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Pedro Ran Pérez 

–Señoría, mi cliente prefiere preservar el anonimato de su amante. Si fuese necesario, prestaría declaración de que la noche de autos la pasó con él, por lo que hace imposible su culpabilidad.
–Y cómo explica usted que el tejido encontrado en el escenario del crimen corresponda con una camiseta encontrada en posesión de su cliente.
–Señoría, él, dicho sea de paso, es muy solicitado laboralmente, y la noche anterior a la de autos estuvo en el lugar de los hechos con otra cliente, la cual le arrancó, producto de la pasión, un trozo de ropa.
–Podría decirme a qué se dedica su cliente.
–Señoría, aun a riesgo de que le reste credibilidad, le diré que mi cliente es gigoló.
Se escucharon risas. Mientras, la esposa del juez, con visibles muestras de nerviosismo, rezaba porque no le obligara a revelar el nombre de la cliente que pasó esa noche con él.

 

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2 comentarios

  • Tu protagonista ejerce una profesión que puede parecer frívola, pero hay que reconocer que es una persona íntegra, al tratar de preservar el buen nombre de una mujer, cuando desvelarlo quizá le supondría alguna ventaja. Si el no abrir la boca le supone una condena ella se habrá salvado, pero tal vez los remordimientos sean difíciles de sobrellevar.
    Dicen que las casualidades no existen, pero este micro, como la vida misma, en tantas ocasiones, nos dice lo contrario.
    Un saludo y suerte, Pedro