XV Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

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Francisco Javier García Morales 

Como cada mañana, María era la única mujer presente en la reunión. Y, como cada mañana, sus planteamientos serían ignorados. Quizás por llegar tarde, o quizás por ser… -Mira, María, no es que no te tomemos enserio, pero a veces nos resulta difícil compaginar tu papel de madre y de abogada –le espetó uno de sus colegas varones durante la reunión. Como cada mañana, y abatida tras la misma, María se encerraría en el baño y sollozaría por lo difícil que resultaba conciliar su papel como madre, abogada y mujer, recordando todas las barreras que enfrentaba y anhelando, como cada año, el legislar contra la desigualdad. Pero, a diferencia de sus pasadas mañanas, al mirarse al espejo leyó, escrito con labial violeta: -Luchamos contra la brecha interior, por género; Luchamos contra la brecha exterior, de género. 8M-aría. Se ajustó la chaqueta y, con firmeza, salió del baño. La lucha sigue.

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El más votado por la comunidad

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Francisco Javier García Morales 

Como cada mañana, María era la única mujer presente en la reunión. Y, como cada mañana, sus planteamientos serían ignorados. Quizás por llegar tarde, o quizás por ser… -Mira, María, no es que no te tomemos enserio, pero a veces nos resulta difícil compaginar tu papel de madre y de abogada –le espetó uno de sus colegas varones durante la reunión. Como cada mañana, y abatida tras la misma, María se encerraría en el baño y sollozaría por lo difícil que resultaba conciliar su papel como madre, abogada y mujer, recordando todas las barreras que enfrentaba y anhelando, como cada año, el legislar contra la desigualdad. Pero, a diferencia de sus pasadas mañanas, al mirarse al espejo leyó, escrito con labial violeta: -Luchamos contra la brecha interior, por género; Luchamos contra la brecha exterior, de género. 8M-aría. Se ajustó la chaqueta y, con firmeza, salió del baño. La lucha sigue.

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Relatos seleccionados

  • Imagen de perfilEsperanza

    Héctor Seco Rovira 

    Tras años de segundona en un bufete, cansada de compañeros cogiendo los mejores casos, de ganar menos por esa brecha que sus jefes negaban en aquella oficina, de compañeras renunciando por no poder conciliar trabajo y familia, María se lanzó.
    Fundó un bufete especializado en injusticias por género. Las clientas no pagaban. Sobrevivía de victorias, que además iban reconstruyendo y presionando la sociedad. Hasta incluso copar portadas de medios y empezar a influir en la forma de legislar.
    Aquel caso era trascendental, daría su salto definitivo de reconocimiento internacional. Pero en un receso salió corriendo hacia el aseo.
    Una segunda línea violeta empezó a vislumbrarse sobre el predictor que sostenía encerrada en el lavabo.
    La emoción la hizo la mujer más feliz en aquel momento. Paradójicamente, a pesar de traer otra persona a este injusto mundo, no pudo evitar murmurar un deseo; Ojalá seas niña, ya tengo pensado tu nombre.

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  • Imagen de perfilTRATA

    Manuel González Casaus 

    No logro conciliar el sueño desde el día en que conocí a mi último cliente. En el turno de oficio me asignaron la defensa de una mujer acusada de asesinato en grado de tentativa. La presunta víctima era el hombre que, con engaños y falsas promesas, la arrastró hasta nuestro país siendo todavía menor de edad. Apenas hablaba español, pero su triste mirada violeta fue suficiente para derribar la brecha que nos separaba. Pude ver con detalle las dolorosas cicatrices de su cuerpo, y sobre todo de su alma, que tantos años de sufrimiento, abusos y palizas habían grabado. Mi estrategia en su defensa está clara, pero desgraciadamente no soy capaz de encontrar el remedio para recomponer los jirones desgarrados de su vida destrozada. Se podría legislar con mayor dureza, pero nunca será suficiente para acabar con estos delitos de trata de seres humanos.

