Imagen de perfilUn caballero justo

María Sergia Martín González- towanda 

Fue entonces que la fatiga obligóle a entrar en la casa, quedando postrado en el lecho.

—Traed a mi señora. Avisad al escribano, que es mi deseo testar y organizar mi herencia. Fenecieron los tiempos de litigar con molinos, mi querido Sancho, pero jamás los de ser un hombre justo. Emplea tu valor en proteger al desvalido, falto de recursos o víctima de desafueros. Sé valedor de la justicia, la libertad, la verdad…

De rebato, irrumpió Aldonza con un infante en brazos. Los ojos llorosos del moribundo parecieron figurarse algo sorprendente. Ella asintió. Por dos veces. Visto el crío, visto el causante. A ninguno pasó desapercibida la prodigiosa semejanza entre ambos. Sin duda, sangre los emparentaba.

—Hablad con Cervantes —dijo turbado—. Hacedle reinventar mi historia porque, finalmente, este loco halló heredero…

Cuando exhaló su último suspiro, no hubo soflamas que paliaran el dolor del escudero ante pérdida tan singular.

 

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