VIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Imagen de perfilFuturo imperfecto

Sebastián Trías Salom 

Abogado, su alegato –dice el juez. Creíamos que el apocalipsis robótico consistiría en hordas de robots asesinos rebelándose contra los humanos. Está grabado en el inconsciente colectivo del pueblo. Pero no ocurrió así. La mecanización condujo al hombre a una carrera que no podía ganar. Si un robot podía hacerlo resultaba más barato y se quedaba el trabajo. Recepcionistas robóticos, máquinas expendedoras de billetes, robots domésticos, banca online, trenes sin conductor…Los robots llegaron, lenta y discretamente, y nos sustituyeron. Ahora ellos tienen el poder. Es la tarifa a pagar por el estado del bienestar. El de unos pocos, claro. Echarle encima cincuenta kilos de pimienta a su jefe no estuvo bien, seis días después todavía sigue estornudando. Pero ¿quién no comprendería el dolor y la frustración de ser sustituido por un brazo electrónico después de veinte años envasando especias? Dos luces parpadean en la cabeza del juez. Ya hay veredicto.

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El más votado por la comunidad

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Arantxa Grau Miquel · Torrent 

María paró en seco, estaba a las afueras del pueblo. Tenía los tacones llenos de barro pero continuó sin mirar atrás. Llegó con los pies doloridos, el olor a especia inundaba todo. El poder de las plantas trepadoras se comía la casa. No había nada ni nadie cerca, quitando las pocas vacas que comían. Ningún aparato electrónico funcionaba allí arriba. Entró casi sin llamar. Encontró a Lucía preparando la comida.

  • Hola María. Qué gusto verte.
  • Hola, ¿dónde está Marcial?
  • En la cama, ya no se puede levantar.
María se quitó los tacones y entró en la habitación del matrimonio.
  • Hola bonita, ¿qué haces por aquí?
  • He venido a traerte los papeles de la herencia, con esto nadie os quitará lo vuestro.
  • Te lo agradecemos María pero sabes que no tenemos para pagar tu tarifa.
  • Eso no debería de frenar a un abogado.

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Relatos seleccionados

  • Imagen de perfilCitas del Juzgado

    Concha Peláez 

    -Mi defendido, es un hombre tímido que vive aislado en un pueblo, y que sabe distinguir toda clase de plantas aromáticas y especias, como amante de la naturaleza que es.

    Porque se sentía solo, contactó por correo electrónico con una empresa de relaciones personales y ésta le envío fotos de mujeres que se ajustaban a sus preferencias (le muestro las fotos, Señoría). Le obligó a pagar los supuestos gastos de viaje: avión y tarifas aduaneras, necesarios para conocerlas.

    -Hoy en día es habitual recurrir a estas empresas de encuentros. Yo misma he usado de ellas, quizás por la falta de tiempo o la soledad del ejercicio del poder judicial.

    Expuestos los hechos, se sanciona a la sociedad “Amigos” por hacer uso de sus archivos sin el debido sigilo y se le obliga a devolver al reclamante lo que ha abonado para conocerme, ademas de mis fotos.

    ¡Se levanta la sesión!

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  • Imagen de perfilEl sabor amargo del gin tonic

    Ernesto Ortega garrido 

    Entré en un bar cerca los juzgados y pedí un gin tonic con especias para celebrarlo. Con un caso tan difícil y mediático, mi tarifa subiría. Me harían socio. Mi padre estaría orgulloso. Es un hombre de pueblo que trabajó duro para poder darme una carrera. Si soy abogado, se lo debo a él. Iba a mandarle un correo electrónico para contárselo, cuando reconocí al hombre de al lado. Leía el periódico. Lo había visto en el juicio. Me había fijado en él porque me recordaba a mi padre, pero había encogido y desbordaba tristeza.

    -¿Cree que es justo? –me preguntó.
    -Es la ley –respondí.

    Dejó el periódico sobre la mesa y se marchó. La portada decía:
    “Cuatro años de cárcel para Miguel Ángel Flores por la tragedia del Madrid Arena”.

    El gin tonic sabía amargo. Pensé que no era necesario contárselo. Seguramente mi padre ya se habría enterado.

