David Villar Cembellín

Microrrelatos publicados

  • La peste

    El desamor provoca mal olor. Se puede advertir en los tribunales que llevan los divorcios, en sus bancadas grises, en su aire acondicionado escupiendo coágulos de frío. En los Juzgados de Familia flota un odio fermentado. Tarde para razonar, definitivamente tarde para alcanzar un mutuo acuerdo, tras esas paredes se repite un espectáculo manido, siempre el mismo: lloros y desprecio, rencor y reproches. Así acontece el teatro de lo contencioso. Envueltos bajo una escarcha de podredumbre, los abogados contemplan los finales con la indolencia de un oráculo. Otra pareja quebrada, suspiran. Otro otoño tonto sin primavera. Anticipando tristezas venideras, los Juzgados de Primera Instancia desprenden un aroma amoniacal. Allí las togas son más negras y las sentencias apestan a confesión tardía, a arrepentimiento penetrante. Igual que una formación volcánica, su hedor sulfuroso queda imprimado, tatuado, adherido a la piel. De verdad, manteneos alejados. Ojalá nunca tengáis que conocer su olor.

    | Abril 2024
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 14

  • Nos escuchan

    En el mundo de las malas elecciones, siempre estaba del lado de las causas perdidas el bueno de Severiano McGufo. Una vez demostrada la existencia de chemtrails —«¡nos fumigan!»— y desenmascarados los gobiernos reptilianos —«¡lagartos illuminati masónicos!»—, Severiano centró su atención en las escuchas telefónicas. ¿Por qué Youtube le anunciaba berenjenas después de hablar de berenjenas? Dispuesto a salvaguardar su intimidad, Severiano McGufo desconectó Siri, trituró Alexa y desatornilló el sistema de audio de su móvil. Para nada. Los reclamos personalizados le seguían llegando. Entonces habló con un amigo de iniciar un litigio contra las multinacionales. ¡Demandaría a las compañías! ¡Quizá lograse pactar una restitución! Pronto un sinfín de anuncios de bufetes inundaban su bandeja de entrada. Severiano se fue de vacaciones y le seguía llegando publicidad. Del todo vencido, su rostro afable sepultado por ojeras como medias lunas negras, Sevierano McGufo levantó el teléfono y contrató un abogado.

    | Junio 2023
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 1

  • Océanos

    «Ni siquiera los perros hacen caca dentro de sus casetas», alertó sobre la situación Jane Fonda. Otra mujer, Rena Lee, capitaneó esta batalla. Como experta en derecho internacional y Embajadora de la ONU, logró legislar un tratado que protegiese al menos el 30% de los océanos. Sucedió la semana pasada. Se trata de un acuerdo que abre una brecha con el pasado. A partir de ahora se establecerán zonas marinas protegidas y se prohibirá la pesca de arrastre. Esta ley preservará los ecosistemas de tortugas, marsopas y cormoranes, garantizando la conservación de la biodiversidad. Aquellos conceptos que parecían imposibles de conciliar, industria pesquera y vida marina, deberán convivir. La normativa nació en una oficina, pero tendrá impacto mundial. «El barco ha llegado a la costa», anunció Rena Lee mostrando una sonrisa verdeazulada y a lo lejos también sonreían los fondos abisales, los corales violetas, las inofensivas anémonas.

    | Marzo 2023
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 3

  • El tábano

    Prestad atención a sus gestos: ufano, satisfecho, retrepado sobre el banquillo como quien representa un papel sobre un escenario. Con su gruesa papada, estrangulada por una corbata de quinientos euros, da órdenes a sus abogados, los mejores que el dinero puede comprar. Se le acusa de cohecho, de contactos con el crimen organizado, de competencia desleal y abusiva. Hemos conseguido documentar cientos de irregularidades en sus contratos, y sin embargo sonríe. Sonríe todo el rato. Se sabe indemne. Se cree impune. Decía Jonathan Swift que «las leyes son como las telarañas, que cogen a las pobres moscas y dejan pasar avispas y abejorros». Él confía en esquivar la justicia, pero desde la Fiscalía Anticorrupción tenemos otra opinión. Esta vez no logrará amortiguar su pena bajo tecnicismos formales, hoy sus delitos no se van a perdonar. La telaraña que hemos tejido es capaz de atrapar avispas y abejorros. Incluso tábanos siniestros.

