San Pedro, sino un Tribunal de directivos de Silicon Valley presidido por Mark Zuckerberg.

    _ Vemos que ha fallecido por un infarto, su tejido cardíaco era débil y sufría riesgo de miocarditis.

    No sólo tenían mi historial médico. Lo sabían todo de mi: mis gustos, mis gastos… ¡Hasta los pasos diarios que daba!

    Como abogado siempre buscaba preservar la intimidad de mis clientes pero la mía la había regalado a golpe de click.

    Ante eso no había defensa posible y el veredicto era claro: imbécil.

    Lo bueno, por imbécil no te prohíben la entrada en el cielo.

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  • Imagen de perfilPERDER EL JUICIO

    Margarita del Brezo 

    Estaba a un paso de conseguir la fama cuando, en el penúltimo capítulo, el protagonista de mi novela prefirió preservar su intimidad y se largó a un molino de la España vaciada en busca de la tranquilidad que yo no le daba con mis disparatadas ideas, dijo. Retoqué entonces a un personaje secundario para sustituirlo, pero por más que intentaba disimularla, su panza era visible incluso escribiéndola con letra minúscula. Para colmo, la coprotagonista de la obra se negó a ser su Dulcinea, y eso que intenté sobornarla con suntuosos tejidos y brocados. Nada, que de simple campesina no pasaba, me advirtió.
    Seguí adelante de todos modos aun a riesgo de que el editor se percatase. Y se percató. Me ha denunciado por incumplimiento de guion. Mi abogado dice que, aunque lo tengo complicado, se va a partir el lomo para defenderme. ¡Es todo un personaje el Licenciado Vidriera este!

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  • Imagen de perfilJusticia para Ellas

    María Emilia Monteros Gutiérrez · Buenos Aires 

    Salió del juzgado con grandes noticias: habían conseguido la condena que buscaban. La ex pareja de su clienta ya no era un riesgo para ella y él aceleró el paso para contarle las novedades. Al llegar a su morada se encontró con el portón cerrado, no había nadie cerca que pudiera abrirle. En una búsqueda apresurada, halló un hueco en el tejido de entrada que decidió usar. Se esforzó por limpiarse la mancha de tierra que aquél allanamiento dejó en su camisa, pero seguía siendo visible. Llegó al lecho de Belén, acercándose con cuidado para preservar la tranquilidad de su descanso. Se arrodilló a su lado y en un susurro casi imperceptible dijo “Ganamos. Ninguna otra mujer va a sufrir lo que vos sufriste”. Se paró con lentitud mientras una lágrima corría por su mejilla sonriente, se dio vuelta para buscar aquél hueco en el tejido y salió del cementerio.

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  • Imagen de perfilImagina

    Gabriel Pérez Martínez 

    Se coló en mi despacho de sopetón. “Soy Elvis. Me acusan de poner en riesgo a mis seguidores, conduciéndolos al borde del infarto tras simular mi muerte”, expuso aturullado. Al escuchar aquello, levanté las cejas y exclamé: “¡Usted no es el Rey del Rock!”. El tipo vestía pantalones de pinza, zapatos castellanos, camisa azul ─de un tejido parecido a la seda─ y chaleco acolchado, prendas que el de Memphis no usaría ni para camuflarse. Me puse en pie, di unos pasos hacia la puerta y le amenacé con llamar a seguridad si no se iba. Entonces, sugirió que mirara por la ventana. Había una marabunta de fans en la calle, visible desde kilómetros. Mis días como abogado de pequeñas causas tocaban a su fin, pero no podría preservar la vida que en aquel tiempo llevaba. “¿Quién le envía?”, dije. Paul seguía sin perdonarme que hubiera compuesto “Imagine” sin él.

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  • Imagen de perfilConductor suicida

    Antonia Rico Soliveres · Castalla 

    -Corre el riesgo de que la demanda no sea admitida a trámite.
    -Lo sé, pero quiero presentarla.
    -Sabe que debemos preservar el anonimato de las personas que han sido atendidas por usted, con lo cual apenas podremos presentar pruebas.
    -Ya, pero si quiero que el tejido corrupto de esta institución se haga visible debo por lo menos denunciarlo, ese sería un primer paso, ¿no?
    Así me desarmó y presenté su demanda. Sabía que no iba a llegar muy lejos, y que si lo hacía teníamos las de perder, pero su determinación y valentía hizo que me comportara como un conductor suicida.
    Presentamos la demanda, se admitió a trámite, nos enfrentamos a una legión de abogados defensores y llegamos hasta el final.
    No conseguimos nada, como era de esperar…bueno sí, yo conseguí una familia maravillosa (ahora ella es mi esposa) y un empleo un tanto precario como profesor de instituto.

