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Javier López Vaquero 

Fue un gran abogado, cabeza visible de su despacho. Así se lo reconocían jueces, fiscales, clientes y los abogados que litigaron en su contra. Fue feliz ejerciendo la profesión, pero todo cambió cuando murió su mujer. Luego el paso del tiempo trajo la jubilación y poco a poco sus hijas, yernos y nietos fueron alejándose y la vida idílica que había tejido fue deshilachandose hasta encontrarse muy solo.
Y esa soledad puso en riesgo su salud mental. Paseaba sin rumbo visualizando antiguos juicios. En casa se colocaba la toga y realizaba grandes alegatos frente al espejo para preservar unos recuerdos que se marchitaban.
El cambio se produjo sin esperarlo. Las hijas regresaron y todo era como antes. No le importó la causa. Quizás fuera el bulo de una lotería premiada, o el médico que desveló la enfermedad que le carcomía. Lo importante era que había recuperado la sonrisa.

 

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