III Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Ilustración: Juan Hervás

El encuentro

Alfonso Aguirre Díaz-Guardamino · Madrid 

Atravieso el puente bajo un cielo nublado que pulveriza una llovizna constante. Vuelve a mi memoria el esperado SMS: a las 10 en La Calabaza. Itxiar. Calado y tiritando, entro en la taberna del casco viejo de San Sebastian mientras repican diez veces las campanas de una iglesia cercana. La recuerdo muy guapa y simpática. Noté su curiosidad al verme presentando un recurso en la secretaría del tribunal vestido con el uniforme del Cuerpo Jurídico Militar. Entablamos una amena conversación y al despedirnos le pedí su teléfono. Mejor te llamo yo, me dijo con una franca e inocente sonrisa. De improviso, un joven avanza decidido hacia mí. Un objeto en su mano derecha emite un destello metálico. Quedo paralizado de terror mientras truena una detonación en el preciso instante en el que tomo plena conciencia de que estoy siendo asesinado.

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Relatos seleccionados

  • Las calabazas

    María Isabel Pintos Arca · Playa de San Juan (Alicante) 

    El duelo surgió cuando las calabazas de Demetrio salieron en el campo de Dionisio ¿De quién eran las calabazas? Dionisio porfiaba que eran suyas, habían crecido en su campo. Demetrio que las había plantado él. El pleito estaba servido. Necisitaban una mano inocente que mediase en la disputa.Llamaron al pedáneo, hombre sabio y generoso que ofreció una solución.Dirán ustedes ¿"tanto lío por unas calabazas"?Les aclaro que estábamos en los cuarenta y las cucurbitáceas suponían comida para meses.El pedáneo impuso recurso amistoso. Los citó en el puente desde donde se divisaban los campos y dijo:"Contar las calabazas,cada uno se quedará con las que localice. Tenéis cinco minutos"Amarillas como el oro destacaban bajo la luz del mediodía, a pesar de que estaba nublado. "Las restantes las entregareis a los necesitados" "¿Aceptáis?" "Aceptamos"Se estrecharon las manos.

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  • Reversible

    Almudena Cueto Sánchez · Oviedo 

    Sonreía recordando a Pastora Vega, inmensa, con aquello de “me ha nacido un hombre en el bancal”. Cuerda y sus películas, construyendo ese mundo irreal, nuboso e inalcanzable, donde nada es imposible e imposible es la nada. A ella no le pasaban esas cosas. ¡Ojala tener el privilegio de vivir en un universo inocente! Tiene muy presente el último Puente del Pilar. El juicio rápido en el Juzgado Especial de Violencia de Género había ido bien. La agredida no probó la agresión brutal sufrida a manos de su ex: macarra y delincuente, aunque trabajara en el Banco Central. Su defendido, impoluto, había vencido. No habría recurso. Cuando llega a casa, otra vez la calabaza en vez de la carroza. El primer bofetón, por no tener preparada la maleta para el viaje. ¿Quién la defenderá ahora? Sólo espera que la abogada del turno de violencia sea tan buena como ella.

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  • Querido papá

    Mercedes Daza García · Almería 

    Mi papá es uno de esos tipos que viste elegante y a menudo utiliza un lenguaje raro. Suele acompañarle un gesto serio, por eso últimamente cuando me regaña ya no me inmuto. Recuerdo el día que mi madre le dio calabazas, salimos a dar un paseo y se detuvo ante el puente. Estuvimos cerca de una hora sin hablar, con la vista hacia el horizonte. Sus ojos parecían nublados. Me miró y me dijo: vámonos, tengo mucho que trabajar. Desde aquel día la casa empezó a estar invadida de papeles. Él los llama recursos. Lo que más me gusta es jugar a “Culpable o Inocente”. Me muestra una foto de algún señor y yo averiguo si es o no el malo de la peli. Son de las pocas veces que lo veo reír a carcajadas conmigo, dice que tengo una gran intuición. Algún día seré un gran abogado como él.

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  • Cara o cruz

    Miguel Ángel Armengot Gómez · Valencia 

    Ayer te juzgué. Sí, ayer me paseé por tu preciosa cara color calabaza. Accedí por el pelo, que con grandes tirantes permitían mi sigiloso ascenso. Allí absolví a tu nuca, frágil y articulada, preparada para un sí o un no al primer pensamiento. Apliqué el in dubio pro reo, me perdonarás, sobre tu oreja, como te susurré para no dejarte indefensa. Condené sin recurso, eso sí, a tu nariz, cuyo puente me hizo caer, aunque la indulté al pedírmelo tu acolchada boca, a la que besé agradecido. Trepé recompuesto por tus carnosas mejillas, hasta otear tu mirada, nublada por el sueño, que me apresó con los látigos de tus pestañas. Un habeas corpus de tu mano me liberó, y todo esto me llevó a declararte inocente y ayunar. No sé por qué tuviste que matarme. -Y yo no sé por qué hablo con el espíritu de un mosquito leguleyo.

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  • Calabazas

    María Antonia Cobos Avilés · Dampierre sous Bouhy (Francia) 

    Aquella nublada tarde de noviembre apareció ante mi puerta con una sonrisa irónica y tres pequeñas cucurbitáceas en una cesta: “Como sigues acosándome e insistiendo en imponerme tu amor, aquí te traigo en vivo lo que ya te he dado mil veces oralmente: calabazas”. Un extraño amargor subió a mi garganta y casi me hizo vomitar. Yo tendría que haber sido más paciente y explotar hasta el último recurso, haberle reiterado mi sincero amor otra vez, pero ella me provocó con sus palabras y sobre todo con su humillante sonrisa. No recuerdo el golpe que le di en ese momento ni lo que hice después, sólo me veo sujetando su zapato en la mano. Luego sentí un inmenso y negro vacío tras la barandilla de seguridad del puente. Soy tan inocente como ella.

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  • La segunda muerte

    Rodney Leonardo Rodríguez Hernández · Flor de Maroñas, Montevideo, Uruguay 

    Yo no quise verla a mamá en el bufete, pero la vi. Subió, subimos, la escalera en silencio. Ella llevaba el arma de papá y mi foto con la calabaza. Hace días ejerce el recurso del llanto. Desde el nublado día del accidente en el puente. Aquella vez, papá regresó a casa llorando. Mamá sufrió mucho por eso. Lo sé, porque sus ojos también lloraron. Él quiso abrazarla, intentó, pero ella lo apartó. Desde entonces, llora por la mañana y por la tarde; y en las noches, también llora. Procuré hablarle, pero no supo escucharme. Solo acariciaba, besaba mi foto, decía mi nombre. Pero hoy se ha encerrado en su estudio, ha mordido el caño y apretado el gatillo. Luego, ha vuelto a mimarme y sonreírme ¡Qué alegría! Hablaré con papá para que no tenga tristeza. Esta noche, mamá dormirá conmigo; en aquel inocente mármol blanco, donde suelen dejarme flores.

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  • HERENCIAS

    BEGOÑA GUTIɐRREZ TORRES · OVIEDO 

    Amanecía un lunes más, nublado como casi todos los anteriores y los que seguirían en otro de esos inviernos largos y fríos sólo reservados a las ciudades del norte. Desde la ventana de la cocina miraba distraidamente el habitual ajetreo matutino del puente que une las dos orillas del río mientras trataba de prepararme un café bien cargado. No podía concentrame en nada serio y aunque intentaba convencerme de que era absurdo, no había pegado ojo en toda la noche dándole vueltas al maldito recurso que me habían planteado en un arduo y farragoso pleito hereditario que ya duraba demasiado. De verdad, resultaba agotador, muchas veces pensé que sería imposible llegar más lejos y siempre me equivoqué, así que mi inocencia volvió a ponerme a prueba, ¿quién aprovecharía la calabaza que accidentalmente había nacido y crecido en una de las fincas incluidas en la partición? Todos la querían y ¡ya!.C

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  • El sueño

    Claudia Munaiz · Madrid 

    Se despereza en la cama y se dirige a la cocina. La ve tomando el café en completo silencio. Está muy hermosa, como en su sueño. Extiende la mermelada sobre la tostada y recita en voz alta los argumentos del recurso de apelación de esta tarde. Su cliente es inocente, está seguro, y va a ganar el juicio. -Esta noche, amor, nos vamos a celebrar-, dice. Ella sujeta con las manos la taza de porcelana y permanece callada. -He soñado contigo, añade él. Me esperabas al final del puente azul. El cielo nublado presagiaba la tormenta. Te llevaba la calabaza para adornar el salón. Te rodeaba con mis brazos y nos besábamos antes de hacer el amor con la pasión de las primeras veces. De pronto, ve cómo ella diluye su mirada esmeralda en el café. -¿Qué ocurre, cariño? -Nada-, murmura. En mi sueño no eras tú.

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  • La visita

    Concha Morales Peinado · Madrid 

    Una gran calabaza amarilla presidía el despacho desde lo alto de una estantería. Buen pretexto, me confesó al despedirnos, para iniciar de forma desenfadada el diálogo con los clientes más problemáticos. Conmigo fue distinto. Al recibirme me miró a los ojos con una expresión mezcla de aturdimiento y sorpresa. Desconocía mi identidad pero mis rasgos y mi voz debió de reconocerlos al instante. Le expliqué el motivo de mi visita y durante dos horas redactamos el recurso; por supuesto, yo me declaraba inocente. Él no logró apartar de su semblante el abatimiento y la crispación. Nos dijimos adiós con un apretón de manos, hondo, entrañable, impregnado de reproches y arrepentimientos. Al día siguiente, amaneció nublado. Cogí el periódico. Lo que leí en la página de sucesos me dejó helada: “Famoso abogado se suicida arrojándose desde el puente más alto de la ciudad”. Papá nunca supo encajar bien los fracasos.

