Imagen de perfilUN SUEÑO LLAMADO “IGUALDAD”

MCarmen Sancho Quero 

El peligro de muerte se puede sentir tanto a un milímetro como a millones de kilómetros del caos instalado.

Vengo de un país en el que la forma de legislar es inhumana e irracional. Diariamente, realizan detenciones arbitrarias, vejaciones y torturas en prisión, los inculpados penalmente no tienen derecho a un abogado y la mujer no puede ejercer la abogacía porque meramente es un objeto. Solo existen víctimas y opresores. Las marcadas brechas de los contramuros por derruir urgen un sistema judicial propio del Estado de Derecho.

Impactantes máculas rojas quebrando los días, me hicieron huir.

En línea de conciliar tan inquietante traqueteo en un vil panorama internacional, en que, incluso, puede sentirse que la Justicia tiene mermada su credibilidad, me conciencio de la imperiosa necesidad de seguir subiéndonos a un estrado. Hoy, soy penalista y, con cinta violeta en la muñeca, defensora de mujeres víctimas de violencia de género

 

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