Imagen de perfilHolocausto a la justicia

Juan Antonio Villalba Velásquez 

Entro en el pálido recinto de la justicia y siento la inhóspita actitud de los acusados, de sus aliados y de mis experimentados colegas. Desde de mi graduación no había sentido tantas miradas a mi paso. El silencio es sepulcral: pareciese que estoy caminando hacia mi tumba… Y así es, mi integridad personal y profesional están en riesgo. El tejido de mis principios se está rasgando, y no es porque yo quiera…, son las circunstancias las que tiran de él. Juré preservar la justicia, pero nunca imaginé enfrentar a unos adversarios ¡tan poderosos!… ¿Y dónde están mis clientes?… ¿No se presentaron?… Miro a los acusados; ¡es visible su culpabilidad aunque declaren lo contrario!…
Aprieto fuerte el maletín donde llevo las contundentes pruebas…, y luego ¡lo suelto!…; acabo de recordar el mensaje que encontré sobre mi escritorio esta mañana. ¿Qué hago?… ¿Renuncio y admito mi fracaso…, o me juego la vida?…

 

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2 comentarios

  • Se puede sentir la presión enorme que recibe este abogado, una fuerza invisible que le empuja a renunciar, si quiere que su carrera, su prestigio y, puede que hasta su propia vida, no se vean perjudicadas. Hasta los clientes a los que defiende han huido.
    La decisión de plegarse al poder, o de buscar la justicia, de emprender una lucha desigual, de David contra el gigante Goliath, está en sus manos.
    Muchos desearíamos verle vencer contra todo pronóstico, solo ante el peligro; otros, quizá, apostarían porque olvidase sus principios para preservar su vida.
    Un relato de final abierto que, posiblemente, nos retrate a nosotros, según apostemos por un posible desenlace u otro.
    Un saludo y suerte, Juan Antonio