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  • La viuda negra

    Miguel Ángel Moreno Cañizares · Alcorcón (Madrid) 

    Los estudios de Derecho le sirvieron para asumir su propia defensa. Acusada de asesinar a tres maridos, la "viuda negra" compareció ante el tribunal con la misma frialdad que se le presuponía a la hora de proceder a las muertes. Se declaró inocente, claro, y justificó con cuidada dicción los acontecimientos, tratando de demostrar su ausencia el día de autos. Sesión tras sesión, se fue sintiendo más segura en el estrado, sin que el recurso de la fiscalía para anular la comparecencia de un testigo alterara su elaborado plan. El relato emocionado del intento de suicidio en el puente, aquel nublado día, lo valoró como definitivo para obtener un veredicto favorable. Por fin, llegado el momento decisivo, el jurado la declaró culpable y se le condenó a cadena perpetua. La sopa de calabaza envenenada resultó clave para desvelar la trama.

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  • Sentimiento de culpa

    Mª Antonia Lucas Amate · Madrid 

    ¿Quién es inocente? ¿El que no ha cometido un delito? ¿El que tiene la suerte de contar con un buen abogado? ¿El que tiene la suerte de no ser detenido? Para mis compañeros de despacho, inocente era aquel con el dinero suficiente para comprar su inocencia. Ésa no era la idea que yo tenía cuando acabé la carrera. ¿En qué me había convertido? A veces intentaba recordar la persona que era en la facultad de derecho, cuando creía en cuentos de hadas, calabazas que se convierten en carrozas para ayudar a la princesa, en héroes que luchan contra los villanos… Ahora, tras miles de recursos en los que no creo, todo está nublado en mi cabeza y mientras caigo al vacío desde el puente, lo único que tengo claro es que soy culpable.

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  • Culpabilidad interrumpida

    Marta Trutxuelo García · Andoain (Guipúzcoa) 

    La mañana se levantó nublada, como mis pensamientos. ¿Inocente? ¿Culpable? El eco de la duda taladraba mi cerebro. Fiel al oficio que implica mi toga analicé rigurosamente los últimos acontecimientos: no hubo respuesta a los requerimientos presentados, varias incomparecencias en ciertos actos rutinarios, incurrir en perjurio.... Me derrumbé ante la aplastante evidencia: todos los indicios apuntaban a lo mismo... — Te ha dado calabazas —me corroboró un colega— Los indicios hablan por sí solos: no contesta a tus e-mails, no va a tomar café a vuestra máquina habitual del tercer piso, te dijo que no tenía plan para el puente del Pilar y ahí está, ¡perjura!, enseñando las fotos del viaje a Roma... Sí... ahí estabas... mi amada letrada... dirigiéndome una mirada que resquebrajaba mi veredicto de culpabilidad. Mi voluntad diluyéndose en el océano de tus ojos.... sucumbiendo a lo inevitable... ¡demostraré tu inocencia en un recurso de apelación!

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  • Cuestión de altura

    Rubén Gozalo Ledesma · Salamanca 

    Era un día nublado y me encontraba en la sala de espera del bufete R&G Asociados. Observé el cuadro de una calabaza de Halloween que colgaba sobre la pared y un lienzo del puente de San Carlos en Praga. Tragué saliva y esperé a que la secretaria me condujese al despacho del jefe. Aquél era el último recurso, el cartucho final antes de dejar definitivamente el mundo de las leyes. —Un currículum impresionante. Licenciatura en Derecho con sobresaliente cum laude, MBA por la Universidad de Harvard, tres años de experiencia en Garrote Abogados. Sin embargo, aquí eso no le valdrá de nada. Si quiere entrar en nuestra firma tendrá que empezar desde abajo. —Lo que sea—dije de forma inocente. Y enseguida puso en mis manos una bayeta y un estropajo. —Empiece por el sótano.

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  • Halloween

    Verónica García Torres · Valencia 

    Habíamos decidido pasar el fin de semana en el pueblo de los padres de Javier. Su padre me había dejado su despacho para que pudiera acabar el recurso que tenía pendiente para el lunes y que, tonta de mí, no había dejado terminado. Era el puente de Todos los Santos y trataba por todos los medios de hacer que mi cliente pareciera lo más inocente posible, y digo pareciera porque de sobra sabía que no lo era. Esa mañana, sentada ante el ordenador, la página en blanco se reía de mí jactándose de mis nulas posibilidades de hacer un escrito decente. Miré por la ventana buscando la inspiración en el cielo nublado y me sobresalté con la calabaza sonriente que me miraba desde fuera, restos de la noche de Halloween anterior. “Lo tengo”, pensé. Y ahora el asesino de aquella chica anda suelto por la ciudad.

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  • Honor dieciochesco

    Luis Planes García · Siles (Jaén) 

    Se había declarado inocente desde el principio. Cuando fue condenado, se mantuvo en sus trece, hasta el punto de negarse a la interposición del recurso que su abogado le ofrecía. El día que ingresó en prisión amaneció nublado, y al cruzar el sombrío puente que le conducía al interior de la penitenciaría, pensó que seguía prefiriendo pudrirse en aquel lugar infecto, que admitir ante todos que su cómplice, la mujer a la que amaba de una forma total, le había utilizado todo el tiempo, para terminar finalmente traicionándolo, haciéndole cargar con el muerto. Menuda forma de darle calabazas, se dijo, pero había que resignarse… Al fin y al cabo, lo primordial para el, era mantener a salvo su honor y su reputación.

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  • La amante cruel

    Antonio Martín · Málaga 

    La abogacía es una amante exigente. Le llevo dedicados muchos años de mi vida y nunca tiene suficiente. Controla cada segundo de mi existencia. Si me distraigo observando la inocente sonrisa de un niño, ella me recuerda el juicio del dentista, si de viaje admiro un bello puente, a mi cabeza trae a aquel cliente constructor para hacerme dudar si propuse o no su pericial; y si una mujer me ofrece su amistad, la abogacía, celosa, solo me deja pensar en el recurso de último divorcio que perdí. No le importa si hace sol o está nublado, si hace frío o calor, ella siempre me demanda que esté a su disposición. Hay quien me dice ¿Por qué no le das calabazas, si tanto te presiona? Ellos no saben qué se siente cuando ella está contenta...

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  • POR CULPA DE UNA CALABAZA

    Juan Carlos Monterde García · BADAJOZ 

    '- ¡Soy inocente!
    La tensión en la Sala de vistas creció cuando Judas pronunció aquellas palabras. Nadie le creyó, pese a los argumentos de su abogado, quien había presentado un recurso contra una sentencia contaminada por los odios del pueblo.
    Alg

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  • Oposiciones

    Kebi Jiménez Rodríguez · San Sebastián 

    “Papá -dijo la niña- léeme otra vez el cuento de la Calabaza Encantada”. El padre se arrellanó en la butaca junto a la cama, tomó en sus manos un robusto volumen y leyó en voz alta: “Capítulo cuarto: el recurso de reposición en vía administrativa”. La niña le interrumpió: “Papá, así no empieza el cuento”. El hombre levantó la vista y se restregó los ojos, cansados tras pasar el largo y nublado puente festivo enfrascado en el estudio de códigos y tratados jurídicos. “Lo siento Lucía, ya sabes que últimamente papá está un poco despistado con esto de las oposiciones y te lee menos cuentos”. Entonces la niña se incorporó y con ademán inocente le dijo a su padre: “Si ya lo sé, si mamá ya me dice que dentro de tres o cuatro años serás abogado del Estado. Pero entonces yo ya sabré leer sola, ¿no, papá?”

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  • Pido clemencia

    Víctor Salgado Ferreiro · Madrid 

    ¡Soy inocente, yo no he sido! –clamó Miguelito gimoteando bajo el dedo acusador de su mamá. El dulce de calabaza que impregnaba la comisura de sus labios echaba por tierra su desquiciante recurso al llanto. ¡La tarta ya estaba empezada cuando la he pellizcado! –insistía el mozalbete a pesar de haber sido pillado in fraganti. ¡Estás castigado! –sentenció la madre con ese gesto de severidad que tan convincente resultaba en sus alegatos como fiscal. ¡Protesto Señoría! –gritó el mocoso buscando amparo en su padre, quien, en ese momento, doblaba ceremoniosamente una toga recién planchada. El papá, dejando a un lado su condición de honorable Juez de la Audiencia, y tratando de tender un puente entre las partes en litigio, confesó resignado mientras sacudía algunas migas de su pechera: El hambre me ha nublado la mente, este régimen me está matando; humildemente, pido clemencia.

