Inocentes
María Gil SierraCuando conocí a Eulalie, me emocioné. Nunca había visto tanta ternura y dolor reflejados en una mirada. Su caso era complicado. Había llegado sola a España, tenía 15 años y estaba embarazada a causa de una violación múltiple. Me dijo que venía buscando paz. Que aún no conocía su significado. Le pregunté si su familia seguía en Burundi. Me negó cualquier información. Yo, como abogada, debía ocuparme de sus documentos, pero también quería facilitar, con mi amistad, su proceso de adaptación. Ser eficaz con el papeleo me parecía insuficiente. Y llegué a quererla de verdad. Un día me arrancó un compromiso: “Promets-moi”. No me pude negar. Ocurrió poco antes del alumbramiento. En ese momento me permitieron el acceso al paritorio y la vi luchar por su hija. Una semana después murió. La esperanza también brilla en los ojos de Kigemi. Y, como le prometí a su madre, crecerá con amor.
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Me ha emocionado.
Mi aplauso… Y mi voto
Gracias Santiago. Qué pena que esta historia suceda demasiadas veces.
Relato emocionante y crudamente real. Mi rendido voto.
Cuánta razón tienes, ojalá que solo fuera un cuento fantástico.
Un abrazo.
Muy emotivo y, por desgracia, real. Muy bien escrito y resuelto. Un voto para tus «Inocentes»
Gracias Esteban. Ojalá que no fuese tan real.
Un abrazo
Un abogado ha de intentar adaptarse a cada cliente, ponerse en su piel para comprender sus necesidades específicas, incluso las de los más desamparados. En esta relación el planteamiento profesional queda superado desde el principio, con un gesto final que honra a quien lo hace. Toda ayuda es poca para los inocentes, los que nacen en el lado perverso del mundo y sufren sus consecuencias.
Un relato lleno de humanidad, con el valor añadido de ser creíble.
Aprovecho para decirte que disfruto tus letras allá donde las veo, algo que, en este caso, como no podía ser menos, ha vuelto a suceder.
Un abrazo, María
Qué alegría tener un comentario tuyo, Ángel. Ya sabes que los disfruto mucho. Me encanta cómo analizas los relatos. Aprendo mucho contigo.
Un fuerte abrazo.
Cabrea bastante cómo a algunos siempre les toca morder el lado amargo de la cáscara. Un relato muy fuerte y absolutamente real. Mi voto para Kigemi.
María, un relato precioso, lleno de ternura.
Le auguro un gran futuro para Kigemi y para tu relato. Un voto de amor.
Besos apretados.
Un relato emocionante y, por desgracia, tan real como inhumano. Muy bonito. Enhorabuena y mi voto.
María, siempre es un placer leerte. Un abrazo.
María, un estupendo relato.
Te deseo mucha suerte y te dejo mi voto.
Un beso.
No sé ni qué decir, María. A veces las palabras no son necesarias.