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  • Imagen de perfilResultados, los justos

    Marta Trutxuelo García 

    Aún faltan varios minutos… mientras esperamos los resultados cierro los ojos y asaltan mi mente los colores del pasado… Una mujer, en pie junto a un estrado, con una toga sobre sus hombros y un expediente en la mano. Un hombre, de pie tras la fregadera, con un delantal sobre su pecho y un estropajo en la mano. Ojalá… pero no fue así. En casa de mis padres sólo uno podía legislar acerca del reparto de las tareas domésticas; las adjudicatarias, mi madre y yo. Las únicas brechas que preocupaban a mi padre eran las que lucía mi hermano en las rodillas tras jugar al fútbol. ¿Conciliar? Sí, mi madre hacía malabarismos entre expedientes, comidas y pañales, mientras que mi padre conciliaba el sueño.
    Es la hora, comprobamos las notas: aprobado, jueza titular. Mi pareja sonríe, como ayer al conocer otro resultado: será niña, la llamaremos Violeta, como mi madre.

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  • Imagen de perfilEn carne propia

    JESÚS BERMEJO LECUONA 

    Siempre se había considerado una mujer todoterreno. Por eso, cuando le plantearon la posibilidad de conciliar sus dos pasiones, no lo dudó. Sería un reto emocionante. Como entusiasta dedicada al derecho laboral, gozaba de amplios conocimientos en los epígrafes de cualquier actividad, incluyendo los menos habituales.
    Así que, el sábado a la salida del juzgado, después de una extenuante jornada de guardia, se dispuso a llegar al menos a la segunda función. Casi sin tiempo para cambiarse, firmó su contrato, se enfundó un vestido violeta de lentejuelas, y abriéndose paso entre el público expectante, se colocó delante de la diana. No cerraría los ojos. No se asustaba fácilmente. Mayores puñales había visto lanzar en las salas de vistas.
    Acudió el lunes al despacho con una considerable brecha en la frente, asegurando que por experiencia hacía falta legislar la necesaria cualificación de los faquires como lanzadores de cuchillos.

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  • Imagen de perfilMUJER DE BANDERA

    Ana Isabel Rodríguez Vázquez 

    Mi abuela crió a cuatro hijas. "Doña mujercitas", la llamaban con sorna los vecinos de mentes acartonadas. Pero poco le importaban las burlas a una madre tenaz y perseverante, que logró conciliar el bufete con los pañales, y que agitaba el polvo de los juzgados con la toga manchada de chocolate. Una abogada de las que pelearon por eliminar la brecha de género. Que, a pesar de las dificultades, envío a sus hijas a la universidad y las educó en la libertad y el respeto.
    Con ella de la mano, acudo hoy a mi primera manifestación. Una de esas en las que el color violeta inunda las calles. Donde, a voz en grito, se llama a legislar por la igualdad entre hombres y mujeres.
    Me gusta caminar a su lado agitando esta bandera, aunque la abuela dice que el verdadero triunfo sería no tener que manifestarnos.

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  • Imagen de perfilReivindicarse violeta

    Ander Balzategi Juldain 

    A mi hija y a sus amigas se les ha ocurrido confeccionar pulseras con cintas violeta para venderlas el ocho de marzo. Están ahorrando y hacen planes de futuro, se ven viajando juntas, se ven conviviendo en una mansión, se ven mujeres capaces de todo.
    Sus amigas son dicharacheras y me preguntan a qué me dedico. Soy abogado, les digo. Ah, lo de legislar y todo eso. Bueno, trato de aclarar, las leyes son la base, el soporte de mi trabajo, pero mi función es más conciliar en los desacuerdos, acercar los extremos, eliminar las brechas, ¿lo entendéis? Mi hija me sonríe y yo le devuelvo la sonrisa. Le da confianza que defina así mi trabajo de abogado, ella entiende perfectamente lo de eliminar brechas que parecen insalvables, sobre todo desde que supo que era una niña y su cuerpo se empecinaba en decirle lo contrario.