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  • Pesadilla

    Francisco Fernández Núñez · Torrelavega (Cantabria) 

    “¡Soy inocente!”. La gente pasaba y miraba de reojo, pero no se paraban. Desde lo alto del Puente de la Calabaza, el hombre seguía gritando: “¡No he hecho nada!”. Cuando la policía subió a por él, estaba nublado y ya anochecía. “Tiene que acompañarnos. Venga, venga…”. De repente despertó. Su mujer le agarraba del brazo mientras susurraba: “Venga, venga, levanta. ¿No tenías que acabar ese recurso?”. Un sentimiento de alivio le confortó como un bálsamo. “He tenido una pesadilla horrible. Surrealista. Iba para el despacho con mi traje, mi paraguas, mi maletín de piel marrón, impoluto, pero todos me miraban, me apuntaban con el dedo. ¿Qué pasaba? En un escaparate me vi. ¡No llevaba corbata! Me empezaron a perseguir, la policía me buscaba. Fue horrible”. Su mujer le miró dulcemente y sonrió. “Hoy tú tranquilo cariño que es domingo, pero espabila que a las dos comemos con tus padres”.

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  • El concepto de uno mismo

    MERCEDES VIVANCO AVILA · MADRID 

    Mi cerebro no podía admitir la idea de que pudiera darme calabazas. Imposible. Yo: atractiva, con buen cuerpo y buen puesto de trabajo. El: ni feo ni guapo, barriga incipiente, nulo estilo en el vestir y abogado de causas perdidas. Era un hombre de aspecto inocente, reservado, como si guardara un secreto inconfesable. Me había enamorado de su misterio, de sus pocas palabras. El cielo estaba nublado y le esperaba en el puente que los dos conocíamos. Tras unos meses saliendo sin orden ni concierto, le iba a plantear una relación más seria. Iba a agotar mi último recurso. Llegó tarde. No sé cómo aguanto esto a nadie, pensé yo. Se acercó, me besó en la mejilla y me dijo: me alegro de que hablemos......tenemos que dejar de vernos. ¿Queeeé? dije petrificada. Tras unos segundos eternos, anunció: Mi mujer ha salido del coma.

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  • AL FIN JUNTOS

    VICTOR JOSE MENARGUES RAMON · ALICANTE 

    Cómo son las cosas: toda la vida enamorado de ti, y ahora, de repente, somos vecinos. La última vez que nos vimos fue un día nublado de 1989, en vísperas del Carnaval, en el Sestiere di San Marco: yo salía del Consiglio Notarile di Venezia y tú ibas con tu marido, el fiscal, camino del embarcadero del vaporetto del Puente de Rialto. Veo que ahora no estáis juntos, pero, vete a saber, a lo mejor dentro de unos años, o mañana mismo, volvéis a estarlo. Mira yo: ¿quién me iba a decir, inocente de mí, que, después de una vida enamorado de ti, te tendría ahora a mi lado, pared con pared? Si quieres, podemos celebrar juntos el próximo Halloween. Sin calabazas: ya tenemos nuestras propias calaveras. Por cierto, la tuya es hermosísima. No me queda otro recurso que aceptar que en la vida todo es posible. Y después también.

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  • BARATO

    PABLO NOGUEIRA LÓPEZ · A CORUÑA 

    Era Halloween y la Calabaza brillaba y sonreía porque reinaba en la ciudad. Era la noche perfecta, el cielo estaba nublado y tímidamente la luna filtraba su luz saludando a las brujas y fantasmas que abandonaban sus cubículos para danzar por las calles a su antojo. Ella estaba terminando el recurso. Ganar este caso sería el puente hacia metas más altas, ¿inocente?,¿culpable?, lo que importaba era cuánto podía ganar y hasta dónde podía ascender. A través de la ventana se contemplaron, y las palabras resonaron en sus pensamientos: alma, poder… Su vitalidad y ambición la hacían la candidata perfecta para su amo, y volvería a satisfacerle. Su señor se alegró: “¿no te habrá costado mucho?”, y ella burlonamente le susurró algo al oído … La risa brotó efusivamente desde lo más hondo de su negra alma …”estos abogados no dejan de sorprenderme … todos los años disfruto con sus ocurrencias”.

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  • LA PRIMERA VEZ

    ALICIA PAGES CASAS · GRANOLLERS 

    Los nervios se apoderaron de mí en cuanto el Magistrado me concedió la palabra. La defensa de aquel recurso iba a ser mi primera intervención  como   letrada. -“Con  la venia,  Señorías”-,  pude    balbucear , -“quiero decirles que mi cliente es inocente”-. Luego,  un  eterno silencio  invadió la Sala hasta que se oyeron las campanas de una iglesia cercana. - “Son las doce”- pensé volviendo el rostro hacia la ventana. “Señores, ¿no les parece que una carroza acaba de convertirse en calabaza?” – resonó una voz grave. El cielo estaba  nublado. A lo lejos, me pareció ver que una anciana que cruzaba el viejo puente me saludaba, sonriente.  Al instante, un rayo de sol me deslumbró y mirando a su Señoría fijamente, con voz firme,  contesté: -“No en esta ocasión, Señoría, tal vez otro día”-,  continuando mi argumentación sin titubeo alguno.

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  • JURADO POPULAR

    ASIER MENDOZA ECHAVE · ZARAUZT (GUIPÚZCOA) 

    La calabaza me observa fijamente. Su mirada taladra mi nublada mente y aviva mi odio hacia los picapleitos, sedientos de un protagonismo hipócrita y malsano. Nunca antes había tenido la oportunidad de participar en un jurado popular y prometo que haré todo lo posible por estar a la altura, por ello no puedo pasar por alto la negligencia del fiscal, que no es capaz de probar la culpabilidad del procesado. ¿Inocente? ¡Y una mierda! ¿Cómo se atreve a obviar el hecho de que el acusado fue visto en los alrededores arrastrando una manta que arrojó por el puente y que, sin lugar a dudas, contenía el cuerpo sin vida de su esposa? Mi misión es la de impartir justicia, usando cualquier recurso que esté en mis manos… Y tengo un cuchillo entre las mías. Halloween siempre ha sido una fecha señalada para matar gusanos.

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  • Ni felices ni perdices

    Manuel Pablo Pindado Puerta · LEGANÉS (MADRID) 

    En aquel sótano del Bronx, oscuro y nublado por el humo de mil cigarrillos rancios, Smith apuró su cuarto Old-Rhino de la mañana y se rascó la entrepierna. Aquella no era el tipo de chica que solía requerir sus servicios. Esta era guapa, tenía todos sus dientes y un cuerpo incitante bajo esas ropas humildes. Lo más extraño de todo era que tenía cara de inocente. Sacudió la cabeza como un rottweiler, intentando concentrarse en su extraña historia: un país lejano, una demanda por conducción temeraria, un zapato robado, algo raro sobre una calabaza… Smith no conocía a esa tal Madrastra pero sí al Príncipe, un camello que operaba cerca del puente de Brooklyn, un cabronazo peligroso y con recursos. Eso disparó todas sus alarmas. Mira, nena, no me interesa. Vete a otro con el cuento. La echó de allí a empujones, aprovechando para sobarla un poco.

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  • El mejor amigo

    María José Peral González · SAN SEBASTIÁN (GUIPÚZCOA) 

    El chico gritaba que era inocente, mientras se lo llevaban los agentes al calabozo. Su abogado, que era su mejor amigo también, le decía que presentaría un recurso, que estuviera tranquilo. En realidad el juicio había ido fatal: El acusado había sido detenido en un huerto, que estaba debajo del puente de la autopista, al lado del cadáver, entre manojos de puerros y hojas de calabaza. El chico repetía que él se despertó allí sin saber cómo había llegado, pero la acusación argumentaba que eso no tenía ningún sentido. Sólo había un resquicio para la esperanza: ¿dónde estaba el cuchillo? Nunca apareció el arma del crimen. Al finalizar la vista, el abogado salió de la sala. Estaba nublado, así que cogió su paraguas, que tenía un extraño final en punta, metálico y reluciente. Satisfecho, acarició un resorte en el mango que si apretaba, hacía salir esa punta rápida y letal.

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  • La gran calabaza

    Juan Ignacio Gomar Sanchez · MADRID 

    Soy inocente. Esas fueron las primeras palabras de mi cliente cuando le conocí. No se preocupe, presentaremos recurso, le dije. El comenzó a hablar. El día estaba nublado y quedaba poco para el puente de Todos los Santos. Entonces, mientras le miraba, empecé a pensar que su cabeza tenia forma de calabaza. Poco a poco fui visualizándola. Igualita que una calabaza de “Halloween”. Con su boca y sus ojos cortados en línea de sierra. Casi parecía que tuviera una vela encendida dentro. Mientras tanto, el hablaba y hablaba, pero, la verdad, yo no le escuchaba, solo veía una gran calabaza. Entonces se quedó mirándome fijamente y se calló. Nos observamos en absoluto silencio. No se porque, pero le sonreí. El agachó la mirada y pareció sonrojarse durante un fugaz instante. A continuación levanto la vista y dijo: “bueno, mejor le cuento la verdad, a ver que puede usted hacer”.

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  • COMA

    Francisco Ramírez de Cartagena Peces · SEVILLA 

    No me lo puedo creer. Me duelen las piernas. El pecho no da para más aire. Habré corrido unos cinco kilómetros y sigo oyendo sirenas. Si el inútil del abogado hubiera hecho bien el recurso, sería inocente y no tendría que estar corriendo a través de este puente el día más nublado y triste de mi vida. Total ¿para qué? A dónde voy. María me dejó hace años. Los niños pasan de mí. Los amigos de toda la vida no sé donde están ¿Qué me pasó? Tenía una vida y ahora… mierda, empieza a llover. Voy a meterme en ese huerto de calabazas. Parece que pasan de largo ¿qué hago? Podría intentarlo otra vez. Quizá me perdonen. No. Que estupidez. Necesito un coche. Tengo calor. Paso la noche y mañana será otro día. -¿Cómo está? - ¿Quién sabe? Parece que no sufre, pero la medicación le está destrozando el hígado.

