Negra toga

Manuel Monje Pajuelo · Madrid 

Todas las juezas, sus señorías señoras, me dan calabaza tras calabaza, sólo logro pretensiones rechazadas, sentencias desestimatorias, cliente inocente, condenado, recurso presentado, aniquilado. Sin embargo, con los jueces, sus señorías señores, obtengo todo el éxito del abogado entregado, concienzudo, brillante, un día nublado se convierte en soleado y estimulante. No obstante, para ser honesto, no es más que una casualidad de casualidades, un azar de azares. Calculando y valorando, puedo asegurar, a ciencia cierta, que depende tanto de la suerte como de una moneda echada al agua, cara o cruz, desde cualquier puente. Misterio que escapa al sentido común de sus señorías, a sus facultades, a su concepto de justicia, que en nada depende de la razón, de la ley. Maldición última que adorna mi negra toga, por mi mujer regalada cuando empecé a ejercer la profesión y que pienso dejar abandonada en la sala de togas al primer descuido.

 

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