XVI Concurso de Microrrelatos sobre Abogados
Ganador del Mes
La estafa del amor
María Sergia Martín González- towandaUna abogada ha cruzado el Atlántico buscándome. Ha aparecido en mi bufete, asegurando que soy la viuda de O’Connor, un multimillonario norteamericano fallecido recientemente. Sostiene que hace quince años, en primavera, contraje matrimonio con su cliente en el manido Las Vegas. Un dossier fotográfico más la confesión póstuma de O’Connor me sitúan allí. Según parece, tuve dos hijos, Winston y Abba. Imposible negarlo, los críos son idénticos a mí y ambos nombres me encajan: uno, mi tabaco favorito; otro, mi grupo fetiche. Ahora, con papá muerto, los huérfanos necesitan una madre que vigile su formación y atienda sus necesidades. He enviado tres transferencias para mover papeles, pero resulta imposible razonar con mis compañeros. Aseguran que estoy siendo estafada. ¡Envidiosos! Afrontaré mi nuevo destino, aunque lo más cerca que recuerdo haber estado de América fue cuando besé a un tipo disfrazado de Elvis mientras cantaba ‘Love mi tender’ en un karaoke.
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El más votado por la comunidad
LA PROMESA
JOSÉ ANTONIO LEÓN LLORENTEUn joven abogado llegaba tarde a su primera audiencia previa. ––Tranquilo, porque el asunto está perdido. Al menos me servirá de formación–– se consolaba a sí mismo. Arrancó el coche como pudo camino de la Ciudad de la Justicia. Pero pronto comenzó a encontrarse en apuros. Desesperado por encontrar aparcamiento, lanzó una confesión al cielo: —¡Señor, por favor, necesito un hueco! Prometo razonar sucintamente mis alegaciones, argumentar sin caer en el discurso manido que tanto abunda, leer el BOE todos los días, e ir a misa los domingos… ¡y cesarán las noches clandestinas con mi amor de primavera, que además es mi jefa, y está casada! Milagrosamente, una plaza se abrió frente a él como lo hizo el mar ante los ojos de Moisés. Con alivio, estacionó y, recordando la promesa, murmuró: —No te preocupes, Señor, ya encontré uno, pero gracias de todos modos. Desde entonces se levanta más temprano.
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Relatos seleccionados
Sentado en el último banco de la iglesia, el viejo magistrado escuchaba la confesión de una anciana. "Padre, me confieso porque he pecado", balbucía la señora. Él, penalista de formación, se disponía pronto al castigo.
«Dios es misericordioso», le habían dicho en sus años seniles de seminario, y se había tenido que acostumbrar a esa nueva manera de razonar. Donde antes imponía penas de cárcel, multas, prisión preventiva, ahora estaba obligado a dar consuelo y apoyo.
«No me siento capaz», soltaba aquella mujer tras una retahíla de crímenes (perdón, pecados). Él soltó un argumento manido y se preparó para dar la absolución: «Yo debo condenar y condeno a la pena...»... La señora salió corriendo haciéndose cruces. ¿Qué se yo que pasaría? Ramalazos de la primavera, que ya se sabe... la sangre altera.+1No tenía formación, ni título académico alguno. Tampoco una tesis. No recitaba artículos de memoria ni utilizaba términos rimbombantes, y, para razonar sus respuestas, huía de argumentos manidos y recurría al sentido común. De ahí que no había en el pueblo un solo vecino que no hubiera acudido a él para obtener su confesión. Lindes o herencias, daba igual. Era, sin quererlo, experto en todas las ramas del Derecho y era, también sin saberlo, un destacado exponente del iusnaturalismo. Para emitir su parecer le bastaba con aplicar una máxima: “Alejarse de la norma y acercarse a la naturaleza”, porque la ley de los hombres no es siempre justa, decía. Por eso, cuando la pasada primavera falleció, a la plaza del Molino la nombraron, en su honor, plaza del Doctor Jiménez. No por lo mucho que sabía de Derecho, sino por todas las heridas que había curado aplicando la ley natural.
