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JUAN ANTONIO TRILLO LÓPEZ 

Era mi primer día de teletrabajo como abogado de un prestigioso bufete, un innovador proyecto que me permitiría implicarme aún más en la educación de Carlitos. Todavía no tenía tres años pero pensé que podría enseñarle a leer con la cartilla que conservaba de mi niñez. Parecía entusiasmado con ella pero recibí una llamada y mientras comprobaba unos documentos en el ordenador, Carlitos la destrozó y se comió la página de las vocales.
Tenía hambre, así que le di de comer pero al acabar me vomitó todo encima. Tras cambiarme, el niño repetía algo parecido a “equidad”. Me extrañó bastante que manejara ese vocablo pero luego comprobé horrorizado que realmente decía “el cristal”. Había roto el de la mesita del comedor.
En eso recibí un whatsapp de mi mujer:
-¿Cómo va todo?
-Estupendamente, le mentí mientras calculaba el valor del desaguisado.
¡Cómo añoraba ya mi oficina y a los compañeros!

 

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