    | Febrero 2023
     Finalista
     Votos recibidos por la Comunidad: 5

  • La comunidad

    Que el nuevo tendedero del segundo rompía la estética de la fachada, dijo a modo de presentación. Y que la reforma del descansillo debía venir avalada por un estudio pericial o la echaría abajo. Desde que un abogado había ocupado el ático del quinto, las reuniones de vecinos se habían convertido en un infierno. Antes éramos la típica comunidad donde discutíamos las derramas a gritos e insultos hasta que una parte salía vencedora; nada especial, vaya. Pero el jurista del quinto había acabado con esa armonía de barbarie. Ahora todo eran pliegos, cláusulas y amenazas de costosísimos pleitos. Lo mismo daba arreglar el ascensor que negociar una bajante, el abogado sacaba de la manga una ordenanza municipal que imposibilitaba cualquier acción. En estos momentos la fachada se cae a trozos y debemos finalizar el aislamiento del tejado, pero nos atenaza el inmovilismo. Apenas respiramos, paralizados de miedo. Nadie quiere enfadarle.

    | Octubre 2022
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 7

  • Moussa

    La primera vez que vi a Moussa estaba cuidando un parterre de los jardines del juzgado. Me gustó su gesto ensimismado y la forma que tenía de repasar la tierra. Para otoño ya éramos amigos. Mientras recogía hojas, me contó su viaje desde Mali —«apuesto que no sabrías ubicarlo en el mapa»— y que casi muere al atravesar el Mediterráneo. Moussa relata una pesadilla de naufragio y ser salvado por una ONG española. Entre lágrimas también confiesa que llegó sin visado y que pronto terminará su permiso de residencia temporal. Como abogado, me ofrezco a ayudarle. Juntos damos vueltas por ventanillas administrativas, rellenamos formatos de permisos de trabajo y discutimos con funcionarios que ponen trabas. El proceso es interesante, pero farragoso. Cuando finalmente le notifican que podrá quedarse en España, Moussa coge mi mano y la apoya sobre su pecho. Moussa significa «hijo», dice, y siento latir su corazón.

    | Septiembre 2022
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 12

  • Bosque

    Según Suzanne Simard, los árboles se comunican entre ellos a través de una vasta red subterránea. Valiéndose de micorrizas, el bosque teje un complejo sistema neuronal donde todos colaboran. Si algún árbol necesita agua o nutrientes, otros los comparten. Ante cualquier agresión contaminante, el verdor dirige ahí sus recursos. Funciona así el bosque como una suerte de comuna bajo cuyo arbitrio todos aportan: los abedules reciben carbono de los abetos, los pinsapos beben de los canales trazados por los alisos. Pero la floresta a veces necesita ayuda en forma de abogados ambientales. Hoy es el décimo aniversario de este bosque donde conseguimos recuperar flora autóctona en detrimento de eucaliptos. Los madereros protestaron, pero logramos el sobreseimiento de su demanda.
    Ahora el viento arrastra pétalos y los troncos alabean sus copas. Lleno de nenúfares, el río parece acusar el cambio. Un panel detalla las diferentes especies replantadas. «Gracias», susurra el bosque.

    | Junio 2022
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 20

  • Historia de amor

    Eustaquio Trompeta era el terror de la residencia. Había sido abogado y amenazaba con demandas a cada minuto: demanda si la sopa estaba demasiado caliente, demanda si la almohada demasiado dura, demanda si un día lluvioso le privaba de su paseo matinal. En un mundo, el del asilo, lleno de gruñones, Eustaquio destacaba por gruñón. Cada noche elevaba un pronunciamiento a la insurrección, en sus propias palabras, «a rebelarnos contra la tiranía del paso del tiempo». Cansados de sus querellas imposibles, nadie le hacía mucho caso, salvo, quizá, Margarita Boccini, argentina que había ejercido de jueza en su juventud. Todas las mañanas, así lloviese, Eustaquio dejaba una flor recién cortada sobre su mesilla y había logrado inscribir sus iniciales en el sauce del jardín. Delante de ella, su arrogancia malhumorada tornaba fragilidad. Si había de dirigirle la palabra, vacilante y tímido, Eustaquio bajaba los ojos y pronunciaba: «con la venia».

    | Mayo 2022
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 15

  • El ilustrador de tribunales (A vuelapluma)

