Imagen de perfilCerrado por vacaciones.

Víctor Manuel Fraile García 

Encerrado en su despacho y sufriendo los rigores del estío, el abogado únicamente podía pensar en el calor que padecía desde que se averió su aire acondicionado. Ese cacharro de hierro le había abandonado cuando más lo necesitaba. El técnico le había asegurado que sería algo temporal, pero el repuesto de la pieza averiada parecía no llegar nunca.
Mientras el letrado agotaba las toallitas húmedas que guardaba en su neceser, el cliente, encausado por un delito de falso testimonio, parloteaba incesantemente sobre su supuesta inocencia, sin que pareciese que el cargado ambiente reinante en la estancia le molestase lo más mínimo.
De repente, el abogado, harto de la desagradable vocecilla de aquel hombre, se levantó del asiento, asió al cliente por el brazo, el cual, sorprendido, se quedó callado súbitamente, y lo acompañó a la calle, no sin antes colgar en la puerta un letrero que rezaba «Cerrado por vacaciones».

 

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