Eva María Cardona Guasch

Microrrelatos publicados

  • DERECHO DE ENMIENDA

    Siendo de buen comer como era, pensó que la cocina sería una buena ocupación para pasar el tiempo y, de paso, redimirse de las faltas que le habían conducido hasta allí. Como aún le sobraban horas y aptitudes, ganó la confianza de sus nuevos compañeros y no tardó en organizar y gestionar una especie de servicio de asesoramiento legal al que acudían otros internos. Él les escuchaba en actitud amable, atento, arqueando notoriamente las cejas. Luego ofrecía su parecer y redactaba el escrito, instancia o recurso que consideraba adecuado. Más o menos el mismo papel que había hecho hasta entonces, allí fuera. Sólo que ahora no cobraba y no miraba a sus clientes ni con avaricia ni con superioridad. Estando con ellos entre rejas comprendió que todos merecemos una segunda oportunidad.

    | Septiembre 2019
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 5

  • A PESAR DE TODO

    Conocía su fama de trabajadora tenaz y decidí que sería la abogada que me iba a representar. La adusta decoración del despacho (un cactus, una foto familiar) contrastaba con su carácter afable. La confianza que me inspiró me animó a importunarla con llamadas diarias que convertí unilateralmente en un derecho consuetudinario que a mí me hacía acreedora de su tiempo y a ella, parte notoriamente desfavorecida en aquella relación. Me arrepentí de esas insistentes e impertinentes consultas cuando me enteré, casualmente, de su situación familiar. Mis pensamientos revirtieron como se da la vuelta a un calcetín. La disputa con mi arrendatario no era nada comparado con la enfermedad grave y degenerativa de un hijo.

    El día del juicio me pregunté qué valor tendría aquella controversia para mi abogada, qué pasaría por su cabeza. Lo supe al verla actuar en sala: pensaba sólo en mi. A pesar de todo.

    | Julio 2019
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 5

  • ABOGADO SIN PLEITOS

    Acuciado por los problemas, era yo un mar de dudas y no daba con la vela que me llevara a buen puerto. Navegando por la red en busca de abogado, un llamativo titular emergió en mi rescate. El cartel de presentación no auguraba nada bueno pero cumplió su función de anzuelo.

    “Justo Vital, abogado. Diez años sin un pleito”.

    Pinché el enlace por curiosidad. Me fié de las recomendaciones de los usuarios.

    “…estudioso de las leyes, sabe escuchar…”, “…da confianza...”, “… para él lo importante no es ganar la batalla sino resolver…”, “… gran negociador, me consiguió un buen acuerdo y me ahorró años de litigios...”

    Aquello era lo que necesitaba: una solución, no un pleito. Acerté con la elección y se lo agradecí con un clic. Nada mejor para decretar públicamente su profesionalidad que concederle cinco estrellas de valoración.

    | Junio 2019
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 10

  • SIN FINAL FELIZ

    Aquel Congreso de la Abogacía de 2019 supuso la transformación total en la profesión. Irreversible. Apabullante. Incontestable como la mayoría absoluta salida de unas urnas. Sin tiempo para análisis ni transición, proliferaron sofisticadas aplicaciones telemáticas, hoy únicos canales para comunicar con los abogados, para remitir y resolver consultas; plataformas garantes de la veracidad y la confidencialidad de los mensajes y de la leal competencia entre compañeros. Hasta los jueces sucumbieron al recurso de la inteligencia artificial para resolución de litigios. La imparcialidad de los logaritmos decide. Así de determinante resultó aquel encuentro.

    Superamos el desafío digital y se acabó la cercanía con el cliente. No fue un final feliz, pienso con nostalgia mientras ofrezco asiento a un señor que insiste en entrevistarse conmigo, una petición inusual y superflua.

    - ¿Qué puedo ofrecerle que no encuentre en la red?
    - Confianza

    Quizás ni siquiera fuera un final, después de todo.

    | Mayo 2019
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 2

  • EL CORREDOR DE LA SUERTE

    “Visto para sentencia”. Acaba el juicio. Finaliza la conexión. Cuelgo la toga. Vuelvo al trabajo, ya en mangas de camisa. Asumo las novedades. Soplan otros vientos. Pero no me acostumbro, ni quiero, a los juicios telemáticos, desde mi propio despacho.