    Era una fría mañana de enero y el ilustrador dibujaba la sala judicial a vuelapluma. Con trazo marrón creó un marco y luego salpicó el papel con pequeños asperges que conferían fondo a la pintura. El dibujante se sentía poseído mientras su mano delineaba arcos para representar al tribunal a vuelapluma. Los tonos blancos zigzagueaban con los negros para bosquejar al reo, las acuarelas rosas herían a las grises prefigurando el delito cometido. Bajo sus dedos nerviosos, el fiscal parecía poseer el gesto inquisitivo de un pájaro. En ese punto, decidió regar la pintura con diálogos, inmortalizando a los presentes en el momento justo de hablar. Sin embargo, faltaba algo. A vuelapluma, el ilustrador incorporó luz y coloreó un haz que atravesara el dibujo, pero éste perseveraba en lucir con una pátina oscura. No había manera. Como un borrón siniestro, sobrevolaba una pena. No existía barniz que ocultara tanta culpabilidad.

    | Enero 2022
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 21

  • LECCIONES DE URBANIDAD PARA MELITÓN AMABLE

    Melitón Amable nació malhumorado, en su bloque aún se recuerdan sus legendarias llantinas cuando era bebé. Y no tenía sueño, ni cólicos, ni hambre, sencillamente Melitón era así. Atrabilario desde la cuna. Conforme a su crecimiento, su carácter no mejoró. Hacía pucheros si no le gustaba la sopa, montaba guerras campales si tocaba baño. Su mal genio consistía su recurso primero; todo le venía mal, por todo protestaba. Fue más tarde, ya en la escuela, cuando aprendería a expresar con vehemencia su disconformidad. Melitón conseguiría proteger su esencia y ser preciso en sus desaprobaciones. Tanto logró pulir su descontento que en la universidad se decantó por Derecho. Ahí supo ocluir su suministro de bilis y colegiarse abogado, sus tremendos berrinches recuerdos del pasado. Pero todavía un escalofrío de placer recorre su espalda cada vez que se dirige al estrado, hincha el alma de los pulmones y grita: «¡Protesto! ¡Protesto! ¡Protesto!».

    | Febrero 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 15

  • Lemniscata

    Tenía un tatuaje con el símbolo de infinito en la cadera. Los días buenos, cuando la salud lo permitía, recordaba su nombre. Los días malos era un ocho tumbado. Los días malos eran cofres sumergidos. En los días malos no estaba Él. Él se llamaba Aitor, los días buenos estaban llenos de Aitor. Aitor la amaba y ella a Él, los días malos no recordaba esto. Los días malos no tenía acceso a Aitor y se arrastraban indolentes. Aunque Aitor cada vez apareciese menos, estaban ganando terreno los días malos. Pero los días buenos aún lograba escuchar su voz sin edad: «te voy a proteger y vigilar como un ángel custodio, te amaré infinito», había prometido. Por eso ella imprimió ese símbolo sobre su cadera. Ella había sido abogada, trabajaba con letras, poseía un enorme vocabulario, pero no conseguía recordar su nombre. Los días malos sólo era un ocho tumbado.

    | Octubre 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 19

  • El niño que quiso ser Atticus Finch

    La lectura tuvo la culpa. Durante la infancia no tuve otro patio de recreo que la biblioteca: los libros eran mis columpios, sus páginas mi tobogán. Todos mis amigos eran piratas, detectives o mosqueteros. Con Sandokan encontraba el valor que me faltaba, con Sherlock Holmes la flemática educación inglesa que más tarde intentaría ensayar. Leer no era un pasatiempo para mí, suponía un acto inaplazable. Y entonces llegué a ese libro: “Matar a un ruiseñor”, de Harper Lee. ¡Atticus Finch se convirtió en mi héroe favorito! No tenía pistola ni sabía manejar la espada, ¡pero madre mía qué valentía la suya! Qué manera de defender al débil y cuánta nobleza. La equidad era su bandera, todas sus armas las palabras bien elegidas. ¡Palabras! ¡Yo que era un niño enamorado de las palabras! Supongo que fue algo innovador, incluso una sorpresa, que no eligiera Filología Hispánica. «Mamá, quiero estudiar Derecho», anuncié.

