Imagen de perfilLos ojos de su padre

María Gil Sierra 

Un terrón de azúcar arrojado a un café hirviendo. Así resultó el nacimiento de Julia. Así de rápido se disolvió la conciliación en mi vida familiar. La decisión de postular a fiscal hasta aprobar las oposiciones fue un camino tan duro como lograr mi embarazo. Y ahora parecían universos divergentes. Por eso consideré lícito archivar la denuncia que acababa de recibir. Me faltaba tiempo libre. Y pensé que el asunto —un ginecólogo que supuestamente inseminaba a todas las pacientes con su esperma— era alimento para una audiencia de telebasura. Nada más. Aun así abrí el dosier y aparecieron las imágenes de los presuntos hijos. Sus miradas de color azul escarcha. Ni siquiera necesité leer el nombre del doctor para saberlo. Comencé con la investigación de inmediato. Sobre la mesa, una foto de Julia sonriendo a mi pareja y a mí. Sus ojos diferentes a los nuestros. De color azul escarcha.

 

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