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  • Imagen de perfilCASANOVA

    LOLA SANABRIA GARCÍA 

    Jadeaba cuando asomó la cabeza de detrás de la mesa de su despacho. Era visible que estaba roja de puro sofoco. El pelo, una nube algodonada y rosa, le caía alborotado sobre los hombros. El fiscal pidió perdón antes de retroceder unos pasos y salir. El amante dejó también su escondite. Había conseguido preservar su identidad ante la mirada del intruso. Ella sonrió complacida. Miró el reloj. Había prisa. Él la ayudó a vestirse y alisó el tejido de su toga con la mano. Le pasó los brazos por las axilas y la abrazó. Se aseguró de que no hubiera riesgo y el freno estuviera echado antes de sentarla en la silla de ruedas, luego salió por la puerta de atrás y ocupó su lugar junto a su abogado. A la señora jueza la llevaron a la sala y dio comienzo al juicio por robo de corazones contra el acusado.

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  • Imagen de perfilOBSESIÓN

    Francisco Javier García Ballesteros 

    Otra vez ponía en riesgo mi moral, minada por el inexorable paso del tiempo. Mes tras mes, resucitaba el Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. Mil ideas fluían por mi cabeza desordenada, caótica… Acumulaba demandas, recursos, correos electrónicos de clientes,… en pos de extraer oro molido de un puñado de palabras. La obsesión hacía visible mi bloqueo e invisibles mis quehaceres jurídicos. Quería ganar ese mes, pero los concursantes eran y son excepcionales. Ni es, ni era, ni será fácil. Otros meses había tejido vocablos y frases con mayor desenvoltura. Estaba cansado y fui a tomar café. Me levanté del escritorio y arrojé a la papelera la quinta bola de papel. Rompí el bolígrafo. Otro microrrelato de baja estima que moría arrugado, magullado para preservar mi arrogante dignidad. Un mes después, ganó la limpiadora, apoderándose del contenido de mi papelera.

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  • Imagen de perfilY se llama Esperanza

    Juan Camilo Ramírez 

    Los telediarios te envolvían en el tejido del desasosiego, dejándote a un paso de la desilusión ante tanta maldad y corrupción disfrazada de legalidad, hasta que ella se hizo visible en tu panorama, una chica de mirada tan triste, que parecía imposible creer que alguna vez sus ojos oscuros hubiesen conocido la alegría. Llevaba una alcancía entre sus manos. “He visto en internet, que esta es una de las mejores firmas de abogados”, te dice con una voz que casi imita tu estado de ánimo. “Necesito emanciparme de mi madre, para librarme del riesgo que implica mi padrastro. Sé que sus honorarios son altos, por eso he traído mi marranito”. Entonces vuelve a ti el propósito, debes preservar la furia rampante por la que escogiste esta profesión. “Guarda tu alcancía, pequeña, porque no la necesitas para que juntas, hagamos justicia en tu caso”.

    +5

     
  • Imagen de perfilAD HONOREM

    PILAR ALEJOS MARTINEZ 

    Me atreví a dar aquel paso, aun a riesgo de equivocarme. Lo había ido postergando durante años para que no fuera tan visible mi dolor. A pesar del tiempo transcurrido, nunca sanaron mis heridas. Por eso, cuando recibí la llamada de aquel abogado, supe que la vida me brindaba otra oportunidad. Me personé en su bufete, con más dudas que certezas. Aunque mi incertidumbre se disipó al reconocer un pequeño fragmento de tejido que se encontraba sobre su mesa. Mi corazón dio un vuelco. No tenía ninguna duda de que pertenecía a la camisa que vestía mi marido el día que desapareció. Jamás volví a verlo. El letrado representaba a la persona que arriesgó su vida para preservar el destino y la identidad de otros.
    Gracias a él y a la justicia, cicatrizaron mis heridas. Mi marido recuperó el honor cuando, tras abrir aquella fosa, la memoria venció al olvido.

    +60

     
  • Imagen de perfilDos agujas

    Juan José Redondo 

    - Así que aconsejó usted al señor Nosferatu acerca del empleo del reloj sin agujas para preservar un privilegio inmisericorde sobre sus sirvientes, quienes no pudieron ceñirse a ningún horario.

    - Eliminé ciertamente, Señoría, el riesgo de disputas sobre las horas a trabajar. Un paso atrás hubiera puesto en entredicho la autoridad del señor vampiro respecto a la servidumbre. Además, ¡eso ocurrió hace muchísimo tiempo y entonces se ajustaba a derecho!

    Acto seguido el fiscal llamó a declarar al servicio. Pronto aparecieron ocho o diez personas a quienes desconocía. Sólo sé que en su momento había tejido una compleja maraña legal que los condenó al trabajo y al hastío. Pusieron su mirada en la mía aquellos espectros, visibles únicamente para mí.

    Aterrorizado eché a correr, pero uno de ellos me trastabilló con la aguja pequeña y otro me atravesó la espalda con el minutero.
    No sé qué hora podría ser.

    +8

     
  • Imagen de perfilAlgún día

    Rosario Baeza · Buenos Aires, Argentina 

    Llevaba veintitrés años de matrimonio, sin hijos ni esperanzas. El paso del tiempo se hacía visible en mi útero, en mis canas y en mis arrugas, que siempre fueron más de amargura que de vejez. Siempre creí que mañana, que el lunes, que algún día, él me querría con más fuerza o se acostumbraría a mi compañía, pero no. Nunca fui capaz de mendigar cariño o atención, paralizada por el riesgo a que me dejara… o peor aún, se pusiera más violento. El portazo que dio al salir me sacó del letargo, miré el tejido desgarrado de mi falda, la cara hinchada del golpe y el llanto, que no iba a poder disimular con maquillaje y tomé la decisión: tenía que preservar la poca dignidad y el casi nulo amor propio que me quedaba. Hoy mismo llamaría al abogado… O mañana. O el lunes. O algún día.