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  • Imagen de perfilOcéanos

    David Villar Cembellín 

    «Ni siquiera los perros hacen caca dentro de sus casetas», alertó sobre la situación Jane Fonda. Otra mujer, Rena Lee, capitaneó esta batalla. Como experta en derecho internacional y Embajadora de la ONU, logró legislar un tratado que protegiese al menos el 30% de los océanos. Sucedió la semana pasada. Se trata de un acuerdo que abre una brecha con el pasado. A partir de ahora se establecerán zonas marinas protegidas y se prohibirá la pesca de arrastre. Esta ley preservará los ecosistemas de tortugas, marsopas y cormoranes, garantizando la conservación de la biodiversidad. Aquellos conceptos que parecían imposibles de conciliar, industria pesquera y vida marina, deberán convivir. La normativa nació en una oficina, pero tendrá impacto mundial. «El barco ha llegado a la costa», anunció Rena Lee mostrando una sonrisa verdeazulada y a lo lejos también sonreían los fondos abisales, los corales violetas, las inofensivas anémonas.

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  • Imagen de perfilJuicio abreviado

    Claudio Damian Colfer 

    Una vez que se pudo legislar sobre el uso de aquella innovadora tecnología, su aplicación redujo a cero la brecha entre lo real y lo subjetivo.
    Ahora nuestro trabajo solo consiste en preparar las preguntas convenientes, cargarlas en el sistema y acompañar a los testigos hasta la cápsula violeta y a los defendidos hasta la amarilla para que sean conectados y comience el debido proceso.
    Los artilugios legales ya no tienen razón de ser, el juramento de decir la verdad y nada más que la verdad tampoco. Los alegatos también son cosa del pasado.
    Basta con esperar unos minutos después de la última declaración para que el programa pueda conciliar la información de las entrevistas con las pruebas recolectadas.
    Una voz de mujer dará la sentencia por los intercomunicadores a las partes y listo, ya podemos transportarnos a nuestros hogares en automóviles que aún siguen sin poder volar.

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  • Imagen de perfilIMPARABLES

    LOLA SANABRIA GARCÍA 

    Legislar era importante para acabar con la enorme brecha social en igualdad de género; se podían conseguir avances importantes en los derechos de las mujeres. Pero no era suficiente. Debíamos seguir luchando en la calle. Durante toda la noche no pude conciliar el sueño. La Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual ponía el consentimiento en el centro. Me venía a la memoria, una y otra vez, lo que me había sucedido bien chiquita. Mi parálisis. El aliento acre de aquel malnacido. Me levanté hecha polvo, pero con energía suficiente para estar ahí, como abogada de guardia, y asistir a las compañeras que este 8M necesitaran mis servicios. Lloré de emoción cuando vías y plazas se inundaron con un imparable tsunami violeta. Y se me pasó de golpe todo el cansancio.

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  • Imagen de perfilMÁS ALLÁ

    Margarita del Brezo 

    Estamos viendo un programa donde salen muchas mujeres; están en la calle, gritan muy alto y llevan pancartas, lazos y pañuelos. «Reivindican poder conciliar la vida laboral con su trabajo», me explica mi hermana. Me dice también que en esos países existen mujeres abogadas que defienden a otras mujeres y que incluso pueden legislar, que es algo así como hacer leyes justas para todos. Yo no me lo creo, aunque sería bonito, pienso. En cuanto oímos que papá llega a casa, escondemos rápidamente el móvil. Ni siquiera nos pregunta qué tal estamos. Se enteró de que íbamos a clase porque echaron un gas en la escuela y enfermamos. Nos ha castigado, aunque la peor parte se la ha llevado mamá: menuda brecha le hizo esta vez. Estoy deseando que vuelva del hospital. Le voy a regalar un pañuelo violeta de esos. Seguro que estará muy guapa con él.

