LA VERDAD CALLADA
Eva María Algar GarcíaLa reconocí al instante, aunque la última vez que la vi era una niña. Sus ojos despiertos color mar y una marca en el cuello de forma estrellada eran inconfundibles.
Se presentó en mi despacho, resuelta y risueña, con una carta de recomendación. Súbitamente, una vorágine de sentimientos encontrados me arrolló e intenté mantener la calma.
Tomó asiento, me mostró su currículum y fingí leerlo.
-“Empiezas mañana”, le dije con rotundidad.
Contratarla en el bufete era lo mínimo que debía hacer, pues otra cosa, de momento, no le podía regalar.
No sé si me atreveré a confesarle algún día que un bebé gestado en el auto de una desconocida perjudicaba mi estatus social y escogí la alternativa más fácil, aunque menos legal.
Quizá el destino me ofrezca una segunda oportunidad para demostrarme que nunca debí renunciar a mi hija. Si es tarde para enmendar mis errores, el tiempo lo dirá…
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Todos cometemos errores y mejor tarde que nunca parabintentar ponerles remedio. La genética se cumple en esta joven abogada, ya se sabe que de tal palo tal astilla. De paso, su padre puede contribuir a enmendar en parte lo que debió de hacer en un principio y no hizo.
Me alegra leerte tras un tiempo sin hacerlo, Eva María.
Un abrazo y suerte
Gracias por tu voto y comentario, siempre tan amable. Un saludo, Ángel.
Que bonita historia, Eva. Me encanta.
Te deseo mucha suerte.
Un beso fuerte, amiga.
Muchas gracias, Ana. Suerte con el tuyo. Besicos.
Aprovecha la segunda oportunidad. Enhorabuena por tu relato.
Un abrazo.
Gracias, toledano! Si no es la segunda, esperaremos una tercera oportunidad, jaja. Besicosssss
No te quedes callada; tú no.
Un abrazo, Eva.
Jaja, gracias, Margarita . Espero el tuyo. Un abrazo enorme.
Felicidades, Eva María. Maravillosa historia que demuestra que las segundas oportunidades también existen.
Mi voto. Mucha suerte.
Me alegro de que te haya gustado, Juan Carlos. Muchas gracias por tu voto y suerte con tu «Segredo», que está ya rozando el oro. Un abrazo.