Juan Camilo Ramírez

Microrrelatos publicados

  • Y se llama Esperanza

    Los telediarios te envolvían en el tejido del desasosiego, dejándote a un paso de la desilusión ante tanta maldad y corrupción disfrazada de legalidad, hasta que ella se hizo visible en tu panorama, una chica de mirada tan triste, que parecía imposible creer que alguna vez sus ojos oscuros hubiesen conocido la alegría. Llevaba una alcancía entre sus manos. “He visto en internet, que esta es una de las mejores firmas de abogados”, te dice con una voz que casi imita tu estado de ánimo. “Necesito emanciparme de mi madre, para librarme del riesgo que implica mi padrastro. Sé que sus honorarios son altos, por eso he traído mi marranito”. Entonces vuelve a ti el propósito, debes preservar la furia rampante por la que escogiste esta profesión. “Guarda tu alcancía, pequeña, porque no la necesitas para que juntas, hagamos justicia en tu caso”.

    | Octubre 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 5

  • La ilusión de su mirada

    Confieso que tomar el nuevo caso de acción popular contra una industria minera que por su producción había dejado sin agua a una comunidad indígena, no era lo más alentador del mundo. Requiere adaptación con la comunidad afectada, invertir trabajo, un montón de tiempo y el dinero justo para viáticos, ni un centavo más. Cansado de darle vueltas a ese asunto, me acosté con mi hijo a ver una película de superhéroes y me quedé dormido no más pasada la lista de productores. Me despertó la banda sonora de los títulos y el que mi hijo saltara encima mío, preguntándome:
    —Papá, ¿podré ser un superhéroe cuando crezca?
    Ya iba yo a contestarle con la típica frase de adultos cuando la ilusión de su mirada fue la que me dio la respuesta.
    —Miguel —telefoneé a mi socio—. Tomaremos el caso del río que ha secado la multinacional minera.

    | Mayo 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 3

  • Guerra Sin Sentido

    Me conmovió profundamente la llegada de aquel chico a mi oficina, empujando con los brazos las ruedas de su silla. En su servicio a la patria había perdido las dos piernas, y no siendo suficiente, la mina también le arrebató un ojo. Después de tres años desde lo sucedido, reunía el valor para enfrentar al Estado a cuya bandera había jurado; solo pedía equidad por lo que la imprudente acción de sus superiores le habían arrebatado. Había entrado al ejército como soldado regular porque la suya fue una educación muy limitada y ahora, con un solo ojo, apenas si conseguía leer lo que tenía a quince centímetros de su cara. El suyo sería no solo un caso innovador para los jueces colombianos, sino también la exigencia de una sociedad hastiada de la guerra y de ver a sus generaciones más jóvenes mutiladas por un conflicto sin sentido.

    | Septiembre 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 2