IX Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Imagen de perfilEl trono de hierro

Lorenzo David Rubio Martínez 

Pese al calor de agosto, el encausado apareció en la vista oral con una armadura de hierro y una espada "de acero valyrio", aseguraba que era. Le acusaban de haber decapitado a doce soldados de la Guardia Real. El abogado, secándole el sudor por la celada con toallitas perfumadas que sacaba de un neceser, esgrimía que se trataba de un caso de trastorno mental transitorio. Su cliente se había tragado las siete temporadas de Juego de Tronos en solo tres días, por lo que tal hecho heroico podía tener dos consecuencias: entrar al Libro Guiness de los Récords o sufrir un síndrome quijotesco temporal de creerse caballero al servicio de Khaleesi, la legítima heredera. Mientras todos reían de tan demente alegato, irrumpieron rompiendo las ventanas tres dragones echando fuego por la boca. En ese momento, el acusado exigió un juicio por combate. Fue declarado inocente.

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El más votado por la comunidad

Imagen de perfilUN CRIMEN POR RESOLVER

Aurora Roger Torlá 

Entre cuatro paredes, encerrado como un cartujo, estudia Derecho Romano, Civil y Penal. Persistirá hasta que un juez declare la inocencia de su mejor amigo, que fue encausado y condenado por un crimen que no cometió. No sucumbe a tentaciones, erre que erre, resiste. Su salud de hierro y su tesón son dignos de admiración. Metódicamente repasa códigos y jurisprudencia. Este enclaustramiento es temporal, nos dice, pero lleva así cuatro semanas. Apenas sale de la biblioteca. Sobrevive a esta ola de calor metiendo sus pies descalzos en un barreño con agua fresca, y a los estornudos que a veces le provoca tanto documento polvoriento, con un neceser rebosante de pañuelos. Ya le falta menos para poder apelar la sentencia con garantía de éxito.

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Relatos seleccionados

  • Imagen de perfilLa importancia del abogado

    Jose Ramón Galindo Calres 

    Siempre le gusto escribir con pluma, dejar surcos, caminos de hierro fundidos sobre el permanente infinito blanco. Prefería la labor manuscrita, artesanal frente a los teclados y los documentos pre-elaborados. Igualmente gustaba del calor del debate en estrados, de afrontar el temporal de argumentos del contrario, con ingenio y agudeza en trabajos bien forjados. Pero ahora se sentía frente al café como un verdadero criminal encausado. Aquél temporal político y mediático, le pillo con la toga colgada y lejos del despacho. Aferrado a sus costumbres y hábitos, leía del caso cuanto caía en sus manos. Por cercanía y conocimiento de ciertos implicados. Entonces volteó el periódico y murmuró a ratos, herido de ver a la Justicia sin defensor, ni abogado. De leer la condena sin audiencia, huérfana de prueba, juez y alegato. Nada más ajeno y lejano de lo que respetaba, trabajaba y defendía tan a diario.

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  • Imagen de perfilPrejuicios

    Alicia De La Puente Cobacho · Sevilla 

    Sacudió la cabeza, como desaprobando lo que estaba a punto de suceder, y a continuación el juez de guardia lo mandó al calabozo.

    Poco antes me había dado una llave y pedido su neceser -anticipando el temporal- así que me encaminé hacia su casa y entré.

    Camino del baño, advertí una pared repleta de papeles clavados con chinchetas y me detuve a observarlos.

    "¡Madre mía!" - exclamé para mí misma. Todas las fechas de las últimas muertes cuadraban con los números manuscritos. ¿Y si de verdad era el asesino?

    Un calor repentino invadió mi cuerpo al comprobar que el último crimen, el de la barra de hierro, se describía a la perfección en una de las notas.

    Logré llegar al lavabo, autoconvenciéndome con sus palabras: "Seré encausado por predecir hechos y avisar".

    Ya en el coche, encendí la radio y suspiré, entre aliviada y apenada. Habían encontrado otro cuerpo.

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  • Imagen de perfilEL ORÁCULO

    Rubén Gozalo Ledesma 

    Juan estaba soltero, rondaba los cuarenta y poseía un don asombroso. Con años de antelación podía saber quién necesitaría los servicios de un abogado. Por eso le contratamos. Su metodología era simple. Cogía una bola de hierro que guardaba en un neceser, la frotaba y decía: mira, ese hombre de ahí, en tres meses será encausado y al de más allá, en dos semanas, lo detendrán por estafa. Sus predicciones nunca fallaban. Con sus pronósticos nuestro bufete se hizo de oro: no dejábamos de captar clientes. Una tarde de mucho calor fui a verle. Aquella semana el temporal era asfixiante. Me ofreció un refresco, pero lo rechacé. Horas antes un abogado matrimonialista se había personado en mi puerta. Sobre la mesa de su escritorio vi dos pasajes de avión. Era la primera vez que fallaba en sus predicciones.