    | Septiembre 2020
     Finalista
     Votos recibidos por la Comunidad: 16

  • Cuando marcharon las cigüeñas

    Las cigüeñas migraron en otoño, pero esta vez no regresaron. Nos decían que todavía se las podía ver en el África subsahariana, o más al sur incluso. Poco a poco nos fuimos habituando a su desaparición. Comenzamos a cooperar y a ocupar los campanarios. Cada uno traía lo que podía —ramas, musgo, pequeños arbustos—, y con solidaridad fuimos edificando nidos. Por último, enviamos a las hembras ponederas. No faltaron las voces discordantes, claro: que los humanos no debíamos ocupar el espacio de las aves, que esa ocupación de las espadañas suponía un ultraje contra los planes de urbanismo municipal, etecé. Fue necesario fortalecer nuestra causa con el apoyo de un bufete de abogados. Nosotros nos personamos en nombre de las cigüeñas, in absentia, y ganamos. ¡Larga vida a la alianza Homo Sapiens-Ciconiidae! Para verano nacerán los primeros cigoñinos. Veréis qué hermosura de bebés, níveos, su nariz puntiaguda, revoloteando.

    | Agosto 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 13

  • Soylent Green

    ¿Recuerdas aquella película? ¿El grito desesperado de Charlton Heston? ¡Son personas!
    Resulta irónico pensar que está ambientada en 2022, exactamente el año en que terminé la carrera. Me especialicé en derecho laboral, un error visto lo que aconteció. Los procesos productivos daban muestras de agotamiento, pero el capitalismo seguía creyendo en el crecimiento infinito. A la vez, los articulados inclusivos de los convenios chocaban con un adelgazamiento de las plantillas, el sistema de pensiones con el envejecimiento general. Cada vez había menos empleo, menos consumo, más miseria. Mi labor consistía en defender unos derechos básicos que, en un incesante goteo, comenzaban a desaparecer.
    La privatización de las pensiones —o mochila austriaca— pospuso el problema una década, pero al final hubo que afrontarlo: ¿qué hacer con la ancianidad improductiva? ¿Con la pirámide invertida? ¿Con los malditos yayos?
    Incapaces de promover medidas sociales que soportasen nuestra carga, los gobiernos (nos) hacen galletas.

    | Febrero 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 41

  • Sambenito

    El presbítero miró al reo: contrecho, medroso, mirada gacha, sus ademanes amables apestaban a inocencia. Pero el Tribunal del Santo Oficio sabía cómo gestionar estos casos, no se iba a dejar engañar.
    —Se le acusa aquí —el inquisidor levantó un papel— de herejía.
    —Tenía hambre —repuso el reo.
    —Pero ¿comerse las obleas sagradas?
    —Previo al milagro de la transubstanciación, son solo pan.
    El presbítero levantó una ceja. ¡Caramba con el pusilánime! ¡Sabía expresarse!
    —Jamás robaría del sagrario —continuó el reo—. Pero una oblea en una cocina es apenas harina y agua.
    El inquisidor sopesó la respuesta. Cierto era que, sin consagrar, el pan todavía no es cuerpo de Cristo. ¿Pero si la función de ese pan fuese ser consagrado, no habría igualmente herejía? ¿No la había?
    Horas después, el reo salía libre con un capirote y una cruz como capa. El sambenito le abochornaba, pero las hogueras quedaban atrás.

    | Septiembre 2019
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 4

  • Taquígrafo de tribunal

    Ocurre que los taquígrafos somos los grandes olvidados del mundillo judicial: los jueces se llevan la gloria, los fiscales los cargos políticos, los abogados las series de televisión, ¿pero quién se acuerda de nosotros? ¿Quién repara en ese pequeño ser retrepado sobre una silla de skay sin parar de golpear su teclado? ¿Alguien le da valor a ese incesante clic clic clic recogiendo declaraciones, conclusiones, veredictos? Somos insignificantes, nuestra estenotipia apenas música de fondo. Los grandes focos apuntan a otro lado, nuestra presencia es baladí. La vida prosigue con su cadencia semanal, mensual, anual, y nosotros ahí, dándole a la tecla. Criaturas invisibles. Síntomas desapercibidos. Una gran nada, sombras chinescas a la hora de aportar, condenar o debatir. Escribanos. Multicopistas. Cuán penoso…
    —Oiga, ¿ha apuntado usted lo de la última donación? —interrumpe el juez mis pensamientos.
    —Sí, claro —replico.
    Pero yo, sobre el papel, continúo divagando sobre mi triste vida.

