Un caso personal

Fernando Gayo Sánchez 

Trabajo desde hace dos meses en un Juzgado de Instrucción, y mi jefe quiere enseñarnos el oficio en un seminario que imparte en la sierra; ¡adiós al puente! Repasaremos los puntos básicos de la abogacía moderna: recursos, demandas, apelaciones…,siempre con la fiel sospecha de que el que paga es inocente. Nos examinará y pondrá más de una “calabaza” sobre nuestro expediente haciendo gala del más arcaico modo pedagógico que despeje el nublado futuro de la profesión. Tiene un caso de divorcio, y nuestro cliente ha accedido a participar presencialmente y someterse a una inexperta batería de preguntas. Cuando voy a entrar a la salita, se filtra por la puerta entreabierta la voz del invitado advirtiendo a los presentes sobre su demandada. -Ándense con ojo, mi mujer también es abogado. Nunca ha dejado de sorprenderme el tono lírico que utiliza mi marido cuando habla de mí. Perderemos el caso…

 

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