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María Sergia Martín González- towanda 

Cuando abrí la puerta del despacho, el humo cubría todo y la carpeta con las últimas pruebas del caso prendían en una papelera. Humedecí una toalla y, con la cara cubierta, arranqué el expediente de las llamas. Después, sentí un duro golpe y me desvanecí…

Este incidente no ha hecho más que reforzar mi creencia de estar en posesión de la llave para esclarecer el caso. Aunque no sé cómo hacérselo entender a Gabriela, mi compañera de bufete. He hecho leves apariciones en un espejo, le dejo post-it con pistas, intento modular algo parecido a una voz a través del portátil, inundo todo de aromas florares relajantes, pero no hay manera, en cuanto me presiente tiembla como una cáscara de nuez en un océano embravecido. Aquí dicen que ya hice todo lo que pude cuando ejercía, pero yo les respondo que un abogado lo es siempre, aún después de muerto.

 

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