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  • Imagen de perfilSobre héroes

    María Carmen Caamaño López 

    Tenía ocho años cuando vi con mi padre la película de Superman. Me cautivaron sus poderes, el tejido brillante de su traje y la valentía con la que afrontaba cualquier riesgo.

    —A tu madre le encantaba —me dijo en tono evocador y me acarició el pelo.

    Después volvió a enfrascarse en sus leyes, a cargar su portafolios a todas horas y visitar clientes un día sí y al otro también, como siempre. Sin embargo, yo no volví a mirarle con los mismos ojos. De repente la humildad del héroe se hizo visible en las batallas de mi padre. Para conseguir la pensión de doña Lucinda. Para preservar las zonas verdes del barrio. Para que indemnizaran a Jorge tras el despido.

    No dudé en seguir su camino.

    Ahora a menudo nos encontramos en el juzgado. Caminamos a la par y nuestras capas revolean detrás de nosotros con cada paso que damos.

    +13

     
  • Imagen de perfilLA ESPAÑA VACIADA

    VICENTA FLOR GIL 

    El tejido industrial de la comarca se redujo a cero; el riesgo de quiebra de las empresas circundantes resultaba inminente; preservar los puestos de trabajo, imposible; el visible éxodo, inevitable. Fue cuando Germán dio el primer paso para evitar la catástrofe: colgó la toga y pasó a ser el maestro de los cinco niños del pueblo.

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  • Imagen de perfilSolo un favor

    Alejandro Perez Iglesias 

    Era mi primer juicio mediático. Un gran caso, un gran riesgo. Podría encumbrarme, podría defenestrarme. Él apareció un día en el juzgado. Sonriente, bien parecido, gomina, perfume caro, traje de buen tejido. -“Te ayudaré. Ganarás”. -“Paso. Quiero preservar mi independencia, me va bien solo” “No lo parece, únicamente me deberás un favor” insistió. Tenía razón, yo estaba desesperado -“Acepto” Sonrió satisfecho, se dio media vuelta. Después, una sorpresa, un testimonio nuevo. Un giro total. Inocente contra todo pronóstico. El abogado de moda. Trabajo, dinero, fama, casos importantes. Alguna ocasión más “¿Te ayudo?, solo me deberás un favor” “Venga” Otra, cada vez más. Y allí estaba siempre, observándome, en todas partes. Al cerrar los ojos cada noche.

    Llevo medio año aquí encerrado. Medicinas. Terapia. Caras compasivas. “No estoy loco” repito. Miro por la ventana. Allí está, bien visible en el jardín. Sonriente, porte elegante. Todavía le debo el favor.

    +6

     
  • Imagen de perfilUN JUEGO

    Blanca Yellow 

    Cosecho fechas como quien cosecha fruta. Las efemérides se han convertido en un vicio para mí. Percibo a través de ellas el paso del tiempo, los días que transcurren poco a poco. No son visibles, pero sí inexorables. Tengo el cajón lleno de agendas en las que he querido preservar la información de cada asunto. Los temas inconclusos a la derecha, a la izquierda los resueltos. Me resulta más fácil así. Mi vista se va siempre hacia el lado de las cosas pendientes y no corro el riesgo de olvidarme de nada. Empecé un juego tonto, convertir un calendario en una especie de tejido intangible donde colocaba en su fecha cada sentencia emitida. Cuando lograra llenar todos los días del año, acabaría mi carrera. Solo me faltaba el 5 de octubre. Tu absolución es el final de este viejo abogado.

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  • Imagen de perfilEL HÁBITO HACE AL MONJE

    MANUEL MORENO BELLOSILLO 

    Nadie me conoce en los tribunales, aunque venga todos los días desde hace años. Nadie se fija en mí, no parezco visible para secretarios, jueces, fiscales, abogados y todos los demás profesionales que contribuyen a preservar el orden. Yo también contribuyo, dejo limpias e impolutas las oficinas y las salas para que ellos puedan impartir justicia. Todas las mañanas a primera hora mis pasos resuenan en los pasillos vacíos mientras empujo mi carrito y paso la mopa. Así todos los días del año, pero hoy veo la toga de SSª colgada en el perchero y pienso que las cosas podían haber sido distintas. La descuelgo y no advierto ningún riesgo en probármela, sólo a ver qué tal me queda. Pero siento que su tejido penetra en mí y me domina implacablemente. Entro en la Sala, subo al estrado y declamo: Se abre la vista del juicio… Y nadie dice nada.

