Imagen de perfilNunca es demasiado tarde

Montse Colmenarejo 

A Rosa le dolían las rodillas y los recuerdos.
Desde muy niña tuvo que dejar la escuela para servir en la casa de uno de los señoritos del pueblo. Fue la sacrificada para que su hermano pudiera estudiar.
Por las noches salía a hurtadillas e iba a la iglesia. «No te quiero», recriminaba a la imagen del Cristo crucificado. “Nos disteis los mandamientos, pero quedó mucho por legislar”.
«Creo que sí te quiero,» rectificaba y se iluminaban sus ojos color violeta cuando podía conciliar los quehaceres diarios y la lectura de libros portadores de historias maravillosas.
Como modelo de mujer se volvió a sacrificar para criar cinco hijos. Sin atisbo de mejora tras la brecha generacional, después vinieron los nietos y sus cuidados.
Rosa ha cumplido setenta y cinco años y recita el artículo 14 mientras prepara su examen de Derecho Constitucional.
«Gracias», musita besando el crucifijo de su dormitorio.

 

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