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  • Imagen de perfilUn abogado implicado

    Blanca Alvarez 

    En su afán por consolar a sus clientes se hizo psicólogo para acompañarles en sus angustias y penas. Cuando uno de ellos sufrió un desahucio luchó cual activista buscándole las cosquillas al sistema. Cuando a Paco le debían las nóminas y los acusados se declaraban insolventes, no tuvo otro remedio que hacer de detective, rastreando en medios electrónicos toda posible huella de bienes embargables, buscando empadronamientos en posibles propiedades. Acorde con las necesidades de los defendidos, redujo las tarifas y esperó muchos meses hasta poder percibir (si es que al fin lo lograba) los honorarios cual inversor financiero, siendo pagado muchas veces en solomillo y especias. En el juzgado, actuaba como orador, líder pacifista implorando justicia para el pueblo. Con su gran implicación, estaba claro que por encima de todo Carlos nació abogado.

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  • Imagen de perfilDESEO CUMPLIDO

    HORTENSIA BARDERAS ALVAREZ · MADRID 

    El abogado de Giovanni Malatesta decidió desaparecer tras perder el juicio de su cliente. Recogió el dinero que tenía escondido, destrozó su teléfono y canceló su cuenta de correo electrónico. Condujo 300 km sin rumbo fijo, llegó a un pueblo perdido y alquiló una casa por una ridícula tarifa. Sin nada que hacer, pronto comenzó a realizar pequeños recados y favores a sus vecinos. Hablaba con los ancianos, llevaba la compra a las mujeres y al final del año organizó las fiestas. Fueron las mejores de la historia y él ganó el concurso a la mejor paella. Durante días se sintió feliz, orgulloso, con poder, más que cuando ganaba sus juicios, y tal vez por ello no fue consciente de que alguien había manipulado el bote de su especia favorita. Lo abrió, espolvoreó sobre la pasta y se sentó junto a la ventana deseando quedarse allí para siempre.

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  • Imagen de perfilLA VACA

    ARTURO RANERA RANERA · MADRID 

    Amador, hijo del Alcalde del pueblo, y gracias al poder que ejercía su padre, trabajaba para don Melquíades, único abogado de la comarca. Éste le había citado por correo electrónico en el prado propiedad de una de las partes del caso, en el que pastaba la vaca de la parte contraria. La vaca había parido un ternero y la disputa versaba sobre a quién pertenecía el neonato.

    Don Melquíades asistía a las dos partes con quienes había ajustado el cobro de su tarifa mediante el “pago en especia”, como conocían al pago en especie desde épocas en las que se pagaba con condimentos traídos de las Indias.

    Presentes todos, el letrado, apartado cada vez de la otra parte, dio la razón a cada uno de ellos.

    -Disculpe don Melquiades, -preguntó Amador- le ha dado la razón a los dos; entonces, ¿de quién es él ternero?

    El letrado, socarrón, contestó:

    -Nuestro.

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  • Imagen de perfilJusticia al orégano

    Juan Herranz Pérez del Arpa 

    Durante el receso del caso, el abogado Miguel Malhumores salió a comer en el italiano de la esquina. Ocupó su mesa habitual y seleccionó en el marcador electrónico su acostumbrado plato de pasta, sin especias, tal y como solía pedirlo cuando intuía un caso perdido.
    Mientras esperaba, repasó sus últimos apuntes. El caso del pueblo contra Saúl Alonso parecía condenado al fracaso, y él se preparaba para encajar una nueva derrota.
    __Dentro de nuestra tarifa incluimos pruebas irrefutables para abogados desesperados –sonrió su camarero habitual al traerle la pasta limpia.
    __¿Has visto? Otro día más sin albahaca en los espaguetis.
    __El poder judicial te ningunea, amigo. Me parece que nunca sabrás ni a qué sabe el perejil.
    Manuel lo miró fijamente, fuera de sí. Cogió el pequeño bote de orégano de la bandeja y lo vació completamente sobre su plato. Masticó y masticó su furia. Algo iba a cambiar.

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  • Imagen de perfilLAS UVAS DE LA IRA

    Irene Golden uiz 

    Por quinto año consecutivo, el reloj de la plaza dejó a los vecinos de Villajuiciosa con sus 12 uvas sin tomar. En esta ocasión- tras un lustro de desdichas- supersticiosos y piadosos agitaron las calles, exigiendo la inmediata sustitución de aquella antigualla por un reloj electrónico. Ante el pulso de poder, el alcalde ordenó aplastar la revuelta y declaró la impuntualidad del acusado Bien Municipal Protegido, con vengativa retranca.
    Su desafiante ordenanza dividió al pueblo en dos: los que masticaban la rendición como especia amarga y los que conspiraban para prenderle fuego al reloj. En mitad del maremagno, la frutera apeló al buen juicio de sus convecinos y propuso una colecta para abonar la tarifa de un reputado abogado acusador.
    Cuentan que fue tan vehemente su alegato y tan celebrada la victoria que, rayando la medianoche, el corazón del alcalde, abrumado de escarnio, se paró como uva que se atraganta.