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  • Un momento de lucidez

    Ana Belén Caballo Jerez · Zaragoza 

    El día está nublado. Cuando no sale el sol, estoy sin energia Me acomodo en el orejero que hay junto a la ventana y me dedico a mirar fotos y recortes antiguos. En ellas aparecen personas y lugares que ya no recuerdo. Intento cerrar los ojos y descansar pero mis nietos no dejan de gritar y pelearse. ¡Plash! -¡Ay! -¡Soy inocente!- Uno de ellos acaba de romper al otro el puente de los dientes de un balonazo e intenta eludir el castigo poniéndome a mi como testigo. -¡La abuela lo ha visto todo!. Ha sido Jorge que se ha tropezado, ¿no es cierto? Me mira con complicidad, mientras su hermano llora desconsolado. Mi único recurso es decir la verdad. El pequeño delincuente me mira con desprecio y me dice. -¡Odio tu puto pastel de calabaza! Lo miro. -¡Qué ingenuo!. Desgraciadamente, mañana ya no me acordaré de nada.

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  • PENSION DE ALIMENTOS

    Pilar Marco Novella · ZARAGOZA 

    Un matrimonio nublado, con los puentes rotos. Impago de pensión de alimentos. Y lo vi. Profesional, cuasi anodino, distante, rígido en sus formas, carente de estética personalizada. ¡Inocente, Señoría! Siempre lo mismo. Firmamos el acta a puerta cerrada en Sala y me llamó por mi nombre, me volví, lo tenía a la distancia de un beso. Me habló con su tono átono pero, esta vez, impregnado de calidez. Sentí armonía. Y si ¿pudiera ser así? Lo deseé con un sosiego que nunca había experimentado. ¡Estás más guapa que nunca! He ganado el caso de mi vida, comenté, mientras aferraba con la mano metida en el bolsillo de la americana su carta manuscrita de agradecimiento adjuntando las fotos de los niños. Testigo de los hechos, aún pensando si me arriesgo a que me de calabazas. Desdeño el desdén, pero temo al amor que nos fagocita.

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  • Caín

    Adolfo Barrientos Fernández · Málaga 

    El juez Lucca Balzano, mi padre, era de todo menos mentiroso. Por eso cuando insinuó que el único recurso que me quedaba para salvar la vida era contarle quien había matado a mi hermano, le contesté fríamente: “Fui yo, cerca del viejo puente románico. Recuerdo que el cielo estaba nublado y a lo lejos, inocente de todo, un campesino escardaba la tierra en un campo de calabazas”. Mi padre me miró en silencio y ambos esbozamos una sonrisa desganada, conscientes de que los dos estábamos mintiendo a medias. Yo, por amargarle el resto de sus días y él, para seguir adelante con la sentencia de mi muerte.

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  • ROJO CARMíN

    FCO. JAVIER GUILLÉN DOMÍNGUEZ · DOS HERMANAS (SEVILLA) 

    Le di un último bocado al pastel de calabaza antes de bajar del coche y cruzar el puente de Saint Denis. Al otro lado esperaba la policía y el chico al que me tocaba defender de oficio. Al parecer le sorprendieron llevándose la ropa interior del cuerpo que ahora cubría la sábana en el embarcadero. Según los agentes, la joven era prostituta y se llamaba Susan. ¿El chaval? Un infeliz sin recursos seducido por la idea de ganar un puñado de libras vendiendo aquellas prendas color carmín. Pero no un asesino. Le declararon inocente incluso antes de que un oficial de la naviera Walter&Walter confesara el crimen arrepentido. Caso fácil. Hoy vuelve a estar nublado y la mañana lo tiñe todo de gris. Todo, excepto las braguitas rojas que luce mi chica tirada en la cama. Ahora pienso que quizás me equivoqué al regalárselas. Definitivamente, le quedan grandes.

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  • SALGO CON UNA ABOGADA

    Ángel Herboso Martínez · LAREDO (CANTABRIA) 

    Cuando desperté sentí el vacío en la cama; a los pies,en la mesa de estudio, una lámpara encendida contemplaba unos folios en blanco, esperando un recurso que no llega. Llegamos para la cena y ya comenzaron los síntomas: no me prestaba atención. Nos acostamos temprano. Sentí que hacía el amor por compromiso y cuando me dio la espalda descargó su contenida rabia contra la almohada: ¡Es inocente!...¡Es inocente!,susurró entre ahogados sollozos. Busco el sol entre las cortinas pero está nublado y me levanto tarde, la he encontrado en el huerto de la posada contemplando ensimismada una calabaza naranja. Comimos en silencio y eché una cabezadita al calor de la chimenea. Cuando desperté se había ido, con la calabaza, según me dijeron. LLamó el jueves, estaba contenta: -¡Cuántas ganas tengo de verte!...Siento haberte estropeado el puente,te recompensaré. ¡Te quiero!.

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  • Tras el puente

    Álvaro Giménez García · ORIHUELA (ALICANTE) 

    Cuando aparece el juez con aire circunspecto y mirada nublada, no puedes evitar una pequeña sonrisilla, al revivir, algo avergonzada, su actitud juguetona de la otra noche en tu alcoba. Te vienen a la mente la cantidad de recursos que usó para desvestirte y, sobre todo, (aquí casi sueltas una carcajada), la máscara de calabaza que se puso para recrear la fiesta de Halloween y los inocentes sustitos que te daba con ella mientras yacíais desnudos. Lo recuerdas, mientras haces el alegato final, sabiéndote ganadora del caso, ya que, (y esto lamentas no haberlo presenciado), el juez así lo habrá decidido al ver vuestras fotografías, (ambos desnudos y él, además, en algunas encalabazado) y temer que su mujer sepa cuán relajado había sido para él el congreso de magistrados, ese al que acude puntualmente cada puente de Todos los Santos junto a una joven abogada como tú.

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  • Tarde de otoño

    Mª Isabel López-Carrasco Casado · MADRID 

    Está muy nublado, hoy no hay parque, ¿Hacemos un pastel de calabaza? -Vale,...Mamá ¿tú eres pastelera? -No,cariño,soy abogada. -¿Agobiada? - También, pero no,... soy abogada. -¿Qué es eso? - Un trabajo muy bonito; a veces ayudas a una persona a entenderse con otra... - ¿Como un puente en donde se juntan? - Sí, parecido, les ayudas a encontrar el lugar donde su historia se cruza con la historia del otro...Otras veces tengo que convencer al juez de que alguien es inocente...tan inocente como tú, cuando te castigué por pintar en la pared de tu habitación y al final los garabatos eran de Anita y no tuyos... - Eso es muy importante...si les libras del castigo - Es verdad...¡Mira, ya está subiendo el bizcocho!... Ahora ¡a pintar un rato!, que tengo que preparar un recurso - ¿De chocolate? - Sí, ¡ a ver si hay suerte y el juez es goloso!.

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  • RECURSO DE APELACIÓN A TU CORAZÓN

    MANUEL DEL ROSAL MIGOYA · AVILɐS (ASTURIAS) 

    Me declaro inocente por haberme entregado a ti de forma sincera. Por convertir cientos de veces tu cielo nublado en azul, poniendo luz a los días sombríos. Por dedicarte caricias, palabras y miradas. Por crear un puente entre tu mundo y el mío, para bailar al compás de las notas imaginarias que pones en mi vida. Me declaro finalmente inocente por haberte perdido por pensar que te tenía… Por lo expuesto, A TU CORAZÓN SUPLICO que, teniendo por presentado este escrito se sirva admitirlo y tenga por interpuesto en tiempo y forma Recurso de Apelación, en su día preparado, contra la calabaza que me has dado y, previos los trámites legales oportunos, dicte sentencia por la que, estimando el presente recurso vuelvas junto a mi para quedarte para siempre.

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  • SEDUCCIÓN

    Julio García Castillo · MADRID 

    “Este juez es peor que un nublado, lo sé por experiencia”, bromeas“. “Dirás más que un nublao, pedantuela”, te corrijo. Ríes, abriendo tanto la boca que vislumbro un puente en las encías superiores. Te quedas muy seria: “Vale, pero matices aparte aborrece a los traficantes. No piensa declarar inocente a tu cliente”. “Bonito pareado y gracias por la información”, suspiro acariciándote la espalda, “¿me ves entonces sin recursos?”. “Claro que no, me lo has demostrado esta noche”, te ruborizas, “pero será mejor que él no se entere”. La conversación me incomoda. Enciendo un cigarrillo y miro al techo. Ella besuquea mi cuello, pero la noto tensa: “¿No te habrás acostado conmigo para que influya en la sentencia?”. “Si así lo crees, estás a tiempo de darme calabazas”, me arriesgo. Trago saliva. Me juego más que una minuta. Me juego la vida de su marido.

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  • LOS OJOS DEL DIABLO

    Elías Manrique Dorador · GRANADA 

    Me diréis que sí, que McAllister lo merecía. Que quien arrebata virtud y vida a una niña inocente con tanta saña no es un loco, sino un demonio que debe volver a los infiernos.

