VII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Imagen de perfilJustitienda

Pilar Blázquez 

Padecer insomnio porque la previsión del juzgado es fijar juicio dentro de cinco años, puede dejar de ser un problema. Le presentamos el kit “Justicia Mágica”, compuesto por un soberbio sistema judicial que, para uso exclusivo de su bufete, incluye: cinco magistrados resolutivos, edificio totalmente equipado donde instalarlos, personal suficiente, fotocopiadora, fax y tres paquetes de folios. Con él, sus clientes tendrán la evidencia de que, por fin, la justicia funciona bien, y usted, abogado, ya no sufrirá más porque los litigios permanecen estancados. Aproveche la oferta y se sentirá como un joven presidiario al obtener un indulto repentino. Además, las primeras treinta llamadas recibirán gratis este fabuloso mazo electrónico, balanza decorativa y un práctico compendio de leyes en suspensión cautelar. ¡Así que no espere más! Llame ya al número que aparece en pantalla y pida el original set “Justicia Mágica”. Lo recibirá sin gastos de envío ni tasas.

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El más votado por la comunidad

Imagen de perfilOscuros recuerdos

Víctor Río Herrero 

Las evidencias en su contra eran abrumadoras. Sin embargo, algo me sugería que mi cliente era inocente. No conseguía encajar la fría previsión y la brutalidad con que se había perpetrado el crimen en el carácter amable y bondadoso de aquel joven. Mi dedicación fue tal que mudó en obsesión. Aun así, no conseguía avanzar; era como correr una maratón sobre una cinta de gimnasia. La sentencia fue la esperada. Solicité la suspensión de la condena y más tarde el indulto, aunque, en ambos casos, sin éxito. Hace un año lo visité en la cárcel. Me agradeció mis esfuerzos y, cuando ya me alejaba, me alcanzó un levísimo susurro: “lo volvería a hacer mil veces”. Me giré sobrecogido; vi un lobo.

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Relatos seleccionados

  • Imagen de perfilDe tal palo…

    Manuel Montesinos 

    En espera del indulto que lo salvara de la silla eléctrica, el atracador hizo prometer al joven abogado que le haría llegar a su único hijo una cartera oculta en un apartado de correos.
    La suspensión de la ejecución nunca llegó, y el abogado, fiel a su palabra, entregó al chico aquella cartera de la que extrajo una pequeña libreta y un revólver que ocultó en el bolsillo de su pantalón corto. Todo estaba perfectamente dibujado. El itinerario más seguro hasta el banco, una ruta de huida en color rojo. Las horas y las esquinas donde estarían apostados los policías sobornados. La evidencia de un trabajo concienzudo.
    Estaba a punto de llorar, pero pensó con rapidez: por previsión cargaría el revólver, luego se dirigiría al banco. Todo estaba listo, todo, hasta que el mismo abogado le hizo ver que los pies no le alcanzaban a los pedales del automóvil.

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  • Imagen de perfilMi primer caso

    María Martínez 

    Mi primer caso. Qué nervios. Tanto tiempo imaginando esta situación, desde joven soñando con este momento y aquí me encuentro.
    No existe evidencia ni prueba concluyente de que mi cliente sea el culpable del delito que se le atribuye y por el que ha sido acusado. Por ello, preparo mi alegato con la máxima previsión posible ante cualquier exposición de mi adversario. Mi principal objetivo es conseguir la suspensión de la pena y si esto no fuera posible, recurriré y volveré a recurrir, incluso hasta llegar a solicitar su indulto. Tengo ganas, tengo confianza, quiero demostrar mi actitud y aptitud para esta profesión. Es mi primer caso.

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  • Imagen de perfilMatar el tiempo

    Arantxa Torralba Moreno 

    A sus 87 años aún poseía una mirada entrañablemente joven y voraz, capaz de escudriñar cada detalle. El bastón y las sienes pobladas de remolonas canas eran la evidencia de que la vejez ganaba la batalla, sin embargo, su incansable mente aún conservaba aquella mecánica costumbre y revisaba a diario esa baldía agenda infinita, antes labrada de renglones alertando de plazos por vencer. Ya era inútil cualquier previsión para evitar el borroso y único señalamiento; la "parca" había aceptado la suspensión en una ocasión, o quizás dos (extrañamente, su memoria se había encargado de aniquilar la claridad de esos malos recuerdos). Aunque le asustaba, ya vislumbraba el último plazo por cumplir y tristemente, en esta ocasión, por más empeño que pusiese en el procedimiento "de su vida", de nada serviría solicitar el indulto.