    La tecnología facilita el control del pleito, sin duda. Permite conciliar múltiples tareas, completar cualquier trámite y hasta celebrar juicios sin salir del despacho. Muchas ventajas, sí pero echo de menos el pasillo del Juzgado donde diariamente campaba esa comunidad de abogados y procuradores en puertas de la sala de vistas. Añoro el ir y venir de togas, los encuentros y reencuentros con los colegas, las negociaciones de última hora, nervios. Y manos tendidas al bajar de los estrados. Extraño ese ambiente efervescente en el corredor que ya casi nadie transita y que ahora sólo alberga el silencio de los que ya no comparecen.

    El progreso. ¿Qué será lo próximo?

    | Febrero 2019
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 14

  • ECHAR LA VISTA ATRÁS

    Arde el viejo edificio de Juzgados. Impresionan las llamas que todo lo devoran con una virulencia escalofriante, desafiando el ir y venir de bomberos. Nostálgico, decrépito, me vienen al pensamiento mis primeros juicios, los nervios en los pasillos, mis tímidos alegatos en la Sala que ahora se consume. No tardé en ganar confianza. Con desparpajo me gané las simpatías del personal. Las pocas funcionarias de entonces alababan mi buen vestir y el aroma fresco de mi loción. El Rey, me apodaban. Otros y otras vinieron que con su juventud me destronaron. Pasé allí buenos ratos, intensos encuentros con colegas, contendientes sobre el estrado, compañeros al bajar; amigos con los que compartir y disfrutar.
    Todo quedó allí, en el viejo edificio que arde y se derrumba. Qué importa ahora la causa.
    Se esfuman los momentos. Me afano en guardar los buenos en la bolsa de los recuerdos.

    | Enero 2019
     Participante

  • VIVIR ESPERANDO

    Recién colegiado, desde un modesto despacho, confiaba en que la clientela llegaría. Así fue. Lentamente, el bufete se llenó de vida. Vinieron años intensos, apurando plazos, aguardando señalamientos; soportando retrasos procesales, nervios a las puertas de la Sala. Controlaba la impaciencia ante la notificación de cada sentencia, aspirando a quedar en el bando victorioso. Pero no podía ni quería repudiar aquel desasosiego, aquella permanente tensión, para mi, vital.

    La memoria ya me falla y vivo en una convalecencia permanente. Irremediablemente, me ha alcanzado la jubilación (tardía, eso sí).

    El día de la despedida, los colegas me homenajean, alzan sus copas, me exhortan a intervenir. No dudo en contestar al requerimiento a modo de postrera constatación: “Ahora que lo pienso, caigo en la cuenta de que el verbo de mi vida ha sido esperar”.

    “Y sólo me queda un plazo”, pienso para mis adentros para no aguar la fiesta.

    | Septiembre 2018
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 2

  • LOS COMIENZOS

    Siguiendo a una chica, estudié Derecho. Me convertí en abogado cautivado por una historia.
    Recién licenciado, me dejó mi novia y no tuve valor para seguirla. Tampoco para opositar. Me acomodé como pasante en un bufete de aceptable prestigio. En aquel Madrid de movida y excesos, la nueva ley de divorcio ofrecía a los abogados una forma de ejercer la progresía. Pero el primer asunto importante en el que yo intervine tenía un aire clásico: una herencia, un apetitoso patrimonio, antiguos agravios y cuchillos en alto. Me dejé atrapar por aquel caso con tintes novelescos. La fatiga (mental y ocular) por largas horas de estudio de innumerables resultandos y considerandos mereció la pena. Ganamos el juicio aunque luego fui testigo de la pérdida irremisible del apego entre familiares supérstites. Entendí que litigar y ganar no implica necesariamente un final y mucho menos feliz. Aún así, me gustó. Continuará.