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  • Imagen de perfilUn mes y dos días

    Felicitas García Hernández · Soria 

    Con paso decidido, el abogado abandonó el edificio de acceso al centro penitenciario.
    En su cabeza resonaban las palabras angustiadas del encausado al que defendía:
    - ¡ No voy a poder aguantarlo, haz lo que sea pero sácame de aquí !
    Los primeros meses privados de libertad, todos los presos compartían esa letanía.
    En la calle el calor era asfixiante. Encendió el aire acondicionado en cuanto entró en el coche.
    ¡ Por fin vacaciones !
    Cruzó la verja de hierro y echó un último vistazo a los módulos que formaban la cárcel.
    Ya en su dormitorio, preparó el equipaje. Pantalones vaqueros, polos, bañador y zapatillas. Nada de trajes, ni corbatas, ni zapatos relucientes.
    Apretó la ropa y consiguió hueco para el neceser, repleto de remedios para conciliar el sueño.
    Agosto daba un respiro temporal a sus preocupaciones.
    Un mes y dos días de descanso.
    El tiempo, a veces, pasa volando.

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  • Imagen de perfil180 grados

    Natalia G. Castañeda 

    Todos los días acude puntual. Hoy se ha sentado con los nuevos y les ha contado lo que a todos, que él también tuvo su primer día y que no tienen de qué avergonzarse. Lo que ninguno imagina es que tras ese afable charlatán de andares torpes que oculta su timidez tras unas gafas carcomidas, se esconde una fortaleza de hierro esculpida de reveses. Hace unos meses, antes de perder su trabajo, tenía una familia y un hogar; después llegaron las deudas y los cortes de luz precedieron a un inminente desahucio del que fue encausado.
    Tras llenar el estómago, abandona solo el comedor y sobrevive al calor refugiándose bajo los soportales de la ciudad. Mañana volverá acompañado de su inseparable neceser marrón, donde atesora los recuerdos del abogado que fue, mientras ansía a que sin más dilación amaine el temporal del infortunio.

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  • Imagen de perfilLa ley de Hellpop

    MANUEL MORENO BELLOSILLO 

    Hellpop, además del abogado de las causas extraordinarias, es también un pensador. Cuando llega el calor y el cierre temporal de los juzgados, mete en un neceser las drogas que necesita y se retira a un lugar solitario para discurrir en filosofías que ningún Kant ha pensado. En base a su afortunada experiencia ha ideado una teoría que rebate la ley de Murphy, sistema de un pesimismo de hierro cuya premisa principal establece que «si algo puede salir mal, probablemente saldrá mal». Los postulados de la ley de Hellpop son los siguientes:
    1º- Si algo puede salir bien, saldrá bien.
    2º- Si un juicio se puede ganar, probablemente se ganará.
    3º- El juez que te turnen siempre será el más favorable a tu tesis.
    4º- Tu procedimiento se tramitará con celeridad.
    5º- Si defiendes a algún encausado, seguramente quedará absuelto.
    Hellpop es un optimista irredento, no lo puede evitar.

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  • Imagen de perfilSIN IDENTIDAD

    ERNESTO CÁCERES MOLINA · Málaga 

    El funcionario se carcajeaba. Recién en mi celda, tras colocar mi neceser en el baño, había preguntado mi nombre. Al contestarlo recibí una descarga eléctrica desde un dispositivo de hierro en el techo que había creído un aspersor contra incendios. Debían de gastar la misma broma a cada primerizo. Sentí calor, el pecho percutido por miles de alfileres. Había desafiado al poder en un artículo periodístico. “Se condena al encausado a tres años de prisión. Perteneciendo su delito a los que persiguen la notoriedad del autor, se le condena igualmente a la desaparición temporal de su identidad personal. Nombre y apellidos serán eliminados de todo archivo y sustituidos por una referencia numérica. Queda prohibido su uso por toda persona, reo incluido. Se adoptarán medidas al respecto”, rezaba mi sentencia. Luego volví a pronunciar mi nombre en sueños: otra descarga. Desperté. Y al saber todo pesadilla, amé mi profesión de abogado.