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  • Imagen de perfilAZAR

    Manuel de la Peña Garrido · Madrid 

    Inmersos en la densa atmósfera de la sala, los litigantes se escrutan. Hacen previsiones sobre las bazas del contrario. La suerte está echada. El joven letrado pone boca arriba sus fundamentos. El avieso fiscal exhibe a continuación los suyos. Celebra, apurando su copa, la evidencia de su victoria. –Prisión para su patrocinado. Pida la suspensión de la condena. No me opondré. Y puede tomarse la revancha en el siguiente caso -dice al cabo. – Mejor tramitaré un indulto. Y acepto el envite. Prefiero el puro azar al capricho judicial - sentencia el abogado barajando los naipes.

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  • Imagen de perfilEl profesor

    Ester Bellera Fondevilla · Lleida 

    Estaba anocheciendo ya. La lectura de doctrina sobre el indulto que había recopilado sobre mi mesa me había dejado absorto y las últimas horas pasaron totalmente inadvertidas para mí. Aquel caso era de aquellos que me hacían recordar por qué de joven había decidido cursar derecho.
    Hacía una semana que estaba dedicado a ello con cuerpo y alma y esperaba encarecidamente que la suspensión solicitada por la otra parte no fuera admitida. Tenía ganas de acabar con el proceso ya que la previsión del mismo no era para nada desfavorable a mi cliente. Pese a ello, el esfuerzo dedicado al mismo valía la pena, no sólo porque el asunto era de vital importancia para mi cliente y para mi carrera, sino porque de ningún modo, quería quedar en evidencia ante él, sobretodo porque fue mi profesor de derecho penal y con sus apasionadas enseñanzas me inclinó a dedicarme a esta disciplina.

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  • Imagen de perfilLA VIDA ES JUICIO

    Enrique Barbero Rodríguez 

    Si no me concedían la suspensión de la pena, sólo me quedaba solicitar el indulto, con pocas o ninguna posibilidad de conseguirlo.
    Estudié Derecho y continué mi vida profesional entre leyes, legajos, vistas y demandas. Me casé y tuve dos hijos, Justo y Temis. Desde joven sentí pasión por este trabajo y, sin embargo, ahora se me acusaba de un delito continuado, cometido, nada menos, durante mis veinte años de ejercicio.
    Así, convertido en abogado y reo frente a mi mujer y juez, me planteaba un divorcio que me dejaba sin previsión de futuro. Su alegato final se fundamentaba en que había más que evidencias de que me tomaba la vida como si de un juicio se tratase.

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  • Imagen de perfilLa huida

    Jerónimo Hernández de Castro · Salamanca 

    Ante un teclado en la facultad de Derecho, el joven revisaba su matrícula. Solo faltaba un clic de confirmación. Su pausa activó el salvapantallas, una sucesión de escenas de juicios, la previsión idealizada de su futuro. Gregory Peck, abogado en "Matar un ruiseñor";el fiscal litigante Tom Cruise en "Algunos hombres buenos", o el afable juez Priest de "Sun shines bright", de John Ford. No se reconoció en ninguno de ellos y sí en quienes ocupaban el banquillo, abrumados por la evidencia de culpabilidad, a la espera del indulto.
    Desde la calle no pudo escuchar el mensaje automático: la sesión ha caducado por exceso de tiempo. Su solicitud no ha sido registrada. Equipo en modo suspensión.

