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María Sergia Martín González- towanda 

Anselmo no entiende de leyes. Su abogado le ha dicho que solicitará la suspensión de condena mientras se resuelve el indulto, pero el viejo no comprende esas palabras. En el barrio, todos han firmado apoyando su causa. Nunca supo contar bien, pero intuye –por la sonrisa del letrado– que esas docenas de rúbricas recogidas son suficientes.

Hoy parece que va a llover, como cuando enterraron a Paquita. «¡Ay, si viera ahora al chico!» En previsión, se pone la gabardina nueva. Se perfuma. Quiere causar buena impresión en el Ministerio donde depositará los avales de sus esperanzas.

«El muchacho era joven; tropezó… Probablemente, también fallamos como padres», piensa mientras acaricia la cicatriz de su rostro, evidencia de un infierno pasado. «Pero mejoró y lleva años limpio. Tiene novia, trabajo y dos críos pequeños. Si mi Paquita y yo supimos perdonarle… no es justo que, ahora que es otro hombre, lo castiguen».

 

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