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  • Imagen de perfilABOGADA EN ESTADO

    Reyes Bellver Alonso · Madrid 

    La tormenta azotaba mi piso. Era tarde y seguía trabajando. Además, tenía pendiente preparar una de mis clases en la Universidad. Debía explicarles a los alumnos la diferencia entre “investigado”, “procesado” y “encausado” ¡Qué daño han hecho algunos tertulianos que se creen abogados! Estaba de casi seis meses, y no me encontraba bien. Pasaba más tiempo en el baño; neceser con pastillas en mano, intentando lidiar con mis náuseas; que en el escritorio. Dijeron que iba a ser temporal. No fue así. Además hay que sumar mi falta de hierro, más debilidad. Y este calor que no ayuda en mi estado ¡Estas cosas no te las cuentan! Las mujeres seguimos sin contar la verdad sobre lo que es traer vida a este mundo, trabajando. Quiero seguir siendo abogada, pero también quiero ser madre. Sonreí. Apagué el portátil. Me tumbé en la cama sintiendo a mi bebé mientras continuaba la tormenta.

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  • Imagen de perfilNunca más

    Alfredo Sepúlveda Sánchez · Madrid 

    Había perdido el juicio. Estaba convencido. Me había encerrado en mi habitación haciendo de ella un bastión que imaginaba inexpugnable. Me intenté levantar de la cama despacio y lloroso. Llevaba la toga puesta y al encausado conmigo con una cadena. Era mi condena que esperaba fuese temporal, pero era un sobreesfuerzo ímprobo, más parecido al halar de un remolque amarrado a mis tobillos. Hacía calor y no había querido probar bocado. Mi estómago estaba sellado por el dolor y la angustia. Todo me parecía borroso y confuso; me sentía azul, como el periodo triste de Picasso. Respiré hondo en repetidas ocasiones y me introduje en la ducha. Me acerqué el neceser antes de abrir el agua que se agarraba a mi carne como si no existiese gravedad. La sentía como pinchazos de agujas de hierro de un tatuaje imborrable. ¡Otra vez el maldito sueño!

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  • Imagen de perfilSOFOCONES COMPENSATORIOS

    Purificación Ruiz Gómez · Madrid 

    Cuando acabó el juicio, Carmen, abogada matrimonialista y feminista con mano de hierro, sacó de su neceser una toallita para secarse el sudor. El calor físico y mental provocado por este caso le había derretido hasta la paciencia. Pero había ganado. Sabía que su victoria era temporal y que el encausado, después de un tiempo razonable de tregua, volvería a las andadas. De nuevo se las vería con él en esta cruzada a favor de las mujeres que había sido su causa vital. Y seguiría siéndolo para siempre.
    Abrazó a su defendida con la satisfacción de haber conseguido para ella no sólo una compensación monetaria justa por sus sacrificios y renuncias , sino además un triunfo moral que le devolvería la confianza perdida en sí misma, y en un mundo susceptible de valorar la generosidad por encima de la traición y el egoísmo. Creando jurisprudencia con regusto a utopía...

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  • Imagen de perfilSALVADO POR LA CAMPANA

    Almudena Horcajo Sanz · MADRID 

    El terrible asesinato había conmocionado a la ciudad. El juicio levantó una enorme expectación y la sala estaba abarrotada. Allí estaba yo, solo, sentado en el banquillo, era el encausado. Hacía un calor asfixiante y el sudor corría desbordado por mi cara; para secármelo vacié mi neceser, pero no encontré pañuelos. Empapado, vi como la acusación presentaba pruebas tan extravagantes como contundentes; la principal, un trozo de piel de la víctima con un tatuaje en el que se podía leer mi nombre y debajo la palabra asesino. Mi abogado enmudeció. El bullicio era enorme, el juez se afanaba en restablecer el orden golpeando la mesa con un enorme mazo de hierro, mientras miles de dedos acusadores me señalaban. La angustia me resultaba insoportable... Por fin, ¡qué alivio! La melodía que tanto aborrezco, hoy se convertía en salvadora, arrastrándome como un temporal de viento hacia la luz del día.

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  • Imagen de perfilEl abogado astrónomo

    José Manuel Pérez Pardo de Vera 

    Acodado en la cubierta, contemplaba con nostalgia la espuma que dejaba la estela. La proa penetraba la oscuridad de la noche. Se le antojaba la de su incierto porvenir de jubilado tras una vida dedicada al Derecho.

    Elevó la vista a las estrellas. Su hobby. Admiraba aquel orden y equilibrio. Siempre había intentado extrapolarlos a su humilde microcosmos de togas, estrados y encausados.

    En el camarote abrió el neceser. Quizá fuese por ese corte en la barbilla con su cuchilla de hierro. O por el repentino calor asfixiante, preludio de un temporal cercano. O por el monótono murmullo de lejanas voces sin nombre.

