XVI Concurso de Microrrelatos sobre Abogados
Ganador del Mes
AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR
FELIPE APARICIO HERNÁN“Pasarás más hambre que un maestro de escuela” le decía siempre su abuela. Pero Abraham era tenaz, como su homónimo Lincoln. Y tras una carrera escolar, universitaria y doctorado brillantes, se centró en impartir enseñanza en Derecho. Aunque inicialmente tuviera escaso éxito, Abraham centraba sus clases en dos premisas: contagiar la pasión jurídica a sus alumnos y que, con esfuerzo y aprendizaje hicieran nulo de pleno derecho aquel refrán de “No hay verano sin Romano”. Parecía funcionar. Campeón anual de la universidad en lo que a asistencia y aprobados se refieren. Cerca de la jubilación, un martes primaveral sonó la puerta. Entró alguien, con traje impoluto. “Su cara me resulta familiar”, pensó Abraham. Acertó. Actual Magistrado del Tribunal Supremo y antiguo alumno. Tras dos cursos con cierta zozobra existencial, comenzó su idilio con el mundo legal, gracias a aquel profesor que dignificaba diariamente el sentido de un oficio. Agradecimiento eterno.
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El más votado por la comunidad
ADULACIÓN FUERA DE PLAZO
Ana Isabel Rodríguez VázquezSiempre me han tachado de agresivo e implacable. De abogado frío y calculador, con escasa empatía, y campeón en el arte de manipular la verdad. Me acostumbré a impartir justicia con criterios poco compartidos por mis colegas, y se me considera persona non grata en algunos sectores de la profesión. Por eso me sorprendió el ambiente familiar en el que me vi envuelto esta mañana. Las cordiales muestras de agradecimiento. Las palabras de cariño, encomiando mi brillante labor. No entendía aquel cambio de opinión, pero quise agradecer a los allí presentes, sus innumerables elogios y cumplidos.Traté de incorporarme, pero ya era demasiado tarde. Mientras el cura pronunciaba un último responso, alguien colocaba sobre mi cuerpo una gruesa lápida de mármol.
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Relatos seleccionados
Impartir justicia y mostrar agradecimiento. Dos de las prebendas que he aprendido en mi carrera judicial. Antes como abogado y ahora como juez de familia.
Nerea es una niña enternecedora y excepcional. Sus padres han decidido divorciarse y yo no soy el rey Salomón.
A sus cuatro añitos hay que sumarle las desavenencias y peleas en el entorno familiar. Algo que la marcará para el resto de sus días. Es conmovedor el triste vínculo que la une a su padre, un tipo desabrido y de escaso apego paternal. Lo siento mucho por él, pero no me queda más remedio que dictar lo que marca la ley:
—Nada de custodia compartida, campeón. Un régimen de visitas de obligado cumplimiento y dese por satisfecho…
Los dos progenitores me lo han agradecido, él más que ella, parece que lo hubieran liberado de una pesada carga.+1Leí la noticia en el periódico. Un joven madrileño, estudiante de Derecho, se había proclamado campeón del mundo en oratoria. Se resaltaba el agradecimiento del futuro abogado a su madre.
El nombre me resultó familiar. Recordé entonces varios años atrás; cuando, ante el escaso sueldo de su marido, aquella madre coraje apareció en el despacho ofreciéndose como limpiadora por horas.
Tiempo después nos contó que con el beso de buenas noches, sentada en la cama, con lo que iba oyendo, se dedicaba a impartir nociones de derecho a su hijo. Le narraba historias de luchadores y luchadoras de la ley, profesionales comprometidos en la defensa y en la ayuda a las personas para navegar en un sistema que a menudo parecía estar diseñado para negarles justicia.
Dejé el periódico y con una sonrisa me dispuse a comenzar una nueva jornada.
Los procedimientos y los plazos perentorios iban a pesar menos.+1—¡Papá, estás anticuado! Modernízate, créate una página web chula y anuncia tu bufete en Internet.
—Hija, no me líes que estoy bien así. El agradecimiento de clientes satisfechos significa nuevos clientes…
—¡Qué cabezota eres! Tu repertorio clientelar es escaso comparado con el mío —dijo la joven abogada a su progenitor—. Tengo diez millones de me gusta en tik tok, doscientos mil seguidores en Instagram… Me encanta impartir cuestiones jurídicas de manera sencilla en sesenta segundos para que la gente entienda las reglas del juego.