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  • Imagen de perfilMirador secreto

    Mariano Arias Castellano · Valencia 

    Al empezar a ejercer deje de tratar a German. A medida que yo facturaba cada vez más cara mi hora en la capital, él se fue quedando más aislado en el pueblo como el loco local. De niños, recorriendo la senda del Montgó, descubrimos un mirador secreto en un desnivel tapado por la vegetación. Aquel fue nuestro escondite frente al mar, en el que la brisa traía olor a especia y algas. Ahora toda la zona está reducida a cenizas. La ha quemado mi amigo de la infancia. Nadie va a poder volver a nuestro claro. Totalmente solo a los 50, German ha querido vengarse de todos los que le dejamos de lado, haciéndonos huérfanos por igual de nuestro bosque. Dos abogados del turno de oficio han renunciado a su defensa. Mando el correo electrónico ofreciéndome gratuitamente como letrado. Mi tarifa es tan elevada como mi deuda con él.

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  • Imagen de perfilAbogado con súper poderes

    David Gómez Ortas 

    Franklin Roosvelt dijo: "un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Aquella frase, que más tarde le repetiría Tío Ben al Hombre Araña, marcó mi trayectoria profesional, y ha sido el contrapeso para mi conciencia todos estos años.
    No ha sido fácil para este abogado de pueblo rehuir la especia de la codicia y no probar la corrupción. Como Spiderman, me he movido entre las telarañas de lo deshonesto que rodean esta otrora respetada profesión, evitando convertirme yo en la presa.
    Mi tarifa no es liviana, lo reconozco; solo así puedo luchar contra mi alter ego, ese que se parece tanto a mí mismo, pero mucho más oscuro, y que solo quiere ser como esos arrogantes abogados de las películas.
    La conciencia es un súper poder, muchos ya no la tienen. A veces me vibra, como si fuera un dispositivo electrónico, entonces se que es hora de escapar entre los edificios.

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  • Imagen de perfilMI MAESTRO

    GEMA GARCÍA COLADO · LEÓN  

    Se oyen ecos lejanos, ecos de viejas historias de despacho, de respeto, de optimismo…los trae el viento; me llegan sentada delante del ordenador, intentando saber qué harías tú y cómo reaccionarías ante los problemas de la profesión y de la vida misma. De repente, recuerdo el día que viniste a comer a mi casa del pueblo, un día precioso en la montaña, recuerdo el olor a carrilleras un poco cargadas de especias, pero sobre todo recuerdo que quería mimarte, cuidarte, exprimir cada segundo contigo, estabas tan débil… ¡Qué poder tiene el viento!.
    Hoy, dos meses después, la electrónica nos cita a comer a todos los que trabajamos contigo, ya casi no te tienes en pie, sólo puedo sujetarte y sonreírte; cuánto me duele verte así, mi maestro, mi amigo, mi segundo padre, pero ese dolor es una tarifa muy pequeña que pago feliz por haberte conocido y disfrutado.

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  • Imagen de perfilEl héroe

    Pablo Nogueira Campo · Ourense 

    La tarifa que la compañía eléctrica estaba cobrando era abusiva. El poder del pueblo había quedado completamente relegado ante el aplastante dominio de la multinacional. La gente necesitaba a un héroe, un lider que librase una batalla sin cuartel contra la todopoderosa empresa, abogando por la justicia y por los derechos de los ciudadanos.
    De repente entra por la puerta del restaurante más afamado del pueblo, se sienta sigilosamente y sin llamar demasiado la atención, extrae un aparato electrónico de su mochila, justo antes de pedir comida con alguna especia. El camarero le sirve y después de comer, se pone a escribir en unos papeles en la misma mesa del restaurante.
    La gente comenta que es un abogado que acaba de llegar de la ciudad para luchar con la eléctrica.
    Todos lo miran con cierta complicidad y un halo de esperanza. Allí estaba el héroe que necesitaban.

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  • Imagen de perfilVisita a domicilio

    Beatriz Rodríguez Wandosell · Murcia 

    Llego al pueblo de un hombre que me ha llamado un tanto desesperado porque necesita los servicios de un abogado urgentemente. Consulto de nuevo la dirección en el correo electrónico que me mandó con sus datos. Sí, aquí es, una casa vieja y destartalada.
    Llamo a la puerta y me abre un hombre de unos 40 años. Se le ve agobiado. Me hace entrar casi a empujones. La cocina huele mucho a especia. Nos sentamos en la mesa que hay allí en un rincón y el hombre empieza a sacarme un montón de papeles entre los que puedo distinguir un poder notarial, un testamento y unos planos de una finca.
    Antes de continuar me pregunta si tengo alguna tarifa especial para homicidios involuntarios. ¿Cómo? Al notar mi extrañeza el hombre se levanta, abre la puerta de la despensa de la cocina y puedo ver a un hombre muerto allí tirado.