    Al día siguiente los diarios se hicieron eco del rescate de un navío. La voz de alarma la dio un mensaje telegrafiado en un inusual lenguaje forense. En las portadas su autor fue apodado 'el abogado astrónomo'. Aquel fue el primer día del resto de su vida.

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  • Imagen de perfilEsperanza

    Noel Fraire Ventura 

    Gotas de humedad caían del techo, hacía un calor asfixiante. Hondamente sumido en sus cavilaciones, analizaba todo lo ocurrido. Ahora estaba detenido por error, encausado por asesinato. Tenía los ojos fijos en su neceser; todo su mundo material se había reducido a eso. Y mientras, se preguntaba: -¿Y si la estancia allí no fuera algo temporal? ¿Y si tal confusión no pudiera ser aclarada?-
    Se estremeció. Un sudor frío le señaló un nudo de angustia en su estómago. Se derrumbó ante el futuro, anticipado por su imaginación. Preso del pánico, quiso llorar de miedo y de desesperación.
    Sin darse cuenta, una sombra terrible se detuvo frente a su celda, luego el hierro se entreabrió. Una persona digna y de semblante grave esperaba en el umbral. Sus miradas se dijeron tanto en tan poco, que el reo no pudo más que esbozar una sonrisa de sosiego. Le dijo: -Soy tu abogado-.

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  • Imagen de perfilCada uno en su sitio

    Gabriel Pérez Martínez · Málaga 

    Recuerdo nítidamente esa tarde de calor que se diluyó en un temporal de rayos. Sonó el teléfono. “Soy yo. Estoy detenido. Me acusan de haber asesinado a López Hierro. Tienes que ayudarme”. Hacía más de cinco años que no veía a mi hermano. Sabía que vivía en un edificio derruido con otros indigentes desde que López Hierro lo dejó sin trabajo, escribiendo los primeros renglones de su infortunio. En ese tiempo, mi hermano había repudiado a su familia, por eso me extrañó que me llamara a mí y no a otro abogado. Fui a comisaría. Le llevé un neceser con espuma de afeitar y maquinillas más ropa limpia. Hablamos y acepté su defensa.
    En el juicio, varios testigos lo identificaron. “Declaro al encausado, culpable”, sentenció el juez. Un día antes de ingresar en prisión, le hice una visita. No podía permitir que un inocente entrara en mi lugar. Somos gemelos.

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  • Imagen de perfilEl refrán del crimen

    Ignacio Jones Camacho · Girona 

    Siempre me gustó madrugar para comprobar si amanecía más temprano.

    Un intenso calor de junio me persuadió de portar sayo. Mi impronta de letrado se dibujaba en una elegante camisa de seda atildada con una corbata. A pesar de ello mi cara de orangután permaneció impasible ante el duro día por afrontar.

    Visitar a un posible encausado por homicidio con arma de fuego no es lo más excitante. Conozco a mi cliente, la bala que atravesó el hueso temporal de la víctima solo pudo ser suya. Su cara enfermiza siempre fue el espejo de su ruin alma.

    A falta de un buen árbol, el portal de su casa me cobijó de la canícula. Me detuve en su rellano, la puerta estaba forzada. Entré con sigilo, un neceser desparramado en el suelo me guió hacia el lavabo. Oh, no.

    Un oportuno refrán resbaló entonces entre mis labios: quien a hierro mata…

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  • Imagen de perfilINTERCAMBIO CLIMÁTICO

    Margarita del Brezo 

    Aunque estamos en agosto, llevamos un par de meses soportando un temporal que empezó días antes de que aquel hombre apareciese en mi despacho con una nube sobre su cabeza y arrastrando un pesado neceser de Pedro del Hierro.
    —Necesito un abogado —espetó antes de sentarse. Y sin dejarme tiempo para reaccionar, se lanzó a hablar compulsiva y desordenadamente. Pero yo no le escuchaba. Atónito, miraba cómo la nube se evaporaba con el calor de la calefacción y comenzaba a llover. Él, sin inmutarse, continuaba explicando:
    —Tuvo que darme el cambiazo al apearnos en la estación, seguro. Este no es mi neceser. Está lleno de centellas, ventisca y granizo. Compruébelo. Y encima tiene el móvil apagado el muy... ¡Es injusto que sea yo el encausado por reventar las vacaciones a millones de turistas!
    No fue difícil demostrar la inocencia del verano, pero el maldito invierno sigue sin responder al teléfono.

