TODOS LOS SANTOS

Manuel Molina Domínguez · PALMA DE MALLORCA 

Su mujer acababa de darle calabazas largándose a vivir con un colega de la Audiencia. Pero él había decidido no amargarse. De hecho, se regocijaba pensando en el inminente puente del primero de noviembre. En pocas horas perdería de vista el nublado cielo de la ciudad en que tan responsablemente ejercía, y lo cambiaría por unos días de relax en Canarias. Mientras se entusiasmaba anticipadamente pensando en la cálida arena y el dorado sol, veía gesticular como en un sueño al abogado defensor. ¡ste parecía desgañitarse muy convencido de sus argumentos, aunque él no escuchaba ni una sola de sus palabras. Cuando le pareció que el letrado había acabado su alegato, él se levantó raudo y, mientras lanzaba la toga y salía apresuradamente del Juzgado para dirigirse al aeropuerto, gritó: -«Visto para sentencia»-. A ese último le condenaría; que, si era inocente, siempre le quedaba el recurso de apelación.

 

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