—¡Mi sucesora es una famosa “influencer” del Derecho! ¡Ja!
—¡No te burles! Las redes sociales mandan. Los temas más solicitados son los de extranjería… ya sabes, mucho foráneo desorientado queriendo regularizar su situación. Por cierto, tú que eres tan familiar, esta tarde tomamos unas cañas y te presento a mi nuevo novio.
—¿Otro? Espero que sea el definitivo. ¿Y cómo se llama el campeón?
—Olu Doumbouya.0 VotosLo conocí un día plomizo a los pies del juzgado mientras hacía dibujos, escapando del frío. Se llamaba Amin y tenía la mirada triste. Reticente, conseguí invitarle a desayunar y al calor de un café resucitador, me contó su historia.
Escapó de Siria con un escaso equipaje y esperanza. En su país era un reconocido luchador, campeón olímpico, pero su pasión era impartir clases de pintura a los jóvenes. Era familiar y entre lágrimas me confesó que le costó huir. Yo, que desconocía la empatía, me conmovió aquel hombre y me propuse ayudarlo, así que gestioné el asilo para él y la familia. La gente de mi entorno se volcó con la causa.
Hoy se reúne con su mujer e hijos y ante un agradecimiento infinito le prometí ir a Damasco y tomar té juntos. He recuperado el sueño. Quizás los problemas del hombre occidental no sean para tanto.+1Después del divorcio, se apresuró a buscar un trabajo. Tenía tres niños y no podía esperar que se agotara la prestación que cobraba tras el despido en aquella empresa asfixiante y familiar.
Elena conocía bien al padre de sus hijos y sabía de su escaso compromiso a la hora de cumplir con las obligaciones. Desestimó las voces consejeras que le decían que no tuviera prisa, que podía reclamar una pensión compensatoria, y se puso en marcha. Muy pronto encontró, con ayuda de su abogada de oficio, un trabajo en el que no ganaba mucho, pero le podría servir para empezar.
Se trataba de impartir en un colegio dos clases diarias a estudiantes con dificultades de aprendizaje. Desempolvó sus apuntes, mostró su agradecimiento a aquella hada madrina, por la resolución del contencioso y por el trabajo, y se dispuso a correr con un objetivo en mente: ser feliz como una campeona.+1Mi entorno familiar transformó ese sueño en realidad.
Mis padres fueron mi máximo apoyo, y cuando les dije que algún día me gustaría impartir justicia, me animaron a conseguirlo.
Y, años después, me convertí en abogado.
En mi primer caso tuve que defender a un inculpado por robo.
Y al ver su cara, lo reconocí.
Pero guardé silencio.
Y, concluido el juicio, logré su absolución.
Entonces, con lágrimas de agradecimiento, me dijo: "Sé quién eres y te pido perdón.
Siendo niños, me metía contigo a diario.
Incluso te puse un mote, cuando has demostrado que el único escaso, en todos los sentidos, soy yo".
Tras escuchar sus palabras, le di las gracias y me fui a estudiar mi siguiente caso.
Y es que yo no me siento un héroe, ni un campeón.
Sólo soy un abogado con síndrome de Down.+2Cuando tomé el relevo familiar en el despacho de abogados, pensé que me enfrentaría a delincuentes comunes, con escaso nivel de estudios. Que bastaría con echar el candado a las puertas, llevar amarrada la tarjeta de crédito y evitar barrios conflictivos. Hasta la mañana que nos hackearon la base de datos del ordenador. El campeón que había logrado meterse en nuestro sistema pedía una importante suma de dinero. ¿A nuestro bufete? ¡Si estaba especializado en impartir Máster de Fundamentos de Ciberseguridad para la Abogacía a un buen número de Colegiados! Nos asustamos cuando se bloqueó el sistema. Tuvimos que denunciar a la Brigada de investigación Tecnológica para que nos ayudara a encontrar la brecha. ¿Un crío de primaria? Que había sido pan comido, confesó orgulloso de la hazaña y seguro de que no se le aplicaría ningún castigo. Hasta pidió un helado como agradecimiento. ¡Maldito crío! Jodidos y complacidos.