    | Agosto 2019
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 10

  • Las mil y una noches

    Los cuarenta ladrones celebraron una fiesta tras su absolución, la fiscalía no había visto delito de prevaricación o cohecho. De la lámpara maravillosa nació una reforma de la Constitución, artículo 155, que anteponía el pago de deuda externa al resto de derechos. En Samarcanda, la ciudadanía salió a la calle en señal de protesta —y por la subida de las pensiones—, pero nadie les hizo mucho caso. Hacía demasiado tiempo que en el lejano oriente el poder legislativo, ejecutivo y judicial vivían en concomitancia. El sultán emérito dejó su sitio a un nuevo sultán: su hijo. A los visires, expertos magos capaces de hacer brotar másteres de universidad de su sombrero, les pareció bien. Todo debía cambiar para que todo siguiera igual. Las esperanzas de que en ese cuento algo mejorara se fueron volando como en una alfombra voladora. La satrapía estaba de aniversario. Sherezade lo narraba llorando.

    | Octubre 2018
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 10

  • Cucú (una historia sobre la injusticia)

    Cuando su madre se levantó, corrió a esconderse. El pequeño juez contaba cuatro años y su anhelo era dar un susto de verdad, se había acabado la convalecencia de aquellos tiempos condescendientes donde él hacía “¡uh!” y todos fingían miedo con aspavientos. Aquel día el susto sería real. Se oyeron pasos:
    —¡Cucú! —apareció victorioso.
    Como una flecha de luz, como un verbo fugaz, fue el acto reflejo de su madre: una sonora bofetada, ¡plas!, su mano izquierda abofeteándole con la velocidad de un parpadeo.
    En los ojos del pequeño juez comenzaron a condensarse lágrimas de incomprensión. No quería llorar, no sabía qué contestar, pero se palpaba el moflete amoratado y hacía pucheros. Aquel día descubrió La Injusticia...
    (...)
    Nuestro pasado nos pertenece como el hambre al destierro, imposible repudiar los recuerdos. Por eso eligió la judicatura, se autoconvence, para luchar contra la sinrazón.
    “Cucú”, todavía susurra cuando descarga el mazo.

    | Septiembre 2018
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 7

  • Jurados populares (año 33 d.c.)

    El juicio había sido sumarísimo. No hubo abogados, ni bufete, ni prácticamente alegato de defensa. Qué caray defensa, ¡si ni siquiera sabía de qué se le acusaba! ¿Cuál había sido su delito? ¿Cuál? ¿Qué había hecho él para tener a toda la concurrencia en su contra? Ahora las lágrimas se confundían con la sangre que manaba de su frente, incapaz de actualizar los últimos acontecimientos. Ah, se lamentaba, ojalá poseyera una ventanilla en el pecho por la que pudieran ver la transparencia de su alma, para que se aterraran al admirar la magnitud de su error. Pero ya era tarde para dar marcha atrás. Succionó como una piruleta aquella esponja bañada en vinagre que quisieron acercarle, y supo a ciencia cierta cuán inminente era su final. ¡Vaya con los jurados populares!, se conjuraba desde la cruz. ¿Cómo se podía ser tan fariseo?, sobre su cabeza un grotesco cartón anunciaba: “INRI”.

    | Marzo 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 25

  • Glíglico

    «El pueblo contra el Sr. Cortázar. Denuncia por ininteligibilidad —¡caray!, palabra paradójicamente casi ininteligible— en el capítulo 68 de Rayuela. En carpeta adjunta dispongo de dicho capítulo íntegro, a modo probatorio. ¿Algo que declarar?» «Mire, Sr. Nuez, el incidente que aquí nos ha estreclosiado con premuncia es un erpemujo sin galancia ni morazondia. Le ruego lo oropendolice en el más profundo zofio y que arrepestolice la llave al mar.» «Pero, ¿usted se está quedando conmigo? Mire que le puedo acusar de desacato, Sr. Cortázar. Responda en castellano.» «Nada más lejos de mi anzopastia, su bienemerácita. Y lo margento, pero creo estar ya currespándole de forma humefescante.» « ¡Orden en la sala! ¡Desacato! ¡Desacato!» «Umependolice sus gurcias, su buenesencia. No es marrasquisencia, sólo es glíglico.» «Tiro la toalla con usted. Desconozco si estoy ante un genio o ante un loco, me rindo. Elija usted su propia condena.» «¡Absolescencia! ¡Absolescencia! ¡E hinmortalidad!»

    | Agosto 2016
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 5