+5La conocía de toda la vida. El roble, plantado en una primavera de hace doscientos años, meció entre sus ramas a Elena, cuando era una niña. Y fue testigo de su primer beso, y fue respaldo de sus suspiros, anhelos y sueños. El asesino de Elena, recurrimos al manido tópico, no parecía ser capaz de hacerle daño a nadie y, sin embargo, la apuñaló 23 veces. Antes de la agresión, ella procuró razonar con él, pero únicamente consiguió aumentar el sinsentido de su ira. Ella se abrazó al roble para que volviera a mecerla, para que la salvara.
Esta mañana, previa formación de la comisión judicial y tras una confesión interesada, se ha procedido a la reconstrucción de los hechos. Cuando el asesino se ha aproximado al roble, casualmente se ha desprendido una rama que ha impactado en su cabeza. Ha muerto en el acto. Que no descanse en paz.+9Esta primavera, los fondos europeos han traído un robot al bufete. Su precio es secreto de confesión, dice mi jefe. No precisa formación continua, sino que se actualiza con un automático volcado de datos. Su capacidad para memorizar, procesar y razonar es cien mil veces superior a la de un humano (según qué humano, digo yo). Por ley, a estos engendros hay que matricularlos, pero a este, además, lo han colegiado. Todo un adelanto para el despacho y una amenaza para mí, que encima soy el encargado de ponerle al día. En su manual de instrucciones leo que optimiza cualquier tarea repetitiva, así que lo he puesto en atención al cliente y repite como nadie manidas expresiones: «De lo suyo aún no ha salido nada… las consultitas también se cobran… a veces se gana y a veces… justo en este momento estábamos estudiando su asunto...».
+11Última jornada del juicio oral. A falta de la preceptiva sentencia, finalizaba uno de los procedimientos más mediáticos que Jorge había asistido: la defensa de un joven marroquí, con todavía muchas primaveras por delante. Si debían ser a la sombra, lo decidiría su señoría. Jorge estaba convencido de que no iba a correr un destino tan aciago. La investigación y posterior instrucción arrojaron más dudas que certezas, con pruebas circunstanciales y en constante búsqueda de una confesión que nunca llegó. Sin embargo, al juez instructor le sobraron argumentos para razonar que concurrían indicios delictivos.
Tras declinar su derecho a la última palabra, el acusado miró de soslayo toda la formación de cámaras, fotógrafos y periodistas que abarrotaban la estancia. Observando la expresión del joven acusado, Jorge recordó que todavía existía un juicio pendiente más allá del juzgado, mientras su señoría ponía punto final con la manida expresión: visto para sentencia.+2La declaración del gerente de la empresa fue irrefutable. No existía ningún precepto que otorgase al demandante períodos de descanso y, comprendí que de nada serviría argumentar todo lo aprendido en tantos años de formación como abogado laboralista. Era imposible razonar en contra de la ley, así que recurrí al manido truco de conmover la sensibilidad del juez.
_ Señoría, mi cliente es un trabajador como nosotros, cumple con su deber y reclama días de descanso ¡Es primavera y todos tenemos vacaciones! Rematé.
La sentencia fue que el obrero robot no era humano y, por ello, carecía de los derechos inherentes a esta condición. Para evitar futuras demandas, sería desconectado. Terminado el proceso, el juez me citó en su despacho. Dijo que, muy a su pesar, estaba obligado a dictar aquella sentencia y, a modo de confesión, me mostró el resorte que lo activaba. ¡Era un modelo de última generación!0 VotosAbro los ojos y miro la habitación, no huele a nada, ¡pero si es primavera! Llevo ya un buen rato mirando la máquina que pita y dibuja picos y rayas, rayas y picos... Llega una enfermera, me pide que levante un brazo, otro, una pierna, otra... Nada... Me hace algo en los pies... Nada. Se me han quitado las cosquillas, la voz... ¡que raro!