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  • Imagen de perfilLA PERMUTA

    José Antonio Guzmán de Lázaro 

    Soy apolítica. Nunca había asistido a una manifestación. A esta tampoco iría. Grandes discursos, grandes proclamas feministas y grandes pancartas. Se reclamaría lo de siempre: exigir igualdad de derechos para la mujer, suprimir la brecha salarial, legislar para conciliar trabajo y familia... me pareció una pérdida de tiempo. Preferí seguir con mi demanda. Tenía que recuperar una finca rústica que mi cliente había heredado de una tía suya. En la escritura de permuta comparecía Dª Sagrario (la tía) y su marido, D. Eulogio. Me pregunté qué pintaba allí el marido si la finca dada en permuta era privativa de Sagrario. Recordé que hasta 1975, nuestro código civil equiparaba el consentimiento de la mujer casada al de los menores, los locos, los dementes y los sordomudos. La presencia del marido era, por consiguiente, preceptiva. Pensé en Sagrario. Llovía. Cogí el paraguas y me uní a la marea violeta. Había que mojarse.

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  • Imagen de perfilDía de la Mujer, 8 de marzo de 2023

    Maricarmen Barranca 

    Hoy, una reflexión como jurista y escritora porque la selección de palabras me ha recordado la conversación con una amiga docente.

    - ¿Por qué no escribes para el 8 de marzo?
    - Uf, estoy saturada del tema. No sabría por dónde empezar. - respondí ipso facto.

    Si como mujer me siento así, ¿cómo se sentirán otras personas? Tengo la sensación de que como sociedad estamos fallando. Sinceramente, me enerva la charlatanería del viejo oeste con la piel maquillada de modernidad versus modernismo; ni de un extremo ni de otro, ni de un color ni de otro, ni verde ni violeta, porque los radicalismos no traen nada bueno.

    La mujer trabajadora sabe que es difícil conciliar la vida familiar con la profesional y hasta que la brecha salarial no se extinga y al legislar exista la tan ansiada igualdad, real y material, no tendremos los mismos Derechos en la sociedad mundial.

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  • Imagen de perfilLa fuerza del violeta

    Antonio santana granados 

    Laura era una mujer autista que luchaba cada día por superarse a sí misma.A menudo se sentía incomprendida, aislada y limitada por su condición.

    Un día decidió que quería trabajar para legislar en favor de la inclusión de personas con discapacidad en el mundo laboral y educativo. Pero para lograrlo, primero tendría que conciliar su timidez.

    Aprendió a expresarse mejor, a comunicar sus ideas y a trabajar en equipo. Utilizo su condición como una ventaja, para ver el mundo de una manera diferente y encontrar soluciones creativas a los problemas.

    La ley que ella había ayudado a redactar se aprobó y se abrió una brecha para la inclusión. El éxito le dejó una sensación de satisfacción, de logro y de sentirse parte de algo importante.
    En su mente quedó grabado que el color violeta representaba la fuerza de las mujeres como ella, que luchan por hacer un mundo más justo.

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  • Imagen de perfil¿Quién nos salvará?

    Remedios Mondéjar · Madrid 

    Cuando llegué al despacho aquella fría mañana no di crédito a lo que vi. Violeta, mi secretaría, tenía una brecha en la frente y no paraba de llorar. Su exmarido había salido de prisión y sin dudarlo, había vuelto a por ella.
    Inmediatamente corrí hacia Violeta y nos fuimos a urgencias. Una vez atendida fuimos a presentar la correspondiente denuncia en la que se reflejaba la desesperación por volver a ver a su exmarido y en cuya parte final se podía leer: " ¿de qué sirve conciliar si luego la mujer siempre tiene las de perder? ¿Cómo es posible legislar así? Que se derogue de una vez la Ley del Solo sí es sí, puede que la próxima vez muera y a ningún político le importará sino obtener votos y mantenerse en el poder cueste lo que cueste.

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  • Imagen de perfilNunca es demasiado tarde

    Montse Colmenarejo 

    A Rosa le dolían las rodillas y los recuerdos.
    Desde muy niña tuvo que dejar la escuela para servir en la casa de uno de los señoritos del pueblo. Fue la sacrificada para que su hermano pudiera estudiar.
    Por las noches salía a hurtadillas e iba a la iglesia. "No te quiero", recriminaba a la imagen del Cristo crucificado. “Nos disteis los mandamientos, pero quedó mucho por legislar”.
    "Creo que sí te quiero," rectificaba y se iluminaban sus ojos color violeta cuando podía conciliar los quehaceres diarios y la lectura de libros portadores de historias maravillosas.
    Como modelo de mujer se volvió a sacrificar para criar cinco hijos. Sin atisbo de mejora tras la brecha generacional, después vinieron los nietos y sus cuidados.
    Rosa ha cumplido setenta y cinco años y recita el artículo 14 mientras prepara su examen de Derecho Constitucional.
    "Gracias", musita besando el crucifijo de su dormitorio.