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  • Imagen de perfilFURIA DE TITANES

    Eva María Algar García 

    El pueblo esperaba su fatídico final. Las familias, aterrorizadas, vaciaban sus trémulas casas con premura; los animales se alejaban cuanto podían de aquel infernal lugar; los árboles, cuya savia latía estremecida al ritmo del crujir del suelo, quebradizo como cristal, clamaban piedad por no poder huir como los demás. Y mientras cuervos de azufre presagiaban la muerte bajo el cielo tejido de roca, el tiempo decidió detenerse para poder respirar. Y fue entonces cuando el mar logró extinguir la ígnea lengua de aquel inmisericorde volcán y miles de recuerdos abandonados flotaron en una inmensa columna humeante hasta desaparecer.
    Meses después, montañas de reclamaciones invaden mi mesa. He asumido el riesgo de preservar el legado de esta maravillosa isla ante los Juzgados y hacer visible lo que ya no existe. Será tarea complicada, pero con tenacidad lo conseguiré. Hoy he avanzado un gran paso: he dejado de llorar.

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  • Imagen de perfilAlgo más que persuasión

    Mikel Aboitiz 

    Enrique, mi abogado, salía al paso de dificultades evitándome riesgos inútiles. Buscaba preservar mi visible tranquilidad frente a los testigos de cargo. Tenía una labia exquisita, capaz de crear un tejido de palabras envolvente, persuasorio. Mi mujer compartía ese entusiasmo por su labor y me daba ánimos en los bis a bis a través del cristal. Fruto de dicho entusiasmo quedó encinta. Aquello suponía una doble condena: la pérdida de ella y la de mi abogado. Les juro que no sé cómo, pero él logró evitarlo. Explicó lo inexplicable, seduciéndome con un entramado de argumentos, sosteniéndome la mirada con esos ojos azules que derretían. Les adelanto el final feliz: libre por falta de pruebas, saqué la pasta del escondite y compré un chalecito donde vivir los tres y criar al niño. Al bautizo Enrique ha invitado a la jueza. Algo me dice que la casa se nos queda pequeña.

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  • Imagen de perfilEL EXCESO

    Esteban Torres Sagra 

    Mi problema es la empatía. Su exceso, para ser exacto. De pequeño solía preservar del riesgo, sustituyéndolos, a todos los niños a quienes les tocaba ser “burro” cuando jugábamos a pídola. En mi juventud me llevé muchos mamporros –y desgarros de tejido epitelial- al interceder en peleas por algún miembro de un colectivo discriminado. Cuando comencé a ejercer me declaré “culpable” para salir al paso a una condena de un narcotraficante encantador. Me cayeron cuatro años. Al salir volví a las andadas y hasta truqué un vídeo para ser visible en el escenario de un robo y salvar así a un atracador muy simpático. Otros siete años. Dejé la abogacía para ingresar como fraile en un convento, alejado del mundanal ruido y sus tentaciones para “mi debilidad”. Lo que yo no sabía, antes de entrar, es que todavía se practica la flagelación en según qué órdenes religiosas.

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  • Imagen de perfilCasposo

    Anselmo Carrasco Merlo 

    Aquel hombre esperaba paciente en los pasillos de los juzgados. Su traje lleno de caspa hacía presentir que estaba fabricado con un tejido parecido a la borra, anticuado, deslucido y grasiento. Su aspecto astroso me llevó a deducir que era la persona demandante. Me senté frente a él y decidí esperar a su abogado para intentar llegar a un acuerdo. Me fijé en el agujero de su zapatilla izquierda, negra, haciendo visible su dedo gordo abriéndose paso a través del calcetín. Un hombre elegante llegó a su encuentro. Me dirigí al compañero presentándome como el letrado de la compañía aseguradora que contrató con su cliente el seguro a todo riesgo.
    —No, no, se equivoca, mi abogado es él— dijo señalando al señor desaliñado.
    Sorprendente, el individuo que tenía enfrente todo el tiempo era el que trataba de preservar los intereses del asegurado. Consiguió la mejor indemnización posible en el juicio.

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  • Imagen de perfilDesnudo

    Carolina Navarro Diestre 

    Mi pesadilla era quedarme desnudo durante un juicio. De forma recurrente me encontraba frente al tribunal y en un momento dado perdía la ropa. Pero en mis sueños no detenía mi alegato y proseguía con mi alocución huérfano de tejido, mi vergüenza visible para toda la sala. A menudo el juez señalaba mi falta de abrigo y yo despertaba de modo brusco; otras veces, en cambio, el tribunal en pleno estallaba en carcajadas y la humillación me devolvía al mundo de la vigilia. Cuando ocurría esto, no podía volver a dormir. Envuelto en sudor, aguardaba a que comenzase mi rutina. Todavía congestionado de angustia, salía al exterior y esperaba que los cascabeleantes pitidos de los semáforos me abriesen paso. Sólo cuando se desvanecía el riesgo, arrojaba adelante mi bastón. Entonces me palpaba con cuidado, como intentado preservar mi solidez; comprobando de nuevo, manías de pobre abogado ciego, haber salido vestido.