    | Febrero 2018
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 6

  • POR ELLA

    De niño, mi padre me obligaba a ver con él películas sobre juicios. Confiaba en inocularme el gusto por la abogacía. Sospechosos inocentes, inocentes aparentemente culpables, culpables nada sospechosos. Eminentes letrados en blanco y negro clamaban por unos y otros. La estrategia surtió efecto. Decidí ser actor, consecuencia que, a su vez, fue causa del malestar conyugal, que puedo definir de perturbador. Mis padres se reprochaban mutuamente mi mala educación. Demasiado mimo, demasiada disciplina. La crisis del petróleo, la salud de Franco y las discusiones sobre mi futuro ocupaban largas sobremesas familiares. Abuelos, tíos y hasta el cura. Todos opinaban en aquel circo.
    Llegado el momento decisivo desistí de mi propósito. Me matriculé en Derecho, para alivio de todos y regocijo de mi padre, vencedor en aquellas disputas. No desvelé el auténtico motivo de mi cambio: la chica por la que suspiraba y con quien finalmente coincidí en clase. Continuará.

    | Enero 2018
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 4

  • Mi heroína

    Prepara minuciosamente cada juicio. Sin embargo, no le importa tanto ganar pleitos como alcanzar soluciones justas. Domina los resortes del Derecho aunque su objetivo se centra en los derechos de sus clientes. La ambición e intensidad con la que vive la profesión encuentran su frontera en la pasión por la familia. Lo extraordinario no es que compagine ambas facetas sino que me ha enseñado a mí que conciliar no depende del género sino que es cosa de dos, iguales en responsabilidad. No me fascina sólo por eso. La admiro por cada oportunidad que aprovechó hasta llegar hasta aquí. Porque se graduó en la universidad superando la barrera del idioma y antes las del olvido y la indiferencia. Y aún antes, el miedo, el hambre y la guerra. Llegó y cumplió su sueño de convertirse en abogada. Y yo vivo un sueño desde el día en que aceptó ser mi esposa.

    | Octubre 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 13

  • IMPARTIENDO JUSTICIA

    No necesito parte de lesiones. Obviamente, la trifulca ha llegado a las manos. A las uñas, concretamente. Ordeno un careo. Reproches mutuos. Obtengo información pero a costa de un nuevo amago de riña y agresión, que logro contener yo misma.

    Como más vale prevenir que reparar daños, mientras cavilo el veredicto (y de paso, tomo un respiro), impongo unas medidas cautelares que, dadas las circunstancias, juzgo imprescindibles: orden de alejamiento y libertad vigilada.

    Aprovecho el silencio para recordar las pautas que me sirven de guía: firmeza, imparcialidad, rectitud, proporcionalidad de la pena. A punto de dictar resolución y castigo para ambos, llega a mis oídos una manifestación de arrepentimiento que aplicaré como atenuante:
    - Lo siento.

    Desde la habitación contigua:
    - Yo también, mami

    No puedo evitarlo. Al llegar a casa, ¡qué pronto olvido que soy abogada y qué rápido saco a la juez que no llegué a ser!

    | Septiembre 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 32

  • Relaciones vecinales

    Nunca escatimo esfuerzos y suelo preparar cada caso a fondo y sobre el terreno. No sólo con miras puestas en los honorarios sino por mero prurito profesional. Con más razón me esmeré cuando se trató de un asunto propio.

    Las obras del nuevo vecino me incomodaban. Temía que la ampliación de su casa acabara invadiendo los lindes de mi propiedad y, como consecuencia, nuestra intimidad. Inicialmente no sabía hasta qué punto.

    Me puse a investigar si contaban con licencia. Frente a mi obcecación creciente con el tema, mi mujer se esforzaba por serenarme y desviar mi atención, con zalamerías y arrumacos casi olvidados. Fracasó.