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  • Imagen de perfilEMOCIONES

    LOLA SANABRIA GARCÍA 

    Sobrevivió al escorbuto, al calor asfixiante, a la escasez de agua y al temporal que acabó con media tripulación y parte del pasaje del barco en el que viajaba. Nada consiguió doblegar su voluntad de hierro. Ya en tierra americana, compró un rancho y se casó con una mujer a la que adoraba. Ejercía como juez, sin que emoción alguna alterara su imparcialidad a la hora de dictar sentencia, hasta el día en que asaltaron la diligencia. Cuando el juez vio el neceser ensangrentado de su amada en manos del ayudante del sheriff, hizo caso omiso del llanto y los gritos del muchacho proclamando su inocencia, y mandó al encausado a la horca. Desde entonces su vida es un infierno. Piensa que tal vez se equivocó e imagina al verdadero asesino acariciando la cabeza de un hijo de la misma edad que tendría, si viviera, el que esperaba su esposa.

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  • Imagen de perfilCerrado por vacaciones.

    Víctor Manuel Fraile García 

    Encerrado en su despacho y sufriendo los rigores del estío, el abogado únicamente podía pensar en el calor que padecía desde que se averió su aire acondicionado. Ese cacharro de hierro le había abandonado cuando más lo necesitaba. El técnico le había asegurado que sería algo temporal, pero el repuesto de la pieza averiada parecía no llegar nunca.
    Mientras el letrado agotaba las toallitas húmedas que guardaba en su neceser, el cliente, encausado por un delito de falso testimonio, parloteaba incesantemente sobre su supuesta inocencia, sin que pareciese que el cargado ambiente reinante en la estancia le molestase lo más mínimo.
    De repente, el abogado, harto de la desagradable vocecilla de aquel hombre, se levantó del asiento, asió al cliente por el brazo, el cual, sorprendido, se quedó callado súbitamente, y lo acompañó a la calle, no sin antes colgar en la puerta un letrero que rezaba "Cerrado por vacaciones".

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  • Imagen de perfilDe Oficio, con oficio

    Javier Martín García 

    De momento solo estaba encausado en el proceso penal, pero todo apuntaba a que, salvo un milagro, iba a tener que coger su neceser y mudarse, de forma temporal y no voluntaria, desde su modesto piso a vivir tras las rejas de hierro de una pequeña celda en el centro penitenciario. Y lo que le causaba mayor inquietud es que su futuro estaba en manos de lo que parecía un joven, inexperto y desinteresado abogado de oficio, un muchacho bajo y gordito, de pelo rubio y mofletes colorados, con unas gruesas gafas que permitían adivinar que había tenido una dura infancia bajo algún cruel apelativo. Lo que nunca pudo haber imaginado es que aquél infante vestido con un traje dos tallas por encima de la suya se transformaba en el calor de la intensa batalla judicial en una versión mejorada de Atticus Finch. Y el milagro, al final, se produjo…

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  • Imagen de perfilFARIO

    Guillermo Sancho Hernández 

    Tras obtener su primera sentencia favorable (una reclamación por la titularidad de un valioso neceser), K. empezó el ritual: los días de juicio se pondría las gafas de pasta que le habían dado suerte.
    La absolución de un encausado (acusado por error de la sustracción de una furgoneta cargada de pistachos), añadió a los célebres anteojos unos calcetines verde esperanza. Luego vino la pluma estilográfica infalible, y el reloj argénteo con agujas de hierro, anunciado en televisión: precisión y prestigio al servicio de cualquier compromiso temporal. En los últimos meses, rematando sus finísimas camisas para el calor estival, K. ha agregado al conjunto una corbata imprescindible, pese a su denunciable policromía, por su impecable estadística.
    Hoy, al entrar en la sala a las once en punto, con todos sus amuletos encima, el funcionario competente ha comunicado a K. que su vista estaba señalada para ayer, a la misma hora.

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  • Imagen de perfilHuída

    Patricia Collazo González 

    Guardó en el neceser el cepillo de dientes, las pastillas de hierro y el bicarbonato. Eso era todo lo que necesitaba para huir del calor de la capital.
    Deslizó también las palabras del abogado entre los pliegues del escueto equipaje: “Es temporal, Alicia. En septiembre recurriremos y entonces…”
    Sabía que el asunto no estaba encausado. Que no estaba huyendo del calor sino de la posibilidad de cruzárselo en plena calle. El monstruo estaba libre, y aunque ella había cambiado de domicilio y de aspecto, no se sentía segura.
    Taxi a la estación, gafas oscuras, temblor en cada semáforo, al aperase del coche, al mostrar su billete en el control de accesos.
    Cuando el tren se puso en marcha respiró aliviada. Hasta que su compañero de asiento ocupó el lugar que había permanecido libre.
    - Hola, Alicia. Cuánto tiempo, ¿no? – escuchó justo antes de entrar en el túnel.

