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Marta Morcillo Lorenzo 

Alfonso sonreía emocionado mientras se ajustaba la toga. La previsión del juicio era inmejorable. Desde joven le habían fascinado las historias detectivescas y le encantaba desenmascarar a pequeños mentirosos como Ramón, al que hoy tenía delante. No habría indulto para él. Aquel sinvergüenza se proponía cobrar la incapacidad cuando en realidad era plenamente capaz de desarrollar su trabajo. La evidencia era clara, el detective lo había pillado in fraganti en la obra. Desde el primer momento sabía que mentía y por fin, tras varias suspensiones de la vista, había llegado el día en que podría destaparlo.
El impostor se acercó al micrófono cojeando, cual actor sin escrúpulos. Alfonso, sonriendo, lanzó una mirada a la sala y pudo ver como en el último banco, un hombre idéntico a Ramón lo miraba sin pestañear. Era Pedro, su hermano gemelo, albañil de profesión.

 

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