Imagen de perfilEterna litispendencia

María Carmen Caamaño López 

Llevaba aún la falda de cuadros del colegio y se veían sus rodillas menudas, condecoradas con un sinfín de rasguños. A pesar de su edad, el acceso al bufete era su mayor fuente de diversión. Paseaba sus dedos curiosos por los códigos de Aranzadi e insistía en vigilar a mis espaldas, para asegurarse de que yo redactaba correctamente las demandas que ella quería interponer.

—Es para proteger a Tedi —me decía mientras señalaba el hueco en el que debería estar el ojo izquierdo de su osito de peluche.

—Quizás necesite a un médico más que a una abogada.

Me replicó ofendida, diciendo que no era un problema de salud, así que terminé con la petitio y le cosí a Tedi un botón que a partir de entonces haría las veces de ojo.

-Gracias, mamá—me dijo tras un beso sonoro que prometía una tregua en nuestra eterna litispendencia.

 

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