Imagen de perfilSentencia firme

María Carmen Caamaño López 

“¿Vendrías conmigo al fin del mundo?”, me preguntó titubeante. Dejé de respirar y respondí que sí con toda la seguridad de mi juventud.

Enseguida empezó a preparar las oposiciones y yo me puse de camarera para pagar el alquiler. Al llegar a casa le escuchaba repasar sus temas y me dormía envuelta en aquella diversidad de palabras ininteligibles que algún día serían su profesión. Le preparaba unos desayunos principescos. “Tienes que fortalecer también el cuerpo”, le decía. Él sonreía arrebolado y volvía a recitar sus discursos sobre responsabilidad, costas, apelación…
Superó dos exámenes, pero el tiempo se paró en algún punto indefinido y el aire se volvió denso. Los años me hicieron vieja. A él lo hicieron juez y con un orgullo maternal me fui sin decir nada.

A veces viene a verme a la cafetería. Su mirada es urgente, pero calla. El café, solo y amargo, ratifica nuestra sentencia.

 

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