María Carmen Caamaño López

Microrrelatos publicados

  • Sobre héroes

    Tenía ocho años cuando vi con mi padre la película de Superman. Me cautivaron sus poderes, el tejido brillante de su traje y la valentía con la que afrontaba cualquier riesgo.

    —A tu madre le encantaba —me dijo en tono evocador y me acarició el pelo.

    Después volvió a enfrascarse en sus leyes, a cargar su portafolios a todas horas y visitar clientes un día sí y al otro también, como siempre. Sin embargo, yo no volví a mirarle con los mismos ojos. De repente la humildad del héroe se hizo visible en las batallas de mi padre. Para conseguir la pensión de doña Lucinda. Para preservar las zonas verdes del barrio. Para que indemnizaran a Jorge tras el despido.

    No dudé en seguir su camino.

    Ahora a menudo nos encontramos en el juzgado. Caminamos a la par y nuestras capas revolean detrás de nosotros con cada paso que damos.

    | Octubre 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 13

  • Cosas de la vida

    —La vida me pone triste —le dije en un arrebato, olvidándome una vez más de que él era mi cliente y yo su abogado.

    —¿Por qué?

    —Porque un día se acaba.

    Soltó una carcajada estruendosa y yo a la postre me reí con él.

    Llevaba meses visitándolo en la cárcel. Desde el principio había dicho que no me dedicara a promover su defensa, que no iba a colaborar, pero yo no podía dejar de ir. Era mi trabajo. Se cansó pronto de hablar del juicio, lo cual nos dio luz verde para hablar de todo lo demás. Del futuro, del miedo, de las bondades y maldades que arrecian con cada cambio y, en medio de todo ello, de la conservación de la cordura en este mundo de locos.

    Carraspeé antes de preguntar lo que en verdad me reconcomía.

    —¿Por qué quieres quedarte aquí?

    —Porque aquí tengo tiempo.

    | Septiembre 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 4

  • Sentencia firme

    “¿Vendrías conmigo al fin del mundo?”, me preguntó titubeante. Dejé de respirar y respondí que sí con toda la seguridad de mi juventud.

    Enseguida empezó a preparar las oposiciones y yo me puse de camarera para pagar el alquiler. Al llegar a casa le escuchaba repasar sus temas y me dormía envuelta en aquella diversidad de palabras ininteligibles que algún día serían su profesión. Le preparaba unos desayunos principescos. “Tienes que fortalecer también el cuerpo”, le decía. Él sonreía arrebolado y volvía a recitar sus discursos sobre responsabilidad, costas, apelación…
    Superó dos exámenes, pero el tiempo se paró en algún punto indefinido y el aire se volvió denso. Los años me hicieron vieja. A él lo hicieron juez y con un orgullo maternal me fui sin decir nada.

    A veces viene a verme a la cafetería. Su mirada es urgente, pero calla. El café, solo y amargo, ratifica nuestra sentencia.

    | Agosto 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 10

  • Amor a primera vista

    Su señoría tenía una elegancia natural. Entró en la sala flotando como una geisha y bajo la toga asomaron sus piececitos, envueltos en unas sandalias iguales que las de Cenicienta.

    Me reprochó mis escarceos delincuenciales con excesiva energía. Se notaba que me había cogido cariño. Ya iba siendo hora. Me había costado varios arrestos, noches en comisaría y algún juicio rápido, pero yo sabía que lo nuestro merecía la pena. Fingió que se enfadaba cuando le dije que no me dejaba alternativa y que todo iría mejor si dejara de rechazarme. Estallaron algunas risas. Mi abogado puso los ojos en blanco y ella venga a dar mazazos y a pedir orden. Qué mujer. “No asequible”. “Fuera de mis posibilidades”. Eso decían todos. Qué sabrán.

