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laura pilato rodríguez 

Treinta años de interminables jornadas en el despacho, acaban pasando factura.
El estrés y la presión amenazaban mi salud física y mental, así que decidí darle un cambio a mi vida.
Me retiré a una especie de comuna, «Ecoaldea», como la llaman sus moradores. Un lugar donde tratan de promover la conservación de la naturaleza. Un paraíso verde y sostenible, sin preocupaciones de futuro, ni ambiciones materiales.
Aquí practico yoga y cultivo verduras ecológicas. No tengo internet, ni teléfono, y estoy aprendiendo a hacer jabones y velas aromáticas.
A veces me entra la nostalgia y añoro el bullicio de los juzgados, rebosantes de adrenalina. Pero me siento en la posición de Loto, me fumo unas «hierbas relajantes» que crecen en el jardín, y enseguida se me pasa.

 

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