sebastian barranco ledo

Microrrelatos publicados

  • Cómo (no) organizar un cumpleaños inolvidable

    —Un artículo de prensa recomendaba el ambiente familiar del pueblo y su playa. Casi todo son segundas residencias. Las familias se conocen de toda la vida y son distantes con los veraneantes de alquiler como nosotros. Era el cumpleaños de nuestra hija y queríamos ayudarle a socializar invitando a tarta a alguna amiguita. A la desesperada, pregunté en el chiringuito: «Busco niñas para montar una fiestecita. Algún chico también. ¿Sabéis de alguien?» Seguí intentando con los vecinos de sombrilla, ajeno a la ola de indignación que recorría la playa. Antes de media hora, estaba en el calabozo.

    —A quién se le ocurre —interrumpe el abogado—; el malentendido es manifiesto, pero no delito. Solicitamos el hábeas corpus y queda libre. Eso sí —continúa—, si quería programar un cumpleaños memorable, lo ha conseguido. No creo que su hija olvide jamás la imagen de su padre, detenido, esposado, en bañador y camisa hawaiana.

    | Agosto 2022
     Participante
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  • Un discurso rezagado

    Señoras y señores del jurado. Escritores, periodistas, abogados. Representantes de la Abogacía. Distinguido público, queridos compañeros del gremio:

    Ante todo, mi agradecimiento, y disculpen si olvido a alguien. Ya saben, los nervios.

    Gracias por otorgarme el premio y por la tarea de hilvanar las cinco palabras del mes, permitiendo a la imaginación quebrantar el confinamiento.

    Quisiera dar voz y felicitar a “Van Gogh abogados”, (revisarán si incurro en plagio); “Florianus”, inveterado jurista, (lo que se come se cría). Al desafortunado preso y su abogado, caras de la misma moneda. A todos los participantes.

    Los originales puntos de vista reflejados, simbolizan, en mi opinión, la esperanza de que el genio y la creatividad encuentren pronto una vacuna.

    Por último, anunciar que aunque acepto halagado el galardón, donaré la cuantía para comprar mascarillas, sin importar dónde se destinen. En todo caso, serán útiles para detener la propagación del coronavirus.

    Muchas gracias. (aplausos)

    | Abril 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 9

  • Sucedió en un pueblo de la "costa da morte"

    Los pescadores faenan mar adentro. Mientras, las mujeres aguardan, confeccionando puñetas de encaje para la magistratura capitalina.

    En la taberna del puerto, un viento racheado abre las puertas de golpe. Aparece un forastero. Con una seña, pide café y aguardiente. Por la manga del chaquetón le asoma un tatuaje, y los parroquianos entienden que es hombre de mar.

    —Este café levantaría un muerto —dice el tabernero—. Eso sí, tiene fecha de caducidad —añade, guiñando un ojo—: si deja que enfríe, va a llevarse una decepción.

    Al fondo, don Leandro, el abogado, relata la efeméride local: el fatal hundimiento de un mercante extranjero tal día como hoy, hace cien años. —Según las leyes del mar, al capitán le habrían caído otros tantos. Quien hace un cesto hace ciento.

    Entonces, un resplandor ilumina la taberna. El forastero se funde con la luz, emprendiendo nuevo rumbo.

    El capitán ha cumplido su condena.

    | Enero 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 6

  • Sinestesia

    El intenso olor del alcanfor me recuerda cuando siendo niño, mi madre preparaba la ropa de abrigo el domingo, justo antes de empezar el curso.

    Al acabar la carrera, me regaló una toga de excelente paño. Ese mismo aroma, al abrir la caja, me hizo comprender el sacrificio hecho por una madre soltera para que fuera abogado.

    Todavía conservo mi preciado regalo. Aunque hay aparatos de ultrasonidos eficaces contra la polilla, prefiero usar alcanfor. Cuando un caso se pone difícil, recurro a mi antigua toga.

    ¿Que hay que conseguir la inadmisión como prueba de unos documentos obtenidos irregularmente?

    ¿Acaso, tirar de la lengua a quien se niega a testificar con claridad?

    ¿Y si preveo un fallo demasiado severo?

    Entonces, mediante sutiles movimientos de la tela, envuelvo la sala como en un hechizo, invocando en los presentes el recuerdo inconsciente de la infancia. Y la justicia, prevalece.

    | Octubre 2016
     Participante
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  • Triste déjà vu

    El agente, emocionado, inicia su discurso. Es su último día de servicio, tras toda una vida en la policía judicial. Saluda agradecido, intercala chistes sobre el joven e inexperto sustituto al que más que instruir, ha tenido que adoptar, y propone un brindis.

    Le interrumpe una llamada de emergencias: crimen en un despacho de abogados en Usera. Acudir de inmediato para iniciar diligencias.

    En el lugar de los hechos, la panorámica es terrible. Le invade una extraña sensación. Como si hubiese estado allí antes. Como contemplar un eclipse sangriento, repetirse cada 39 años.

    Su memoria conserva esa sensación, asociada a un documento gráfico en blanco y negro. Nada más.

    Horas después, cuando el juez procede al levantamiento, se le aclaran los recuerdos. Él era el joven e inexperto sustituto que acudió en su primer día de servicio, allá por enero de 1977, al despacho de abogados en la calle Atocha.

    | Julio 2016
     Participante
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