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  • Imagen de perfilLA SENCILLEZ

    ANA Mª GARCÍA YUSTE 

    Hola. Soy anarfabeto, y aún con el riesgo de hacer el redículo hay que ser agradecido; asín me educaron, por eso escribo estas letras. Desde chico hice el campo y no estudié para alludar en casa a comer, y cuando nos quisieron quitar la granja, que lo llaman espropiar, mi compadre dijo que pidiera un abogado con ese oficio. Me lo dieron sin pagar, y el hombre les cortó el paso con una labia que no entendí nada pero acojonaba, y no pudieron edificar. Fue visible que se emocionó; soltó el moco cuando mi padre le abrazó por preservar lo que ganó con sudor y cuando le regaló un niqui tejido por él con lana de nuestras ovejas (le mando a usted otro porque mi cadera anuncia frío). Le pido con respeto que le pague algo por su trabajo, que se lo merece por buen pofesional.
    Al Ministro de Justicia.

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  • Imagen de perfilNO SIN ELLA

    ÁNGEL SAIZ MORA 

    Enamorados de la isla, su mujer y él habían decidido establecerse. Nunca pensaron que lo improbable irrumpiría, el edén se torno infierno.
    Las autoridades les conminaron a recoger lo imprescindible durante solo quince minutos. Ya evacuados, él cayó en la cuenta de que con tanta premura había olvidado algo vital que debía preservar.
    Su mujer no pudo hacer nada por detenerlo. Consiguió abrirse paso a través del cerco policial, bajo un rugido de fondo, olor a azufre y la amenaza bien visible.
    La lengua de rocas derretidas comenzaba a engullir la casa. Con enorme riesgo para su vida logró salir indemne antes de que se desplomase.
    Habían perdido mucho, aunque no le iba a faltar trabajo para ofrecer asistencia legal a quienes, igual que ellos, se quedaron sin vivienda.
    El tejido de la toga parecía más resplandeciente que nunca, a pesar de las cenizas.

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  • Imagen de perfilHilar el destino

    Carlos Alberto López Martínez 

    12 de junio de 1890: Sarmiza Bilcescu tenía 23 años cuando acudió a la Sorbona a leer su tesis, "Sobre la condición jurídica de la madre". El paso de licenciada a doctora fue más que difícil, peligroso incluso. Días antes, amenazas de un grupo de fanáticos llevaron al rector a valorar pedir una escolta de la Gendarmería, por el riesgo de violencia. Por lo demás, a los furibundos ataques dialécticos respondía Sarmiza con fría lógica jurídica: querer preservar los valores sociales tradicionales es una aspiración legítima, pero tengo derecho a examinarme del doctorado. Eso dice la ley francesa. Y aún hay jueces en Francia.

    Ser la primera abogada europea que no pretendía disfrazarse de varón para doctorarse la convirtió en un objetivo visible. Pero se atrevió a ampararse en la ley y triunfó. La historia de Sarmiza fue la primera puntada de un tapiz humano que aún no está tejido.

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  • Imagen de perfilGuardias, las justas

    Marta Trutxuelo García 

    Las 4:20 p.m. Durante un turno de noche siempre hay un instante que parece congelarse en el tiempo. Todas las guardias que llevo a mis espaldas dan fe de ello... tú lo sabes bien, ¿verdad? Desde mi época de pasante, esquivando el riesgo de dormirme mientras registraba las entradas, hasta mis años de abogado de oficio, supliendo la inexperiencia en los juzgados con el paso de horas y horas a lomos de la lectura de la jurisprudencia interminable del Aranzadi... ¿recuerdas? Y esta noche, como tantas otras desde que aquel profesional amparado en la sabiduría de su toga blanca falló el temido veredicto, permanezco asido a tu mano que respira a través de tubos y cables. Y recuerdo nuestras otras guardias, de chupetes y ojeras, de sueños y rutinas. Quiero preservar todos esos momentos, tejidos en la memoria de nuestros años compartidos, visibles y eternos como éste: las 4:20 p.m.

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  • Imagen de perfilCoartada

    Pedro Ran Pérez 

    –Señoría, mi cliente prefiere preservar el anonimato de su amante. Si fuese necesario, prestaría declaración de que la noche de autos la pasó con él, por lo que hace imposible su culpabilidad.
    –Y cómo explica usted que el tejido encontrado en el escenario del crimen corresponda con una camiseta encontrada en posesión de su cliente.
    –Señoría, él, dicho sea de paso, es muy solicitado laboralmente, y la noche anterior a la de autos estuvo en el lugar de los hechos con otra cliente, la cual le arrancó, producto de la pasión, un trozo de ropa.
    –Podría decirme a qué se dedica su cliente.
    –Señoría, aun a riesgo de que le reste credibilidad, le diré que mi cliente es gigoló.
    Se escucharon risas. Mientras, la esposa del juez, con visibles muestras de nerviosismo, rezaba porque no le obligara a revelar el nombre de la cliente que pasó esa noche con él.

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  • Imagen de perfilAÑO 4045

    RUBÉN MARTÍN 

    Los niños disfrutaban la excursión mensual: Cada paso extramuros equivalía a una vuelta completa a aquel mundo devastado. Se les enseñaba a preservar los vestigios de vida animal y vegetal que circundaban las cárceles donde cumplían condena sus peligrosos progenitores. Pocos letrados de la Confederación Galáctica asumían el riesgo de viajar hasta allí. Aceptar la revisión de aquellos casos suponía tratar con humanos y… Quasis Down resaltó como un visible cartel de neón en el desierto. Una mocosa se había atrevido a acariciar el tejido escamoso de su piel. Observó un rictus de repelús. Al crecer, quizás, también alegaría buen comportamiento y recurriría… Una potencial cliente. No volverían a salir al alcanzar la mayoría de edad: La sentencia dictada contra su especie, desde hacía dos siglos, tras acabar con la biodiversidad. Compasivo fue el de Quasis: En la distancia corta, los sapiens sapiens no parecían tan dañinos.