Os veo llegar. Antes de entrar os ponéis un disfraz como de astronauta, sólo os veo los ojos. Habláis bajito, pero oigo que decís cosas de abogados como “tasa de alcoholemia”, “confesión del conductor”, “razonar con el juez” y “excusas manidas”. Yo no entiendo nada, pero vosotros sí, claro. Como dice mi profa, “tus padres tienen muy buena formación”.
Mami, papi... no sé por qué estáis tristes, si yo todavía estoy emocionado: de los tres yo soy el único que ha venido volando en helicóptero.+8Desde aquel día de primavera en el que compré un gato negro con un ojo rojo apenas duermo. Y he terminado, con nocturnidad, tres intensos cursos de formación sobre el derecho natural. Todo porque un día llevé a Confesión, así se llama mi gato, al despacho.
Le dije con una sonrisa: ¡A trabajar!
Él se colocó detrás de mí y me observaba con atención, mientras redactaba mis demandas. Uno de esos días aciagos, en los que por más vueltas que des a un caso, no puedes razonar sus fundamentos jurídicos, desesperado, me fui a tomar un café, dejando a mi gato en el despacho. Cuando regresé, me lo encontré tecleando en el ordenador y resolviendo con brillante argumentación el sumario. Me miró con prepotencia y su ojo rojo me heló la sangre en las venas. Hace dos semanas, a hurtadillas, lo pillé probándose mi manida toga delante del espejo.+2Después de un divorcio traumático no quería tener otra pareja pero, cuando llegó la primavera su sangre se alteró más de lo normal y soñó con recuperar a su primer amor, Jacinto, su primo. Intentó, por las buenas, concertar un encuentro. Al no conseguirlo, no le quedó más remedio que hacerlo por las malas. La oportunidad se la ofreció una herencia que recibieron de un familiar. Como se sabe, porque es un tema manido, estas situaciones suelen ser conflictivas, así que, sólo necesitó enredar todo con muchos recursos hasta conseguir que se vieran las caras en los tribunales. Allí, la llamó loca, le dijo que no entendía que con su formación no fuese capaz de razonar un poquito. Ella se derrumbó. Su confesión provocó en él, primero, indignación y, después, ternura.
Si después de pagar a los abogados quedara algo de dinero, les gustaría hacer juntos un viaje a Benidorm.+2Quizás razonar no haya sido nunca el primer impulso de mi familia. Soy hijo de una pitonisa y en mi casa consultar los astros, por manido que sea, se ha considerado el procedimiento más apropiado para conducirse en la vida. De hecho, cuando opté por ser abogado mamá me dijo que me había equivocado, que las cartas reflejaban claramente que tenía que ser artista.
Ella nunca ha confiado en las decisiones que he tomado en mi formación personal. Tampoco en mi matrimonio. Según confesión de papá, mi mujer no concordaba con mi arquetipo cabalístico. Y hoy, tras volver de un juicio cuyo veredicto me ha sido favorable, he encontrado a mamá en casa. Estaba contrariada. Con sus 82 primaveras a cuestas me ha reconocido que ha hablado con los espíritus y que éstos le han asegurado que hemos dejado a un asesino suelto.+1Camino hacia la iglesia a un funeral. En la terraza de la cafetería de enfrente, un hombre y una mujer, mayores, meriendan. Ella ensaimada con nata, él un café. La mirada de él es de emoción mientras ella gesticula, ríe y se le desliza un trozo del pastel por el carrillo. Les reconozco, es el matrimonio que pidió la segunda oportunidad tras razonar que su videoclub era un negocio manido. Conseguí ganar su caso y ahora doy gracias a la primavera por poder ver el nuevo comienzo. Llego a la iglesia a honrar a otro cliente en su tercer aniversario. Su caso no se ganó, a pesar del declive de su escuela de formación en máquinas de escribir, y se quitó de en medio.