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  • Imagen de perfilMi ángel

    Emilio Alberola Martínez · Alicante 

    Postrado en aquella cama preso de esa maldita enfermedad que engullía a lentos tragos sus recuerdos, aún tenía algún instante de lucidez. En ese momento sólo un recuerdo percutía en su cabeza, el de su primer y único encontronazo con la justicia, joven, sin preocupaciones ni previsión de futuro alguna, y cómo una abogada a pesar de la evidencia creyó en él. Tras muchos meses de juicios interminables, de una suspensión tras otra, de recursos esperanzadores aunque inútiles, al final logró el indulto y por ello siempre le estaría agradecido. Y en ese rato de clarividencia en que su mente, esa gran compañera terrible y sin remordimientos, le hablaba como antaño, sabía que no podría descansar en paz de no atender su última petición. Cogió su móvil, buscó el número de aquel ángel que un día le salvó y con un fino hilo de voz suspiró: "Fui yo".

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  • Imagen de perfilOscuros recuerdos

    Víctor Río Herrero 

    Las evidencias en su contra eran abrumadoras. Sin embargo, algo me sugería que mi cliente era inocente. No conseguía encajar la fría previsión y la brutalidad con que se había perpetrado el crimen en el carácter amable y bondadoso de aquel joven. Mi dedicación fue tal que mudó en obsesión. Aun así, no conseguía avanzar; era como correr una maratón sobre una cinta de gimnasia. La sentencia fue la esperada. Solicité la suspensión de la condena y más tarde el indulto, aunque, en ambos casos, sin éxito. Hace un año lo visité en la cárcel. Me agradeció mis esfuerzos y, cuando ya me alejaba, me alcanzó un levísimo susurro: “lo volvería a hacer mil veces”. Me giré sobrecogido; vi un lobo.

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  • Imagen de perfilEL ENGAÑO

    Elena María López Blanco 

    María enjuga unas lágrimas que empiezan a nublar sus ojos azules. En ellos se refleja el castigo infligido por los disgustos de la vida. Aun así, conservan un atisbo de brío de mujer que nunca se rinde. Usted es madre? Haga todo lo que pueda abogada. Mientras termino el escrito solicitando la suspensión, ella empuña con firmeza el bolígrafo dispuesta a escribir. La previsión es que Mario ingrese en prisión si no le conceden el indulto; el más joven, la debilidad del carácter y las drogas han echado a perder a este hijo mío. Durante el emocionante alegato escucho en silencio, sin destruir la semblanza que la caprichosa memoria ha decidido resguardar indemne. La evidencia es otra, Mario se ha convertido en el cabecilla de una banda organizada, un especialista en reventar negocios mediante el sistema del butrón
    -No soy madre, contesto
    -Entonces no sabe lo que duele un hijo

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  • Imagen de perfilUna antigua deuda

    Lita Rivas Folgar 

    Es una evidencia que los planes de previsión para cualquier joven no existen. Pero yo, siendo niña y de origen humilde, decidí ser abogada. Tuve que compatibilizar estudio y trabajo. Me licencié y conseguí empleo en un bufete.
    Una mañana encontré una nota sobre mi mesa: era de la empleada de limpieza. Finalizaba su contrato y me pedía ayuda, una suspensión decía, aunque el término correcto era prórroga, por una situación económica desesperada. La nota acabó en el cajón y ella en la calle. Pero entonces la releí con atención y…no me cabía duda, aquel nombre, apellidos y entonces recordé: habíamos compartido pupitre durante la educación primaria y también los bocadillos, que ella me traía y yo devoraba. Le conseguí un trabajo mejor. Me lo agradeció, pero yo seguía sintiéndome en deuda, porque ella no había aludido a aquellos años de colegialas. Decidí mencionárselo yo. Ése fue mi indulto.

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  • Imagen de perfilLA VOCACIÓN

    María Teresa Fernández Seguí 

    Don Ignacio, el dueño de los ultramarinos, siempre quiso ser abogado, pero la guerra desbarató su previsión de futuro condenándole a toda una vida detrás de un mostrador. En sus ratos libres se iba quitando el gusanillo a golpe de películas y libros sobre juicios y letrados, hasta que el indulto le llegó con la jubilación, entonces todos los días se acercaba al juzgado más próximo para presenciar alguna vista pública. Observador minucioso, disfrutaba viendo cómo algunos hábiles defensores no se rendían ante la evidencia de las pruebas y sufría con los torpes intentos de los más novatos. Cuando la suspensión de un juicio le dejaba sin su dosis diaria, se acercaba hasta el colegio de su nieto y juntos volvían a casa, mientras, una vez más, le narraba la historia de aquel joven que quiso ser abogado.

