Imagen de perfilAlgo más que persuasión

Mikel Aboitiz 

Enrique, mi abogado, salía al paso de dificultades evitándome riesgos inútiles. Buscaba preservar mi visible tranquilidad frente a los testigos de cargo. Tenía una labia exquisita, capaz de crear un tejido de palabras envolvente, persuasorio. Mi mujer compartía ese entusiasmo por su labor y me daba ánimos en los bis a bis a través del cristal. Fruto de dicho entusiasmo quedó encinta. Aquello suponía una doble condena: la pérdida de ella y la de mi abogado. Les juro que no sé cómo, pero él logró evitarlo. Explicó lo inexplicable, seduciéndome con un entramado de argumentos, sosteniéndome la mirada con esos ojos azules que derretían. Les adelanto el final feliz: libre por falta de pruebas, saqué la pasta del escondite y compré un chalecito donde vivir los tres y criar al niño. Al bautizo Enrique ha invitado a la jueza. Algo me dice que la casa se nos queda pequeña.

 

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