La viuda habla y algo en su confesión me lleva al futuro. Me viene el rótulo de la cafetería a la memoria: “Un paso por detrás”.+39En primavera, cuando el frío se desvanece y las plantas florecen, fue el momento propicio para que tuviera una confesión: mi vida personal estaba en bucle y mi profesión se encontraba estancada. Necesitaba una renovación sin complejos, y en un primer momento pensé en la formación continua, que es una de las claves para el éxito en el Derecho, y en mi caso en el ámbito laboral. Como abogado laboralista, he visto como mis métodos de trabajo han quedado obsoletos y manidos, con lo cual, para seguir en la brecha del Derecho Laboral he tenido que incorporar el chat GPT en mi profesión. En un primer momento, no lo tenía del todo claro si la utilización de las nuevas tecnologías era lo mejor para la humanidad, pero después de mucho razonar e investigar llegué a la conclusión que los beneficios que nos reportan no los podemos en absoluto rechazar.
0 VotosEl desamor provoca mal olor. Se puede advertir en los tribunales que llevan los divorcios, en sus bancadas grises, en su aire acondicionado escupiendo coágulos de frío. En los Juzgados de Familia flota un odio fermentado. Tarde para razonar, definitivamente tarde para alcanzar un mutuo acuerdo, tras esas paredes se repite un espectáculo manido, siempre el mismo: lloros y desprecio, rencor y reproches. Así acontece el teatro de lo contencioso. Envueltos bajo una escarcha de podredumbre, los abogados contemplan los finales con la indolencia de un oráculo. Otra pareja quebrada, suspiran. Otro otoño tonto sin primavera. Anticipando tristezas venideras, los Juzgados de Primera Instancia desprenden un aroma amoniacal. Allí las togas son más negras y las sentencias apestan a confesión tardía, a arrepentimiento penetrante. Igual que una formación volcánica, su hedor sulfuroso queda imprimado, tatuado, adherido a la piel. De verdad, manteneos alejados. Ojalá nunca tengáis que conocer su olor.
+16Mi amigo Sherlock se puso a razonar con un elegante individuo de formación legal. Andaba tras una ambiciosa pista que se le estaba resistiendo. Una joven fiscal había huido con un magistrado entrado en años, abandonando la vocacional profesión de la noche a la mañana y sin ningún tipo de razón ni lógica alguna. Le preguntó al abogado sobre la validez de una confesión emitida bajo coacciones. El letrado realizó, entonces, una disertación y un alegato mediante un argumento harto manido y repleto de extrañas e incomprensibles justificaciones, eximentes y atenuantes. Estaba claro que sus argumentos jurídicos no satisficieron a mi socio que seguía cavilando sobre lo extraño de aquel desliz. Yo estaba convencido de que la confesión estaba viciada de amor, se trataba de un acto pasional, y cuando lo comenté con mi amigo el detective, sentenció el caso con un: «Elemental, querido Watson, ¡es culpa de la primavera!».
+6No deberías coger el coche. No estás en condiciones.
Todo sucedió muy rápido. Sin apenas tiempo para razonar ni reaccionar. Todo se volvió confuso. Una zapatilla rosa Converse volando y su hermano pisando el acelerador.
Hubo remordimientos, ataques de ansiedad y culpabilidad. Pero nada que no se olvide con un buen psicólogo, pagado por papá.
La manida frase "si bebes no conduzcas" apenas es ahora, 20 primaveras después, un mal recuerdo , que repiquetea en su conciencia, sólo de vez en cuando. Jamás habrá una confesión.
Tras años de formación, es un prestigioso juez. Implacable. El mas estricto .
Una mañana, suena el teléfono, es del hospital. Su mujer y su hija...Al parecer, a un conductor borracho se le fue el coche y...+8El manido café de media mañana, aburrido y monótono por los temas que día tras día se repiten una y otra vez, se transformó de forma instantánea en una primavera exultante llena de colores.