    En una incursión al predio colindante para comprobar retranqueos, convertido yo en vulgar merodeador, entre sacos de arena y cemento, encontré al vecino en actitud tan fogosa y manifiesta que no requerió de la explicación que, al verse sorprendida, pretendió ofrecer mi esposa.

    | Junio 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 24

  • ARROGANCIA INTERRUMPIDA

    “Me siento orgulloso de ser abogado, de esta denodada forma de ser que llevo en el ADN. No curaré ninguna pandemia ni descubriré ninguna vacuna pero el poder de solventar problemas ajenos tiene un valor inconmensurable. La enorme responsabilidad que asumo diariamente resulta directamente proporcional a la importancia de mi profesión. ¡Qué sería de mis clientes sin mi trabajo y mis desvelos!"

    Pecho henchido y ensimismado en estos pensamientos, sin darme cuenta, alcancé el límite de la ciudad. La curiosidad por el leve meneo de unas ramas me animó a adentrarme en una pradera que no recordaba haber visto antes. Llegué hasta un tenderete. “Tu vida sin ti” rezaba el cartel. Pagué diez euros y una misteriosa adivina activó su bola mágica. Imágenes en HD de mi familia, amigos y clientes. Pasé de la sorpresa a la decepción. Sin mí y sin mi bufete, el mundo seguía girando.

    | Mayo 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 32

  • JUNTOS PARA SIEMPRE

    Me acerqué a ella con premura, sin clara intención de continuidad. Al principio, con mi juvenil despreocupación, todo resultaba entretenido. Cuando requirió más compromiso, la abandoné. No faltaron razones ni excusas en mi argumentario. Se resumían en dos: era demasiado joven para entregarle mi vida y necesitaba otras experiencias. Fui un mentecato, lo reconozco. Y ella, generosa conmigo porque, tras algunos vaivenes intrascendentes, me brindó una nueva oportunidad. Me reconcilié con ella. En parte, porque carecía de opción que me atrajera más. Pero la fui conociendo mejor y, como consecuencia correlativa, la fui comprendiendo y respetando. Sin darme cuenta llegó a absorberme y atraparme. Aprendí a quererla.

    Yo, que inicialmente dudé de mis dotes para litigar, ahora sé que me conquistó para siempre y que jamás la dejaré. Resulta complicada y exigente. También apasionante, lo admito. Tanto que ya no imagino la vida sin ella, sin la Abogacía.

    | Abril 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 21

  • CUESTIÓN DE PRUEBA

    Fase de proposición de prueba. La hora de la verdad, de la transparencia, de actualizar los hechos alegados y contrastarlos con las evidencias. No cabe trampa ni cartón.
    El abogado del demandante llama a declarar a un testigo sorpresa: el guarda de seguridad del Juzgado. Declara que lo ha visto con sus propios ojos. Al acceder al edificio, de los bolsillos del actor no sólo han salido llaves y cartera; también muñequitos de plástico, piruletas, un medicamento antitérmico y una nota del tutor.
    El letrado de la demandada no se amedrenta. Solicita prueba ocular, nunca mejor dicho: exhorta a Su Señoría a fijarse en las ojeras profundas de su clienta, signo inequívoco de falta de sueño acumulado y tribulaciones de diversa índole.
    La sentencia no tarda en llegar. La concurrencia de indicios determina la implicación de ambos en los hechos. No cabe duda: custodia compartida.

    | Marzo 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 24

  • PRIMERA VISITA

    Estaba perdido. Mi mujer me había dejado y apartado de los niños. Mis planes de vida, truncados. Ella se adjudicó el privilegio de decidir por todos. Yo no sabía cómo afrontar la vida a partir de entonces ni qué derechos me asistían.

    Me animaron a consultar a aquella abogada. “¿Qué hará ella por mi?”, pensé entonces. “¿Acaso me devolverá la familia?”