    Pero yo fui el designado para redactar el último recurso, y le escuché muchas veces hablar del Señor y su infinita misericordia en aquel corredor sin esperanzas donde rezaba desde hacía treinta años. Vi su iris nublado por las cataratas, y la boca deformada por el puente oxidado que le bailaba en las encías. Vi un viejo que sólo lloraba.

    Lloró cuando cenó empanada y pastel de calabaza por gentileza del Estado de Alabama, y lloró después, sentado sobre los relámpagos.

    Y entonces, en el instante final, McAllister no miró al Fiscal, ni al Gobernador que le negó clemencia. Me miraba a mí, y no puedo olvidar sus ojos.

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  • La demanda

    Marta Garín Montañez · Madrid 

    Sobre la mesa de la cocina descansaba tibio un plato precocinado y sonaban canciones para días nublados. Hacía años que las mismas fotos languidecían en las paredes, sonrisas de hace tiempo, caras que apenas recuerda, puentes en paisajes detenidos pintados de ocre. En el dormitorio la cama desecha, el colchón anhelando la escarcha de un cuerpo nuevo, el olor a vacío, el silencio nunca inocente de sabernos perdidos. Se sentó en el sofá sabiéndose hueca, como una calabaza que algún niño rubio ha vaciado para hacerla parecer fantasmagórica. El esqueleto cruel de una vida. Los restos de algo que nadie quiso nunca. Un cuerpo desmayado sobre el colchón. Allí decidió poner en marcha su último recurso, iniciar la batalla legal que encumbraría por fin su carrera. La demanda definitiva que la haría feliz. Y sin miedo a represalias escribió con trazo firme:¡€™Estela Friedsen contra la soledad?

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  • Especial viernes

    Norma Giner Ramón · Barcelona 

    Esperábamos con ansia los viernes nublados. Aquellas tardes, mamá no acudía al despacho. Aguardaba en el patio del colegio y corríamos a casa cruzando el puente, para culminar nuestro día cocinando galletas de calabaza. Era nuestro pacto sellado con complicidad en la cocina. Llegaba papá y finalizaba la estoica fiesta en medio de un reguero de azúcar pegado en el pelo y una algarabía de contagiosa risa. Tras besarnos, solicitaba la ayuda de mamá para redactar un recurso. "Papá me necesita, cielo", era su premisa. Yo me quedaba jugando hasta que ella aparecía mucho después para acostarme. Hoy es viernes y amenaza lluvia. Me ha costado veinte años dejar de ser inocente y pedirle a mamá que imparta técnicas culinarias a mi hija, mientras mi marido y yo formalizamos... un recurso de amparo. Finge estar escandalizada: "...¡¨Cuando te diste cuenta?. Sonrío divertida. "Tan sólo hace un nanosegundo...".

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  • El éxito se paga caro

    Sandra Galdón Segura · Madrid 

    Fue declarado inocente. Otro éxito para mi. No fue necesario interponer el recurso, aunque yo ya lo tenía preparado, por si acaso. Convencí al tribunal de que se trataba de un simple atropello. La causa del accidente fue la niebla. Una tragedia si, pero mi defendido no era tal como mantenía el fiscal, "el conductor psicópata", al que se atribuían mas de 30 asesinatos mediante atropello. Y era la pura verdad. Antes de irme a pasar el puente de diciembre a la montaña pase a hacerle una visita, estaba dando un paseo, y juraría que me reconoció un segundo antes de que lo atropellara, y su cabeza estallara como una calabaza. Chof, chof, escuché. Es curioso, aún nadie ha asociado los muertos por, "el conductor psicópata" con mi lista de morosos. Da que pensar.

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  • Juicio ganado

    David Vivancos Allepuz · Barcelona 

    Nada más conocerse el veredicto, el abogado celebró que su defendido había sido declarado inocente levantando los puños hacia el cielo. Atravesó la sala corriendo, dibujando en el aire un vientre abultado y llevándose el pulgar a la boca. Tras abrazarse al alguacil, quien se arrodilló simulando limpiarle las botas, se levantó la toga para mostrar su camiseta color calabaza con un mensaje de apoyo a un colega recién jubilado. Ejecutó un pase torero, disparó balas invisibles al techo, hizo el puente y gateó hasta su cliente. El acusado, con el rostro nublado por una expresión sombría, le recordó que la acusación presentaría el oportuno recurso. Ni caso. Dio unas cuantas volteretas acrobáticas hasta el estrado, al modo de los gimnastas olímpicos que cierran su ejercicio con una gran diagonal, besó su alianza y clavó una rodilla en el suelo, imitando al arquero que tensa su arma, delante del juez.

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  • Negra toga

    Manuel Monje Pajuelo · Madrid 

    Todas las juezas, sus señorías señoras, me dan calabaza tras calabaza, sólo logro pretensiones rechazadas, sentencias desestimatorias, cliente inocente, condenado, recurso presentado, aniquilado. Sin embargo, con los jueces, sus señorías señores, obtengo todo el éxito del abogado entregado, concienzudo, brillante, un día nublado se convierte en soleado y estimulante. No obstante, para ser honesto, no es más que una casualidad de casualidades, un azar de azares. Calculando y valorando, puedo asegurar, a ciencia cierta, que depende tanto de la suerte como de una moneda echada al agua, cara o cruz, desde cualquier puente. Misterio que escapa al sentido común de sus señorías, a sus facultades, a su concepto de justicia, que en nada depende de la razón, de la ley. Maldición última que adorna mi negra toga, por mi mujer regalada cuando empecé a ejercer la profesión y que pienso dejar abandonada en la sala de togas al primer descuido.

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  • Invierno suave

    Pilar Gil Guijarro · Madrid 

    Cliente inocente, ayer condenado, no cabe recurso, sentencia firme. Profundo dolor, de alma, de cuerpo. Colgaré la toga. Con las primeras lluvias, la primera crecida, me llegaré hasta el puente, arrojaré la toga al río, al aire, como una capa alada y como un trapo negro la arrastraran las aguas pardas. O armaré un espantapájaros con cuatro tablas, por cabeza una calabaza, los ojos abiertos, pintados con largas pestañas, sobre los hombros la toga bordada, sin puñetas, amarrada a la cintura con una cadena, a merced del viento. O el primer día nublado y nevado, haré un muñeco de nieve, la cabeza formada y redonda, el cuerpo, en contraste, abrigado por la oscura toga y por nariz, una zanahoria, larga, mentirosa. Dice el hombre del tiempo que este invierno será suave, benigno, cuatro gotas, sin viento, sin nieves.

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  • Espíritu de Venganza

    Roberto Castejon Visiedo · Navarra 

    Tras el nublado cielo, una temerosa luna apenas osaba reflejarse en las aguas del río que establecía los límites del valle de Sleppy Hollow. El juez Crane espoleaba frenéticamente su caballo mientras lo guiaba con firmes tirones de riendas hacía el lejano puente. Allí estaría a salvo de la ira del Jinete Sin Cabeza, cuya implacable justicia no admitiría recurso alguno. De nada serviría rechazar su culpa por el perjurio de los testigos, por haber sido engañado por la conjura de todo un pueblo. Ichabod Crane había sentenciado a la guillotina a un hombre inocente y ahora su espíritu vengador había regresado para impartir su propia justicia. La luna desapareció tras las nubes y con ella, cualquier esperanza de salvación. Al amanecer, los rayos de sol encontraron junto al puente un cuerpo decapitado sobre cuyos hombros descansaba una grotesca calabaza con ojos y dientes esculpidos a golpe de machete.

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  • De puntillas

    NIEVES AZCARATE AGUILAR-AMAT · MADRID 

    Ella aún creía que las calabazas se convierten en carrozas de verdad y no dejaba de buscar en cada rincón del mundo al hada madrina que la condujera al baile de los poderosos. Su palacio soñado era el bufete McCarthy&Spencer, que acababa de instalarse en la ciudad. Mientras tanto, redactaba en su portátil los últimos flecos del recurso que tenía que presentar al día siguiente. El acusado era inocente, pero un cúmulo de coincidencias lo habían señalado como el asesino del Puente de Vallecas. Se esmeró en el escrito, para que su cliente no creyera que el turno de oficio le suponía una desventaja. Mientras el reloj daba las doce campanadas, con los ojos ya nublados por el esfuerzo, notó que se abría la puerta de casa y entraba su marido, abogado también. Entraba de puntillas, intentando disimular que había perdido un zapato. Al día siguiente McCarthy&Spencer lo fichó.

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  • Et in secula seculorum

    MANUEL NICOL¡µS ANDREU · GUADALUPE (MURCIA) 

    Cuando me llamaron a declarar mi mujer me dio la buena nueva del futuro nacimiento de nuestro hijo. Salí del pueblo muy temprano, tuve que caminar dos jornadas, atravesar un infinito campo de calabazas y vadear el río para llegar al tribunal que entendía de mi causa. He soportado todo este tiempo de recursos y apelaciones que mis diversos abogados han ido interponiendo, diciéndome cada día, que pronto volvería a ver a mi mujer y a mi hijo. Hoy por fin el juez ha dictado sentencia. Me han declarado inocente en un día nublado y frío. De vuelta a casa he cogido un autobús que ha atravesado el río por un puente construido sobre el campo de calabazas y hemos invertido sólo media hora en llegar al pueblo. A lo lejos se acerca uno niño que no conozco, con los brazos extendidos abarcando el mundo, que grita: ¡Abuelo! ¡Abuelo!

