Imagen de perfilCarmen

José María Figueredo Alcón · Madrid 

No deseaba correr un riesgo innecesario, porque preservar su buen nombre se había convertido en su divisa. Pero ahí delante, sobre la cama, en un tejido de organdí ya muy usado, le tentaba aquel vestido utilizado la víspera por su mujer. Descartada la opción de hacer público y visible su debilidad, optó por llevárselo consigo, doblado de cualquier manera en su maletín de trabajo camino del juzgado.
No podía dar un paso en falso y caer en el ridículo más espantoso, pero la atracción del vestido era tan insoportable que finalmente, bajo su exquisito traje de abogado de reconocida fama se embutió aquella maldita prenda cerrando los ojos para no verse reflejado en el espejo del baño de caballeros.
Su defendido lo aguardaba expectante, la vista prometía serle favorable.
-Sólo hoy, por favor, diríjase a mí como Carmen- le susurró al oído.
El defendido vio una lágrima y aceptó estremecido.

 

+5

 

Queremos saber tu opinión

1 comentario