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  • Imagen de perfilLA AUDIENCIA

    Alberto Uriarte Amasifuen 

    Yo iba por la calle con visible nerviosismo, me sentía amenazado y apresuré mi paso. Las constantes amenazas de las mineras me atormentaban. No me importó aceptar el riesgo en un primer momento, porque mis valores e ideales son y serán siempre: proteger y preservar el medio ambiente, por sobre cualquier interés económico. Las dudas me asaltaban cuando pensaba en mi esposa y mis hijos, y me preguntaba a mí mismo si todo esto valdría la pena. En ese instante una bala atravesó el tejido de mi saco. Sentí un calor intenso en el brazo y caí, inconsciente, en el suelo. Me desperté en una cama de hospital, pregunté el día y la hora, y afortunadamente aún tenía tiempo. Solicité que me trajeran mi laptop y me conecté virtualmente a la audiencia. Y ahí estaba yo exponiendo mis argumentos.

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  • Imagen de perfilODS CADUCADOS

    José I Baile Ayensa 

    Creía haber tejido una argumentación jurídica infalible; era, sin duda, su mejor demanda en años y, por fin, se iba a hacer visible su gran valía como abogado especializado en daños al medio ambiente. Nadie podía dudar de que había que preservar aquel paraje natural que estaba siendo depredado por una multinacional, en aras del avance de la sociedad y la producción de más energía. Pero todo se vino al traste, la sentencia fue demoledora; su confianza dio paso a la decepción. No había medido el riesgo de apelar, entre sus argumentos, a ciertos objetivos de desarrollo sostenible, y el juez le recordó que ya hubo unos objetivos similares entre 2015 y 2030, que no se consiguieron por desidia de todos, ya nadie los consideraba válidos. Así lo sentenció y firmó, a 1 de octubre de 2045, en la Barcelona inundada, desde hacía años, por la subida del mar.

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  • Imagen de perfilSonrisa.

    Javier López Vaquero 

    Fue un gran abogado, cabeza visible de su despacho. Así se lo reconocían jueces, fiscales, clientes y los abogados que litigaron en su contra. Fue feliz ejerciendo la profesión, pero todo cambió cuando murió su mujer. Luego el paso del tiempo trajo la jubilación y poco a poco sus hijas, yernos y nietos fueron alejándose y la vida idílica que había tejido fue deshilachandose hasta encontrarse muy solo.
    Y esa soledad puso en riesgo su salud mental. Paseaba sin rumbo visualizando antiguos juicios. En casa se colocaba la toga y realizaba grandes alegatos frente al espejo para preservar unos recuerdos que se marchitaban.
    El cambio se produjo sin esperarlo. Las hijas regresaron y todo era como antes. No le importó la causa. Quizás fuera el bulo de una lotería premiada, o el médico que desveló la enfermedad que le carcomía. Lo importante era que había recuperado la sonrisa.

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  • Imagen de perfilCHICA NUEVA EN LA OFICINA

    JUAN ANTONIO TRILLO LÓPEZ 

    En la puerta de su despacho podía leerse: Enrique Sánchez Director del Servicio Jurídico, pero para llegar hasta ahí tuvo que preservar ese gran secreto que desde pequeño le había hecho sentirse un bicho raro y sufrir una tremenda angustia. No obstante había logrado conquistar la cúspide del banco y decidió que ya había llegado el momento de dar ese paso que tanto anhelaba. Su familia y amigos le dieron el empujoncito que necesitaba aunque era consciente del enorme riesgo que corría al hacer visible sus verdaderos sentimientos.
    Regresó a la oficina tras un mes de ausencia luciendo un elegante traje negro de fino tejido que realzaba su esbelta figura, sus compañeros rompieron en una espontánea ovación que le llegó al alma pero cuando se emocionó de verdad fue al leer el nuevo rótulo que ahora presidía su despacho: Verónica Sánchez Directora del Servicio Jurídico.
    Siempre soñó con ser Verónica.

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  • Imagen de perfilSONRISAS REVELADORAS

    Alberto Puyana Domínguez 

    Habíamos hablado del riesgo que entrañaba el juicio. La muerte de su marido y la sustanciosa herencia de la que se beneficiaría, la ponían en la diana como perfecta y única sospechosa. Así que ensayamos paso a paso, a conciencia, cada una de sus posibles respuestas con el fin de preservar una imagen de esposa abnegada y, finalmente, dolorida viuda. Acudió al primer día de juicio con un vestido negro tejido en seda que se pegaba al cuerpo como una segunda piel, guantes largos, tacones de aguja y un pequeño sombrero con un discreto velo de encaje que le cubría medio rostro.
    Fue antes de mi intervención en su defensa cuando alguien del público presente susurró la millonaria cifra que heredaba la viuda y en su rostro se hizo visible una sonrisa perversa que heló mi sangre.
    «Mi clienta se declara culpable», exclamé súbitamente.
    Jamás volví al turno de oficio.

