Gloria Arcos Lado

Microrrelatos publicados

  • DUDA RAZONABLE

    Acostada en mi habitación, especulo sobre cuántos meses me quedan de vida.

    Y pienso que pasaría si me tocara ser vocal o presidenta en estas elecciones, ahora que si el tratamiento no me lo impide, tengo una semana de vacaciones aseguradas en Fuengirola.

    Según las últimas noticias tendría que haberlas pagado antes de la convocatoria.

    Pero, en mi caso, las ha abonado mi prima y mi nombre no aparece ni en el billete del tren, que compraré cuando esté segura que mis ciclos de quimio e inmunoterapia van a su ritmo, sin sorpresas por bajada de defensas o problemas intestinales.

    Pero, si fuera el caso, pienso:

    ¿ Qué haría, yo, que soy de carácter afable?

    ¿ Plantearía un litigio al Estado o quizás me limitaría a intentar pactar ?

    Probablemente les entregaría los cientos de informes médicos que demuestran que estoy moribunda debido a un cáncer de páncreas con metástasis.

    | Junio 2023
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  • CUANDO EL DEBER SE IMPONE

    Me encontraba en la sala del juicio a la espera de hacer mi alegato contra aquella importante empresa minera por haber vertido al agua del río aquellos productos contaminantes.
    Mientras aguardaba trataba de recordar aquel lugar del río al que solía ir de pesca con mi padre. Eran de los mejores recuerdos que atesoraba de mi adolescencia.
    Siempre acudíamos al mismo recodo, entonces verde y pleno de vida, no como ahora lleno de aguas turbias, malos olores, peces muertos y montones de plástico.
    Rememoraba aquellos momentos felices y trataba de convencerme que debía aprender a separar el trabajo del ocio.
    Pero ahora tenía que convencer al jurado de que había sido un fatal accidente y que la minera era una empresa respetuosa con el medio ambiente, que intentaba conservar impoluto.
    Solo faltaba que yo me lo creyera para poder defender a la minera como era mi deber.

    | Junio 2020
     Participante
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  • CUANDO LA UTOPÍA DESAPARECE

    Siempre había admirado a mi padre. Vagaba por la vida con un baúl lleno de utopías y eso a mis ojos le convertía en un ser fascinante.
    Cuando defendía a un encausado sacaba a relucir ante el jurado sus sólidos principios, resistentes como el hierro.
    Aquella inclemente mañana, en la que apretaba el calor, sucedió algo inaudito.
    Al levantarse, el viejo letrado sacó de su neceser la colonia que le había regalado mi madre y se roció antes de mirarme fijamente. Después, muy serio, me explicó que probablemente sería la última vez que acudiría a un juzgado.
    El dueño del bufete había contratado a un joven recién licenciado que apuntaba maneras.
    Y aunque solo había firmado un contrato temporal, el autor de mis días entendió que su tiempo como defensor de causas perdidas se había acabado.
    Ahora su despacho afrontaría, de manera mercantil, una nueva forma de entender la Justicia.

    | Agosto 2017
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