María Gil Sierra

Microrrelatos publicados

  • El amor dormido

    Una lluvia viscosa y gris acompaña al juez Villaseca a la escena del crimen. De repente, siente un maremoto conectado al epicentro de su corazón. La mujer yace boca arriba. Y su rostro inocente le abre las puertas de la memoria. El retorno a aquel verano en el pueblo. Los pactos entre los amigos: “Nada de chicas”. Hasta que apareció ella. Y, sin formular ni una sola palabra, decidieron quererse para siempre. Después, la universidad, su noviazgo con la hija del catedrático de civil, la boda, el tedio.

    “Era la cocinera del centro —interrumpen sus pensamientos—, los indicios apuntan hacia un crimen machista”. Aunque la científica continúa informando, él ya no escucha. Solo piensa en Graciela — la víctima—, en sus cartas semanales con aroma a lavanda. Estuvo recibiéndolas durante más de un año, recuerda. Pero nunca las leyó. Por cobarde, por temor a no poder dejar de amarla.

    | Septiembre 2023
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 2

  • Los ojos de su padre

    Un terrón de azúcar arrojado a un café hirviendo. Así resultó el nacimiento de Julia. Así de rápido se disolvió la conciliación en mi vida familiar. La decisión de postular a fiscal hasta aprobar las oposiciones fue un camino tan duro como lograr mi embarazo. Y ahora parecían universos divergentes. Por eso consideré lícito archivar la denuncia que acababa de recibir. Me faltaba tiempo libre. Y pensé que el asunto —un ginecólogo que supuestamente inseminaba a todas las pacientes con su esperma— era alimento para una audiencia de telebasura. Nada más. Aun así abrí el dosier y aparecieron las imágenes de los presuntos hijos. Sus miradas de color azul escarcha. Ni siquiera necesité leer el nombre del doctor para saberlo. Comencé con la investigación de inmediato. Sobre la mesa, una foto de Julia sonriendo a mi pareja y a mí. Sus ojos diferentes a los nuestros. De color azul escarcha.

    | Agosto 2023
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 1

  • In extremis

    La primera cita con el abogado de oficio será en una semana. Demasiado tarde. Dentro de unas horas las echarán del piso. A Belinda y a sus hijas. Así que tuvo que ayudar. Por justicia o por orgullo. Quién sabe. Durante la concentración de los vecinos encontrará causas legales, piensa. Ahora debería ceder su turno al sueño. Son las cuatro todavía.

    *********

    Las cuatro de la madrugada. Cuando solía regresar su marido, recuerda Belinda. Lo pagaba con ella. El mal beber. Pero no lo abandonó por eso. Fue el día en que levantó la mano contra las niñas. Otro país. Buscar trabajo. Perderlo. Buscar. Pronto llegarán los del banco con la policía y el cerrajero. Es fundamental confiar, le aconsejan todos. Pero las esperanzas se diluyen en la oscuridad. Aunque las recupera con el día. Porque una hora antes del desahucio llama su abogada: “Lo suspendieron”. Hoy dormirán tranquilas.

    | Julio 2023
     Participante

  • La desaparición de la fiscal Piris

    Le pareció un “sinsentido”, una colección absurda de alegaciones con las que la empresa pretendía evitar la sanción. Sus vertidos tóxicos eran, sin duda, los responsables de contaminar el riachuelo. Pero a nadie le interesaba proteger la salud de esos desgraciados venidos del infierno para instalarse en chabolas junto a sus aguas. Y decidió que ella misma iría a investigar.
    Al principio el taxista fue agradable, pero se negó a entrar en el poblado. “Y usted tampoco debería”, le dijo. Tenía miedo. Miedo de sus ritos paganos, de las desapariciones. Eso se comentaba. La fiscal Piris bajó del auto y atravesó el umbral fronterizo. No creía en las habladurías. Sin embargo, le extrañó ese silencio estrepitoso y negro. Avanzó guiada por las aguas putrefactas, hasta que escuchó los cánticos que un grupo de personas entonaban alrededor de una pira de madera. Todos se giraron hacia ella, como si la esperaran.

    | Julio 2022
     Finalista
     Votos recibidos por la Comunidad: 17

  • La vieja sirena

    “Siéntete como una sirena”, leí en el panel publicitario que acaban de instalar frente a mi nueva residencia. Bajo las letras, la imagen de una joven arrebatadora jugando con las olas. Sonreí, aparté mis ojos de la ventana y los cerré para soplar las velas de mi supuesto ochenta aniversario. Es lo que aparento. Aunque sigo manteniendo la misma voz fresca y musical, imprescindible para mi subsistencia.

