Calabazas

María Antonia Cobos Avilés · Dampierre sous Bouhy (Francia) 

Aquella nublada tarde de noviembre apareció ante mi puerta con una sonrisa irónica y tres pequeñas cucurbitáceas en una cesta: “Como sigues acosándome e insistiendo en imponerme tu amor, aquí te traigo en vivo lo que ya te he dado mil veces oralmente: calabazas”. Un extraño amargor subió a mi garganta y casi me hizo vomitar. Yo tendría que haber sido más paciente y explotar hasta el último recurso, haberle reiterado mi sincero amor otra vez, pero ella me provocó con sus palabras y sobre todo con su humillante sonrisa. No recuerdo el golpe que le di en ese momento ni lo que hice después, sólo me veo sujetando su zapato en la mano. Luego sentí un inmenso y negro vacío tras la barandilla de seguridad del puente. Soy tan inocente como ella.

 

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