    No olvido su recibimiento, comedido y amable. Vestida sobriamente, con un sencillo collar como único adorno, me invitó a pasar a un despacho sin pretensiones: mesa de trabajo, butacas confortables, una nutrida biblioteca. No sé cómo lo consiguió pero, en unos instantes, le estaba confiando mis temores. Al acabar la entrevista, sentí haber recobrado la confianza, no temía al futuro imperfecto. El juicio venidero había dejado de inquietarme. Mis derechos estarían defendidos. Y lo más importante para mi: supe que, desde entonces, ya no estaba solo.

    | Febrero 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 9

  • EL VALOR DE LA INSISTENCIA

    Caducidad de la acción, falta de legitimación pasiva, inadecuación de procedimiento, abuso de derecho, inexistencia de pruebas… Ninguna de mis alegaciones funcionó. Lo supe al ver que Su Señoría agitaba las manos bajo las puñetas en señal de impaciencia mientras yo exponía mis conclusiones con vehemencia. Mi primer juicio importante acabó con otra decepción en la cesta de los fracasos. Había trabajado tanto, lo había preparado tan bien… La abogacía no debía de ser lo mío. Hubiera colgado la toga allí mismo y para siempre de no haberse acercado a mí el experto y reputado letrado contrario:

    - Enhorabuena, compañero
    - ¿Perdón?, farfullé
    - Me lo has puesto difícil. Envidio tu entusiasmo, insistencia y determinación. Eres bueno.

    Tiempo después acepté la propuesta de unirme a su prestigioso bufete. Aún sonrío cada vez que me pregunta por el tatuaje que llevo desde el día en que le conocí: “Soporta y persiste”.

    | Enero 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 4

  • ERROR FATAL

    La última cita del día. Aquella clienta hablaba sin parar, sin propiedad y sin que le preguntaran. Pero lo más llamativo era el aspecto de sus ojos asimétricos, hundidos tras unos pómulos excesivamente prominentes. Sin duda, algún fallo del cirujano plástico, del que me había venido a hablar: que si sus tratamientos por ultrasonidos, que si la consulta llena de cajas de potingues, que si tenía reservado derecho de “inadmisión”, que si los “desplantes” faciales, que si su amiga vendría a testificar… En algún momento, desconecté, lo confieso. Y en cuanto pude, aproveché la ocasión para poner fin a aquel monólogo.

    - Doña Mercedes, déjeme todos los documentos y enseguida preparamos la demanda. Pediremos una buena indemnización por ese estropicio que le han hecho en la cara.

    Calló y me dirigió una mirada que intuí atónita.

    - ¿Mi cara? ¡Yo lo que quiero es que le desahucie de mi local!

    | Octubre 2016
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 48

  • INCORREGIBLE

    El incidente de hoy no me cambiará la vida pero me obligará a reflexionar.
    Tras muchos días de ausencia, he ido al gimnasio a mediodía. Poco más de veinte minutos corriendo sobre la cinta. Ducha rápida. Mientras recogía la toalla y sacaba las llaves del coche he dado un bocado apresurado a una barrita nutritiva. No daba tiempo para más; debía volver al despacho urgentemente: mis juicios y recursos se imponen irremediablemente a una dieta equilibrada. Pero, ¡ay! ¡Cómo no he tenido la precaución de mirar el envoltorio…! No ha sido mi alergia mortal a las nueces sino mi vida atolondrada la que casi me cuesta la vida. Me la ha salvado in extremis mi médico de cabecera, uno de los pocos amigos que conservo. Me pregunta:
    - Sinceramente, ¿ésta es la vida que imaginabas de joven?
    - Sabes que no pero… alcánzame esa carpeta, tengo una demanda por contestar

    | Agosto 2016
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 20

  • AMIGA PARA TODO

    La memoria no me alcanza para recordar las últimas vacaciones. Me duele la espalda. No sé si es que no acabo de adoptar la postura adecuada o el agobio de los plazos me colapsa los músculos cervicales y hasta los lumbares. Sentada en mi despacho, un montón de expedientes que esperan mi atención constituye la única panorámica que diviso. Otra pila, la de asuntos muy urgentes, se interpone entre la ventana y mi abrumada persona originando un eclipse que ensombrece mi ánimo. Llamadas por contestar, dictámenes pendientes de estudio, leyes por explorar, gráficos que consultar... Me desahogo con una amiga que rápidamente encuentra la receta castiza a mi desasosiego. “Concédete la tarde libre. Ven conmigo a tomar una caña” Sucumbo a su propuesta. Ella remata: “Yo invito. Y de paso, te comento un caso que me tienes que llevar”. ¡Socorro! Desisto del plan. ¿Desisto también de amiga?