    Mientras repartía la tarta, escuché a dos cuidadoras hablando sobre el último naufragio. Conocían a varios de los desaparecidos. Ellas insistían en acusar al capitán, a pesar de que la juez ha decretado el sobreseimiento del caso. Me alegro por él. Es inocente. También me duele la muerte de los tripulantes, pero la vida es así. O ellos o yo. Hoy he cumplido trescientos años. Estoy agotada. Desearía dejar de cantar. Y no puedo. Si lo hiciera, se extinguiría mi especie.

    | Junio 2022
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 6

  • Jauría

    Huyen de los chacales. De los aullidos que disparan al aire celebrando la victoria. Dos mujeres solas. También ellas saben afilar los colmillos cuando luchan por los derechos de sus “hermanas”. Desde que se titularon, han trabajado duro en el bufete para promover condiciones de plena igualdad. Ahora los depredadores andan al acecho. Quieren destriparlas y devorar su futuro. Ocultas tras los velos de impotencia, atraviesan la ciudad. Desde los puestos callejeros, les llega el aroma dulce de los jalebis y el olor fuerte de la salsa verde que acompaña a los kebabs. Ya los extrañan y todavía no se han ido. Pero el instinto de conservación exige un cambio radical en sus vidas. Aunque sin salvoconductos serán presas fáciles. Suena uno de sus móviles. “Los tenemos”, dice una voz lejana. Ellas ríen. Lloran. Y prosiguen hacia el aeropuerto para tomar el avión que las alejará de Kabul.

    | Septiembre 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 8

  • Paternidad

    Siempre tuve la seguridad de que el amor necesita raíces para desarrollarse. Hasta que vi a Marisa. Fue en la clase inaugural de nuestro primer año de Derecho. Su mirada diáfana revolvió mi corazón y corrí a sentarme junto a ella. Después de tres lustros, formamos una familia feliz. Además de luchar en el bufete por la diversidad sexual, compartimos cuatro hijos maravillosos. Y eso ayuda a fortalecer nuestra relación, aunque ella prefiera salir de compras con las chicas, mientras yo disfruto más echando un partido con los dos pequeños en el parque. El equilibrio perfecto. Por eso tengo miedo. No quiero destrozar algo tan mágico. Pero es urgente que asuma mi responsabilidad y que hable con los niños sobre lo que me ocurre. No sé cómo reaccionarán cuando se enteren de que van a dejar de tener dos mamás. Marisa, para animarme, ya ha empezado a nombrarme en masculino.

    | Agosto 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 7

  • Guisos caseros

    Cuando murió mi madre, encontré consuelo en un restaurante próximo a mi despacho. Sus sopas conseguían trasladarme a momentos felices de la niñez. Las manos de Amelia, su cocinera, lograban tal prodigio. Hasta que la pandemia cerró el local. Un día la vi en la televisión, haciendo cola para recibir alimentos gratuitos. Pensé que era mi oportunidad. Aunque el dolor por una pérdida resulte imposible de erradicar, ella había contribuido a paliarlo. Así que la busqué. Estaba sin empleo y temía el desahucio. Como abogada, lucharía por evitarlo. La ley debe proteger a la población más vulnerable, y su familia pertenecía a ese colectivo. Aquella noche, soñé con una caracola. La acerqué al oído y escuché la voz de mi madre pidiéndome que empleara su herencia con bondad. Al despertar, había arena de playa entre mis sábanas. Entonces lo decidí. Acabo de abrir un restaurante y Amelia es la chef.

    | Junio 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 9

  • Ingredientes para un desayuno saludable

    Recuerdo los desayunos de los domingos. Papá presidía la mesa mientras tomábamos bizcochos glaseados con activos o mojábamos los churros en estados financieros. La industria del acero era su mundo y quería que nosotros continuáramos con la producción. Crecimos y ninguno tomó su testigo. Mi hermano, como trabajador social, se dedicó a facilitar la adaptación de inmigrantes y refugiados. Y yo, desde la abogacía, a defender el medioambiente. Poco antes de morir, nos hizo prometer que íbamos a invertir parte de nuestro tiempo en la empresa. Tan cerca y no veíamos la oportunidad. Hasta que Ghada, Mamadou, Ibrahim y otros más formaron parte de la plantilla. Son mujeres y hombres que dejaron sus países huyendo del hambre y de la guerra, en busca de un nuevo futuro.