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  • Imagen de perfilLey póstuma

    Raúl Villaseca 

    Míriam era abogada, mujer y soltera, ganaba cada mes el doble del que la doblega, ella era sabia y leída, tenía amigos, profesion y una vida, pero la luz azul de la policia, pintó las heridas de su rostro violeta. Para que educar sin concienciar a la bestia, sin conciliar el trabajo, o sin reducir esa brecha. Esa brecha que terminó con la brecha en su rostro y la sangre en el suelo. Llevaba dos meses buscando consuelo sin vida. Ahora lleva dos noches y un día, dos largas noches y un dia; muerta.

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  • Imagen de perfilArden hogueras

    Carolina Navarro Diestre 

    Arden hogueras por todas las mujeres asesinadas en el siglo XIX para reclamar mejoras salariales. Arden hogueras por las sufragistas que se negaron a ser menos que nadie. Arden hogueras por las juanasdearco de Triangle Shirtwaist, entregadas a las llamas en medio de un humo violeta que se extendía hacia el cielo. Arden hogueras por Clara Campoamor, quien consiguió que por primera vez pudiésemos votar en España y supo legislar una ley del divorcio. Arden hogueras por tantas mujeres anónimas entregadas a su hogar, matrices troncales de la sociedad y sin embargo olvidadas por la historia. Arden hogueras por tantas otras que a diario hacen encaje de bolillos para conciliar su vida familiar. Arden hogueras, también hoy, por quienes pugnamos por romper la brecha salarial. Por aquellas que atisbamos el camino recorrido y por recorrer. Nosotras que recordamos el olor del fuego. Nosotras que guardamos una hoguera en el pecho.

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  • Imagen de perfilUN SUEÑO LLAMADO “IGUALDAD”

    MCarmen Sancho Quero 

    El peligro de muerte se puede sentir tanto a un milímetro como a millones de kilómetros del caos instalado.

    Vengo de un país en el que la forma de legislar es inhumana e irracional. Diariamente, realizan detenciones arbitrarias, vejaciones y torturas en prisión, los inculpados penalmente no tienen derecho a un abogado y la mujer no puede ejercer la abogacía porque meramente es un objeto. Solo existen víctimas y opresores. Las marcadas brechas de los contramuros por derruir urgen un sistema judicial propio del Estado de Derecho.

    Impactantes máculas rojas quebrando los días, me hicieron huir.

    En línea de conciliar tan inquietante traqueteo en un vil panorama internacional, en que, incluso, puede sentirse que la Justicia tiene mermada su credibilidad, me conciencio de la imperiosa necesidad de seguir subiéndonos a un estrado. Hoy, soy penalista y, con cinta violeta en la muñeca, defensora de mujeres víctimas de violencia de género

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  • Imagen de perfilY MARTA COGIÓ SU VIOLÍN

    FRANCISCO MANUEL LORENTE FRAIJÓ 

    El revuelo mediático en torno al juicio del año era su oportunidad. A las puertas del juzgado su cliente, una mujer joven y brillante como ella, la miraba con admiración. Entre ellas sobraban las palabras, llevaban una diadema violeta en el pelo y a ambas les había resultado imposible conciliar el sueño. Empezó la última sesión del juicio y a la hora de las conclusiones finales Marta no iba a permitir que la brecha que durante las últimas semanas se había abierto entre las partes y el mismo Tribunal por su manera de expresarse pasara desapercibida. Marta sacó su violín, escondido en el enorme maletón que ese día llevaba, y tocó una pieza breve que ante el estupor de la Sala nadie fue capaz de interrumpir. Ya a solas, se abrazaron mientras por lenguaje de signos se decían que quizá a partir de ahora legislar para ellas sería más fácil...

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