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  • Imagen de perfilChamusquina

    Jerónimo Hernández de Castro 

    El hombre con aspecto de loco se sentó de nuevo frente a mí, con su cartapacio rebosante. Sudoroso, con una mirada desquiciada que se afana en escudriñar todos los rincones del bufete, desde hace meses solo quiere hablar conmigo de su invento. De hecho me ha otorgado el poder de representarle. No tiene ningún problema con la tarifa. Sabe que se hará rico muy pronto. Su patente es un ingenio electrónico para detectar olores desde la especia más exótica al tóxico más sutil. Todo está al alcance de su nariz. No quiere nada para él. Los beneficios deben destinarse a los habitantes de su pueblo, una aldea perdida de la montaña. Es una lástima que su instrumento de precisión sea inútil para olfatear la astucia y el dolo que su abogado está a punto de cometer.

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  • Imagen de perfilUN NUEVO COMIENZO

    CARMEN ANDREY MARTIN 

    Está sentado enfrente de mí, turbado y expectante. Hay admiración en esos ojos de azul vivo mientras recorren con avidez la estantería de madera oscura que tengo a mi espalda. Atestada de leyes y doctrina del poder judicial que ya nadie consulta, obsoleta, en decadencia. Intento relajar el ambiente interesándome por su familia pero, mientras habla de la tienda de especias que su madre regenta en su pueblo natal, siento fija su mirada en mis manos viejas y arrugadas. De repente las noto sudorosas. Miro por la ventana intentando parecer distraído en tanto le propongo trabajar a tiempo completo por un 25% de mi tarifa; estoy pensando que por fin voy a aprender a adjuntar archivos al correo electrónico. Un leve tic de su pierna izquierda delata su impaciencia, yo prolongo el silencio sólo por guardar las apariencias. Ahora sí ¿Te parece bien empezar como pasante en el despacho...mañana mismo?

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  • Imagen de perfilUN CUENTO SOBRE NATIVOS Y FORÁNEOS

    JOSE RIESCO RIESCO 

    Venía de un impronunciable pueblo de la India. Ilegal como verdaderas señas. Era cocinero. Olía a especias, cardamomo y pimienta. Apenas levantaba los ojos, pero tenía la mirada limpia y bondadosa… Al redactar su recurso me dejé llevar por esa pequeña vanidad del poder, aunque la tarifa minutada era magra. Entonces abrí Lexnet, con cierto aire de suficiencia, metí mi PIN y… Plas. El caos. El “cacharro electrónico” comenzó a mostrar pantallas de errores vagos… Estás desactualizado… Falta una DLL… Quieres mandar un “report” de error… Pánico total. Toda mi suficiencia se evaporó… Le comenté avergonzado que no podía hacer nada. Se le iluminaron los ojos. Se prestó a ayudar. Movió sus dedos sobre el teclado como un pianista virtuoso y voilà. En un santiamén localizó el fallo. Finalmente no lo expulsaron, pero la otra moraleja que saqué fue descubrir que el ilegal digital era yo, y él el nativo.

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  • Imagen de perfilEVOCACIÓN

    Juanma Velasco Centelles 

    Recién terminada la fiesta por su ochenta cumpleaños, le sobrevino una soledad inexorable como una tarifa.

    Su hija, crecida por los excelentes resultados de su última revisión cardiológica, decidió hacerle estallar una sorpresa multitudinaria en su casa del pueblo.

    Todo olía, sin embargo, a la especia de la nostalgia, quizá incluso a naftalina. Sentado en su sillón de jubilado focalizó la orla en la que un rostro, el suyo, minúsculo, cincuenta y siete años más terso, le recordó a aquel abogado recién togado que sentía el poder de la juventud como la jurisprudencia más irrefutable para afrontar el caso de la vida.

    Tiempos amanuenses, donde lo electrónico no era siquiera una quimera, donde los ritos del oficio desprendían una solemnidad que se fue debilitando con la erosión de los años.

    Una babilla libertaria asomó por su comisura de viejo para notificarle que le quedaban pocos juicios antes del final.