    Nosotros, después de tantos años, hemos rescatado los desayunos dominicales. Pero, en lugar de azúcar, añadimos solidaridad al café. Y sienta mucho mejor.

    | Mayo 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 18

  • Resiliencia interestelar

    Acababa de dejar a mi cliente cuando vi el anuncio. Por eso me presenté como voluntario. Comunicarle la desestimación de la demanda resultó muy duro. Se hundió por completo. Pensé en recurrir —nunca me doy por vencido—, pero él rechazó seguir adelante. Y yo buscaba sentirme útil. Así que la idea de formar parte de una colonia experimental me pareció fascinante. No solo cambiaría de vivienda, también de planeta. El proyecto consistía en construir una nueva civilización en un entorno urbano alternativo al nuestro. Los materiales empleados en las instalaciones lograrían preservar de cualquier catástrofe. No como en la Tierra —ya agonizante—. Pensé que mis conocimientos servirían para hacer cumplir los códigos de edificación. Me aceptaron. Pero no por ser un experto en leyes sino por mi capacidad para superar las adversidades. Necesitaban colonos así. Y, según ellos, la abogacía es una de las profesiones más resilientes.

    | Marzo 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 44

  • Desigualdad tiene nombre de villana

    Encendió un cigarrillo pese a mi negativa.

    —¿Y si quintuplico la oferta, qué dirías?

    Tragué saliva antes de contestar.

    —Lo mismo. Jamás seré su abogado.

    La había imaginado sin escrúpulos, tal y como era. Sin embargo, su descaro consiguió excitarme. Supongo que se llama tentación.

    —No solo se trata de dinero —dijo echando una bocanada de humo—. Puedo lograr un crecimiento exponencial del bufete. Siempre suministro las oportunidades a mi antojo. A cambio, me debes proteger.

    —¿De quién? —le pregunté—.

    —De vosotros. De la justicia. Os habéis empeñado en exterminarme. Como si yo fuera culpable del hambre en el mundo.

    —Y lo es. No distribuye los recursos equitativamente.

    —Bobadas. El pez grande se come al chico.

    —Pero mi compromiso implica acabar con usted. Objetivo 10 de Desarrollo Sostenible —le recordé—.

    Y acto seguido la invité a salir del despacho —no fuera a arrepentirme—.

    | Febrero 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 15

  • No hay dos sin tres

    Marta y Sumaiya tienen los ojos color aceituna. Podría ser la única coincidencia entre las dos, o no. Marta tiene veintinueve años, ha recibido una buena educación y, gracias a sus ideas innovadoras, va a ocupar el puesto ofertado en un prestigioso bufete de abogados. Sumaiya acaba de cumplir doce años, apenas sabe leer y nunca ha sido tratada con equidad.

    En su primer día de trabajo, Marta estrena una blusa bordada con esmero por las manos infantiles de Sumaiya —segunda coincidencia—. La tercera sucederá dentro de un año. Si Marta conociera la historia de la niña, lucharía por sus derechos. Pero en el país de Sumaiya las leyes no tienen valor. Así que el 9 de septiembre de 2021 se celebrarán las bodas de ambas.

    | Septiembre 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 4

  • Raíces

    Se quitó la alianza y me la entregó para que viera la fecha. Tenía dudas. Sin embargo, recordaba con nitidez sus sesenta y cinco años de matrimonio.
    —Sacamos cuatro hijos adelante, señor abogado, y ahora quieren encerrarme con los viejos. ¿Qué le parece? ¿Podrá cooperar conmigo?
    —¿Qué edad tiene usted?— le pregunté.
    —Noventa años. Aún soy joven. Con un poco de apoyo me valgo por mí mismo. Solo quiero sentarme bajo el nogal de mi huerta. A veces me fallan las piernas, pero las puedo fortalecer caminando. Me ven como a un trasto. Y luego se les llena la boca de solidaridad, sólo palabras.
    Cuando se fue, cerré el despacho y conduje hasta la residencia “El buen reposo”. Lo encontré en el patio, peleando por el único banco clavado junto a la encina —idéntica a la de nuestro cortijo—. Cogí la mano de mi padre y nos fuimos.