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  • Imagen de perfilCORRECCIÓN DE ERRORES

    Juan Manuel Chica Cruz 

    Desde que la biología reproductiva alcanzó nivel Dios la gente no se embaraza. Más cómodo a partir de células madre escogidas que se dividen dando tejido hasta un visible organismo que es cuando se recibe el mensaje de la aplicación Baby Ready para ir a recogerlo el día que te venga bien. Pero he descubierto en mi laboratorio un paso más: Preservar la noble profesión de la abogacía. Si durante el crecimiento celular a la solución nutritiva añado trocitos de Código Penal ese embrión da abogado penalista de prestigio. Ídem con cualquier rama del Derecho. Basta trocear el papel con la legislación y jurisprudencia correspondiente. Para otras profesiones no sirve, pero para abogado no falla. Testado multitud de veces aún a riesgo de crear un ejército invencible de abogados. Pero ando preocupado, a los últimos embriones les he ido dando BOE con fe de erratas y una revista del corazón.

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  • Imagen de perfilEl Sr. Esmog

    RAMES JANDALI FEU · CABANILLAS DE LA SIERRA 

    El esmog se hacía cada vez más denso y visible. Lo que en principio se tradujo como riesgo moderado acabó en catástrofe. Era como un tejido que lo cubría todo.
    Cuando Héctor llamó a la puerta de su vecino, el abogado Silim, este quedó sorprendido por la petición que le hacía aquel niño: quería denunciar a los gobernantes por no tomar medidas para preservar la salud y la vida y quería ver encerrado al tal “Señor Esmog”, por considerarlos responsables de tantas muertes.
    El primer paso estaba dado.
    El día del juicio, Josep de Silim apretó la mano de su pequeño cliente antes de entrar a la sala y ambos intercambiaron una sonrisa.
    Se consiguió la redacción de una nueva ley integral para preservar la vida y la naturaleza.
    Para el Sr. Esmog, que se había esfumado la noche anterior al juicio, se decretó orden internacional de búsqueda y captura.

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  • Imagen de perfilNegación

    Patricia Roxana González Rodríguez 

    El día de la sentencia, doña Amparo decidió sentarse en la última fila de la sala. Sostenía entre sus manos ajadas un tejido para ayudarse a sobrellevar las lecturas tediosas del tribunal que estaba a un paso de decidir el destino de su nieto. Indudablemente eran falsas esas acusaciones repugnantes y se demostraría que su muchacho, aquel a quien casi había criado, era inocente. Las agujas se movían mecánicamente, conocía de memoria el orden: punto derecho, otro revés, lazada. No existía riesgo a equivocarse, lo cual facilitaba la concentración en el veredicto. Punto derecho, punto revés y fluían los recuerdos que más deseaba preservar: los cuentos antes de dormir, las tareas escolares, el chocolate a la tarde. Otra lazada y el niño angelical tornaba en un adolescente desafiante, con un arma apenas visible en la cintura. Punto revés y la tricota quedó terminada.

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  • Imagen de perfilRELACIÓN TÓXICA.

    Ana Isabel Rodríguez Vázquez 

    Llevaba un jersey tejido a mano y unos vaqueros rotos, que dejaban visibles los arañazos de sus piernas.
    Así la conocí, encaramada a un roble centenario para evitar que fuera talado. Después vinieron las manifestaciones para preservar los ecosistemas, las protestas contra la contaminación industrial, y la toma de muestras en vertidos ilegales.
    Yo la defendía en los juzgados con la misma pasión con que ella defendía sus ideas. Pagaba mis servicios con el sabor a mercurio de sus besos, y sus abrazos plomizos me reconfortaban tras sacarla del calabozo. Amaba el riesgo y yo seguía con tesón sus pasos imprudentes. Hasta que mis defensas se debilitaron y me abandonó diciendo que no había química.
    Caí enfermo, y pensé que el desamor me consumía, recordando su piel cobriza y sus cabellos dorados. Pero el doctor dice que se trata de una intoxicación por metales pesados.

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  • Imagen de perfilPatrulla de Delitos Interdimensionales

    Ana María Abad García 

    Corríamos un enorme riesgo al dejar abierto el paso interdimensional. El vehículo de nuestros perseguidores se había hecho visible en el lejano horizonte y se aproximaba a toda velocidad: si calculábamos mal podíamos terminar todos desintegrados.
    Aún así, seguimos adelante con nuestro audaz plan y cruzamos el portal en el último minuto. No dudaron en seguirnos, sin poder ocultar su sorpresa al materializarse en medio de la sala de audiencias y encontrarlo todo dispuesto: juez, jurado, fiscal y testigos, todos estaban listos. También su defensor de oficio, que no tuvo ninguna oportunidad ante la abrumadora avalancha de pruebas.
    Los terroristas espaciales fueron condenados a cumplir cadena perpetua confinados en un plano atemporal, por haber intentado destruir el tejido que separa los mundos. Así, conseguimos preservar intacta no sólo nuestra realidad sino también los restantes universos paralelos.
    Tal vez un día lleguemos a ser protagonistas de un cómic.