    | Julio 2016
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 19

  • EMPEZAR POR EL PRINCIPIO

    Compartí con mi padre largas sesiones de cine, siempre películas sobre juicios. Yo admiraba la dialéctica infinita de aquellos jueces y letrados que, enfundados en sus togas, hallaban argumentos para todo. Así se gestó mi decisión, que no vocación, de ser el abogado en que me convertí. Siempre temí no poder emular a aquellos personajes sensacionales. El miedo se transformó en pesadilla el día en que recibí la primera demanda para contestar. No me venían las ideas ni las palabras. Me sentí prisionero en un mar de alambradas que no me permitían avanzar, atrapado en un campo estéril. Pasé días refugiado entre códigos y diccionarios. Busqué inspiración en películas de antaño. Nada. Hasta que recordé un comentario recurrente de mi padre: "La oratoria de los actores nace de un buen guión; el éxito en la abogacía, de la atención, la reflexión y el estudio".

    Cité al cliente. Empecé por escuchar.

    | Junio 2016
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 2

  • PREJUICIOS VENCIDOS

    Quise alegrarme cuando mi hijo me anunció que, finalmente, no se matricularía en Derecho. Muy bien, le dije, no quiero ni imaginarte defendiendo a un ladrón, negociando intercambios de información por cárcel con un fiscal o procurando la impunidad de un criminal. Aún no sé cómo ni por qué pero, poco después de pronunciar esas palabras, mi hijo está envuelto en un turbio asunto, detenido y a la espera de declarar ante el juez de guardia. Él clama por su inocencia. Yo me encuentro confundido, consternado y dolorido como víctima de una despiadada paliza. Y precisamente ahora, sólo una persona alivia mi ánimo y consigue desestimar tal desasosiego. El único que con calma y sin prejuicios me ofrece la esperanza de que todo puede ir bien es el letrado que va a asistir a mi hijo. Al darle las gracias de antemano siento redimirme de aquellos pensamientos injustos.

    | Abril 2016
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 8

  • El aprendiz y el maestro

    Hace poco tiempo que comparto mi tiempo y mis casos con un aspirante a abogado. Cada mañana, este pasante llega al despacho con ambición de aprender. No se entretiene con zarandajas sino que pone en marcha su mente como un disco duro ávido de retener información. Como le gano en años también le aventajo en experiencia aunque envidio su esmerada formación y desparpajo. Con independencia de pequeños éxitos procesales, ya ha ganado algún pleito menor. Ayer me acompañó a un juicio largo y complejo. A la salida, alabó mi actuación y me preguntó: “¿Cuándo dejaré yo de pasar nervios en Sala?” Me quité la toga y me sequé disimuladamente el sudor de la nuca. Como respuesta, me limité a sonreírle al tiempo que pensaba para mis adentros: “Espero que nunca. El abogado que no siente tensión sobre el estrado es un abogado acabado”.

    | Marzo 2016
     Participante

  • ALUMBRANDO EXPECTATIVAS

    Mi hijo nació en año bisiesto, año olímpico. Será por eso que aprende rápido, es alto y presume de fuerza. Por las tardes me espera en el despacho. Allí me doy cuenta de cómo crece. Antes parloteaba o jugaba a las damas con la secretaria. Ahora hace sus deberes mientras yo atiendo a mis clientes en sus tribulaciones sobre administraciones desleales, fiadores solidarios, deudas imposibles y socios estafados. También escribe relatos en su cuaderno cuadrado y verde, su color favorito. Leí el último. Explicaba quiénes son las emociones, unas peculiares y a veces traviesas criaturas, según él. A cada una le dio un nombre propio: al amor, Corazón; al miedo, Temblor; a la alegría, Sonrisa. Y Abogada a la esperanza. “¿Por qué?”, pregunté. “Tus clientes entran preocupados a tu despacho. No sé si arreglas sus problemas pero cuando salen están convencidos de que lo harás”.