Intenté razonar, procuré mantener los nervios templados, me vi tentado de hacer una confesión y hasta pensé compartir con mis socios del despacho aquel triunfo y hacerlos partícipes de mi suerte.
La formación moral que adquirí en la Facultad de Derecho en mis años de estudiante me obligó a ser ponderado y desapasionado, por lo que las ganas de pedir una botella de champán quedaron del todo anuladas.
Había tenido éxito en los tribunales durante años de esfuerzo y duro trabajo, pero aquel triunfo valía mucho más que todos los anteriores juntos.
Estaba eufórico, alborozado, realmente feliz. Aquella victoria afortunada cambió mi vida.
El resguardo de lotería primitiva que tenía en el bolsillo, así lo sentenciaba.+12Tengo que hacerte una confesión hija. Ahora no papá, estoy a punto de entrar al examen. Confía en tu formación y veas lo que veas no intentes razonar. En la Sala no había nadie, solo un ordenador y una silla. Una voz neutra le dijo los temas que tenía que "cantar", uno de ellos el manido tema referido a la práctica de la prueba en el ámbito de la Inteligencia Artificial. Los nervios la atenazaban. De repente la luz de la primavera iluminó la Sala, una extraña sensación de vitalidad se apoderó de ella y empezó a cantar los temas como si fuera un robot. Al rato la voz le dijo "enhorabuena Magistrada XH 25, es usted la titular del nuevo Juzgado de relaciones cibernéticas". Se fundió en un abrazo con su padre mientras el pequeño chip que parpadeaba en la parte posterior de sus cabezas no dejaba de parpadear...
+3Razonar con mi interlocutor a través del teléfono para aclarar la factura de la luz, me resultó imposible. Una voz automatizada repitiendo el manido mensaje hizo que entrara en cólera: que si marque el uno, que si marque el dos...En mis años de formación como jurista, jamás me había enfrentado a un reto tan grande como ahora en la vejez.
Tras días encerrado en casa para preservar mi frágil salud frente a las alergias propias de la primavera, decidí salir de casa para reunirme con Paco. Abatido, le hice una confesión a mi antiguo colega de profesión: me sentía un inútil.
Aprovechando nuestros conocimientos jurídicos, me animó a unir fuerzas y estudiar la manera de que las leyes cambiaran para que los mayores fuéramos tomados en cuenta.
Con una pancarta que decía “Somos viejos, no tontos”, nos plantamos frente a los medios. Habíamos dado el primer paso.+1El hábil juez instructor había hecho razonar al defendido y obtenido la confesión completa de su crimen la pasada primavera, antes de que me asignaran su defensa en el turno de oficio, donde trataba de conseguir experiencia práctica ya que mi formación era la justa. No me fue difícil esgrimir el manido recurso de refutar la declaración de mi cliente alegando engaño, presión sicológica y torturas. Careciendo la fiscalía y la acusación de otras pruebas, el Tribunal sobreseyó el caso no sin antes censurar mi excesivo celo. De cualquier forma, el chaval de 12 años fue absuelto. Aún no han descubierto al ladrón de los caramelos en la feria.
+2Tratando de no usar frases manidas, ni gestos condescendientes, escucho la azorada confesión de mí cliente. Desea hacer testamento vital y de últimas voluntades, pero admite que no sabe leer ni escribir.
Sus noventa primaveras y la falta de formación, no le impiden, sin embargo, razonar con coherencia y determinación.
-He trabajado duro dice, mostrando sus curtidas manos. No quiero que mis posesiones acaben saciando la codicia de mis parientes. Tampoco quiero sufrir en mis últimos días. Ya he vivido lo suficiente, y sólo ansío una muerte digna.