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  • Imagen de perfilReinsertado

    María Sergia Martín González- towanda 

    Anselmo no entiende de leyes. Su abogado le ha dicho que solicitará la suspensión de condena mientras se resuelve el indulto, pero el viejo no comprende esas palabras. En el barrio, todos han firmado apoyando su causa. Nunca supo contar bien, pero intuye –por la sonrisa del letrado– que esas docenas de rúbricas recogidas son suficientes.

    Hoy parece que va a llover, como cuando enterraron a Paquita. «¡Ay, si viera ahora al chico!» En previsión, se pone la gabardina nueva. Se perfuma. Quiere causar buena impresión en el Ministerio donde depositará los avales de sus esperanzas.

    «El muchacho era joven; tropezó… Probablemente, también fallamos como padres», piensa mientras acaricia la cicatriz de su rostro, evidencia de un infierno pasado. «Pero mejoró y lleva años limpio. Tiene novia, trabajo y dos críos pequeños. Si mi Paquita y yo supimos perdonarle… no es justo que, ahora que es otro hombre, lo castiguen».

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  • Imagen de perfilVísperas

    Ferran Varela Navarro · Barcelona 

    No me percato de que me he dejado la cartera en casa hasta que la joven oficial me llama a sala. De hecho, no solo no llevo el expediente encima, sino que, ahora que lo pienso, ni siquiera sé de qué va el caso. Pero ¿qué clase de abogado acude a juicio sin preparar la vista? ¡Qué falta de previsión! ¡Qué poca profesionalidad! Voy a ponerme en evidencia delante de todos. Trago saliva mientras me planteo solicitar la suspensión, pero no se me ocurre cómo justificarla. Santo Dios. Más le valdría a mi cliente ir solicitando el indulto, pues no cabe duda de que la sentencia será condenatoria. Bajo la vista y descubro que, para colmo, he olvidado vestirme. Estoy desnudo bajo la toga.
    Me despierto entre sudores fríos, jadeando. Maldigo en voz baja. Llevo ya quince años ejerciendo y sigo teniendo pesadillas la víspera de cada juicio.

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  • Imagen de perfilAPRENDIZ DE SHERLOCK

    Marta Morcillo Lorenzo 

    Alfonso sonreía emocionado mientras se ajustaba la toga. La previsión del juicio era inmejorable. Desde joven le habían fascinado las historias detectivescas y le encantaba desenmascarar a pequeños mentirosos como Ramón, al que hoy tenía delante. No habría indulto para él. Aquel sinvergüenza se proponía cobrar la incapacidad cuando en realidad era plenamente capaz de desarrollar su trabajo. La evidencia era clara, el detective lo había pillado in fraganti en la obra. Desde el primer momento sabía que mentía y por fin, tras varias suspensiones de la vista, había llegado el día en que podría destaparlo.
    El impostor se acercó al micrófono cojeando, cual actor sin escrúpulos. Alfonso, sonriendo, lanzó una mirada a la sala y pudo ver como en el último banco, un hombre idéntico a Ramón lo miraba sin pestañear. Era Pedro, su hermano gemelo, albañil de profesión.

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  • Imagen de perfilESPERÁNDOLA LLEGAR

    Alberto Arroba Malpica 

    Son las nueve de la noche, y ya es una evidencia verla sentada frente a la puerta de mi despacho esperándome salir. Durante meses, he intentado explicarle lo difícil que es otorgar un indulto y que es mejor que esté preparada en previsión de lo que pueda ocurrir. Pero ella no me escucha, sólo habla de lo joven que era, de lo injusto que fue y de que no hay un solo día que no deje de pensar en él.
    Hoy es miércoles y hace días que no la veo, desde que notificaron la suspensión de la condena. Ojalá pudiera estar con ella, pero sé que al marcar las nueve no estará frente a mi puerta, su lugar estará frente a la cárcel, sentada sobre su silla, esperando ver al hombre que tras arruinarle la vida, ahora pasea en libertad.

