Natalia G. Castañeda
Microrrelatos publicados
180 grados
Todos los días acude puntual. Hoy se ha sentado con los nuevos y les ha contado lo que a todos, que él también tuvo su primer día y que no tienen de qué avergonzarse. Lo que ninguno imagina es que tras ese afable charlatán de andares torpes que oculta su timidez tras unas gafas carcomidas, se esconde una fortaleza de hierro esculpida de reveses. Hace unos meses, antes de perder su trabajo, tenía una familia y un hogar; después llegaron las deudas y los cortes de luz precedieron a un inminente desahucio del que fue encausado.
Tras llenar el estómago, abandona solo el comedor y sobrevive al calor refugiándose bajo los soportales de la ciudad. Mañana volverá acompañado de su inseparable neceser marrón, donde atesora los recuerdos del abogado que fue, mientras ansía a que sin más dilación amaine el temporal del infortunio.| Agosto 2017
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 1Dos amigas
Recuerdo la primera vez que nos vimos como si fuera ayer. Llevabas un vestido de verano y aguardabas mi llegada sentada en un taburete con la mirada fija en la ventana. Al verme te mostraste desconfiada, luego supe que no esperabas que tu abogado fuese una mujer. El calvario de amenazas y abusos eran visibles en tu piel, y tu voz quebradiza contrastaba con la seguridad que emanaban tus palabras derruyendo de inmediato tu aparente fragilidad. No tardaste en adaptarte a nuestras costumbres e idiosincrasia, a responder con una sonrisa a los maleantes que siguen llamándote negra, e imponerte con estoicismo a cualquier adversidad. Y yo quise acompañarte en tu batalla infatigable hasta que llegara el día en que los presuntos cabecillas de las redes que se prevalieron del incumplimiento de los derechos humanos, pagasen con su libertad todas las vidas que truncaron en el Mediterráneo. Hoy, es ese día.
| Julio 2017
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 1La cárcel de oro
Creyeron que su salvación estaba en Europa porque allí la barbarie humana no teñiría los días con el rojo y gris de la destrucción. Porque allí no tendrían que huir con lo puesto en una barca arrastrada por la corriente con la incertidumbre de no saber si aguantará hasta llegar a tierra firme o serán engullidos por el mar. Porque allí no pasarían las horas a la intemperie ni tendrían que agujerear la alambrada para atravesar la frontera. Porque después de perderlo todo y sortear a la muerte creían que serían bien recibidos. Pero se equivocaron y niños, abuelas, huérfanos o familias enteras están ahora atrapados. Algunos son médicos, abogados o amas de casa, pero en los campos son sólo refugiados encerrados en una cárcel de oro.
| Junio 2016
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 1