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  • Imagen de perfilTARIFA ESPECIAL

    MERCHE BOVÉ BARBERÁ 

    “Especia” era el nombre elegido por Tomás para la residencia geriátrica que iba a construir en el pueblo. Me comentó que la construcción de esa residencia era una idea que le rondaba por la cabeza desde hacía tiempo, que ahora era el momento de hacerlo y que necesitaba mi asesoramiento como letrado para diversos trámites. Yo, perplejo, le advertí que no era tarea fácil y que requería su tiempo. Esgrimió su consabido “querer es poder”, insistiendo en que, si a los 78 años había aprendido a manejar el correo electrónico, nada se le resistiría. Ante tal gallardía, no iba a ser yo, su abogado de toda la vida, quien le cortase las alas. Me interesaba estar bien con Tomás. Prometió rebajarme la tarifa si decidía ingresar en la residencia. Era una opción que yo no podía descartar, estaba a punto de cumplir 75 años.

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  • Imagen de perfilELECCIONES MUNICIPALES

    VICTORIANO AYLLON CALIZ 

    Una vez más, aquel domingo de mayo el pueblo celebraba elecciones municipales. Y como cualquier otro domingo de mayo de cada cuatro años de las dos últimas décadas, el mismo alcalde era elegido por mayoría absoluta. ¡Cinco victorias, Cinco! ¡Ole! La oposición no sabía qué hacer, habían probado con todas las promesas: “Tarifa reducida en impuestos y tasas, correo electrónico gratuito para todos los vecinos, verbena en la plaza los domingos…” El bruto de Fulgencio incluso habló de regalar las especias para la matanza. Según Jacinto, no es que fuese mala idea, es que se cargaba el presupuesto. Al final convinieron en consultar a un abogado, “Que estos saben de todo”, dijo Venancio ¿Cómo podemos contrarrestar el poder del alcalde? Queremos que nos asesore, el pueblo necesita un cambio. El letrado se quedó pensativo, no era aquella una consulta usual. Al cabo, sentenció: “Lo siento, no llevo pleitos imposibles”.

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  • Imagen de perfilUn despacho itinerante

    Arturo Otegui Malo 

    Apenas ningún dispositivo electrónico sobrevivió al colapso global de finales de 2022. La humanidad había retrocedido varios siglos y cuando el carromato entró en el pueblo, la mayoría de los vecinos se acercaron a ver qué ofrecía. El forastero levantó la lona y, al ver el interior del carromato, los aldeanos no pudieron contener una exclamación de asombro: allí había por lo menos cien libros, y otras tantas carpetas perfectamente organizadas. Hijo, nieto y bisnieto de abogados, el viajero adaptaba su tarifa a lo que aquellas personas pudieran ofrecer, las más de las veces, de modo simbólico. Por eso accedió a gestionar el poder que aquel anciano le solicitaba a cambio de un frasco de especias.

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  • Imagen de perfilUna nueva oportunidad

    María Teresa Ávila Martínez · Alicante 

    Abrió el correo electrónico cuando llegó a casa a medianoche. Su pelo todavía olía a aquella especia que utilizaba para preparar la salsa, pero aquello era una tarifa que estaba gustosa de pagar ahora que se había librado de aquel infierno. Miró la fotografía de la pantalla y sonrío. Su salvador le enviaba recuerdos y le prometía una pronta visita al pueblo. Recordó la primera vez que se encontraron, en una remota playa griega dos años atrás. Él era especialista en leyes, ella una mujer que huía de un país en guerra. Él la ayudó, sin condiciones, y así había conseguido establecerse en aquel nuevo país lejos de todo el horror que había vivido. Había cambiado la opresión por la libertad, la obligación por la posibilidad, el desear simplemente sobrevivir por el poder de cambiar su situación y todo gracias a aquel héroe anónimo que algunos llamaban abogado.

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  • Imagen de perfilTESTAMENTO

    Arantxa Grau Miquel · Torrent 

    María paró en seco, estaba a las afueras del pueblo. Tenía los tacones llenos de barro pero continuó sin mirar atrás.

    Llegó con los pies doloridos, el olor a especia inundaba todo. El poder de las plantas trepadoras se comía la casa. No había nada ni nadie cerca, quitando las pocas vacas que comían. Ningún aparato electrónico funcionaba allí arriba. Entró casi sin llamar. Encontró a Lucía preparando la comida.

    • Hola María. Qué gusto verte.
    • Hola, ¿dónde está Marcial?
    • En la cama, ya no se puede levantar.

    María se quitó los tacones y entró en la habitación del matrimonio.

    • Hola bonita, ¿qué haces por aquí?
    • He venido a traerte los papeles de la herencia, con esto nadie os quitará lo vuestro.
    • Te lo agradecemos María pero sabes que no tenemos para pagar tu tarifa.
    • Eso no debería de frenar a un abogado.

