Dos amigas
Natalia G. CastañedaRecuerdo la primera vez que nos vimos como si fuera ayer. Llevabas un vestido de verano y aguardabas mi llegada sentada en un taburete con la mirada fija en la ventana. Al verme te mostraste desconfiada, luego supe que no esperabas que tu abogado fuese una mujer. El calvario de amenazas y abusos eran visibles en tu piel, y tu voz quebradiza contrastaba con la seguridad que emanaban tus palabras derruyendo de inmediato tu aparente fragilidad. No tardaste en adaptarte a nuestras costumbres e idiosincrasia, a responder con una sonrisa a los maleantes que siguen llamándote negra, e imponerte con estoicismo a cualquier adversidad. Y yo quise acompañarte en tu batalla infatigable hasta que llegara el día en que los presuntos cabecillas de las redes que se prevalieron del incumplimiento de los derechos humanos, pagasen con su libertad todas las vidas que truncaron en el Mediterráneo. Hoy, es ese día.