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María Gil Sierra 

Cuando conocí a Eulalie, me emocioné. Nunca había visto tanta ternura y dolor reflejados en una mirada. Su caso era complicado. Había llegado sola a España, tenía 15 años y estaba embarazada a causa de una violación múltiple. Me dijo que venía buscando paz. Que aún no conocía su significado. Le pregunté si su familia seguía en Burundi. Me negó cualquier información. Yo, como abogada, debía ocuparme de sus documentos, pero también quería facilitar, con mi amistad, su proceso de adaptación. Ser eficaz con el papeleo me parecía insuficiente. Y llegué a quererla de verdad. Un día me arrancó un compromiso: “Promets-moi”. No me pude negar. Ocurrió poco antes del alumbramiento. En ese momento me permitieron el acceso al paritorio y la vi luchar por su hija. Una semana después murió. La esperanza también brilla en los ojos de Kigemi. Y, como le prometí a su madre, crecerá con amor.

 

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