+6El ciborg 2761 había resultado eficaz, había que reconocerlo. Especialmente diseñado para impartir justicia, se había proclamado campeón entre los jueces del orden civil con un total de 10.000 sentencias anuales y casi 5000 medidas cautelares, todo ello con un escaso margen de apelación. Menos del 0,1% de sus sentencias eran "tumbadas" por la Audiencia.
El problema llegó cuando empezó a dar fallos y admitió un recurso de reposición en una vista que dirimía una disputa familiar. Nadie se podía explicar lo que había pasado y algunos se llevaban las manos a la cabeza preguntándose si lo siguiente sería admitir un reconocimiento judicial.
Por precaución, el Ministerio decidió finiquitar al ciborg 2761 con una nota de agradecimiento.
Al día siguiente, sobre el estrado le sustituía el ciborg 2762.
+4Soy una persona muy familiar, me desvivo por los míos. Cuando lo necesitan, me ofrezco para ser su abogado, no les cobro, me basta con su agradecimiento. Ayer me llamó afligida mi prima Florentina, había perdido a su marido. Me quedé de piedra. Al parecer, hace un año se enamoró locamente de un robot con el que se casó en una ceremonia virtual. Desgraciadamente, su amor ha desaparecido de la red y ella se siente viuda. Quiere reclamar su pensión y, además, cobrarla en bitcoins. Le he repetido hasta la saciedad que solo es posible impartir justicia entre humanos, pero no escucha. Me halaga, me llama campeón, dice que consigo lo que me propongo... No sé cómo he podido acceder sabiendo que es escasa la probabilidad de que el asunto prospere.
La he visto tan hundida que también solicitaré una indemnización millonaria por daños y perjuicios a esa desaprensiva empresa.+2Siempre me han tachado de agresivo e implacable. De abogado frío y calculador, con escasa empatía, y campeón en el arte de manipular la verdad. Me acostumbré a impartir justicia con criterios poco compartidos por mis colegas, y se me considera persona non grata en algunos sectores de la profesión. Por eso me sorprendió el ambiente familiar en el que me vi envuelto esta mañana. Las cordiales muestras de agradecimiento. Las palabras de cariño, encomiando mi brillante labor. No entendía aquel cambio de opinión, pero quise agradecer a los allí presentes, sus innumerables elogios y cumplidos.Traté de incorporarme, pero ya era demasiado tarde. Mientras el cura pronunciaba un último responso, alguien colocaba sobre mi cuerpo una gruesa lápida de mármol.
+21Le he adelantado la cita porque su caso me tiene realmente desconcertado, me dijo el doctor. Yo, con un gesto de agradecimiento, me dispuse a escuchar el diagnóstico.
Como si fuera a impartir una clase magistral, se puso en pie y carraspeó.
-Todavía no he logrado encontrar la causa de sus males. No fuma, ni toma alcohol. Hace deporte. Su consumo de grasa y azúcar es escaso. Y tiene una situación familiar estable.
-Así es doctor, no soy campeón olímpico, pero intento cuidarme.
-Sin embargo, sufre agotamiento físico y mental. Padece taquicardias, insomnio e hipertensión. Todo ello poco compatible con un estilo de vida saludable. Tiene que haber algo que hayamos pasado por alto, algún detalle que tal vez no haya mencionado.¿ A que se dedica profesionalmente?
-Soy abogado, especializado en derecho fiscal.
-Vaya, hombre. Pués haber empezado por ahí...+14Estudié Derecho por tradición familiar más que por deseo propio. Suplí mi escaso interés en pleitear por impartir clases en la universidad. Pronto aprendí que nadie está libre de pleitos.
Ni siquiera yo.
Una noche de fiesta volvía a casa, cuando vi como dos hombres pedían documentación identificativa a dos mujeres. Decían ser policías (de paisano). No les creí. Los aplaqué con una llave de kárate. Al día siguiente me desperté en los calabozos de la comisaría, dolorido. Estaba detenido por un delito de atentado contra la autoridad.
En la declaración judicial, en la que me defendí a mí mismo, me sonrojé al oír a la jueza: “Es un caballero”. Salí del juzgado victorioso, alzando los brazos, como campeón que me sentía. No solo ganaba mi primer litigio, además recibía una inmensa sonrisa de agradecimiento, por mi valentía, de una de las mujeres que había defendido de los supuestos malhechores.+5