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  • Imagen de perfilAmor y odio

    J RH · Madrid 

    Sabía que éste iba a ser uno de los últimos viajes. Que los meses por llegar no permitirían sino fugaces escapadas al pueblo en que nací. Lo sabía. Y estaba dispuesto a disfrutarlo. - No hay móvil, no hay correo electrónico, no hay urgencia en un caso- me dije. Contemplé el bullicio de las calles, cerré los ojos y las miles de especias embriagaron mi mente. Amaba cada lugar nuevo que descubría. Pero estaba lejos del despacho y eso me entristecía. Había llegado a entender, después de muchos años, que no podía ser libre y completamente feliz lejos de aquellas cuatro paredes. Me había convertido en un esclavo. Un esclavo del poder que recorría mi cuerpo cuando anunciaba una sentencia estimatoria a mis clientes. Esa es la tarifa que yo he pagado por la profesión que ejerzo, la profesión que amo y odio a partes iguales.

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  • Imagen de perfilLey Ficción

    FERNANDO VIZCAINO DE SAS 

    «El poder del mundo electrónico es increíble. Llegaremos a las sentencias por ordenador para que el pueblo acceda a la justicia con sólo pagar una pequeña tarifa. LexNet criará la nueva especia de abogado ciberpunk y sustituiremos la toga por el IPad, los códigos por ebooks y los jueces por smartphones...» Leí esto en una revista científica el otro día y pensé: ¡Quía, eso no va a pasar!¿O si?

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  • Imagen de perfilA la vista de vacaciones

    Lola Gil Estevan · Alicante 

    El teléfono no dejaba de sonar. ¡Pero si hace una semana que avisó a todos los clientes que se iba de vacaciones! Llevaba unos meses que no ganaba para devolver llamadas, y pensó que era hora de revisar la factura y estudiar la posibilidad de cambiar a una compañía que le ofreciera una tarifa mejor. Las vacaciones le estresaban todavía más que la rutina diaria. Durante los primeros días sentía que había perdido su poder interior y le costaría desconectar con toda seguridad. Encima los últimos meses no habían ido muy bien y a todo el mundo le había dado por pagarle en especia. Ese año había decidido buscar el pueblo más pequeño y remoto donde no hubiese internet y donde no funcionara ningún aparato electrónico. Entonces una voz resonó en la sala: “Señor abogado, puede continuar con su intervención”. Y tras una inspiración profunda continuó con la vista.

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  • Imagen de perfilQADIR

    Juan José Castillo Peñarrocha · CASTELLÓN 

    Envuelto en un mar embravecido, Qadir agita desesperadamente sus brazos, sus piernas, su alma si pudiera, e intenta mantenerse a flote, el tiempo necesario, al menos, para que unos brazos amigos le agarren a la vida y consigan sacarlo del agua, vivo todavía.
    Tiene cuatro años. Salió hace un tiempo de su pueblo pero no lo recuerda. Su pequeño pasado es tan leve que no puede ayudarle a comprender nada. Sólo recuerdos aislados: ese aroma de especia tan familiar que a veces se entrecruza. Algunos rostros. Muchos fusiles. Miedo.
    La tarifa para embarcar es tan elevada que sus padres han decidido no abandonar el continente e izar sólo a Qadir.
    Sin sistema electrónico de navegación y combustible para once millas, Lampedusa queda muy lejos. Quién sabe dónde.
    Pero el poder de la vida prevalece: Cristóbal, abogado, voluntario de Proactiva Open Arms, alcanza a nado a Qadir y le abraza.

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  • Imagen de perfilTóxicos

    María Sergia Martín González- towanda 

    Un vehículo para en la plaza. Una mujer desciende. Mira alrededor mientras paga la tarifa al taxista. Ha transcurrido mucho tiempo. El pueblo es otro. No hay niños y el aire es denso. Encuentra casas tapiadas y demasiadas antenas. La tienda de especias despacha ahora material electrónico. Algunos paisanos cuchichean en corros. Unos, que es la bióloga que viene a tomar muestras del río y otros, que es de la factoría, para certificar si aún queda alguno vivo. Un muchacho corre empujando veloz la silla de una anciana. Tose. Sonríe. Solo él parece reconocer a su hermana.
    —Aquí tiene a Julia, madre, nuestra abogada.
    —Madre, se lo prometí. La justicia nos avala: traigo la orden de clausura de la planta, indemnizaciones…
    La anciana se retira una mascarilla y, sin poder contener la emoción, besa las manos de ambos.
    — Tarde para mí, pero quizá aún a tiempo para tu hermano.

