Anselmo Carrasco Merlo

Microrrelatos publicados

  • «OKUPAS»

    En seguida supe que eran inocentes. Les «vendieron» la llave sin ningún tipo de cláusula para ocupar el piso vacío. Al entrar lo hallaron así, pero, ¿qué podían hacer? Era un hogar estupendo para una familia con tres niños pequeños, así que harían una buena reforma. Pasaron los meses. No hacían ruido, los vecinos no tenían queja. Mientras no dieran guerra... Les notificaron una citación del juzgado instándoles a presentarse por ser investigados en un delito de usurpación. Un sobrino del propietario supo de la «okupación» y quiso recuperar la vivienda de su tío desaparecido. La justicia es lenta, pero al cabo de dos años el procedimiento pudo finalizar. Les condenaron por usurpación, y algo más. Al tirar el falso muro que levantaron mis desgraciados clientes descubrieron la barbarie: el cuerpo momificado de D. Fulgencio. Pude salvarles de prisión, no eran culpables de su muerte pero sí de especial inconsciencia.

    | Octubre 2022
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 7

  • Nostalgia

    Su señoría le observaba durante la declaración. La actitud altanera del imputado durante el interrogatorio incisivo del Ministerio fiscal le hacía rememorar tiempos pasados de pesadilla infantil. Ese año era precisamente el décimo aniversario de su judicatura y, ¡qué mejor manera de celebrarlo! Una vez finalizadas las declaraciones y elevadas las conclusiones a definitivas, el fiscal se limitó a acusar en su informe y la abogada defensora a solicitar la absolución bajo el amparo de escasez probatoria. Ya pidió el sobreseimiento en la fase de instrucción mas el procedimiento continuó, aunque las pruebas aportadas eran insuficientes para condenarle. Cuando salieron de la sala, el investigado se dirigió a su letrada y le comentó que fuera preparando el recurso de apelación porque habría sentencia condenatoria: reconoció en el juez a aquel niño apocado y bobo del colegio al que hizo atravesar con la cabeza el panel de la puerta de clase.

    | Junio 2022
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 27

  • ¿QUIÉN LO VA A SABER?

    —¿Quién lo va a saber, letrado? Lo maté como a un animal agonizante, no había más remedio que acabar con su sufrimiento.
    —¿Cuándo lo descubrió?
    —Hace tanto tiempo que ni me acuerdo. Estábamos en la etapa más dulce de nuestro matrimonio. Su traición acabó con mi vida… y con la suya. Esa pérfida me lo arrebató.
    —¿Se refiere a su amante?
    —Claro, ¿quién si no?
    —¿Qué hizo cuando les sorprendió en la cama?
    —La oscuridad obnubiló mi mente. Cuando desperté, encontré un cuchillo ensangrentado en mi mano y a mi marido boqueando como un besugo sanguinolento tumbado junto a su barragana muerta. El legado maldito que me dejaron es empezar a vivirlo todos los días.
    —Pero la policía no halló cadáver alguno entonces.
    —Oculté las pruebas, nunca les encontrarán. La carrera contrarreloj acaba. La prescripción está cerca y usted no puede delatarme, su código deontológico se lo impide.
    —Así es.

    | Abril 2022
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 6

  • El límite de la paciencia

    Empatizar con el acusado. El relato del señor Cosme me sobrecogió. Era cliente de toda la vida de aquel banco que ahora soliviantaba su orgullo. Mi patrocinado no tiene internet para operar con sus cuentas, ni falta que le hace. Le cobran comisión por unos servicios que no tiene. En la oficina bancaria le obligan a retirar dinero con una tarjeta que no sabe utilizar. Ni le ayudan ni quieren. Del valle de la calma pasó al pico de la desesperación. Todos los días acudía para sacar dinero, el dinero que tanto trabajo le costó ahorrar, sin conseguir su objetivo.
    La noticia del día: «Guardia civil jubilado atraca una sucursal a punta de pistola». Pero no era la realidad. Mi defendido solo quería extraer cien euros de la cuenta para sus gastos habituales. El auto desestimatorio denegó mi solicitud para aplicar de eximente de trastorno mental transitorio. Continuaría en prisión.

    | Febrero 2022
     Participante
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  • Casposo

    Aquel hombre esperaba paciente en los pasillos de los juzgados. Su traje lleno de caspa hacía presentir que estaba fabricado con un tejido parecido a la borra, anticuado, deslucido y grasiento. Su aspecto astroso me llevó a deducir que era la persona demandante. Me senté frente a él y decidí esperar a su abogado para intentar llegar a un acuerdo. Me fijé en el agujero de su zapatilla izquierda, negra, haciendo visible su dedo gordo abriéndose paso a través del calcetín. Un hombre elegante llegó a su encuentro. Me dirigí al compañero presentándome como el letrado de la compañía aseguradora que contrató con su cliente el seguro a todo riesgo.
    —No, no, se equivoca, mi abogado es él— dijo señalando al señor desaliñado.
    Sorprendente, el individuo que tenía enfrente todo el tiempo era el que trataba de preservar los intereses del asegurado. Consiguió la mejor indemnización posible en el juicio.

    | Octubre 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 17