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  • Imagen de perfilHOYO EN UNO

    Javier Puchades Sanmartin 

    Cuando llegué a “Manuel Gutiérrez & Hijos y Asociados” me aseguraron que de forma temporal estaría a prueba. Pero, si tal como ponía mi currículum, cumplía las expectativas, pronto sería socio.
    Para codearme con la élite del despacho acepté su invitación a jugar al golf. No tenía ni idea, pero no debía de ser difícil darle a la pelotita. Acudí a la mejor tienda de deportes y me agencié con todo lo necesario, incluso un neceser para las cosas de aseo. El club tenía sauna y masaje.
    Ha pasado un mes desde aquel día. Lo maldigo. Todos mis sueños salieron volando junto con mi hierro 9 cuando intenté darle a mi primera bola, con tan mala fortuna, que se estrelló en la cabeza de D. Manuel.
    Ahora el bufete se llama Hijos de Gutiérrez & Asociados. Yo estoy encausado por homicidio y no soporto el calor de esta celda.

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  • Imagen de perfilWorkahólico

    Ernesto Ortega garrido 

    Aquel verano hacía calor y tenía mucho trabajo. Mi mujer se había ido de vacaciones con los niños. Como en casa no funcionaba el aire acondicionado, cogí un neceser y una muda, y me instalé en el bufete. Por las mañanas me afeitaba en el servicio, por si algún encausado nos visitaba. Siempre hay que estar impecable. Empezó como algo temporal, pero desde entonces no he vuelto por casa. Ahora vivo en Hierro y asociados. Algunas noches, paso a pedirle sal a Marta, la de penal, que se ha instalado dos despachos a mi izquierda. Charlamos de sus cosas y mis casos y, de vez en cuando, nos acostamos. Aquí soy feliz, aunque algún día me quedo mirando la foto del escritorio y me pregunto qué habrá sido de ellos. ¿Me echarán de menos? ¿Habrán hecho ya la comunión? Luego, bajo la cabeza y sigo concentrado en el sumario.

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  • Imagen de perfilUna ilusión cumplida

    Joaquín García 

    Abrió el neceser para retocarse el maquillaje. La defensa del encausado comenzaba en breve, así que se dio prisa y apenas estuvo unos minutos en el retrete de los juzgados de lo social. Hacía bastante calor dentro del edificio, aunque su sudor respondía más a los nervios y al miedo. Tras cinco años en el bufete como abogada, era la primera vez que iba a llevar un caso. Cuando salió al pasillo y vio el rictus airado de su jefe intuyó el temporal. «Con los aprendices, mano de hierro.», solía decir. Gritos y desprecio ante todos los presentes era el trato habitual con el que el viejo abogado laboralista trataba a sus jóvenes trabajadores. Pero ella no lo escuchó, ilusionada al entrar en la sala donde iba a comenzar la vista por la que demandaba a su jefe por acoso laboral. Su primer caso al fin.

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  • Imagen de perfilUN CRIMEN POR RESOLVER

    Aurora Roger Torlá 

    Entre cuatro paredes, encerrado como un cartujo, estudia Derecho Romano, Civil y Penal. Persistirá hasta que un juez declare la inocencia de su mejor amigo, que fue encausado y condenado por un crimen que no cometió. No sucumbe a tentaciones, erre que erre, resiste. Su salud de hierro y su tesón son dignos de admiración. Metódicamente repasa códigos y jurisprudencia. Este enclaustramiento es temporal, nos dice, pero lleva así cuatro semanas. Apenas sale de la biblioteca. Sobrevive a esta ola de calor metiendo sus pies descalzos en un barreño con agua fresca, y a los estornudos que a veces le provoca tanto documento polvoriento, con un neceser rebosante de pañuelos. Ya le falta menos para poder apelar la sentencia con garantía de éxito.

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  • Imagen de perfilContra viento y marea

    Lita Rivas Folgar 

    Soy abogada por convicción, lo llevo en la sangre. Es una herencia de mis antepasados.
    Cierto día, mientras curioseaba en el desván, encontré un arcón, que contenía documentación de mi abuelo, correspondiente al año 1913. Tal hallazgo, me llenó de emoción, y dediqué buena parte de ese día a leer aquellos documentos enmohecidos, pero todavía legibles. Uno de ellos me llamó especialmente la atención: Se trataba de la defensa de una encausada por sufragista, que había sido encarcelada, tan sólo por luchar, con una voluntad de hierro, por el derecho al voto de las mujeres. Ella y sus compañeras de lucha generaron un temporal de animadversión, incluso entre otras mujeres. Sentí una oleada de calor provocada por la indignación. Dentro del arcón también había un neceser descolorido, que contenía algunos recuerdos de su defendida, y que él conservó. Asumió su defensa y la sacó de prisión. Me enorgullezco por ello.