La entereza con que este hombre expresa sus deseos postreros, me hace recordar la valentía y el arrojo de mi propia madre. Su empeño para que yo me convirtiera en abogado, y aquellas primeras palabras que aprendió a leer, con casi cuarenta años, en mi cuaderno de apuntes:
-”De-re-cho-a-la-e-du-ca-ción”.+10Aquella mañana de primavera diluviaba. Había quedado con mi cliente a la entrada de los juzgados. Yo llegué tarde y calado hasta los huesos. Me sorprendió comprobar que él me esperaba en la calle sin tratar de protegerse de la lluvia. Tras los saludos de rigor y el manido comentario sobre el tiempo, traté de repasar con él las planificadas respuestas al inminente interrogatorio. Noté que no me escuchaba, que no había forma de razonar con él. Quizá su sólida formación religiosa era el motivo por el que parecía desoír mis indicaciones. Pero estaba especialmente nervioso, y en su mirada huidiza intuí que la sesión no iba a salir bien. Efectivamente, nada más sentarse delante del tribunal realizó una pormenorizada confesión de todos sus errores y malas acciones. Fue en ese momento cuando el juez le preguntó: “Entonces … ¿retira usted la denuncia?”.
+3Tras el cuarto toque de timbre, chirrían cerrojos nostálgicos de primavera. La puerta se abre por fin y aquí está ella. Firme, enjuta, señorial… Anciana y orgullosa cariátide sin ya nada importante que sostener. Todos sus bienes malgastados en donaciones a descendientes ineptos y desagradecidos. El manido cuento de siempre. Demanda por reclamación de alimentos al canto. Si el ejercicio de mi formación jurídica me llena el bolsillo, las horas libres en abogacía pro bono público me llenan el alma. Como ayudar al colectivo de mayores vulnerables.
Su desgarradora confesión telefónica no prestó atención a mi voz. Tras contemplar el rebosante carrito del supermercado, sus ojos se posan en los míos. Sorprendida, tarda unos segundos en razonar. Su acerada mirada de siempre torna por primera vez en una expresión de agradecimiento y respeto. Treinta años han sido necesarios para que mi exsuegra me mire así. Pero ha merecido la pena.
+3Un joven abogado llegaba tarde a su primera audiencia previa.
––Tranquilo, porque el asunto está perdido. Al menos me servirá de formación–– se consolaba a sí mismo.
Arrancó el coche como pudo camino de la Ciudad de la Justicia. Pero pronto comenzó a encontrarse en apuros. Desesperado por encontrar aparcamiento, lanzó una confesión al cielo:
—¡Señor, por favor, necesito un hueco! Prometo razonar sucintamente mis alegaciones, argumentar sin caer en el discurso manido que tanto abunda, leer el BOE todos los días, e ir a misa los domingos… ¡y cesarán las noches clandestinas con mi amor de primavera, que además es mi jefa, y está casada!Milagrosamente, una plaza se abrió frente a él como lo hizo el mar ante los ojos de Moisés. Con alivio, estacionó y, recordando la promesa, murmuró:
—No te preocupes, Señor, ya encontré uno, pero gracias de todos modos.Desde entonces se levanta más temprano.
+46Lo acompañaba siempre un bello y pulcro pastor alemán a la puerta del aula, donde el fiel mastín esperaba paciente hasta que finalizara la clase de Derecho Penal. Tomaba apuntes con un extraño artefacto de teclas manidas y gruesas, que, cuando se atascaban, provocaban la risa contenida de los allí presentes.
Evoco aquel recuerdo porque hoy coincidí en juicio con Germán. Defendía a la parte contraria y fue implacable en los interrogatorios. Intuía que la Sentencia recaería a su favor. Como la primavera pasada. Fue imposible razonar con mi cliente para lograr un acuerdo y ganó el caso Germán. Su dilatada formación y capacidad de oratoria lo convertían en un serio rival.
Cordialmente lo felicité por su brillante actuación y me susurró al oído una intrigante confesión: “yo sé quién dice la verdad”.
Resultaba irónico. Germán veía en la gente lo que ningún mortal podía…a pesar de su ceguera congénita.+31