Imagen de perfilÚNICO TESTIGO

Nicolás Montiel Puerta 

La conocía de toda la vida. El roble, plantado en una primavera de hace doscientos años, meció entre sus ramas a Elena, cuando era una niña. Y fue testigo de su primer beso, y fue respaldo de sus suspiros, anhelos y sueños. El asesino de Elena, recurrimos al manido tópico, no parecía ser capaz de hacerle daño a nadie y, sin embargo, la apuñaló 23 veces. Antes de la agresión, ella procuró razonar con él, pero únicamente consiguió aumentar el sinsentido de su ira. Ella se abrazó al roble para que volviera a mecerla, para que la salvara.
Esta mañana, previa formación de la comisión judicial y tras una confesión interesada, se ha procedido a la reconstrucción de los hechos. Cuando el asesino se ha aproximado al roble, casualmente se ha desprendido una rama que ha impactado en su cabeza. Ha muerto en el acto. Que no descanse en paz.

 

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