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  • Imagen de perfilPLEITOS TENGAS… Y LOS GANES

    LOURDES ASO TORRALBA 

    Aproveché las vacaciones para hacer inventario. A pesar del calor, las cuentas no podían ser más claras. La escasa clientela era como para preocuparse y, por mucho que soñara con que pasara el temporal y no deseara echar más hierro al asunto, lo de “pleitos tengas y los ganes” cobraba más fuerza que nunca. Había que reinventarse o morir. Por el rabillo del ojo espié a mis víctimas de sombrilla. Mientras sacaba de mi neceser un móvil sin identificación alguna, pensé que el encausado no tendría más remedio que demandar los servicios de “cualquier letrado”, (aunque no fuera yo) si quería seguir disfrutando del chiringuito. La policía no tardó en personarse para ejecutar la detención mientras yo disfrutaba del sol tranquilamente. Compré una cerveza helada al mozo (me entregó publicidad de servicios jurídicos a buen precio, la de mi bufete). Ya solo quedaba ganarme su confianza y el caso.

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  • Imagen de perfilTIEMPOS MODERNOS

    Esteban Torres Sagra 

    Al principio no vi mal que fiscales, jueces y abogados llevásemos togas de colores distintos en aras de ser más mediáticos y poder retransmitir en 3D las vistas. Luego llegaron las togas sin mangas, “por el calor”, decían los del CGPJ. Cuando se introdujeron las rayas verticales, de manera temporal, ya tuve mis reparos. Todo para que la audiencia identificase a cada uno: “El juez, con indumentaria fucsia y neceser a la espalda con un bote de spray”-comentaba Matías Prats. Cada fiscal tiene su propia vestimenta y una segunda elástica por si coincide con la del defensor, y viceversa. Pero lo que trasciende la ética procesal completamente -y así lo reflejé al motivar mi abstención- es llevar publicidad del tipo: “Forja MARTÍN FIERRO, los mejores barrotes de hierro” o “Fly to Alcatraz”, en el pecho, justo al lado de los teléfonos donde votar a favor o en contra del encausado.

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  • Imagen de perfilCONTRATO MATRIMONIAL

    Ángel Montoro Valverde 

    Sólo la conveniencia explica que Flor, ya polinizada, como denota su perfecta curvatura abdominal, del brazo de hierro de su padre el Garfio, camine hasta el altar donde, impaciente, espera el joven letrado. La novia sonríe ante la sorpresiva presencia de su madre que, con residencia temporal en Albolote, estrena permiso penitenciario y bolso, con las hechuras de neceser y las justas medidas para portar su Beretta.

    Sólo la garantía vitalicia del ejercicio profesional y del calor de la abundancia explica que la contrayente no sea Violeta, su amantísima novia de siempre. Pero las innumerables virtudes éticas y estéticas de esta profesora de internacional, hija del presidente de la Audiencia, no pueden ni de lejos competir con la vasta ciencia jurídica de su nueva familia de encausados, cuyo paradigma fue el bisabuelo Lenguas, apodado así por su poliglotía; y por su expresión facial cuando le dieron garrote.

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  • Imagen de perfilEl peso de la injusticia tiene límites

    Antonio Presencia Crespo 

    A esas alturas del proceso no me alarmó que la otra parte presentara un testigo falso. Tampoco me asusté demasiado cuando vi el neceser, el pasaporte y las otras pruebas manipuladas.

    Lo que verdaderamente me produjo una profunda sorpresa y desamparo fue percibir que la balanza de la Justicia representada en el tapiz que presidía la Sala de vistas, hecha de trozos de tela, se iba inclinando del lado de mi adversario, el encausado.

    Sin embargo, fue tal la cantidad de abusos de la parte demandada que el platillo de la balanza se descolgó por el peso y cayó al suelo. El estruendo del enorme platillo de paño, convertido sorprendentemente en hierro, sacó de su temporal letargo al tribunal, y los jueces pusieron freno a los desmanes. También yo recuperé al instante el color del rostro, el calor del cuerpo y la esperanza en la Justicia.

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  • Imagen de perfilCUANDO LA UTOPÍA DESAPARECE

    Gloria Arcos Lado 

    Siempre había admirado a mi padre. Vagaba por la vida con un baúl lleno de utopías y eso a mis ojos le convertía en un ser fascinante.
    Cuando defendía a un encausado sacaba a relucir ante el jurado sus sólidos principios, resistentes como el hierro.
    Aquella inclemente mañana, en la que apretaba el calor, sucedió algo inaudito.
    Al levantarse, el viejo letrado sacó de su neceser la colonia que le había regalado mi madre y se roció antes de mirarme fijamente. Después, muy serio, me explicó que probablemente sería la última vez que acudiría a un juzgado.
    El dueño del bufete había contratado a un joven recién licenciado que apuntaba maneras.
    Y aunque solo había firmado un contrato temporal, el autor de mis días entendió que su tiempo como defensor de causas perdidas se había acabado.
    Ahora su despacho afrontaría, de manera mercantil, una nueva forma de entender la Justicia.