    Al final me cayeron tres meses. El tiempo justo para renovar mis fuerzas y volver a intentarlo. Si es que está a punto. Se le nota.

    | Abril 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 33

  • Derecho de familia

    La madre se abanicaba con fervor al otro lado de mi escritorio y la hija imitaba su gesto altanero mientras yo trataba en vano de apaciguarlas.
    —¿Realmente quiere demandar a una niña? Ese debería ser el último recurso.
    —¡No me venga con esas! —gritó enfurecida—. Le pago para proteger nuestros intereses. Esa muerta de hambre nos ha hecho mucho daño y temo que esto que pueda afectar al crecimiento de mi pequeña.
    La niña asentía con cada afirmación de la madre, quien siguió con su irrefrenable suministro de acusaciones.
    —Primero fue la peonza que le hizo el abuelo. No vea lo que nos costó encontrar un carpintero que fabricara una exactamente igual para nuestra hija. Después vinieron aquellas galletas caseras para el recreo. Nuestros cocineros tardaron semanas en dar con la receta. Pero ahora, esto es el colmo, resulta que tiene un amigo. ¡Un amigo! ¿Se lo puede creer?

    | Febrero 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 5

  • Eterna litispendencia

    Llevaba aún la falda de cuadros del colegio y se veían sus rodillas menudas, condecoradas con un sinfín de rasguños. A pesar de su edad, el acceso al bufete era su mayor fuente de diversión. Paseaba sus dedos curiosos por los códigos de Aranzadi e insistía en vigilar a mis espaldas, para asegurarse de que yo redactaba correctamente las demandas que ella quería interponer.

    —Es para proteger a Tedi —me decía mientras señalaba el hueco en el que debería estar el ojo izquierdo de su osito de peluche.

    —Quizás necesite a un médico más que a una abogada.

    Me replicó ofendida, diciendo que no era un problema de salud, así que terminé con la petitio y le cosí a Tedi un botón que a partir de entonces haría las veces de ojo.

    -Gracias, mamá—me dijo tras un beso sonoro que prometía una tregua en nuestra eterna litispendencia.

    | Octubre 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 7

  • Orígenes

    El declive de la abogacía nos animó a poner en marcha el experimento. Necesitábamos un ecosistema propicio y que además nos permitiera proteger nuestra identidad. Por eso elegimos aquel bosque olvidado, cuya fauna se había extinguido hacía años. De los árboles más fuertes colgamos las crisálidas, primorosamente replegadas sobre sí mismas. Las habíamos alimentado con lo básico: la Constitución, el Código Civil… Los primeros especímenes que salieron podían resolver sin dificultad algunas particiones de herencia, procesos monitorios o divorcios de mutuo acuerdo. Para la siguiente remesa decidimos tener en cuenta la consabida globalización e introdujimos en su dieta algunos tratados internacionales y directivas europeas. Esta generación tardó más en brotar y nos brindó unos profesionales magníficos. Sin embargo, esa visión ampliada del mundo hizo que quisieran conocerlo y se fueron, sin más, poco después de su eclosión. Muchos no regresaron. Los que lo hicieron ya nunca fueron los mismos.

    | Mayo 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 11

  • Bajo un cielo rojo

    Los científicos fueron los primeros en desaparecer. Lo mismo había ocurrido antes con los profesores, catalogados como prescindibles al irse los últimos niños. También con los músicos, cuando las canciones se sustituyeron por el estruendo de las bombas, cornetas y sirenas. Hasta los pájaros callaron el día que tuvieron que elegir entre respirar y cantar, y las flores murieron marchitas en sus propios capullos, que luchaban por abrirse bajo un cielo rojo. Muchos culparon a las inclemencias del clima. Otros mencionaron la falta de un modelo de desarrollo sostenible, la pobre gestión de residuos o el aumento de la toxicidad. Pero todos querían que se hiciera justicia y con ese fin una muchedumbre famélica y enfermiza jaleaba al juez cada vez que entraba y salía de la sala en el juicio más mediático de todos los tiempos.

    | Octubre 2019
     Finalista
     Votos recibidos por la Comunidad: 15

  • Los de antes

    Volvimos a vernos veinte años después, en aquel congreso de abogacía al que te habían invitado como ponente. Ya no tenías melena y todos te decían “señor” con un tono de admiración. Desde el estrado nos hablabas de innovación, del mundo digital y de la fuerza transformadora del futuro. Sin embargo, desde el palco de asistentes, yo sólo pensaba en el pasado, en aquellos años juntos en la universidad, en tu sueño de ser cantante y el mío de convertirme en escritora. De tu boca salían palabras pero yo escuchaba canciones. Las de Silvio Rodríguez. Las de Joaquín Sabina. Las de antes. Mi mano fingía tomar notas en un cuaderno aunque en realidad hilaba un poema que bien podría ser la letra de tu música. Al final el público aplaudió con ganas y yo, al igual que tú, me puse en pie e hice una reverencia para dar las gracias.

    | Marzo 2019
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 5