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  • TODOS LOS SANTOS

    Manuel Molina Domínguez · PALMA DE MALLORCA 

    Su mujer acababa de darle calabazas largándose a vivir con un colega de la Audiencia. Pero él había decidido no amargarse. De hecho, se regocijaba pensando en el inminente puente del primero de noviembre. En pocas horas perdería de vista el nublado cielo de la ciudad en que tan responsablemente ejercía, y lo cambiaría por unos días de relax en Canarias. Mientras se entusiasmaba anticipadamente pensando en la cálida arena y el dorado sol, veía gesticular como en un sueño al abogado defensor. ¡ste parecía desgañitarse muy convencido de sus argumentos, aunque él no escuchaba ni una sola de sus palabras. Cuando le pareció que el letrado había acabado su alegato, él se levantó raudo y, mientras lanzaba la toga y salía apresuradamente del Juzgado para dirigirse al aeropuerto, gritó: -"Visto para sentencia"-. A ese último le condenaría; que, si era inocente, siempre le quedaba el recurso de apelación.

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  • Adios papá

    María Jesús Sánchez Viñas · Jaén 

    Tenía 17 años y estaba muy nerviosa.Esperaba junto a mi padre en la puerta de la Facultad de Medicina para realizar las pruebas de selectividad. Necesitaba sacar buena puntuación si quería irme a Madrid a estudiar periodismo. -Tranquila, lo harás bien - me dijo, - yo ya te he comprado un regalo, y sacó un ejemplar de un código civil antiguo,- Derecho me parece mejor elección para tu carácter y no tendrías que irte fuera, terminó con cara de inocente. Le hice caso. Hoy es un día triste, la crema de calabaza no me ha sentado bien, está nublado e intento cruzar el puente que va desde el tanatorio a casa.Ha sido una ceremonia bonita, he podido acompañarle esta vez yo, y , al despedirme de él, le he metido el código en el ataud. Si quiere interponer recurso ante San Pedro, tendrá en qué basarse.

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  • Un caso de cuento

    Agustín de las Heras Martínez · Madrid 

    Yo, si quiere, se lo vuelvo a repetir, decía el inocente pastor. ¡Tiene que intentar que el seguro del otro me pague las ovejas muertas! Era medianoche e iba yo deprisa con el rebaño, cruzando el puente, para que no se quedaran a la intemperie. Se nos echaba el nublado encima. Apareció una carroza en sentido contrario a toda velocidad tirada por dos caballos. No me dio tiempo a más. Las ovejas y yo nos echamos a un lado, pero hubo a cinco que no les dio tiempo. ¡Pobrecitas! En eso, se vio como un fogonazo. Cuando desapareció el humo ya no estaba la carroza. Sólo pude ver a una dama que corría con un solo zapato, dos ratones y un perro. Esto es lo que quedó de la carroza. El abogado miraba al pastor cómo sujetaba una calabaza mientras pensaba lo difícil que tendría ganar aquel recurso.

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  • Una buena cocinera

    Bernardino Tirapu Canora 

    Mientras cruzo el puente para acceder a la autopista, continúo pensando en mi mujer. Siento el corazón nublado, como si una tormenta fuera de nuevo a descargar sobre él y sin embargo, me declaro inocente de toda culpa. Hoy cuando llamé, seguía enfadada. Ese abogaducho estuvo en casa haciendo preguntas. Bueno, no le queda otro recurso pero no va a encontrar nada. Dejé todo bien atado. Ni siquiera ella se imagina dónde escondí el diamante. Llego a casa y con una sonrisa de complacencia, abro la nevera. Ya no está. Un sudor frío comienza a resbalar por mi frente y entonces, mi mujer me informa. Aquel jovencito hizo demasiadas preguntas, se puso nerviosa y trató de ser amable, regalándole el pastel de calabaza. Me siento en una silla pasándome, con desespero, las manos por las sienes. ¡Qué estúpido fui al olvidar que siempre presume de buena cocinera!

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  • VENGANZA Y VICTORIA

    Elisa García García · BURGOS 

    Tal vez si no me hubieras dado calabazas, las cosas serian distintas, pero me rechazaste liándote con aquel abogado esmirriado y feo ¡Yo te quería tanto! Así que te vigilé de cerca y durante muchos años. Observé como te cogía por los hombros, como os reíais y más tarde como os ibais a vivir juntos. Pero la vida suele seguir patrones semejantes y pronto vi como os distanciabais. Cuando ya los vecinos sabían y oían vuestras discusiones, lo planeé todo. Un día nublado me colé en vuestro apartamento, estabas sola y apreté el gatillo segundos después de un relámpago. Salí cuando acabó la tormenta y al pasar por el puente tiré la pistola ataca a una piedra. ¡l lo negó todo e incluso presentó un recurso cuando le condenaron. Ahora solo él y yo sabemos que es inocente. Ya ves quien ríe el último gana.

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  • Reincidente

    Antonio Anasagasti Valderrama · Cádiz 

    Cuando crucé el puente camino del juzgado, vi a un hombre vestido con un mono verde salpicado de pintura y cemento, tambaleándose con una calabaza sobre sus hombros por cabeza. Pensé que el no haber dormido en toda la noche redactando el recurso de apelación me había nublado la mente y me froté los ojos. Estaba convencido que mi cliente, Laura, era inocente y no podía dejar que la condenaran por intento de asesinato, sólo porque se le resbaló la maceta de geranios mientras la regaba y cayera justo sobre la espalda de su marido que llegaba en ese momento borracho a casa. Pero unos metros más allá, se agolpaba la multitud alrededor de un albañil tendido en el suelo, aturdido, que desprendía un fuerte hedor a aguardiente. De pronto, apareció Laura y me hizo señas, pidiéndome que guardara silencio.

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  • Tarde

    Agustín Martínez Valderrama · Gavá (Barcelona) 

    El despertador sonó puntual pero él estiró el brazo, lo apagó y pensó un poquito más, cinco minutos, y volvió a darse la vuelta, a soñar inocente con los angelitos, a despertarse y ver, no puede ser, que se había quedado dormido, mierda, que estaba nublado, que no era puente, que la calabaza de Haloween se partía el culo mientras él saltaba de la cama, se vestía sin ducharse, salía corriendo y llegaba tarde a la facultad, a su primera entrevista de trabajo, a la cita con Beatriz, a la reunión del bufete, al plazo para presentar el recurso, a su boda, al nacimiento de su hija, al bautizo de su nieto, a la partida de dominó y hasta su propio entierro, donde ya nadie lo esperaba, sólo una lápida con su nombre y una corona de flores marchitas, llegas tarde Manolo, nunca te olvidaremos, descansa en paz.

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  • Sueños rotos

    Saioa Uriarte · Sondika (Vizcaya) 

    Después de 30 años de carrera judicial, don Manuel observaba cómo el acusado entraba en sala, su mirada, sus manos y el posar de sus piernas. Todo ello, era indicio muchas veces de un veredicto que llevaría a declarar inocente al inculpado. En este caso, el acusado era un hombre con un solo recurso, su psiquiatra, el cual argumentaba tener un cliente de cerebro nublado por los celos, por la soledad de un amor desencontrado por la fugacidad de la vida, por la falta de tesón, por una infidelidad rastrera que acabaría con sus sueños de tener una familia compacta, dura de coraza y tierna en su interior como una calabaza, como un hierro forjado al calor. La cabeza de su mujer todavía pende del puente donde le declaró su amor.

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  • Tal como éramos

    Alba Taboada García · Madrid 

    Entonces no teníamos recursos y tú, sin dinero pero lleno de ilusión, cruzabas el puente todos los días para coger un autobús que te acercara a la oficina. Tu mirada era tan inocente y tan limpia, que daba igual que afuera estuviera nublado porque a mí siempre me iluminabas el día. Hoy todo ha cambiado. Los éxitos se fueron sucediendo y pronto cambiamos aquel apartamento por un chalet en el que aún me pierdo. Tu chofer te lleva y te trae, tus corbatas ahora son de la mejor seda y juegas al golf con tus nuevos amigos, con los que hago todos los esfuerzos por caerles bien. Pero me he enterado de que te has enamorado de otra, y de que ella te acaba de dar calabazas; y yo, tonta de mí, sólo pienso en cómo consolarte y en cómo lograr que no vuelvas a pisar ese despacho.

