Imagen de perfilEn carne propia

JESÚS BERMEJO LECUONA 

Siempre se había considerado una mujer todoterreno. Por eso, cuando le plantearon la posibilidad de conciliar sus dos pasiones, no lo dudó. Sería un reto emocionante. Como entusiasta dedicada al derecho laboral, gozaba de amplios conocimientos en los epígrafes de cualquier actividad, incluyendo los menos habituales.
Así que, el sábado a la salida del juzgado, después de una extenuante jornada de guardia, se dispuso a llegar al menos a la segunda función. Casi sin tiempo para cambiarse, firmó su contrato, se enfundó un vestido violeta de lentejuelas, y abriéndose paso entre el público expectante, se colocó delante de la diana. No cerraría los ojos. No se asustaba fácilmente. Mayores puñales había visto lanzar en las salas de vistas.
Acudió el lunes al despacho con una considerable brecha en la frente, asegurando que por experiencia hacía falta legislar la necesaria cualificación de los faquires como lanzadores de cuchillos.

 

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