El mejor amigo

María José Peral González · SAN SEBASTIÁN (GUIPÚZCOA) 

El chico gritaba que era inocente, mientras se lo llevaban los agentes al calabozo. Su abogado, que era su mejor amigo también, le decía que presentaría un recurso, que estuviera tranquilo. En realidad el juicio había ido fatal: El acusado había sido detenido en un huerto, que estaba debajo del puente de la autopista, al lado del cadáver, entre manojos de puerros y hojas de calabaza. El chico repetía que él se despertó allí sin saber cómo había llegado, pero la acusación argumentaba que eso no tenía ningún sentido. Sólo había un resquicio para la esperanza: ¿dónde estaba el cuchillo? Nunca apareció el arma del crimen. Al finalizar la vista, el abogado salió de la sala. Estaba nublado, así que cogió su paraguas, que tenía un extraño final en punta, metálico y reluciente. Satisfecho, acarició un resorte en el mango que si apretaba, hacía salir esa punta rápida y letal.

 

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