Imagen de perfilFURIA DE TITANES

Eva María Algar García 

El pueblo esperaba su fatídico final. Las familias, aterrorizadas, vaciaban sus trémulas casas con premura; los animales se alejaban cuanto podían de aquel infernal lugar; los árboles, cuya savia latía estremecida al ritmo del crujir del suelo, quebradizo como cristal, clamaban piedad por no poder huir como los demás. Y mientras cuervos de azufre presagiaban la muerte bajo el cielo tejido de roca, el tiempo decidió detenerse para poder respirar. Y fue entonces cuando el mar logró extinguir la ígnea lengua de aquel inmisericorde volcán y miles de recuerdos abandonados flotaron en una inmensa columna humeante hasta desaparecer.
Meses después, montañas de reclamaciones invaden mi mesa. He asumido el riesgo de preservar el legado de esta maravillosa isla ante los Juzgados y hacer visible lo que ya no existe. Será tarea complicada, pero con tenacidad lo conseguiré. Hoy he avanzado un gran paso: he dejado de llorar.

 

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