    | Agosto 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 13

  • Inocentes

    Cuando conocí a Eulalie, me emocioné. Nunca había visto tanta ternura y dolor reflejados en una mirada. Su caso era complicado. Había llegado sola a España, tenía 15 años y estaba embarazada a causa de una violación múltiple. Me dijo que venía buscando paz. Que aún no conocía su significado. Le pregunté si su familia seguía en Burundi. Me negó cualquier información. Yo, como abogada, debía ocuparme de sus documentos, pero también quería facilitar, con mi amistad, su proceso de adaptación. Ser eficaz con el papeleo me parecía insuficiente. Y llegué a quererla de verdad. Un día me arrancó un compromiso: “Promets-moi”. No me pude negar. Ocurrió poco antes del alumbramiento. En ese momento me permitieron el acceso al paritorio y la vi luchar por su hija. Una semana después murió. La esperanza también brilla en los ojos de Kigemi. Y, como le prometí a su madre, crecerá con amor.

    | Julio 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 24

  • Turno de oficio

    Papá me ayudó a hacer el cartel. Yo pinté un arco iris enorme con mis lápices de colores y él escribió “Quédate en casa” con su letra tan bonita de topógrafo. Luego Pablo me chinchó. Que me había salido torcido. ¡Buah! Ya me ha dicho papá que ni caso, que está muy tonto últimamente. Como tampoco quiere jugar conmigo, me he hecho científica. Hoy he inventado una vacuna que es como una bomba fétida. Estalla y destruye el coronavirus. A papá le pareció genial. Él cree que el olor a pedo terminará con su propagación. Seguro que a mamá también le gusta. Ahora está en la comisaria. Ha ido a defender a unos detenidos por no respetar el confinamiento. Ya sé. Todos tenemos derecho a un abogado. Pero me ha dado mucha pena verla salir con guantes y mascarilla. Esta tarde aplaudiré muy fuerte en el balcón. Dedicado a ella.

    | Abril 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 7

  • Camelamos trequejenar

    Regreso de Estrasburgo. Últimamente vivo en los aeropuertos. Suena el móvil. Es Ana, mi antigua profesora del insti. Ella me dio la oportunidad de labrarme un futuro. Me llama para felicitarme por mi nombramiento en el Comité contra el Racismo y la Desigualdad. Siempre habla en positivo, pero algo le preocupa. Sé que es por sus alumnos. Por la brecha que existe entre ellos según sus etnias. Le propongo darles una charla y acepta feliz.

    Antes de entrar en clase me habla de Alondra. Dice que le recuerda a mí.
    — ¿Quiere estudiar derecho?—le pregunto.
    —No, va a dejarnos para encargarse de su casa. Que, como gitana, es su obligación. Ya sabes.
    ¡Me duele tanto! Si abandonan los estudios, no conseguiremos que la sociedad acomodada deje de discriminar al diferente. Pero sonrío al pasar al aula.
    -Buenos días, chicos —les digo—.Soy abogada. Soy mujer. Y soy gitana.

    | Marzo 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 10

  • Identidad

    Cuando la conocí, todavía se llamaba Juan. Pero en su brillante currículum ya figuraba el nombre de Elena. Por supuesto, el empleo fue para ella. Como director de recursos humanos nunca lo dudé. Y eso que se encontraba en medio de un proceso personal muy complicado. No necesité demasiado tiempo para comprobar que había hecho la mejor elección. Con ella aumentó rápidamente nuestra capacidad productiva. Su lema, “Por una sociedad inclusiva”, se convirtió en el leitmotiv del bufete. Nunca pensé que tantos clientes buscasen nuestros servicios. Y todos pedían que los representase Elena. Así que el crecimiento de su reputación se desbordó. Hasta la revista Time se hizo eco de su lucha por promover la integración. Quisieron entrevistarla. Y ella los rechazó aduciendo que estaba muy ocupada. No mentía. Ese mismo día, comenzaba nuestro viaje de novios.

    | Febrero 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 11

  • Pandemia

    Abrí los ojos y me vi rodeado por un grupo de mujeres y hombres desnudos. Me dolía el cuerpo y me ardía la frente. Pero ya llevaba días así: soportando una tos cansina. Con el vuelco de la canoa solo había perdido el conocimiento. Lástima que lo recobrara junto a aquellos salvajes. Seguro que acababa metido en una olla. En lugar de eso, me agasajaron con gran diversidad de frutas exóticas. Y al día siguiente, me devolvieron al campamento. Cerca de las máquinas excavadoras. Ahí comprendí que nuestro trabajo suponía la degradación del ecosistema. Avergonzado, dejé la constructora y viajé a la capital para contratar a la mejor abogada experta en desarrollo sostenible. Quería proteger el territorio de mis salvadores. ¡Qué orgulloso me sentí! Después, regresé a España. Fue el bufete quien me dio la noticia. Ya no existía la tribu. Se habían extinguido a causa de la gripe.

    | Enero 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 18