Un caso de cuento
Agustín de las Heras Martínez · MadridYo, si quiere, se lo vuelvo a repetir, decía el inocente pastor. ¡Tiene que intentar que el seguro del otro me pague las ovejas muertas! Era medianoche e iba yo deprisa con el rebaño, cruzando el puente, para que no se quedaran a la intemperie. Se nos echaba el nublado encima. Apareció una carroza en sentido contrario a toda velocidad tirada por dos caballos. No me dio tiempo a más. Las ovejas y yo nos echamos a un lado, pero hubo a cinco que no les dio tiempo. ¡Pobrecitas! En eso, se vio como un fogonazo. Cuando desapareció el humo ya no estaba la carroza. Sólo pude ver a una dama que corría con un solo zapato, dos ratones y un perro. Esto es lo que quedó de la carroza. El abogado miraba al pastor cómo sujetaba una calabaza mientras pensaba lo difícil que tendría ganar aquel recurso.