Crimen Perfecto

Joaquín Valls Arnau · Barcelona 

El día había amanecido nublado. Según un testigo, justo cuando Eustaquio, mi defendido, pasaba por encima del puente de piedra, por debajo lo hacía don Anselmo, el notario. Las malas lenguas venían comentando que éste mantenía trato carnal con la esposa de aquel, así que el jurado no creyó que la enorme calabaza rellena de piedras que le aplastó la cabeza, cayera del cielo por fatal casualidad. Lo que la gente no sabe es que casi a la misma hora yo también pasé por el puente, y que ni siquiera Eustaquio pudo verme a causa de la densa niebla. También ignoran que, según sospecho, a mi mujer don Alfonso también se la trajinaba. Ahora debo preparar a conciencia el recurso contra la sentencia que condena por asesinato al pobre Eustaquio. Nunca me ha importado lo más mínimo, que mi cliente sea inocente o culpable: soy, ante todo, un profesional.

 

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