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  • Imagen de perfilEfecto mariposa

    María Sergia Martín González- towanda 

    Querido Miguel:

    Ayer telefoneó tu abogada para comunicarme que ya tenemos fecha para el juicio y que pedirá tres años al conductor encausado. Tras el temporal que desató en nuestro universo el aleteo de aquella mariposa, finalmente, descansaremos cuando se haga justicia. Sobre todo, papá. En estos últimos días parece más animado. Ya sabes que el calor le revive y ha superado otra grave anemia con un nuevo tratamiento de hierro. Te gustaría verle en el hospital: no suelta el neceser que le regaló el Club con una bicicleta bordada bajo tus iniciales. Delante de él, hago de tripas corazón porque temo que deje de luchar y acabe perdiéndole para siempre. Pero debo confesarte, querido hijo, que, cuando regreso a tu habitación, tu ausencia me asfixia… Solo aquí puedo masticar soledades y rabia maldiciendo a la mariposa que, batiendo sus alas, te borró de manera tan caótica de nuestras vidas.

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  • Imagen de perfilLa sentencia

    Marta Trutxuelo García 

    Ojalá esto acabara ya. Ojalá yo fuera el árbitro; yo, que ostento el récord de emisión de sentencias en breve plazo, el "juez sumarísimo"; pero, yo, soy el encausado. El ministerio fiscal despliega su dialéctica para acusarme de mil negligencias: incumplimiento de plazos, inexactitudes en el trámite, fallos de protocolo... Pero los defensores capean, ágiles, el temporal de acusaciones, esgrimiendo sus argumentos para quitar hierro a tales calumnias. Todos los juicios en los que participé desfilan ante mí, como un ciempiés, en una interminable letanía que me sumerge en un profundo sopor. ¡Visto para sentencia!, me despierta un golpe seco. El ujier me indica que recoja mis pertenencias: mi reloj parado, y un neceser con un cepillo de dientes y mucha incertidumbre. Me dirijo lentamente hacia una luz celestial en un eterno pasillo bajo un calor endiablado. Camino y cavilo... cavilo camino a mi sentencia final... ¿paraíso o infierno?

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  • Imagen de perfilAcróstico jurídico

    JUAN CARLOS MONTERDE GARCĺA 

    Desde pequeño me han gustado siempre los acrósticos. ¿Quién no recuerda el célebre acróstico del ‘Letrado’ Fernando de Rojas en La Celestina? Espero que éste de Agosto sea del agrado de los lectores jurídicos:

    - A disfrutar de unas buenas vacaciones- pensó el Abogado.

    - Gustosamente iré a la playa con mi neceser, creo que este verano hará mucho calor- siguió pensando.

    - O al Juzgado en Septiembre cuando el temporal no sea ya bueno- acabó barruntando.

    - Siempre me quita el sueño acordarme en la tumbona de aquel cliente mío encausado- recordó apenado.

    - ¡Tantas vueltas le doy al hierro con el que presuntamente atizó a su ex-mujer!- exclamó.

    - ¡O quizás no fuera él! -decidió finalmente.

    Thank you very much!

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  • Imagen de perfilVACACIONES FUGACES

    CARMEN ANDREY MARTIN 

    Vacaciones. Por fin. Aprovechando que es temprano y aún no hace calor, baja a la piscina para darse un chapuzón, acompañado únicamente del neceser y la toalla. Lee una noticia del periódico local mientras toma a sorbos el café: "La tecnología y los nuevos sistemas de trabajo dificultan nuestro tiempo efectivo de descanso(...)Cansancio, estrés, ansiedad, peligros de esta conectividad permanente.¿Necesitamos un derecho a la desconexión digital? (...)"

    El pitido de un audio de WhatsApp le saca atropelladamente de su lectura:

    - "Fran, siento molestarte. Como sabes, mi hijo trabaja como vigilante en una obra, anoche intentaron robar y para defenderse golpeó al tío con una barra de hierro, con tan mala suerte que...en fin... El jefe dice que será encausado por esto y le ha despedido, dice que como algo temporal. Necesitamos un abogado, ¿Podrías venir?"

    Resopla mientras teclea "Te llamo de camino". El café queda intacto sobre la mesa.

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