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PILAR ALEJOS MARTINEZ 

A punto de cerrar el despacho, recibí un mensaje muy preocupante de la viuda de D. Manuel, socio fundador del bufete fallecido hacía un mes. Necesitaba hablar conmigo con urgencia por un tema confidencial. Para actuar con mayor discreción, decidí atenderla en su domicilio. Cuando llegué, la encontré llorando desconsolada. Pensé que se debía a que no llevaba muy bien el reciente duelo, pero me equivocaba.

Me explicó que, desde hacía años, asistía con regularidad a la consulta de una adivinadora para que le predijese el futuro antes de decidir dónde invertir su fortuna personal. Desde el fallecimiento de D. Manuel, había dejado de hacerlo. Un día, mientras le hablaba con la urna de sus cenizas entre las manos, él le contestó y empezó a comunicar con ella a diario facilitándole un análisis completo del mercado bursátil.

Al prescindir de sus servicios, la pitonisa la había demandado por competencia desleal.

 

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