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  • Imagen de perfilUn juicio necesario

    Fco. del Valle 

    El testigo miraba el reloj de forma continuada. Diría que se trataba de un acto reflejo.

    ―Así es, abogado, las cosas eran diferentes. He podido observarlo con detenimiento y no albergo ninguna duda: el mundo se transforma de la misma manera que lo hacen las cocinas. Recuerdo cuando en los pueblos la comida bullía a fuego lento y el aroma a hierbas y especias recorría las calles. Cocinar era un rito lento, como la vida. Ahora cedemos ese poder a las máquinas y a los aparatos electrónicos: placas de inducción ultrapotentes, robots de cocina y hasta microondas capaces de tener una receta lista en apenas unos segundos. Condimentamos nuestros platos a base de voltios mientras hacemos frente a la tarifa de la luz. Definitivamente, hemos entregado la cocina a la tecnología y a las prisas… como la vida.

    Demandar al PROGRESO era complicado, pero tenía al mejor testigo: el TIEMPO.

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  • Imagen de perfilTenemos que hablar

    Patricia Collazo González 

    El abogado me invita a pasar. Es un hombrecillo gris, cuyo aliento huele a especias. Me lo han recomendado en el pueblo. Buen tipo, tarifa razonable.
    Le cuento que quiero divorciarme. Que no voy a poder pagarle por adelantado. Eso no parece preocuparle.
    Le muestro los correos electrónicos que mi mujer se cruza con un desconocido ¿Lo ha hablado usted con ella? Niego. No puedo decirle que lo sé. Acceder a la correspondencia ajena es delito. No lo hago, le aseguro. Todo empezó como un juego. Le envié los primeros para probarla. Una cosa fue llevando a la otra, y ahora ella confía más en él que en mí, y yo, me he vuelto a enamorar de ella pero no se lo puedo decir.
    No podré ayudarlo, dice. Usted no quiere divorciarse.
    Regreso a casa. Ella cierra el ordenador al verme entrar. Tenemos que hablar, pronuncia con una misteriosa sonrisa.

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  • Imagen de perfilSe necesita abogado

    María Alcalá Pérez 

    Aquel correo electrónico aceptando su solicitud iba a ser determinante en el curso de su nueva vida. Quizá una tarifa demasiado elevada que ya estaba empezando a pagar, pero no había visto otra salida dadas las circunstancias.

    Volver a empezar de nuevo en aquel pueblo después de tantos años de ejercicio compartido no era ni de lejos lo que había soñado, bueno, lo que habían soñado en sus tiempos ya lejanos de la Facultad de Derecho, aunque era un consuelo pensar que al menos la experiencia estaba sazonada con la especia de lo desconocido.

    El miedo apenas le permitía respirar con normalidad pero lo cierto es que ya estaba allí. Un discreto cartel dorado anunciaba su presencia. Lo miró unos instantes como si en realidad se refiriese a otra persona y sintiendo de pronto un extraño y nuevo poder dentro de sí respiró hondo y abrió la puerta.

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  • Imagen de perfilMemorias de un abogado

    JESÚS DOMÍNGUEZ GÓMEZ 

    Aquel pueblo era viva imagen de mi infancia; con sus casas encaladas y naranjos inundando las aceras. Gente sencilla y añeja miraban con cierto recelo a este desconocido forastero que sostenía maletín de piel y preocupaciones de su cliente. Un fuerte olor a especia, salido de los ventanales de una pintoresca cocina de hornillo y cerámica de barro, contribuía a agitar aún más mis recuerdos, y me trasladaba a aquellos veranos en la vieja Andalucía. De nuevo, revisé mi correo electrónico, en un segundo intento por encontrar aquel bello edificio de piedra gris y blasón renacentista; antiguo palacio desde el cual se impartía la justicia de campesinos y se resolvían litigios de arrobas. Privilegiada tarifa y peaje para un abogado poder descubrir cada día parajes como éste que nos devuelven, aunque sea sólo por unos instantes, a lo más hondo de nuestra memoria.