    | Febrero 2016
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 3

  • Un abogado de hoy

    La etapa como aprendiz había llegado a su vencimiento y mi plan de labrarme un nombre en la abogacía arrancaba casi de cero. El primero en entrar en mi nuevo bufete fue mi abuelo, procurador ya jubilado. Era capaz de conocer y calificar a cualquier abogado por el aspecto de su oficina. Adornos ostentosos, pesetero. Papeles amontonados, atolondrado. Cenicero lleno, ansioso. Libros gastados, estudioso. Escrutó con ojos expertos mi despacho de estilo minimalista. Aprobó silenciosamente la solidez del mobiliario. Se paró ante el vacío de los estantes. Me hizo notar la desnudez de la mesa. Faltan códigos actualizados, buenos bolígrafos con los que firmar, me dijo. El ordenador, abuelo, todo está en internet y la firma… ya es digital. Le pregunté qué clase de letrado sería yo y, al punto, me contestó con seguridad: desconcertante, como los tiempos que vienen.

    | Enero 2016
     Finalista
     Votos recibidos por la Comunidad: 1

  • DE CLIENTES E INVASIONES

    De amiga ocasional se convirtió en la clienta más irritante de mi vida. Las llamadas esporádicas devinieron insistentes, a todas horas, cualquier día, al móvil, a casa. Confianza mal entendida. No sólo preguntaba por la marcha de su pleito, también pretendía que decidiera por ella en toda suerte de nimiedades. Tardé en detectar que, en mis respuestas, a menudo buscaba argumentos con los que atropellar derechos ajenos. Quise establecer frontera entre lo personal y lo profesional pero perdí la guerra, su amistad y una clienta. Hoy le he entregado su expediente. Sin tiempo de olvidar, leo que el Colegio organiza un turno de abogados voluntarios. Las solicitudes de asilo llegarán por miles. Tomo aire. Acuden a mi mente los rostros desconocidos que la actualidad informativa muestra a diario a nuestras conciencias. Fugitivos del horror. Probablemente nunca seamos amigos pero sé que necesitarán, de verdad, de una abogada.

    | Octubre 2015
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 3

  • FELIZ REGRESO

    Primero de septiembre. Recibo la primera notificación: “... se acuerda despachar ejecución... pendiente de peritar daños...” Seguidamente, un aluvión de decretos, un torrente de diligencias, autos y sentencias. Todo el mecanismo se pone en marcha sin plazo de adaptación. Contribuyo al desbordamiento con una riada de escritos de trámite.
    Atrás queda agosto, refugio fugaz, tiempo de ahorro de energía y punto de recarga de baterías. Se acabó jugar al escondite con los clientes y ganar, alejarse de prisas y plazos. Ya he cambiado las chanclas y la crema solar por tacones y maquillaje; el hogar por el despacho. Los colegas y clientes ya ocupan el tiempo que absorbieron el marido, los hijos y los nietos.-¿Nostalgia de vacaciones? .- ¡Qué va! Cuarenta años de abogacía y sigo ejerciendo con entusiasmo. Cuarenta años casada y aún soy una pésima ama de casa.

    | Septiembre 2015
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 5

  • TELESERIES

    Cuando empezó a ejercer creyó que cada caso era como una de aquellas comedias de situación a las que era aficionada. De aquellas sin pretensiones, con trama de enredo y final tan previsible como feliz. Normal, en el bufete le encargaban los asuntos sencillos, fáciles de ganar. Encajaba en el papel de heroína televisiva: guapa, percha de modelo, tez morena, ojos claros y con desparpajo. Pronto se hizo cargo de pleitos más complejos. El reto le pareció similar a interpretar un guión elaborado, algo incierto, con toques de intriga. Y final feliz porque aún le confiaban litigios ganadores exclusivamente. Pero llegó un día en que comprendió que los pleitos también pueden asemejarse a los dramas cotidianos, con personajes desventurados y finales imprevistos, imprevisibles e indeseados. La Justicia es una gran guionista. Y lo más duro fue aprenderlo al defender, infructuosamente, al cliente al que más deseaba complacer: su padre.

