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José I Baile Ayensa 

Creía haber tejido una argumentación jurídica infalible; era, sin duda, su mejor demanda en años y, por fin, se iba a hacer visible su gran valía como abogado especializado en daños al medio ambiente. Nadie podía dudar de que había que preservar aquel paraje natural que estaba siendo depredado por una multinacional, en aras del avance de la sociedad y la producción de más energía. Pero todo se vino al traste, la sentencia fue demoledora; su confianza dio paso a la decepción. No había medido el riesgo de apelar, entre sus argumentos, a ciertos objetivos de desarrollo sostenible, y el juez le recordó que ya hubo unos objetivos similares entre 2015 y 2030, que no se consiguieron por desidia de todos, ya nadie los consideraba válidos. Así lo sentenció y firmó, a 1 de octubre de 2045, en la Barcelona inundada, desde hacía años, por la subida del mar.

 

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1 comentario

  • En esos objetivos muchos tenemos esperanzas. Serían necesarios para un futuro sostenible, el único posible, el que las nuevas generaciones merecen, pero también es cierto que las políticas de corto plazo predominantes y generales nos hacen verlos lejanos, difíciles, algunos de ellos inalcanzables incluso. Ojalá nunca se queden en papel mojado, o inundado. Si en algo contribuye nuestra actitud individual, relatos como éste incluidos, bienvenidos sean siempre.
    Un abrazo y suerte, José