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  • Sueño cumplido

    Rosa Gaton Milan 

    Llegué a la oficina y fui poniendo al día todos los informes que mi padre me había dejado como herencia; por fin había cumplido su sueño: tener un hijo que seguía sus pasos. Al caer la noche decidí salir a celebrar Halloween.De pronto la puerta se abrió; una mujer ensangrentada vestida de negro con una calabaza entre sus manos, los ojos llorosos, y voz temblorosa me dijo: Por favor ayúdeme, he matado a mi marido. Me quedé en la puerta con la mirada clavada en aquella mujer mientras ella gritaba: ¡Ha sido en defensa propia! Escúcheme... soy inocente. La vida es un puente que cruzas sin saber qué hay al otro lado, un día sale con sol y otro nublado. Ni siquiera pregunté si tenía o no recursos, solo sabía que esa mujer me necesitaba y quería cumplir mi sueño: hacer Justicia

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  • Desquite

    Rafaela Lillo Moreno · Alicante 

    La mujer con los ojos nublados por el odio y la locura, atravesó la calzada y se introdujo en el Palacio de Justicia. Consideró las consecuencias y sonrío. Estaba decidida. Veinte años y un día arrastrando una equivocada culpa por diversas cárceles del país, asqueada de aquel olor a mugre, a sopa de col y calabaza, sin otro recurso para sobrevivir que alimentar un ajuste de cuentas del mismo calibre que su castigo, era la razón que la había llevado a aquel estado. Se lo había prometido a sí misma cuando cruzó el puente que la llevaba de la libertad a la cloaca, y lo iba a cumplir. Llegó ante la sala, se ocultó y esperó anhelante el momento de ver aparecer al juez, de decirle, mientras su mano teñía de rojo el cuello del Magistrado: ahora lleva usted razón, ahora ya no soy inocente.

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  • Vida de cuento

    Cecilia Rodríguez Bové · La Eliana (Valencia) 

    La carrera de Derecho no había sido un fin, sino el recurso que le permitió construirse un puente hacia la felicidad (léase vida fácil). Fue por eso que cuando sintió peligrar su vida de cuento, no dudó en destruir pruebas y guardarse el dinero. Con una clara visión del futuro decidió que hacia la media noche, su flamante Audi volvería a ser una calabaza y él dejaría de ser un afamado abogado para escapar cuan inocente Ceniciento, a por las bondadosas playas de Bahamas. Maletín en mano se disponía a partir, cuando un destello de luz lo paralizó dejándolo todo nublado… “¿Dónde estoy? Es muy fría Bahamas”… La habitación del hospital donde permanecía con dos balas en el pecho y el calor de la única mano amiga, lo devolvieron a una realidad donde se cumplía la más temida de las profecías: “Te lo advertí hijo, te lo advertí”

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  • Un caso personal

    Fernando Gayo Sánchez 

    Trabajo desde hace dos meses en un Juzgado de Instrucción, y mi jefe quiere enseñarnos el oficio en un seminario que imparte en la sierra; ¡adiós al puente! Repasaremos los puntos básicos de la abogacía moderna: recursos, demandas, apelaciones...,siempre con la fiel sospecha de que el que paga es inocente. Nos examinará y pondrá más de una “calabaza” sobre nuestro expediente haciendo gala del más arcaico modo pedagógico que despeje el nublado futuro de la profesión. Tiene un caso de divorcio, y nuestro cliente ha accedido a participar presencialmente y someterse a una inexperta batería de preguntas. Cuando voy a entrar a la salita, se filtra por la puerta entreabierta la voz del invitado advirtiendo a los presentes sobre su demandada. -Ándense con ojo, mi mujer también es abogado. Nunca ha dejado de sorprenderme el tono lírico que utiliza mi marido cuando habla de mí. Perderemos el caso...

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  • Truco

    Ignacio Méndez Rubio · Madrid 

    Como por Navidad, San Blas y la Virgen de Agosto, el viaje al pueblo era obligado en el puente de Todos los Santos. Y en el pueblo, la visita al cementerio y a las tías. "En dos o tres años -se decía- ya sólo tendré que venir a un sitio... o quizá ni eso, ¿para qué?" Al tío no, al tío no quería ni verlo. Había envenenado a la familia metiéndose en pleitos por un asunto de lindes. ¡Quién le mandaría a él haber estudiado Derecho! Detestaba conducir en caravana, los días de difuntos, que estuviera nublado. Miraba a la trasera del coche frente a él, a un niño, inocente, jugando a asustarle con una calabaza. El truco o trato. Intentaría de nuevo negociar como último recurso, por sus tías. Por ellas, que nunca pensaron que acabarían enterrando a su sobrino, reventado a tiros por el loco de su hermano.

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  • Travesti legal

    Amaia Maialen Serrano Uría · Bilbao 

    Tras cortar, aplica con cuidado el tinte negro que cubra su pelo color calabaza. Está nublado, esperemos que no llueva o riachuelos de tinta ensuciaran su camisa. Tras cuatro años perteneciendo al gremio de la abogacía, parece su último recurso. Ya está harta del paternalismo y condescendencia de sus compañeros y clientes. Ya no puede soportar que le llamen “maja”, “guapa”, o le pregunten si tiene novio o está casada. Incluso le habían pellizcado la mejilla en más de una ocasión. A partir de ahora la empezarán a tratar como a sus colegas masculinos. El puente que cruza la ría de camino al despacho será el límite, la zona cero. La abogada Andrea Gómez desaparece para convertirse en el letrado Andrés Gómez. Tal vez el Código Deontológico tenga algo que decir, tal vez transgreda la confianza abogado-cliente, pero será inocente hasta que se demuestre lo contrario.

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  • Maquillaje

    Paloma Hidalgo Díez · Alcalá de Henares (Madrid) 

    Cruzar sobre los cientos de expedientes que, archivados en carpetas de colores, se extendían a lo largo del pasillo de la oficina judicial en la que me habían destinado para juicios rápidos, era un ejercicio de alto riesgo. Pronto necesitaría un puente para evitar que la documentación pudiera engullirme. Fue en uno de mis intrépidos intentos para alcanzar de nuevo mi despacho cuando te vi por primera vez. Estabas sentado frente a la mesa de mi secretaria, tus ojos de cielo nublado y esos graciosos rizos de calabaza reclamaron mi atención. Qué lástima, me dije después de examinarte unos segundos, en breve esa mirada inocente y ese sutil encanto serían sustituidos por el agobio y el desánimo ante tanta tarea pendiente. Al menos yo tenía el recurso del maquillaje para esconder las ojeras y poner una nota de color a mi sonrisa.

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  • Crimen Perfecto

    Joaquín Valls Arnau · Barcelona 

    El día había amanecido nublado. Según un testigo, justo cuando Eustaquio, mi defendido, pasaba por encima del puente de piedra, por debajo lo hacía don Anselmo, el notario. Las malas lenguas venían comentando que éste mantenía trato carnal con la esposa de aquel, así que el jurado no creyó que la enorme calabaza rellena de piedras que le aplastó la cabeza, cayera del cielo por fatal casualidad. Lo que la gente no sabe es que casi a la misma hora yo también pasé por el puente, y que ni siquiera Eustaquio pudo verme a causa de la densa niebla. También ignoran que, según sospecho, a mi mujer don Alfonso también se la trajinaba. Ahora debo preparar a conciencia el recurso contra la sentencia que condena por asesinato al pobre Eustaquio. Nunca me ha importado lo más mínimo, que mi cliente sea inocente o culpable: soy, ante todo, un profesional.

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  • Falso testigo

    Angel Silvelo Gabriel · Madrid 

    Después de veinte años de servicio como Juez, cinco de carrera y una vocación de por vida, mi profesión me sigue pareciendo un puente sobre aguas turbulentas. Hoy en el juzgado, el acusado se declara inocente, normal. El recurso del abogado defensor presenta un defecto de forma, normal. Mi presbicia apenas me deja ver las alegaciones de las partes y se comporta como un nublado delante de mis ojos, normal. Pero lo que no es normal, es que el testigo de cargo sea una calabaza, cuya única implicación en el caso, es su presencia en el lugar de los hechos por coincidir con la noche de halloween. Una imposición testifical que yo no apruebo y a lo que sorprendentemente se opone el fiscal, argumentando que tampoco es normal que yo aparezca en las vistas de mis compañeros disfrazado de Sherlock Holmes invocando justicia a sabiendas que soy un falso testigo.

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  • Cortocircuito

    Belén Solesio López-Bosch · Pozuelo de Alarcón (Madrid) 

    No era más que una inocente calabaza de Halloween con su expresión maligna grabada a fuerza de cuchillo, pero a mi se me antojó el mismísimo belcebú presto a llevarme con él. Mi cerebro nublado por el exceso de trabajo -día y noche encerrado en un oscuro despacho mal ventilado, redactando solicitudes, reclamaciones, demandas, recursos...; acorralado por inexpugnables torres de legajos que apenas me permitían moverme- sufrió un fulminante apagón neurológico. Cuando recuperé la consciencia, me contaron que de un manotazo estrellé contra el suelo la apetitosa piruleta de un pequeño fantasma, luego pateé la cesta llena de caramelos de una bruja canija que acabó llorando desconsolada y después traté de estrangular al esqueleto de tamaño natural que adornaba la tienda de comestibles; por último me arrojé desde el puente de la catedral. Mañana me dan el alta; podré volver al juzgado, tengo trabajo pendiente...

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  • El rencor

    María Fernández de la Fuente · ¡µvila 

    Al entrar en su bufete le asaltaba la misma pregunta que, lisonjera, se insinuaba cada día mordaz. Siendo hombre creativo, entre la fantasía y los cuentos eligió ser el buen hijo pródigo y siguiendo la tradición familiar tomó el derecho como puente entre vida y sueño. Cuando su conciencia empezaba a fortalecerse, sopesó que dedicarse a las letras le traería más introspección y unido a la tan sonada calabaza que le dio su amor de por entonces, decidió al gusto de su padre. Su madre, se guardaba al abrigo de la soledad, en el silencio de un susurro inocente que, tras la espuma de sus reproches languidecían el ritmo de su vida, recurso tejido de triste nostalgia. Estas decisiones que tomamos sin el mayor inconveniente empañan el cristal nublado con que la vida pasa a través de nuestros ojos, ahogándose en una maraña de contradicciones que comulgan con la ferviente fe.