    | Agosto 2015
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 2

  • COMODIDAD SIN LIBERTAD

    El móvil, atender llamadas en todo momento, sin necesidad de regresar al despacho a la carrera, supuso un gran avance para mi padre. Convencerle de las ventajas de las nuevas tecnologías no fue fácil pero finalmente dio un giro radical en sus métodos, más acordes con el ejercicio actual de la abogacía. Compró modernos dispositivos electrónicos. Se acostumbró a la agenda virtual y sus avisos sonoros alertando del final del plazo para contestar o apelar. Recibía y enviaba notificaciones a cualquier hora, en cualquier lugar. Comenzó a trabajar en casa, en hoteles. Contestaba correos electrónicos a clientes durante los fines de semana. Incluso durante las vacaciones se mantenía conectado al despacho. Pero un buen día, abandonó. ¿Jubilación?. “No, expulsión de la profesión -sentenció categórico-. Estos artilugios, invadiendo mi espacio y mi tiempo, me han condenado. Me han dominado hasta aniquilar lo que fui: un profesional liberal y libre”.

    | Junio 2015
     Participante

  • ÚLTIMAS VOLUNTADES

    De nada me sirvió ser el titular de un gran bufete ni de una firma que, ya digital ya analógica, era garantía de triunfo en cualquier pleito. Cuando ella me pidió que me olvidara de estrategias legales y, por una vez, usara mi ciencia jurídica para poner fin a la guerra de celos y poder con mi socio, sentí que se rompía la baraja. Y claudiqué. Contra mi costumbre pleiteadora y mi carácter competitivo, me esforcé por hallar una solución justa y aceptable. Redacté un buen acuerdo societario, un tratado de paz que él también aceptó y rubricó. Jamás me sentí mejor abogado que aquel día, sin toga y lejos de discursos en estrados, de juicios sumarios y argucias procesales. Salvamos la empresa y recuperé a mi hermano. Al fin y al cabo, no podía negarle el último deseo a mi madre.

    | Mayo 2015
     Participante

  • A MI ABOGADA

    Mi abogada interpretó el regalo como una especie de indulto pues el resultado del pleito no fue el que yo deseaba. Pero tenía que darle las gracias sin palabras. Tras una tramitación enrevesada, plagada de suspensiones y recursos, su Señoría dictó sentencia de acuerdo con las previsiones de la joven letrada. Y no porque tuviera dotes adivinatorias. La evidencia de los hechos y la tendencia jurisprudencial presagiaban el fallo. ¡Cuántas horas pasó la abogada escuchando mis historias de agravios estériles, de ansias de venganza absurda contra mi “ex”, de ganar donde no debería de haber contienda! Siempre me atendió amable y paciente. Fui egoísta, irracional, pesada. Lo reconozco. Me avergoncé de ello cuando supe, casualmente, que mientras yo sólo discutía si la custodia compartida sería por semanas o por quincenas para mis hijos (más por orgullo que por conveniencia fundada), ella guardaba luto por el suyo.

    | Marzo 2015
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 12

  • DERECHO DE ASILO

    No es una residencia; es un asilo para viejos. No estoy mayor, ni demente; estoy decrépito y loco. Aquí dentro cada día es lunes. O martes, da igual. El calendario es un fenómeno de nulo interés, como nuestras vidas de internos. Apenas me visitan dos parientes y para sacar lustre a sus conciencias. Ni rastro de los colegas que tanto me respetaban ni de los clientes que me necesitaban. He convertido mi celda (la llaman habitación) en mi bufete. Mis compañeros vienen a contarme sus agravios. Luego abogo por ellos ante el director, erigido en juez. Y como yo llamo a las cosas por su nombre, suele estimar mis demandas. Salvo que algún cuidador se crea fiscal con derecho y obligación de intervenir y desbarate mi estrategia. Me resta una existencia leve y breve, pero al menos la viviré como siempre, con el delirio de creerme importante.

    | Enero 2015
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 8