Imagen de perfilLA PERMUTA

José Antonio Guzmán de Lázaro 

Soy apolítica. Nunca había asistido a una manifestación. A esta tampoco iría. Grandes discursos, grandes proclamas feministas y grandes pancartas. Se reclamaría lo de siempre: exigir igualdad de derechos para la mujer, suprimir la brecha salarial, legislar para conciliar trabajo y familia… me pareció una pérdida de tiempo. Preferí seguir con mi demanda. Tenía que recuperar una finca rústica que mi cliente había heredado de una tía suya. En la escritura de permuta comparecía Dª Sagrario (la tía) y su marido, D. Eulogio. Me pregunté qué pintaba allí el marido si la finca dada en permuta era privativa de Sagrario. Recordé que hasta 1975, nuestro código civil equiparaba el consentimiento de la mujer casada al de los menores, los locos, los dementes y los sordomudos. La presencia del marido era, por consiguiente, preceptiva. Pensé en Sagrario. Llovía. Cogí el paraguas y me uní a la marea violeta. Había que mojarse.

 

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