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  • Imagen de perfilFlechazo

    Ana María Martín González · Las Palmas 

    El joven abogado defensor tomó la palabra:
    —El indulto quedaría condicionado a la suspensión cautelar del carnet por un período no superior a tres meses. Queda comprobado que la intención de mi defendido no fue arrollar a la vaca sino que al tratar de esquivarla ésta se abalanzó sobre el coche. La evidencia es clara. El conductor en previsión de un posible encontronazo, redujo la velocidad y tocó el claxon a intervalos para no asustar al animal. No ha lugar a que el tono del coche, rojo chillón, tuneado con dos largos cuernos en tonos blancos, pudiera inducir a enfurecer más al animal. El testigo confirmó que la vaca, lejos de asustarse por el sonido del claxon, se abalanzó sobre el coche. Que el avance fue pausado, como de un posible apareamiento.

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  • Imagen de perfilUn cliente de primera

    Manuel Valderrama Conde 

    ¿Sabes qué hora es? Ya. ¿Un accidente…? ¿Retenido? Ah, bueno, que has vuelto a dar positivo en un control de alcoholemia. ¿Y qué cifra? Tranquilo, que no es delito. Lo peor será la suspensión… Sí, seguro que los amortiguadores electrónicos del Ferrari van de fábula, a pesar de haberte comido un bordillo: me refería al carnet. ¿Cuántos puntos te quedan? Caray. Si es sólo eso, no necesitas asistencia letrada, aunque tampoco puedes conducir. ¿Quieres que me acerque? Claro, te acompaña una ‘ragazza bellissima’. ¿La joven no ha bebido? Bien. ¿Previsión meteorológica? ¿Para qué la…? Otra chorrada como que no consigues desplegar la capota y te pondrás en evidencia. ¿Pero qué te has metido para estar tan…? ¡No me lo cuentes, hombre! Y descuida, que no puede llover. ¿Un indulto dices? No procede. Recurriremos la sanción, pero ve buscando un coche con conductor que te lleve a los entrenamientos. Ciao, bambino.

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  • Imagen de perfilObjeción de inconsciencia

    Ruben García Cebollero 

    Ni la previsión más optimista podía esperar la absolución para aquel cliente. SIn duda, el más corrupto de todos los que había tenido aquel joven abogado. Nadie quería defenderle, y era una evidencia que todo jugaba en contra. No cabía esperar tampoco ni el indulto, ni la clemencia, o la suspensión de la segura condena. Pero ¿cómo iba a decirle a su padre que no pensaba defenderle?

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  • Imagen de perfilY YO NO LO HARÉ NUNCA

    V.Manuel Forés Romero 

    Insisto en no dejarme vencer por la evidencia. Mi joven y testarudo abogado sigue obstinado en instar la suspensión de la condena y solicitar mi indulto pero para eso, uno tiene que arrepentirse. Y yo no lo haré nunca. Soy inocente, imbécil, pero inocente. La previsión de que termine el resto de mi vida sin que nadie -excepto yo- sepa a ciencia cierta la verdad, es un uno fijo en mi quiniela. La previsión de que nadie considere mi decisión como acertada, honrada o noble, es otro uno. Ridículo premio para la actual escala de valores.

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  • Imagen de perfilA MI ABOGADA

    Eva María Cardona Guasch 

    Mi abogada interpretó el regalo como una especie de indulto pues el resultado del pleito no fue el que yo deseaba. Pero tenía que darle las gracias sin palabras. Tras una tramitación enrevesada, plagada de suspensiones y recursos, su Señoría dictó sentencia de acuerdo con las previsiones de la joven letrada. Y no porque tuviera dotes adivinatorias. La evidencia de los hechos y la tendencia jurisprudencial presagiaban el fallo. ¡Cuántas horas pasó la abogada escuchando mis historias de agravios estériles, de ansias de venganza absurda contra mi “ex”, de ganar donde no debería de haber contienda! Siempre me atendió amable y paciente. Fui egoísta, irracional, pesada. Lo reconozco. Me avergoncé de ello cuando supe, casualmente, que mientras yo sólo discutía si la custodia compartida sería por semanas o por quincenas para mis hijos (más por orgullo que por conveniencia fundada), ella guardaba luto por el suyo.

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