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  • Imagen de perfilMariano, Alberto y el sexo de los pollos

    Mikel Aboitiz 

    En el cole del pueblo nos confundían. Alberto y Mariano. Mariano y Alberto. Hasta que él (Mariano) se mudó a la ciudad y quedamos sin poder retomar el contacto. No había correo electrónico y la tarifa telefónica era… Bueno, ¡que quisimos perdernos la pista! No nos queríamos demasiado. Pero hace cosa de un año la vida demostró estar sazonada con la especia de la sorpresa pues yo, literato de afición, hallé su foto en el periódico bajo el titular: «Abogado penalista gana VIII concurso literario de microrrelatos "diferencias mínimas"». Comparé nuestras ropas de trabajo, su elegante traje tres piezas con corbata frente a mi peto y mascarilla de sexador de pollos de un parecido asombroso a Mariano, excelso miembro del Colegio de Abogados de Madrid, ganador del certamen. No le envidio el tres piezas ni la carrera jurídica, pero nunca le perdonaré que ganara con su microrrelato «Mi doble odiado».

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  • Imagen de perfilRESISTENCIA

    MARIA PILAR MARTINEZ DE LA LLANA 

    Año 2092. La raza humana ha sufrido una considerable disminución en los integrantes de su pueblo. Una de sus especies incluso se ha extinguido: la de los abogados.
    Hace años que los asuntos jurídicos los tramitan aparatos electrónicos con una tarifa de precios directamente proporcional a su falta de emociones, educación, profesionalidad y respeto por el cliente.
    Ahora ya sólo queda constancia de la existencia de la abogacía en los libros antiguos, la cual, es definida como el arte de resolver problemas judiciales y extrajudiciales mediante el uso de una potente especia llamada "conocimiento".
    Enciendo mi holograma-televisión y en todos los canales están dando la misma noticia: ¡han encontrado a un abogado! Una auténtica revolución mediática. Parece ser que el poder del Derecho sigue vivo...

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  • Imagen de perfilABOGADO EXPONENCIAL

    Eduardo Martín Zurita 

    Un infalible abogado me libró de una hecatombe. Agradecido, estudié Derecho con el objetivo, marcado por la pasión, de ser útil a la gente. Así, mientras me entrevisto con el presunto envenenador de especias, en aquella aldea anacrónica, repaso, en el bufete, la tarifa de los recibos de la luz de mis clientes.Tan pronto estoy interponiendo demandas, con el arsenal electrónico, como me encuentro en un juzgado de lo penal, en otro de lo contencioso-administrativo y, al mismo tiempo, en uno de lo civil. Carezco del poder de desconectar. Durante alguna que otra vista bostezo, doy una cabezadita y su señoría me despierta amable, todo indulgencia.

    Mullo cuidadoso la almohada. Cierro los ojos. Cuento normativa. Pero no se me va de la cabeza la manera de defender los derechos del pueblo esquimal frente al galopante cambio climático. Con la injusticia como blanco y las ojeras al hombro, soy feliz.

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  • Imagen de perfilLA CIUDAD NO ES PARA MÍ

    Belén Basarán Conde 

    Internet llega a mi pueblo a duras penas, como si no le apeteciese, y para colmo la tarifa es desproporcionadamente alta. Además, para poder llegar puntual a los juicios tengo que madrugar como un panadero y hacer kilómetros por carreteras que dan lástima.

    Pero me resisto a trasladarme a la ciudad por muchas ventajas que ofrezca. No necesito el ruido, la contaminación ni los miles de potenciales clientes con sus complejos conflictos urbanos. Me bastan los problemas de mis vecinos, un par de aparatos electrónicos y mi moto para vivir y disfrutar del trabajo.

    Y no hay nada comparable con pasear a diario, tras salir del despacho, respirando aire limpio, a lo sumo aromatizado con las especias de las comidas que se cocinan en las casas, y conversando despreocupadamente con la gente sobre cualquier cosa menos los asuntos que les llevo.

    Me quedo aquí. Soy abogado rural y soy feliz.

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  • Imagen de perfilIncómodo encargo

    ivett mendoza herrera 

    Se trataba de un pueblo peculiar, sin duda alguna. Todos aquellos vecinos, amigos, compañeros de guardería, de colegio, de infinitas aventuras se habían reunido en la sala de vistas para apoyar en la medida de lo posible al miembro más querido y relevante de la comunidad; de esta manera, aquél pueblo demostraba su singular sentido de la justicia: plantar cara al poder exhibiendo su descontento por las acusaciones del Ministerio Fiscal.

    Por ello, a pesar del nerviosismo que sentía, logró sobreponerse aspirando el vigoroso aroma a especias que llevaba siempre encima. Y recordando sus vicisitudes en su carrera como abogado.

    Últimamente, su trabajo se concentraba en atender un par de consultas a través del correo electrónico, y le daba la sensación de que hacía siglos que no entraba un cliente en su despacho. A pesar de ello, la tarifa por llevar aquél embarazoso asunto no iba a ser precisamente exigua.

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