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  • Imagen de perfilMaldito karma

    Sergio Capitán Herraiz 

    Pese a la incipiente lluvia, salió toda contenta del concesionario con su flamante descapotable. Me lo merezco, pensó, mientras se mesaba los cabellos con la mano que no sujetaba el volante.
    El gobierno local estaba otorgando jugosas subvenciones para preservar el tejido empresarial y ella se había comprometido a mantener a todo el personal de su despacho de abogados. A costa, eso sí, de bajar los salarios a la mitad. Hay que reducir costes, repetía a modo de mantra.
    La profesionalidad de los letrados en plantilla hizo que no cayera la calidad de los servicios jurídicos ofertados.
    Eso sí, ella había cobrado su bonus íntegro, e inmediatamente había ido a por un coche nuevo.
    Con lo que no contaba era con saltarse un ceda el paso poco visible y embestir a otro vehículo.
    Su secretaria, para ahorrar, no había cogido el seguro a todo riesgo.

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  • Imagen de perfilCarta a don Anselmo .

    Alejandra Rusell Giráldez 

    Mamá decía que los monstruos no existían, que no había riesgo porque sólo estaban en la imaginación de las personas que los pensaban.
    Mi monstruo vivía en el cole, tenía las manos manchadas de tiza y se sabía el nombre de todos los ríos del mundo. Su aliento era agrio como las naranjas podridas. Siempre sonreía pero era malo. Halagaba el tejido de mis braguitas cuando los demás iban al patio y yo tenía que quedarme "repasando".
    Ahora mamá va a un psicólogo para preservar su salud mental porque dice que el dolor nunca prescribe . Yo, gracias a ti , voy a mi nuevo colegio con paso firme y sin miedo. Porque eres un superhéroe visible que vas con capa negra y haces magia con las palabras para meter entre rejas a los monstruos.
    Gracias.
    Firmado: Maruxa.

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  • Imagen de perfilPULGARCITO

    MANUEL MONEDERO GUTIERREZ 

    Laura creció muñendo vacas y esquilando ovejas. Nadie le preguntó, ni tampoco rechistaba. Así lo hicieron sus padres, sus abuelos, sus tatarabuelos... y ella debía preservar el negocio.

    En su pueblo, Don Eustaquio monopolizaba el tejido empresarial. Sus fábricas peleteras procuraban empleo a toda la población. Reducía así el riesgo de denuncia sobre los visibles vertidos que dejaban las aguas del río impracticables, también para los animales de la granja.

    Por las noches, Laura leía cuentos a Lucas, su hermano pequeño. Tras dejarle dormido, relevaba la literatura infantil por su pasión; las novelas sobre abogados. Con el paso del tiempo, renovó la ficción por leyes y manuales jurídicos que devoraba a la luz de un candil.

    Hoy Laura cumple cincuenta años y estrena su toga. Juicio medioambiental contra Don Eustaquio. Entre decretos y apuntes tropieza con el maltrecho cuento de Pulgarcito. Lo abre y sonríe al leer: “¡Suerte, hermanita!”.

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  • Imagen de perfilHISTORIA DE MI PADRE

    Maribel Romero Soler 

    Mi padre trabajó toda su vida en la construcción, pero hoy piensa que es abogado, una extraña consecuencia de la demencia que padece. Tampoco me conoce. Cuando lo visito en la residencia cree que soy un cliente. Siempre da él el primer paso, invitándome a sentarme frente a su silla. Después me pregunta en qué puede ayudarme. Intento que mi tristeza no sea visible y, a riesgo de que algún día recupere la cordura y me descubra, voy inventando diferentes litigios, controversias... Hoy he tejido una historia absurda. Le he dicho que un vecino me roba las macetas con la excusa de preservar la flora del barrio. Me ha mirado sorprendido. A él le gustan los casos más complejos. «No podré ayudarle —me ha dicho—, pero le recomiendo a mi hijo, es un gran jurista». Me voy emocionado, al menos recuerda que pagó una carrera de Derecho para mí.

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  • Imagen de perfilRULETA

    Andreu Carranza Font · Flix 

    Eran socios y amigos, pero el afán de quedarse con la empresa acabó con todo. Bebieron demasiado y se sinceraron. La situación no podía continuar. Era de noche. Estaban solos en el lujoso despacho de dirección con el ventanal mirando al este. Tomás sacó el revolver de la caja fuerte, lo cargó con una bala, y le propuso... La partida durará hasta que sea visible la luz del alba. Si uno muere será un suicidio y el otro se queda con todo. Si nadie pierde la vendemos. No hay riesgo.
    El paso de las rondas diluyó el instinto de preservar la vida. El amanecer ralló el tejido del horizonte. Cerraba el turno Eusebio. Cuando agarró el arma la luz de la habitación se apagó. Sus dedos manipularon el cilindro de la pistola que encaró en la sien de su amigo y le dijo:
    —Siempre has tenido grandes ideas, Tomás.

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