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  • Sayonara baby

    Lita Rivas Folgar · Teo (A Coruña) 

    He recibido tu demanda de divorcio y me cuesta creer que relegues al baúl del olvido tantos años de vida en común. Soy inocente de todos los cargos que me imputas. Pero soy culpable de pasar incontables horas, diurnas y nocturnas, trabajando en mi bufete, con el único fin de proporcionarte todo cuanto deseabas, mientras tú a cambio te ibas alejando de mí. Intenté un acercamiento e incluso y como último recurso he intentado tender un puente entre nosotros y ceder a todas tus condiciones, pero me rechazaste y pretendes dejarme en la ruina. ¡Ah! por cierto; se me olvidaba decirte que el tipo disfrazado de calabaza, que se coló en tu fiesta de disfraces y te inmortalizó notablemente bebida y en actitud bastante explícita con el intachable juez Benson, era yo. Así que tu elaborado y resplandeciente plan, para dejarme con lo puesto, muestra algún que otro nublado.

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  • Intuición

    Dulce García Lemos · A Coruña 

    Ceñirse a los hechos, repitió para sí la jueza; sin embargo, su intuición le decía que la acusada era inocente; quizás por su mirada resignada o su aire ausente. Tras desestimarse el recurso de la defensa, la declaró culpable del asesinato de su marido. Familiares y vecinos habían testificado que el matrimonio discutía y peleaba continuamente. Esa misma tarde, sin explicarse por qué, la jueza cruzó el puente que llevaba a los suburbios de la ciudad y caminó hasta la casa de la mujer. Levantó el cuello del abrigo; estaba nublado y comenzaba a refrescar. Sin vacilar, se dirigió al huerto, donde había sido encontrado el cadáver. Un adolescente, de unos catorce años, estaba sentado rodeado de calabazas que tallaba con un cuchillo de punta afilada. Reconoció en él al hijo de la condenada. ¡¨Qué busca aquí?, le dijo sin mirarla. Ceñirse a los hechos, repitió para sí la jueza.

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  • El artesano

    Alberto Artaza Varasa · A Coruña 

    Tras 15 años en prisión volvieron a juzgarle. Un recurso postrero le tendió un nuevo puente hacia una esperanza que ya no albergaba. Los primeros años había enloquecido sabiendo que afrontaba una cadena perpetua por un delito no cometido. Ahora, la posibilidad de la libertad le aterraba. Allí dentro era alguien. Tallaba calabazas y se las vendía a las tiendas del lugar. Halloween era su temporada alta; no daba abasto a servir pedidos. Se engañaba a sí mismo y a su ansiedad diciéndole a los demás que lo suyo era imposible, que no tenía opciones. Cuando le comunicaron que había sido declarado inocente y que su salida era inminente, el pánico arreció dentro de él. Lo encontraron colgado en el patio una mañana nublada. En su rostro, una extraña expresión, mezcla de pánico y melancolía. La misma que tenía la última calabaza que había dejado tallada en su celda.

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  • INCAPACITACIí N

    Jose Manuel Gancedo Navarro · MADRID 

    Inocente, recurso, nublado, puente, calabaza. Esas fueron las palabras que dijo ante la pregunta del Juez. Su señoría alzó una ceja, me miró y dejó claro que estaba totalmente convencido de que ella estaba desequilibrada. Algo se me movió, la sensación de que este caso había terminado. De que mi estrategia había sido todo un éxito. Daba igual que esa mujer estuviera en sus cabales. Daba igual que fuera mi cliente pero que yo no trabajara en realidad para ella, sino para el bastardo de su hermano. Se me debió de mover dentro la conciencia. Esa que me gritaba que haberla engañado haciéndola creer que la mejor solución para ser declarada inocente era hacerse pasar por enferma mental, era lo más inmoral que había hecho nunca. Su hermano miró cómplice desde el otro lado de la mesa. Sonrió y agarró la mano de ella.

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  • Bajo el puente

    Alfredo Casquero Algarra · Madrid 

    Bajo el puente, apenas resguardado del frío y del nublado día, preparaba sopa de calabaza, entre las ratas que, ateridas también por el gélido amanecer, se acurrucaban inertes a un lado de su pierna. Dos años pasaron desde que decidió abandonar su despacho, cancelar todas sus cuentas, repartir el dinero entre los más necesitados y romper en mil pedazos las escrituras de todas sus propiedades. Rechazaron el recurso. Su hijo era inocente de asesinato, aunque no de robo con fuerza. Pero fue posteriormente condenado y ejecutado. A nadie se le escapaba la inquina del que durante mucho tiempo fue considerado como el mejor y más afortunado abogado penalista y el hombre más rico de la isla. Cuando lo encontraron la sopa de calabaza era una amalgama negra, que, mezclada con los restos de la ropa carbonizada, producía un olor entre dulce y repugnante. Las ratas habían huido. También su delirio.

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  • Soy inocente

    Elena Ripol Estivill · Barcelona 

    Culpable. No lo entiendo, no llego a comprender a la justicia. Mi abogado me dice que han rechazado el último recurso. Yo no la maté. La quería más que a nada. Fue un accidente. No fue por mi voluntad. Tenía que enseñarle quien manda. Sólo lo hacía cuando realmente lo merecía. Cuando la sopa de calabaza llegaba fría, cuando miraba a otros hombres por la calle, cuando buscaba el enfrentamiento gratuito conmigo. A las mujeres hay que enseñarles o no te respetan. Yo sólo quise guiarle, como tantas veces hice y siempre me estuvo agradecida, cuando se le pasaba el dolor. Y éramos felices. Lo hubiéramos sido igualmente bajo un puente, sin dinero, sólo ella y yo. Sólo que en esta ocasión mi cerebro estaba algo más nublado por el alcohol y se me fue la mano. Pero jamás quise hacerle daño, la quería, era mía. Es injusto. Soy inocente.

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  • SIN RECURSO

    ANNA PLA FORNí S · Nav¡€¦s -el Pal¡€¦ de Torroella- (Barcelona) 

    Me había dado calabaza. Era un día nublado y gris. No se veía el puente desde la ventana de mi despacho. Me dijo simplemente y por teléfono: no tenía otro "recurso". Que idiotez! Siempre hay un recurso; otra opción para intentarlo. Parecía que quien fuera hasta entonces mi pareja no había comprendido el sinfín de "recursos" que había en la vida y más aún, en la vida de una abogada. Cada día en el trabajo recurría cuantas resoluciones eran desfavorables para mis clientes, siempre con la esperanza inocente de conseguir la victoria. Me quedó un vacío que nadie ni nada podía llenar: la pura realidad de que no todo se resolvía con un recurso. ¡l me lo había intentado transmitir y no lo supe comprender. Hoy, en la soledad de mi mesa de trabajo, pensando en recurrir el caso de Pedro,lo he sentido:el amor no se puede recurrir.

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  • Sentimiento de culpa

    Rafael Rojas Gutiérrez · JEREZ DE LA FRONTERA (C¡µDIZ) 

    El abogado meneó la cabeza. "No tiene sentido que insista, déjelo estar. Rehaga su vida". Pero yo no podía. Volvía a verme, una y otra vez, aquella noche. El cielo estaba nublado, tras varios días lloviendo, y la ciudad parecía un perro mojado acurrucándose en la oscuridad. Ella se había subido a la barandilla del puente. Yo me reía. Me reí cuando debería haberme enfadado, gritarle que se bajara y acabara con tanta tontería. Sin embargo, de nuevo, me comporté como el pasivo testigo de sus locuras, el espectador fascinado. Era como una llama, tan llena de vida, siempre en movimiento. Como su pelo naranja. Mi preciosa Calabaza. "Fue un accidente", repitió el abogado. Pero yo la ví caer y supe. "No, no puede usted presentar un recurso contra sí mismo para que le condenen. Intente olvidarla". Miré a las llamas en la chimenea. Nunca. Fue culpa mía.

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  • Siempre quise ser abogado…..

    José Luis González Martínez · SAN SEBASTIAN (GUIPéZCOA) 

    Siempre soñé con ser abogado, encerrar culpables. Hice lo indecible, estudié derecho, me empapé de códigos, juicios, recursos para salvar inocentes?. Quería vestirme la toga cuanto antes. Entonces me sobrevino la enfermedad y empecé a titubear: obesidad mórbida. Luego ocurrió lo del jurado popular. El fiscal y el abogado debían escoger los más aptos. Sonreían maliciosos y lograron ponerme nervioso; partí el puente de las gafas. Puede marcharse, me dijeron, no sirve. Otra vez las malditas grasas, pensé. Nunca lograré ser abogado. Esto tiene que acabar. No tengo salida. Debo hacerlo, aunque sienta terror. Tengo todo preparado, incluso la nota manuscrita. Iré a casa y lo haré. Entro. Tengo la vista nublada. Pienso en los muchos miserables en libertad. ¡¡Oh Dios que temblor!! Sudo. Casi vomitando releo otra vez el papel: la calabaza, la auténtica comegrasas. Francamente, dudo si hacerme abogado aunque el mundo esté lleno de miserables.

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